Época:
Inicio: Año 1 A. C.
Fin: Año 1 D.C.

Antecedente:
LA CONQUISTA DE MEXICO



Comentario

Guerra de Papaica


Despachado y partido aquel navío, mandó Cortés a Hernando de Saavedra que entrase por la tierra a ver cómo era, con treinta compañeros a pie y otros tantos a caballo. El cual fue, y anduvo hasta treinta y cinco leguas por un valle de muy buena tierra y pueblos abundantes de toda clase de comida y pastos; y sin reñir con nadie, atrajo muchos lugares a la amistad de los cristianos, y vinieron veinte señores ante Cortés a ofrecérsele por amigo, y todos los días llevaban a Trujillo mantenimientos dados y trocados. Los señores de Papaica y Chapaxina estaban rebelados, aunque enviaban algunos de sus pueblos. Cortés los requirió muchas veces, asegurándoles las vidas y haciendas. No quisieron escuchar. Le vinieron a las manos por buenas maneras que tuvo, tres señores de Chapaxinas, y les puso grillos. Les dio cierto término, dentro del cual poblasen sus pueblos, con apercibimiento de que si no lo hacían serían bien castigados. Ellos mandaron entonces venir a toda la gente y ropa y él los soltó. Se llamaban Chicueitl, Potlo y Mendereto. Ni los de Papaica ni sus señores quisieron venir ni obedecer. Envió allá una compañía de españoles a pie y a caballo, y muchos indios, que asaltaron una noche a Pizacura, uno de los dos señores de aquella ciudad, y le prendieron; el cual, preguntado por qué había sido mato y desobediente, dijo que ya se hubiera él venido a entregar, sino que Mazatl era más parte con la comunidad y no consentía en la paz ni amistad de cristianos; pero que lo soltasen, y lo espiaría, para que le prendiesen y ahorcasen; y que si así lo hacían, la tierra estaría pacífica y poblada. Mas no fue así, aunque le soltaron y se prendió a Mazatl; a quien fue dicho lo que Pizacura decía, y mandado que dentro de un cierto plazo hiciese venir de la sierra a sus vasallos y poblar Papaica; y como no se pudiese acabar con él, lo llevaron a Trujillo. Procesaron contra él, y se le sentenció a muerte, lo cual se ejecutó en su propia persona, que fue gran miedo para los otros señores y pueblos; porque en seguida dejaron los montes, y se fueron a sus casas con sus hijos, mujeres y haciendas, excepto Papaica, que jamás quiso tener seguridad desde que Pizacura estaba suelto; contra el cual se hizo proceso, porque estorbaba la paz, y contra ellos porque no volvían a su ciudad; y así, se les hizo guerra, habiéndolos primero requerido con paz y protestado justicia. Prendieron en ella alrededor de cien personas, que fueron dados por esclavos. Se prendió a Pizacura, y aunque estaba condenado a muerte, no le mataron, sino que le tuvieron preso con otros dos señorcetes, y con un mancebo que, según pareció, era el señor verdadero, y no Mazatl ni Pizacura, que, con nombre de curadores, eran usurpadores. A esta sazón vinieron a Trujillo veinte españoles de Naco, de los de Gonzalo de Sandoval y de Francisco Hernández, y dijeron que había llegado allí un capitán con cuarenta compañeros, de parte de Francisco Hernández, teniente de Pedrarias, y que venía al puerto o bahía de San Andrés, donde estaba la villa de la Navidad de Nuestra Señora, en busca del bachiller Moreno, que escribiera Francisco Hernández que tuviese la gente, tierra y gobierno por la chancillería y no por Pedrarias; y por esta causa hubo motines entre aquellos españoles, y pensaban que Francisco Hernández se alzaba contra el gobernador Pedrarias; aunque todo pudo ser, que es muy corriente en indias quedarse los tenientes propios. Cortés escribió a Francisco Hernández rogándole tuviese por Pedrarias, y no por otro, aquella tierra y gente que le fue encomendada; mientras tanto, que tuviese por el Rey, y le envió cuatro acémilas cargadas de herraje, y algunas herramientas para trabajar en las minas; lo cual fue una de las causas por que Pedrarias degolló después a Francisco Hernández. Cuando éstos marcharon, vinieron unos de la provincia de Huictlato, que está a sesenta y cinco leguas de Trujillo, a quejarse a Cortés de que ciertos españoles les cogían sus mujeres, hacienda y hombres de trabajo y les hacían otras muchas demasías; por tanto, que le suplicaban los remediase, pues remediaba a todos en semejantes males. Cortés, que ya tenía de esto aviso de Hernando de Saavedra, que estaba pacificando la provincia de Papaica, despachó un alguacil y dos indios de aquellos querellantes a Gabriel de Rojas, que así se llamaba el capitán de Francisco Hernández, con mandamiento y cartas para que dejase aquella tierra de Huictlato en paz y volviese las personas que había cogido. Rojas, o porque estaba cerca Hernán Cortés, o porque le llamaba Francisco Hernández, se volvió entonces a donde vino; pues, según pareció, Francisco Hernández estaba en aprieto con un motín que hacían contra él los capitanes Sosa y Andrés Garabito, porque se quería quitar de Pedrarias. Considerando, pues, estas disensiones y bullicios entre los españoles, y que aquella provincia de Nicaragua era muy rica y estaba cerca, quería ir allá Hernán Cortés, y comenzó a prepararse y a preparar el camino por una sierra muy áspera.