Época:
Inicio: Año 1 A. C.
Fin: Año 1 D.C.

Antecedente:
DESCUBRIMIENTO DE LAS REGIONES AUSTRALES



Comentario

De lo que pasó al capitán en la corte esta última vez, hasta negociar una cédula de su despacho


En los once días primeros, después de haber llegado a la corte, no pude tener comodidad para escribir mis memoriales y alcanzar audiencia del conde de Lemos, que era presidente de las indias, el cual me la dio de tres horas; y le leí mucho de esta relación, y por remate me preguntó: --¿Qué derecho tenemos a esas tierras? Respondíle que el que había para poseer las otras. Y volvíle a hablar diferentes veces, y en ellas me ordenó que besase la mano a Su Majestad y viese al duque de Lerma, como lo fui haciendo, y dando muchos y muy apretados memoriales en razón de declarar mi empresa y sus provechos, y solicitar y apresurar mi despacho.

Estos memoriales hacía imprimir, cuando tenía con qué, y cuando no los copiaba, y presentaba y repartía en los Consejos de Estado, Guerra e Indias, y sus ministros. Los más los recebían bien y mostraban estimarlos; pero no por eso mi despacho tenía mejor expediente: antes, en veinte y seis de marzo de mil seiscientos y ocho, Su Majestad, por medio del duque de Lerma, remitió un largo memorial que le di al Consejo de las Indias, donde se tomaban floja y desabridamente mis cosas, por haberlas encaminado la primera vez por la vía del Consejo de Estado. Y, en efecto, me dijeron acudiese por la respuesta a don Francisco de Tejada, que era del dicho Consejo de las indias, el cual me dije) que me volviese al Perú, a la ciudad de los Reyes, y que allí se enviaría orden al virrey de lo que había de hacer. Yo respondí que no estaba bien ponerme en viaje tan largo, y a negocio tan grave, sin saber lo que llevaba; y fui pasando adelante con mis memoriales, y esperé tuvieran mejor suceso, porque en este tiempo llegó al Consejo una carta que Juan de Esquivel, maese de campo de Terrenate, escribó a la Audiencia de la ciudad de Manila, en que decía haber llegado a aquel puerto un navío, y por su capitán Luis Vélez de Torres, y que decía ser uno de los tres del cargo del capitán Pedro Fernández de Quirós, con que salió del Perú a descubrir la parte incógnita del Sur. "Dice que se apartó dél mil y quinientas leguas de aquí, y que vino costeando ochocientas de una tierra. Llegó con necesidad y yo suplí la que pude. Él va allá, y dará más particular cuenta a V. A."

Después vi la relación del viaje de Luis Vaez, en poder del condestable de Castilla, que me alegró mucho, y fui con esta ocasión dando nuevos memoriales, pidiendo y proponiendo mi despacho, y las cosas que para él se habían de conceder; pero mis desgracia era tan grande que nunca se acababa de tomar resolución en nada, y todo era detenerme, y a las veces despreciarme o desesperarme los ministros, y en especial los del Consejo de las indias, que en los del de Estado siempre hallé mejor acogimiento.

Viendo esto, procuré nueva audiencia a Su Majestad y la alcancé, cual la deseaba, el día de los Reyes del año de mil seiscientos y nueve, después de comer; favoreciéndome en esto como en otras cosas el marqués de Velada. Mostré mis papeles, mapas y cartas de marcar; di a entender las tierras que proponía y su grandeza, los viajes que había hecho y sus sucesos; y habiéndolo visto con demostración de gusto, se levantó; y pidiéndole mi despacho, me respondió el marqués que todo se haría bien. Y en siete de febrero salió un decreto para que el Consejo de Estado tratase muy de veras de este negocio, y que se me librase algún dinero para mi socorro. Y después de diversas consultas, y habérseme mandado que declarase lo que habría menester para mi jornada, salió otro decreto en que se remitió el negocio al Consejo de las Indias, donde volví a negociar de nuevo; y al cabo de muchos meses se me mandó dar una cédula del tenor siguiente:

