Comentario
La mucha autoridad que Cortés tenía entre los indios
Hechas todas estas cosas, se volvió Cortés a Segura, y cada indio a su casa, menos los que sacó de Tlaxcallan; y de allí, por no perder tiempo para la guerra de México ni ocasión en las demás, pues le sucedían tan prósperamente, despachó un criado suyo a Veracruz, para que, Con cuatro navíos que estaban allí de la flota de Pánfilo, fuese a Santo Domingo por gente, caballos, espadas, ballestas, artillería, pólvora y munición; por paño, lienzo, zapatos y otras muchas cosas. Escribió al licenciado Rodrigo de Figueroa sobre ello y a la Audiencia, dándole cuenta de sí y de lo que había hecho desde que fue echado de México, y pidiéndole favor y ayuda para que aquel criado suyo trajese buen recado y pronto. Envió asimismo veinte de a caballo y doscientos españoles y mucha gente de amigos, a Zacatami y Xalacinco, tierras sujetas a mexicanos, y en camino para venir de Veracruz, que estaban en armas hacía días y habían matado algunos españoles al pasar por allí. Ellos fueron allá, hicieron sus protestos y amonestaciones, pelearon, y aunque se templaron, hubo muertes, fuego y saqueo. Algunos señores y muchos principales hombres de aquellos pueblos vinieron a Cortés, tanto por fuerza como por ruegos, a entregarse, pidiendo perdón, y prometiendo no tomar otra vez armas contra españoles. Él los perdonó, y envió amigos; y así, se volvió el ejército. Cortés, por celebrar la Navidad, que era de ahí a doce días, en Tlaxcallan, dejó un capitán con sesenta españoles en aquella nueva villa de Segura de la Frontera, para guardar el paso. Y para asustas a los pueblos comarcanos envió delante todo su ejército, y él se fue, con veinte de a caballo, a dormir a Colunan, ciudad amiga que tenía deseos de verlos y hacer con su autoridad muchos señores y capitanes en lugar de los que habían muerto de viruelas. Estuvo en ella tres días, en los cuales se declararon los nuevos señores, que después le fueron muy amigos. Al otro día llegó a Tlaxcallan, que hay seis leguas, donde fue triunfalmente recibido. Y ciertamente, él hizo entonces una jornada dignísima de triunfo. Había ya fallecido su gran amigo Maxixca con las viruelas del negro de Pánfilo de Narváez, de que hizo sentimiento con luto, a estilo de España. Dejó hijos, y al mayor, que sería de doce años, nombró señor del estado del padre, a ruego también de la república, que dijo le pertenecía. No pequeña gloria es la suya, dar y quitar señoríos, y que tanto respeto le tuviesen o temor, que nadie se atreviese sin su licencia y voluntad aceptar la herencia y estado de los padres. Se preocupó Cortés de que las armas de todos se preparasen muy bien. Metió prisa en hacer bergantines, pues la madera ya estaba cortada de antes de que fuese a Tepeacac. Envió a Veracruz por velas, jarcia, clavazón, sogas y las demás cosas necesarias que allí había de los navíos que echó a pique. Y como faltaba pez, y en aquella tierra ni la conocen ni la usan, mandó a algunos marineros españoles que la hiciesen en una sierra que está cerca de la ciudad.