Época:
Inicio: Año 1 A. C.
Fin: Año 1 D.C.

Antecedente:
DESCUBRIMIENTO Y CONQUISTA DEL PERÚ



Comentario

Capítulo LXXXI


Cómo Almagro se partió de Pachacama para el Cuzco; y dende a pocos días salió Pizarro a fundar Trujillo, en el valle de Chimo



Conté en los capítulos de atrás que desde Pachacama se determinó que don Diego de Almagro fuese al Cuzco, a lo que en aquel lugar se contó. La más de la gente que llevaba fue por la sierra; él, con los que le pareció, se fue por los llanos, holgando de ver los edificios que había en todos los más de los valles. Y dende a pocos días que él partió, salió don Francisco Pizarro a fundar una ciudad en el valle de Chimo, donde yendo caminando, encontró en el valle de Guaura un caballero a quien llamaban Tello de Guzmán, que venía de la isla Española por mandado del presidente y oidores de la cancillería que reside en la ciudad de Santo Domingo con provisiones que dieron, luego que supieron que el adelantado Alvarado venía al Perú con su gente y armada, para que entre él, Pizarro y Almagro no hubiese ningún escándalo ni debate, mandando que luego, so graves penas, Alvarado saliese de los límites de la gobernación de Pizarro; proveimiento que se tuyo por muy acertado. Agradecióle Pizarro la venida con esperanza de buena paz. También encontró en este mismo valle al capitán Ochoa de Ribas, que venía de la Nueva España. Mandóle que se fuese a la ciudad de los Reyes, donde le prometió repartimiento de indios.

Llegado, pues, al valle de Chimo, Pizarro hizo la fundación de la ciudad, a quien llamaron Trujillo, de la cual fundación tengo escrito en la parte por mí alegada en otras partes de esta crónica. Por su teniente y capitán señaló a Estete, él, que allí dejó Almagro con los vecinos elegidos para quedar con los repartimientos y estando don Francisco Pizarro, entendiendo en esta fundación aportó un mancebo a quien llamaban Cazalla, publicando que Almagro era gobernador de Chincha para adelante y que él tenía provisiones de ello sin traer más que un traslado simple, sin ninguna fe de escribano, de la capitulación que el emperador mandó tomar con Hernando Pizarro. Luego se alteraron los que lo oían, los unos de placer, los otros de pesar y, sin más ver ni entender, Diego de Agüero a grandes jornadas partió a dar tal nueva a Almagro, esperando albricias ricas por se la llevar.

Almagro iba caminando Por los llanos hasta que subió a la sierra deseando verse en el Cuzco. Alcanzólo Diego de Agüero junto a la puente de Avancay donde con mucha alegría le contó a lo que venía, congratulándose de nombre de adelantado y capitán general de lo mejor y más rico del Perú. Almagro le agradeció la venida; publicó que se holgaba por que no se entrase ninguno en la tierra que él y su compañero con tantos trabajos habían ganado, que por lo demás tan gobernador sería él como Pizarro y más, pues mandaba lo que quería. Afirman que con toda esta disimulación le valieron las albricias más de siete mil castellanos.

Como llegó al Cuzco Almagro, saliéronle a recibir Soto, que era teniente, Juan Pizarro, Gonzalo Pizarro, con todos los vecinos y honrados hombres de la ciudad. En todo esto, Pizarro se estaba en la nueva ciudad de Trujillo; y como las pláticas públicas y secretas sobre lo que se decía de venir por gobernador Almagro de lo de Chincha para adelante, fuesen muchas, Antonio Picado y el licenciado Caldera y otros aconsejábanlo que mandase parecer aquellas provisiones y verlas, y mirase por sí y por su honra, porque si era cierto que Almagro gobernaba de Chincha para adelante sería mejor dárselo todo que no quedar con lo más corto y ruin. Mandó, estas cosas oídas, llamar aquel mozo Cazalla para que mostrase las provisiones que había publicado traer para don Diego de Almagro. Mostró lo que traía, que era el traslado simple de la capitulación. Volvióselo Pizarro sin hacer caso de ello; más éste, que echó el demonio para ocasión de comenzar a encender el fuego tan cruel que hubo, partió de allí diciendo que no había querido mostrar a Pizarro por entero lo que traía, y así lo escribió al Cuzco a don Diego de Almagro, el cual, como supo estas nuevas, se hinchó de viento en tanta manera que, puesto que llevaba las provisiones y poderes del gobernador tan largos y bastantes para gobernar la ciudad del Cuzco, no quiso usar de ellas, pareciéndole que sería apocamiento suyo usar, inferiormente de cargo, en tierra donde se tenía por superior, y que aguardaba por días las provisiones del emperador para, por virtud de ellas, ser gobernador de Chincha para adelante, como se había dicho. Sus amigos, que eran tantos y tan principales henchíanle las orejas de viento. Tenían ya en tan poco a los Pizarro que, aun los manglares, les parecía ser mucho para que gobernasen. Procuraban ganar la gracia de Almagro por todas las vías y desde ahora hubo en el Perú dos parcialidades: una, que se allegaba a los Pizarros, y otra, a los Almagros.

Fue la raíz de todos los males que el demonio procuró plantar en él, permitiéndolo Dios por los grandes pecados de los hombres.

Por otra parte, los que eran amigos de don Francisco Pizarro, en Trujillo, donde estaba, le amonestaban que luego con gran diligencia debía suspender el poder que había dado a don Diego de Almagro tan largo y bastante, y revocarlo para que no usase de él, pues si se hallaba en el mando del Cuzco y le venían algunas provisiones, aunque no viniesen muy bastantes, se quedaría por su mano metido en la posesión de lo mejor y más importante del reino, habiéndolo él ganado y trabajado con tantas fatigas y riesgo de su vida. Esto y otras cosas le ponían por delante al gobernador Pizarro; y habiendo, como había entre él y Almagro tanta amistad, hermandad de muchos años, el interés lo partió, la codicia cegó sus entendimientos; la ambición de mandar y repartir repugnó contra lo que más durara, si anduvieran en pobrezas y con necesidades, sin haber dado en tan rica tierra, como dieron ellos dos, sabiendo tan poco que no conocían las letras del abc: y a de hoy más no hubo, sino envidias, cautelas y otros modos injustos. Y así Almagro, por su provecho, determinó de no usar de las provisiones y poderes que tenía Pizarro porque no le

viniese daño, de luego, como se lo aconsejaron, revocarlo y anularlo.