Época:
Inicio: Año 1 A. C.
Fin: Año 1 D.C.

Antecedente:
DESCUBRIMIENTO Y CONQUISTA DEL PERÚ



Comentario

Capítulo XIII


De cómo los capitanes con los españoles se embarcaron y anduvieron hasta Tacamez y lo que les sucedió



Habiendo Diego de Almagro juntádose con el capitán Francisco Pizarro, como se ha escrito en el capítulo pasado, determinaron de se embarcar todos los que habían venido y de antes estaban y procuraban de saber la tierra, que decían los indios que Bartolomé Ruiz tomó en la balsa, a quien procuraban con diligencia mostrar la lengua nuestra, para que supiesen responder a lo que les preguntasen y fuesen intérpretes. Como se embarcaron, anduvieron hasta llegar a la isla del Gallo, adonde estuvieron quince días reformándose del trabajo pasado. Salieron luego, pasado este término, con los navíos y canoas, luengo de costa, y por un gran río que entraba en la mar; quiso Pizarro, que dentro en una canoa iba, entrar para descubrir lo que había; mas la canoa zozobró en una barra que estaba entre el mar y el río; la otra no corrió tan gran riesgo, el capitán estaba en ella y veía andar, a nado, a los españoles de la que se había perdido, y con gran prisa llegó a la canoa para los recoger, y los tomaron todos, si no fueron cinco que se ahogaron; y saliendo de aquel lugar peligroso, se recogieron a los navíos y fueron hasta la bahía de San Mateo, donde saltaron todos en tierra y sacaron los caballos, y fueron la vuelta de Tacamez con ellos, porque antes, por ser la tierra llena de manglares y de ríos, no había sido menester. Deseaban mucho topar con algún hombre o mujer de aquella comarca, para tomar lengua de lo que había. Los de a caballo reconocieron buen trecho de allí, que estaba un indio, ganosos de lo tomar pusieron las piernas para lo asir, mas como sintió la burla, espantado de los caballos, puso pies en huida con tanta ligereza, que los que le iban siguiendo se espantaron; y con temor de no quedar cautivo en poder de los españoles, cuya fama se extendía de su crueldad, y con gana de no perder su naturaleza, corrió con tan gran denuedo, que me afirmó uno de los de a caballo, que el llegar suyo y el caer el indio al suelo y salírsele el ánima perdiendo el aliento y vigor, fue todo uno. No dejaron de caminar los españoles pasando más trabajo que antes por los muchos mosquitos que había, que eran tantos, que por huir de su importunidad, se metían entre la arena los hombres enterrándose hasta los ojos. Es plaga contagiosa la de estos mosquitos: Moríanse cada día españoles de ella, y de otras enfermedades que les recrecieron. Poco más adelante aquel lugar, tomaron tres o cuatro indios; dijeron medio por señas lo que había en aquella tierra. Prosiguióse el camino por mar y tierra hasta llegar el pueblo de Tacamez, donde hallaron mucho maíz con otras comidas de las que usan las gentes de acá. Los naturales de la tierra sabían muy bien lo que pasaba, y cómo por la mar iban los navíos y por la tierra venían andando hombres blancos barbudos y que traían los caballos que corrían como viento; preguntábanse unos a otros qué pretendían o qué buscaban, por qué causa robaban el oro que hallaban y les cautivaban sus mujeres, y a ellos hacían lo mismo; cobráronles gran desamor y entre muchos hicieron liga de los matar. Los españoles, alegres con el mucho maíz que hallaron, comían descansando; porque "habiendo necesidad, como los hombres tengan maíz, no la sienten", pues de él se hace miel tan buena como saben los que la han hecho y tan espesa como la quieren hacer, porque yo habré hecho alguna en esta vida y tienen pan y vino y vinagre; de manera con esto y con yerbas, que siempre las hay, no faltando sal, los que andan en descubrimientos llamábanse de buena dicha. Algunos de los indios habíanse puesto a vista con temor, porque su ánimo es poco; mas deseaban coyuntura para hacer algún daño a su salvo. Los españoles salieron para ellos con rodelas y espadas, sin llevar más que dos caballos y fueron para los indios, mas no osaron aguardar; por presto que se echaron a la mar se untaron las lanzas en la sangre de alguno de ellos. Temerosos de tal gente no quisieron ponerse a la burla pasada. Estos, digo, porque otros se acaudillaban para venir sobre los cristianos, que más de ocho días estuvieron allí; y un día oyeron soltar de los navíos un tiro, creyendo que venían sobre ellos gran golpe de indios. Quiso el capitán revolver a la bahía, mas como lo comunicase con Almagro, no se puso en efecto, porque mandó algunos españoles que tomasen un cerrillo que acerca de allí estaba, para atalayar lo que hubiese; y era todo quince o veinte raposas grandes, desde lejos como las veían, creían que que eran indios. Yendo a reconocer lo que era uno de a caballo, lo entendió y avisó de ello. Y como hubiesen salido todos del real, tenían sed porque no había por allí ningún río ni xagüey de los muchos que en otras partes había sobrados, y por remediar la necesidad mandó Pizarro que fuesen los que estaban a caballo y que trajesen todos los calabazos que hubiese llenos de agua. De los naturales se habían juntado poco más de doscientos para dar guerra a los españoles, porque sin razón ni justicia andaban por su tierra contra la voluntad de ellos. Los que iban en los caballos, a la vuelta que volvían a la bahía, los vieron e determinaron dar en ellos; los indios los aguardaron por su mal, porque quedaron en el campo muertos ocho y cautivos tres; los demás huyeron espantados de los caballos. Los españoles fueron con el agua adonde los aguardaban sus compañeros bien fatigados de la sed y todos fueron a la bahía donde hallaron bastimento y estuvieron nueve días; en los cuales platicaron mucho lo que hacían, siendo los más votos en que sería bien volverse todos a Panamá a rehacerse y juntar más gente para venir de propósito al descubrimiento de lo adelante. Almagro lo contradecía, diciendo que no se entendían en decir que sería acertado volver a Panamá, pues yendo pobres iban a pedir de comer por amor de Dios y a morar en las cárceles los que estuviesen con deudas, y que era harto mejor quedar donde hubiese bastimento y con los navíos ir por socorro a Panamá, que no desamparar la tierra. Dicen algunos que Pizarro estaba tan congojado por los trabajos que había pasado tan grandes en el descubrimiento, que deseó entonces lo que jamás de él se conoció, que fue volverse a Panamá, y que dijo a Diego de Almagro que como él andaba en los navíos yendo y viniendo sin tener falta de mantenimientos, ni pasar por los excesivos trabajos que ellos habían pasado era de contraria opinión para que no volviesen a Panamá y que Almagro respondió que él quedaría con la gente de buena gana y que fuese él a Panamá por el socorro, y que sobre esto hubieron palabras mayores, tanto que la amistad y hermandad se volvió en rencor y que echaron mano a las espadas y rodelas con voluntad de se herir; mas poniéndose en medio el piloto Bartolomé Ruiz y Nicolás de Ribera y otros, los apartaron y entreviniendo entre ellos los tomaron a conformar, y se abrazaron, olvidando la pasión; dijo el capitán Pizarro que quedaría con la gente en donde fuese mejor y que Almagro volviese a Panamá por socorro; esto pasado, de allí salieron y pasaron el río de la bahía para ver unos pueblos que se parecían, si era conveniente quedar en ellos o buscar otro lugar.