EL REY. Marqués de Montes Claros, pariente, mi virrey, gobernador y capitán general de las provincias del Perú, o la persona o personas a cuyo cargo fuese el gobierno de ella. El capitán Pedro Fernández de Quirós, que, como tenéis entendido, es la persona que ha tratado del descubrimiento de la tierra incógnita y parte Austrial, me ha representado como habiéndole yo mandado dar los despachos necesarios por mi Consejo de Estado, para hacer el dicho descubrimiento y para que los virreyes, vuestros antecesores, le proveyesen de todo lo necesario para esta jornada, salió en demanda della del puerto del Callao, a veinte y uno de diciembre de año pasado de mil y seiscientos y cinco, con dos navíos y una zabra y gente y lo demás; y navegó la vuelta del Oeste-sudeste hasta subir a altura de veinte y seis grados de la parte meridional, por cuyo rumbo, y por otros, se descubrieron veinte y tres islas, las doce pobladas de diversas gentes, y más de tres partes de tierra que se entendió ser toda una, y sospechas de ser tierra firme; y una grande bahía con un buen puerto dentro della, de la cual salió con los tres navíos con intento de ver una alta y grande sierra que está a la parte del Sueste, y volviendo a arribar al dicho puerto, la nao almiranta y zabra dieron fondo, y la capitana en que él iba, desgarró; a cuya causa, y por otras muchas que le obligaron, arribó al puerto de Acapulco, de donde vino a España, a darme cuenta del suceso del viaje, el año pasado de mil y seiscientos y siete: y que la tierra que descubrió es apacible, templada, y se coge en ella muchos y diversos frutos; la gente doméstica, y dispuesta a recibir nuestra santa fe; y que lo que él dejó de ver y descubrir es mucho más sin comparación. Y con grande instancia me ha pedido y suplicado considere la importancia de este descubrimiento y población y el servicio tan grande que a Nuestro Señor se hará en que se pueble aquella tierra, y se plante en ella la fe, trayendo al gremio de la iglesia y verdadero conocimiento, tanta infinidad de almas como hay en aquel nuevo mundo, a donde se ha tomado la posesión en un buen puerto y sitio, y celebrado misas; y las utilidades y acrecimientos que resultará a mi corona y todos mis Reinos. Y que pues su intento y pretensión no es más que hacer este servicio a Nuestro Señor, y seguir esta causa como hasta aquí lo ha hecho tantos años ha, padeciendo tantos naufragios y trabajos, le mandase proveer de todo lo necesario para volver a la dicha jornada, y hacer la dicha población; para lo cual era necesario le mandase dar mil hombres dese Reino, deste doce religiosos de la Orden de San Francisco o Capuchinos que sean doctos, y con la potestad necesaria, proveídos de los bastimentos y ornamentos, seis hermanos de Juan de Dios, médico, cirujano, barberos y medicinas; y que en esas provincias se le diesen navíos, artillería, mosquetes, arcabuces, y otras armas y bastimentos que fueren menester, y cantidad de rescate para los indios, y una buena partida de hierro en plancha, y herramientas para cultivar la tierra y labrar minas.

Y por lo mucho que deseo que el dicho descubrimiento y población tenga efecto, por el bien de las almas de aquellos naturales, he ordenado al dicho capitán Pedro Fernández de Quirós que vuelva a ese Reino en la primera ocasión; y os encargo y mando que luego como llegue a verse con vos, dispongáis su despacho, y le proveáis por cuenta de mi Real hacienda de las cosas que él pide para hacer esta jornada y población, de manera que con la brevedad posible parta a hacella, no se ofreciendo de nuevo inconvenientes notables; dándole todos los despachos y recaudos necesarios para que sea obedecido de la gente que llevare consigo y a su cargo, y los demás que a este propósito convinieren, o hubiere menester y se suele hacer en semejantes jornadas, descubrimientos, poblaciones. Y mando a los oficiales de mi Real hacienda cumplan lo que en conformidad de esta cédula, y para su cumplimiento les ordenáredes: y vuelvo a encargaros mucho el breve y buen despacho del capitán Quirós, y que me aviséis de cómo se hubiere hecho, porque holgaré de saberlo; honrándole, favoreciéndole y haciéndole buen tratamiento, que en ello me serviréis. De Madrid a quince de diciembre de mil siscientos y nueve. --Yo el Rey.-- Por mandado del Rey nuestro señor, Gabriel de Hoa. --Señalada de los del Consejo.





Copia de la carta que el secretario Gabriel de Hoa envió al virrey con la cédula escrita

"El capitán Quirós vuelve a ese Reino, con el despacho que va aquí, en demanda de su descubrimiento. Ha asistido aquí a esta causa con harto trabajo y descomodidad, y con mucho celo del servicio de Nuestro Señor y de Su Majestad. Vuestra excelencia le anime y esfuerce, y aliente este intento conforme a las órdenes de Su Majestad, cuya voluntad es que al capitán Quirós se le dé buen despacho y haga todo buen tratamiento, como vuestra excelencia sabrá hacerle el que merecen sus trabajos y peregrinaciones, y que de nuevo se ofrece a otras mayores. Guarde Nuestro Señor a vuestra excelencia como deseo. Madrid a diez y nueve de Diciembre de mil seiscientos y nueve."