Comentario
El oro y joyas que Moctezuma dio a Cortés
Transcurridos algunos días después que Moctezuma y los suyos prestaron obediencia, le dijo Cortés los muchos gastos que el Emperador tenía en guerra y obras que hacía, y que estaría bien contribuyesen todos y comenzasen a servir en algo; por otra parte, que convenía enviar por todos sus reinos a cobrar los tributos en oro, y a ver qué hacían y daban los nuevos vasallos, y que diese también él algo si tenía. Moctezuma dijo que le placía, y que fuesen algunos españoles con unos criados suyos a la casa de las aves. Fueron allá muchos; vieron bastante oro en planchas, tejuelos, joyas y piezas bordadas, que estaban en una sala y dos cámaras que les abrieron; y espantados de tanta riqueza, no quisieron o no se atrevieron a tocarla sin que antes la viese Cortés. Así pues, lo llamaron, y él fue allí, lo cogió, y lo llevó todo a su aposento. Dio asimismo, además de esto, muchas y ricas ropas de algodón y pluma, tejidas a maravilla; no tenían igual en colores y figuras, y nunca los españoles las habían visto tan buenas; dio más de doce cerbatanas de fusta y plata con las que solía él tirar, las unas pintadas y matizadas de aves, animales, rosas, flores y árboles. Y todo tan perfecta y menudamente, que bien tenían qué mirar los ojos y qué notar el ingenio. Las otras eran vaciadas y cinceladas con más primor y sutileza que la pintura. La red para bodoques y turquesas era de oro, y algunas de plata. Envió también criados de dos en dos y de cinco en cinco, con un español por compañía a sus provincias, y a tierras de señores, a ochenta y cien leguas de México, a recoger oro por los tributos acostumbrados, o por nuevo servicio para el Emperador. Cada señor y provincia dio la medida y cantidad que Moctezuma señaló y pidió, en hojas de oro y plata, en tejuelos y joyas, y en piedras y perlas. Vinieron todos los mensajeros, aunque tardaron muchos días, y recogió Cortés y los tesoreros todo lo que trajeron; lo fundieron, y sacaron de oro fino y puro ciento sesenta mil pesos, y aún más, y de plata más de quinientos marcos. Se repartió por cabezas entre los españoles. No se dio todo, sino que se señaló a cada uno según era. Al de a caballo, doblado que al peón, y a los oficiales y personas de cargo o cuenta se dio ventaja. Se le pagó a Cortés de montón lo que le prometieron en Veracruz; correspondió al Rey de su quinto más de treinta y dos mil pesos de oro, y cien marcos de plata; de la cual se labraron platos, tazas, jarros, salserillas y otras piezas, al estilo que usan los indios, para enviar al Emperador. Valía además de esto cien mil ducados lo que Cortés apartó de todo el grueso, antes de la fundición, para enviar como presente con el quinto, en perlas, piedras, ropa, pluma, oro y pluma, piedra y pluma, pluma y plata, y otras muchas joyas, como las cerbatanas, que, aparte el valor, eran raras y lindas, porque eran peces, aves, sierpes, animales, árboles y cosas así, artificiales y hechas muy al natural de oro o plata, o piedras con pluma, que no tenían igual; mas no se envió, y todo o la mayoría se perdió, con lo de todos, cuando el desorden de México, según detalladamente diremos después.