Comentario
Edad que tenía Cortés cuando pasó a las Indias
Tenía Hernán Cortés diecinueve años cuando, el año 1504 de nacer Cristo, pasó a las Indias, y de tan poca edad se atrevió a ir por sí mismo tan lejos. Hizo flete y matalotaje en una nao de Alonso Quintero, vecino de Palos de Moguer, que iba en conserva de otras cuatro, con mercadería; las cuales tuvieron próspera navegación desde Sanlúcar de Barrameda hasta la Gomera, isla de Canarias, donde se proveyeron de refresco y comida suficiente a tan largo camino como llevaban. Alonso Quintero, por codicia, partió una noche sin hablar a los compañeros, para llegar antes a Santo Domingo y vender más pronto o más caro sus mercaderías que ellos; pero así que se hizo a la vela, cargó tanto el tiempo, que le rompió el mástil de la nave, por lo cual le fue forzoso volver a la Gomera, y rogar a los otros que lo esperasen, pues aún no habían salido, mientras él adobaba su mástil. Ellos lo esperaron, y partieron todos juntos, y caminaron a vista unas de otras gran pedazo en mar. Quintero, que vio el tiempo calmado, se adelantó otra vez de la compañía, poniendo, como anteriormente, la esperanza de la ganancia en la rapidez del camino; y como Francisco Niño de Huelva, que era el piloto, no sabía guiar la nao, llegó un momento en que no sabían de sí, cuanto más dónde estaban. Sorprendíanse los marineros, estaba triste el piloto, lloraban los pasajeros, y ni sabían el camino hecho ni el por hacer. El patrón echaba la culpa al piloto, y el piloto al patrón, pues, al parecer, iban enfadados. Con todo esto escaseaban las viandas y faltaba el agua, pues no bebían sino de la que llovía, y todos se confesaron. Unos maldecían su suerte, otros pedían misericordia, esperando la muerte, pues algunos ya se la tenían tragada, o llegar a tierra de caribes, donde se comen a los hombres. Estando, pues, en esta tripulación, llegó a la nao una paloma el Viernes Santo, cuando estaba a punto de ponerse el Sol, y se sentó en la gavia. Todos la tuvieron por buena señal; y como les parecía milagro, lloraban de placer: unos decían que venía a consolarlos, otros que la tierra estaba cerca; y así, daban gracias a Dios, y dirigían la nave hacia donde volaba el ave. Desapareció la paloma, y se entristecieron mucho, pero no perdieron las esperanzas de ver pronto tierra. Y así, en la misma Pascua descubrieron la isla Española; y Cristóbal Zorzo, que vigilaba, dijo: "Tierra, tierra", voz que alegra y consuela a los navegantes. Miró el piloto, y reconoció la punta de Samaná, y al cabo de tres o cuatro días entraron en Santo Domingo, que tan deseada tenían, donde ya hacía muchos días que estaban las otras cuatro naos.