Comentario
Cómo trajeron los bergantines a Tezcuco los de Tlaxcallan
Reducidos y castigados los que prendieron a los españoles, caminó Sandoval para Tlaxcallan, y en la raya de aquella provincia tropezó con los bergantines; la tablazón y clavazón de los cuales lo traían ocho mil hombres a cuestas. Venían guardándolos veinte mil soldados, y otros dos mil con vituallas y para servicio de todos. Cuando Sandoval llegó dijeron los carpinteros españoles que, puesto que entraban ya en tierra de enemigos y no sabían lo que les podía acontecer, fuese delante la ligazón y detrás la tablazón, por ser cosa de más peso y embarazo. Todos dijeron que estaba bien y que se hiciese así, excepto Chichimecatetl, señor muy principal, hombre esforzado y capitán de diez mil que llevaban la delantera y cargo de la tablazón; el cual tenía por afrenta que le echasen atrás, yendo él delantero. Sobre esto dijo buenas cosas; mas al fin se tuvo que mudar y quedar en retaguardia. Teutipil y Teutecatl y los demás capitanes, señores también principales, tomaron la vanguardia con otros diez mil. Se pusieron en medio los tamemes y los que llevaban la fusta y aparejo de los bergantines. Delante de estos dos capitanes iban cien españoles y ocho de a caballo, y tras de toda la gente Sandoval con los otros españoles y siete caballos; y si Chichimecatetl estuvo difícil antes más lo estuvo después porque no se quedaban con él los españoles, diciendo que o no le tenían por valiente o por leal. Concertados, pues, los escuadrones de la manera que oísteis, caminaron para Tezcuco dando las mayores voces, chiflos y relinchos del mundo, y gritando: "¡Cristianos, cristianos, Tlaxcallan, Tlaxcallan y España!". Al cuarto día entraron en Tezcuco por orden al son de muchos atabales, caracolas y otros instrumentos semejantes de música. Se pusieron para entrar penachos y mantas limpias, y ciertamente fue una entrada vistosa; pues como era lucida gente, pareció bien, y como eran muchos, tardaron seis horas en entrar, sin romper la fila; ocupaban dos leguas de camino. Cortés les salió a recibir, dio las gracias a los señores, y aposentó a toda la gente muy bien.