Comentario
De cómo fue recusado el obispo de Burgos en las cosas de Cortés
Tenía el obispo de Burgos, Juan Rodríguez de Fonseca, que gobernaba las Indias, tanta enemistad y odio a Hernán Cortés, o tanto cariño y amistad a Diego Velázquez, que desfavorecía y encubría sus hechos y servicios; por donde Cortés fue difamado cuando merecía más fama, y no pudieron Martín Cortés, su padre, ni Francisco de Montejo, ni el licenciado Francisco Núñez, su primo, y otros procuradores suyos, tener respuesta ni despacho ninguno del obispo, en lo que cumplía a la conquista de Nueva España y contentamiento de los conquistadores. Pendían del obispo todos los negocios de las Indias; estaba el rey en Alemania como emperador, y no tenían remedio ni aún esperanzas de negociar bien. Así que acordaron de recusarle, aunque pareciese muy duro y feo. Hablaron al Papa Adriano, que gobernaba estos reinos antes que pasase a Italia, y al Emperador así que vino. El Papa quiso llevar aquel negocio muy de raíz, por ser el Obispo tan principalísima persona, a súplicas del señor de Lasao, que era de la cámara del Emperador, y había venido a darle el parabién del pontificado, el cual favorecía a Cortés por la fama; y oídas las partes y vistas las relaciones, mandó al Obispo, estando en Zaragoza, que no se ocupase más en negocios de Cortés ni de Indias, según pareció, y el Emperador mandó lo mismo siguiendo la declaración del Papa. Las causas que dieron y probaron fueron el odio que tuvo siempre a Cortés y a sus cosas, llamándole públicamente traidor: que encubría sus relaciones y torcía sus servicios para que no lo supiese el Rey; que mandaba a Juan López de Recalde, contador de la casa de la contratación de Sevilla, que no dejase pasar a la Nueva España hombres, ni armas, ni vestidos, ni hierro, ni otras cosas; que proveía los oficios y cargos a hombres que no los merecían, como fue Cristóbal de Tapia, que se apasionó por Diego Velázquez, por casarle con doña Petronila de Fonseca, su sobrina; que consentía y aprobaba las falsas relaciones de Diego Velázquez, que ordenaron Andrés de Duero, Manuel de Rojas y otros contra las de Cortés, y esto fue lo que le dañó y afrentó, pues sonó muy mal condenar las relaciones verdaderas, y aprobar las falsas. Esta recusación fue causa de que el Obispo se marchase de la corte descontento y enojado, y Diego Velázquez fuese condenado y hasta removido de la gobernación de Cuba, sino que se murió en seguida, y Cortés se declarase como gobernador de la Nueva España con grande honra. Se ocupó en las cosas de las Indias Juan Rodríguez de Fonseca cerca de treinta años, y las mandó muy absolutamente. Comenzó siendo deán de Sevilla y acabó obispo de Burgos, arzobispo de Rosano y comisario general de la Cruzada, y hubiese sido arzobispo de Toledo si hubiese tenido ánimo; mas como era clérigo riquísimo y había servido tanto tiempo, y le favorecía su hermano Antonio de Fonseca, se confió mucho, y le robó, como dicen, la bendición don Alonso de Fonseca, sobrino suyo, arzobispo de Santiago, que prestó dinero para lo de Fuenterrabía, por lo cual no se hablaban.