Comentario
Capítulo IX
De cómo Diego de Almagro volvió a Panamá, donde halló que Pedrarias hacía gente para Nicaragua, y lo que le sucedió así a él como al capitán Francisco Pizarro, su compañero
Como se acordase que Diego de Almagro volviese a lo que se ha contado a Panamá, Francisco Pizarro, con toda la gente, entendían en lo que solía: que era, andar por entre aquellos ríos y manglares, donde había poca gente, porque los indios sus pueblos tienen pasadas las sierras, de ellos al norte y los más al poniente, y si por entre aquellos ríos había algunos indios, como tenían noticia de los españoles estar en la tierra y fuese tan grande y montañosa, deviábanse de no caer en sus manos, metiéndose entre la espesura de los montes; mas todavía se tomaban algunos de aquellos hombres y mujeres de quien sabían lo que había por donde andaban, y como aquella costa es tan enferma y los trabajos fuesen grandes, cada día se les iban muriendo españoles y otros se hinchaban como odres. Tenían con los mosquitos su continuo tormento, y a algunos se les llagaban las piernas, y todos andaban mojados pasando ríos y ciénagas, y recibiendo en sí los grandes y pesados aguaceros. Con esta vida tan triste pasaban su tiempo, congojándose muchos porque tan livianamente se habían movido a pasar tanto trabajo y miseria. Pizarro siempre les puso ánimos con palabras de buen corazón y muy alegres, amonestándoles que sufriesen con paciencia aquellas cosas, porque nunca mucho bien y gran provecho se alcanza livianamente y con facilidad, diciéndoles más que, como Almagro volviese con el socorro, irían todos juntos por mar o tierra a descubrir. De esta manera pasaban sus vidas con esperanza de lo que pensaban hallar, y con la mala vida presente. Pues como Diego de Almagro se partió de Francisco Pizarro, volvió a Panamá, donde supo que Pedrarias, por ciertos movimientos que había hecho en la provincia de Nicaragua su capitán Francisco Hernández con gran saña que de él tenía, juntaba gente para ir a le castigar; y como desembarcó se fue luego a le hablar y a dar cuenta adonde quedaba Francisco Pizarro y de lo mucho que habían trabajado por entre aquellos ríos y manglares por donde andaban, aunque todo lo querían pasar en la esperanza que tenían de que presto habían de dar en tierra de mucha gente y riqueza, y que él volvía a llevar de nuevo socorro y gente. El gobernador dicen que oyó secamente lo que contaba Almagro y que se conoció tener voluntad para no dar lugar que más gente saliese de Panamá; y Almagro, que lo entendió, le tornó a hablar sobre el fin que había sido su venida, y como no le diese licencia para hacer gente, le hizo sobre ello algunos requerimientos y protestaciones; lo cual aprovechó, porque Pedrarias no estorbó lo que había dicho no querer, y Almagro y su compañero, el padre Luque, se dieron prisa a aderezar los navíos y hacer gente; llamando todos a la tierra el "Perú", por lo que se ha dicho en lo de atrás; y dicen algunos de los de aquel tiempo, que de esta vez Pedrarias quería enviar "acompañado" a Francisco Pizarro y nombrar otro capitán para que, juntamente con él, hiciese el descubrimiento; y que como lo entendiese Almagro y el padre Luque procuran lo estorbar, y lo acabaron con que se le diese a Diego de Almagro poder de capitán y provisión y que entrambos lo fuesen suyos. Otros dicen que no quería Pedrarias dar tal capitán y que Almagro tuvo sus inteligencias viendo que se había de ir a Nicaragua, que hubo provisión de capitán. En esto no puedo afirmar cuál de ello ser lo cierto; sé que "por mandar, el padre niega al hijo y el hijo al padre". De esta vuelta de Diego de Almagro a Panamá volvió con título de capitán adonde quedó su compañero llevando dos navíos y dos canoas con gente y lo demás perteneciente para la jornada; y el piloto Bartolomé Ruiz que mucho había servido, y sirvió, fue con él; y con esta gente y navíos y canoas volvió Almagro en busca de Pizarro, adonde, cuando se vieron, se cuenta por cierto que Pizarro sintió notablemente haber Almagro procurado la provisión de capitán, creyendo que de él había salido y no de Pedrarias; mas como no era tiempo de fingir enemistades, disimuló el enojo, aunque no lo olvidó; y fue leída públicamente la provisión dicha del capitán Diego de Almagro, que tan bien se había justificado con su compañero y podría tener razón; que porque a extraño no se diese tal cargo lo había tomado, pues si otra cosa fuera era grande afrenta de ellos mismos; y que él no quería salir de lo que por él fuera mandado y ordenado. Y como se viesen con mucha gente y algunos caballos, determinaron de salir a descubrir por mar, pues por la tierra, especialmente en lo que estaba, era tan trabajoso, así por la espesura de los manglares, como por los muchos ríos que había, llenos de lagartos tan fieros, y mosquitos, que tanto les atormentaban; y con este acuerdo todos a los navíos se fueron a embarcar.