Comentario
La posición estratégica de Bohemia, defendida por una barrera montañosa, constituyó su eje de fuerza. La familia checa Premysl, que dominaba Praga y el centro del país, supo sacar partido de esta situación y reafirmar la realeza en su favor, tras salvar una serie de dificultades internas, que superó apoyándose en el Imperio. Las relaciones con éste fueron más o menos estrechas, según los intereses y circunstancias de ambos protagonistas, y de ellas derivaría una progresiva influencia germana en Bohemia, a la vez que una gradual integración de ésta en el Imperio. Dos factores que fueron esenciales para que este país eslavo culminara su aspiración de convertirse en un reino integrado en la órbita de la cristiandad occidental.
A principios del siglo Xl, el duque Bratislav I (1034-1055) extendía su influencia hacia Moravia y Silesia, aprovechando el periodo de anarquía en Polonia. Momento expansivo que sería utilizado por el arzobispo de Praga para constituirse en cabeza de la iglesia eslava. La oportuna intervención militar de Enrique III -al que no le interesaba que el frustrado proyecto de paneslavismo polaco fuera realizado ahora por Bohemia- fue contundente: obligó al duque a devolver sus conquistas y, lo más importante, a renunciar a convertir el país en un reino, puesto que Alemania impuso su soberanía. Más tarde, por el contrario, Bratislav II (1061-1092), apoyando a Enrique IV contra el Pontificado, obtendría del emperador el reconocimiento personal de la dignidad real, en el año 1086. A partir de este momento, Bohemia se convertirá en un elemento esencial al servicio del Imperio, participando en sus asuntos, al tiempo que utilizará su mediación arbitral en sus continuas disputas internas.
Estas luchas que habían sido el rasgo distintivo del siglo XI, se prolongarían otro siglo más, profundizando la crisis del país y facilitando la intervención alemana. Del siglo XII, cabe destacar a Ladislao II (1140-1173) que, como sus antecesores, apoyó en general al Imperio. A cambio de su fidelidad, Federico I Barbarroja lo recompensó en 1158 con la corona hereditaria. La mediatización imperial no cristalizó solamente a nivel institucional. Ladislao supo favorecer la entrada de colonos alemanes, especialmente mercaderes, que estimularon el campo económico, social, cultural... Gracias a estos impulsos externos, unidos a los propios y al afianzamiento monárquico, el siglo XIII representa una etapa de expansión, prosperidad y hegemonía. Esta última centuria se inicia con Ottokar I (1198-1230) que sienta las bases de la futura "Gran Bohemia", a través de la unión más estrecha con Moravia y de utilizar el vacío de poder existente en el Imperio a la muerte de Enrique VI. Apoyando a los diferentes pretendientes al trono imperial, mediante un juego de fuerza e intereses que canalizó en provecho propio, convirtió a su país en pieza clave de la política alemana. Papel notorio que se reflejaría en la "Bula de Oro" de Federico II en 1212, donde se reconocía el derecho de la nobleza checa a designar a su gobernante. A partir de entonces, convertido en reino, los lazos con el Imperio se fueron haciendo más débiles, al tiempo que se reafirmaba su inclinación hacia el este.
Para contrarrestar el creciente poder nobiliario, su sucesor Wenceslao I (1230-1253) siguió favoreciendo la entrada masiva de alemanes, que profundizaron aún más la influencia germana iniciada con anterioridad. Resultado inmediato de esta fuerte inmigración fue un mayor desarrollo urbano y mercantil pero, como contrapartida, el inicio de rivalidades y disturbios -sublevación de la nobleza de 1247 a 1250- marcarían en adelante las relaciones entre ambos pueblos.
A mediados de siglo, aprovechando el gran interregno del Sacro Imperio, Bohemia se convierte en la primera fuerza política del centro de Europa con la figura de Ottokar II (1253-1278). Su reinado representa la máxima expansión, tanto a nivel interno, como externo. En el interior, la puesta en explotación de sus famosas mines de plata es el arranque de una fase de gran prosperidad económica. De cara al exterior, Ottokar el Grande lleva a cabo con éxito una campana bélica contra el paganismo prusiano en 1255 y, a continuación, extiende su influencia sobre los feudos imperiales de Austria, Estiria, Carintia y Carniola. A ellos uniría Silesia, Lusacia y Eslovaquia, en virtud de la debilidad de los polacos y húngaros. En 1273, la elección de Rodolfo de Habsburgo como nuevo emperador de Alemania frenó su carrera, perdiendo todas sus conquistas, e incluso la vida, pues fue derrotado y muerto por el alemán, en 1278, en la batalla de Marchfeld.
Años después, la inesperada muerte de Wenceslao III (1306) pondría fin a la dinastía de los Premysl, verdaderos artífices del fortalecimiento checo en la plenitud medieval.