Comentario
Lo que habló Cortés a Teudilli, criado de Moctezuma
Todo esto se había hecho sin lengua, porque Jerónimo de Aguilar no entendía a estos indios, que eran de otro lenguaje muy diferente del que él sabía; por lo cual Cortés estaba preocupado y triste, por faltarle faraute para entenderse con aquel gobernador y saber las cosas de aquella tierra; pero después salió de aquella preocupación, porque una de aquellas veinte mujeres que le dieron en Potonchan hablaba con los de aquel gobernador y los entendía muy bien, como a hombres de su propia lengua; y así que Cortés la tomó aparte con Aguilar, y le prometió más que libertad si le trataba verdad entre él y aquellos de su tierra, puesto que los entendía, y él la quería tener por su faraute y secretaria. Tras esto, le preguntó quién era y de dónde. Marina, que así se llamaba después de cristiana, dijo que era de cerca de Jalisco, de un lugar llamado Viluta, hija de padres ricos y parientes del señor de aquella tierra; y que cuando era muchacha la habían robado algunos mercaderes en tiempo de guerra, y llevado a vender a la feria de Xicalanco, que es un gran pueblo sobre Coazacualco, no muy lejos de Tabasco; y de allí había llegado a poder del señor de Potonchan. Esta Marina y sus compañeras fueron los primeros cristianos bautizados de toda la Nueva España, y ella sola, con Aguilar, el verdadero intérprete entre los nuestros y los de aquella tierra. Certificado Cortés de que tenía un seguro y leal faraute en aquella esclava con Aguilar, oyó misa en el campo, puso junto a sí a Teudilli, y después comieron juntos; y después de comer se quedaron ambos en su tienda con los lenguas y otros muchos españoles e indios; y les dijo Cortés que era vasallo de don Carlos de Austria, emperador de cristianos, rey de España y señor de la mayor parte del mundo, a quien muchos y muy grandes reyes y señores servían y obedecían, y los demás príncipes se honraban de ser sus amigos, por su bondad y poderío; el cual, teniendo noticia de aquella tierra y del señor de ella, lo enviaba allí para visitarle de su parte, y decirle algunas cosas en secreto, que traía por escrito, y que se alegraría de conocer; por eso que lo hiciese saber así a su señor, para ver dónde mandaba oír la embajada. Respondió Teudilli que se alegraba mucho de oír la grandeza y bondad del señor Emperador; pero que le hacía saber que su señor Moctezuma no era menor rey ni menos bueno; antes bien, se maravillaba de que hubiese otro tan gran príncipe en el mundo; y que pues así era, él se lo haría saber para ver qué mandaba hacer del embajador y de su embajada; pues él confiaba en la clemencia de su señor, que no sólo se alegraría con aquellas nuevas, sino que hasta haría mercedes al que las traía. Tras esta plática hizo Cortés que los españoles saliesen con sus armas en ordenanza al paso y son del pífano y tambor, y escaramuzasen, y que los de a caballo corriesen, y se tirase la artillería; y todo con el fin de que aquel gobernador lo dijese a su rey. Los indios contemplaron mucho el traje, gesto y barbas de los españoles. Maravillábanse de ver comer y correr a los caballos. Temían del resplandor de las espadas. Se caían al suelo del golpe y estruendo que hacía la artillería, y pensaban que se hundía el cielo a truenos y rayos; y de las naos decían que venía el dios Quezalcoatl con sus templos a cuestas, que era el dios del aire, que se había marchado y esperaban su vuelta. Después que fue hecho todo esto, Teudilli despachó a México a Moctezuma con lo que había visto y oído, y pidiéndole oro para dar al capitán de aquella nueva gente, y era porque Cortés le preguntó si Moctezuma tenía oro. Y como respondió que sí, "envíeme", dice, "de ello, pues tenemos yo y mis compañeros mal de corazón, enfermedad que sana con ello". Estas mensajerías fueron en un día y una noche desde el campamento de Cortés a México, a donde hay más de setenta leguas de camino, y llevaron pintada la figura de los caballos, y del caballo y hombres encima, la forma de las armas, qué y cuántos eran los tiros de fuego, y qué número había de hombres barbudos. De los navíos ya había avisado en cuanto los vio, diciendo cuántos y lo grandes que eran. Todo esto lo hizo Teudilli pintar al natural en algodón tejido para que Moctezuma lo viese. Llegó tan pronto esta mensajería tan lejos, porque había colocado de trecho en trecho hombres, como postas de caballo, que de mano en mano daba uno a otro el lienzo y el recado, y así volaba el aviso. Más se corre así que por la posta de caballos, y es costumbre más antigua que la de los caballos. También envió este gobernador a Moctezuma los vestidos y muchas de las otras cosas que Cortés le dio, las cuales se hallaron después en su recámara.