Comentario
Capítulo LXXXII
De cómo don Francisco Pizarro envió a Verdugo al Cuzco con poder para Juan Pizarro, su hermano, que tuviese la tenencia de la ciudad; y de los debates que hubo en ella, y lo que más pasó
Estando, pues, con esta determinación, el gobernador Pizarro escribió luego sus cargas a Juan Pizarro, su hermano, varón estimado, y que a lo que se publicaba de venir gobernación para Almagro, y que aunque él no tenía nueva cierta de lo que era, convenía al servicio del rey, y a su honra, que don Diego de Almagro no tuviese mando en el Cuzco; ni hiciese más que hacer la gente para ir, o enviar, al descubrimiento de Chiriguana: por lo tanto, que por virtud de la nueva provisión y poder que le enviaba, se hiciese luego recibir por su teniente en aquella ciudad y la tuviese a su cargo hasta que otra cosa proveyese. Escribió al cabildo lo que le pareció sobre el negocio, y al mariscal por no darle a entender la causa de aquel movimiento, le escribió fingidamente, y con dolo, que no se alterase por ello; porque lo hacía teniendo algunas consideraciones justas, y principalmente porque le parecía que estaría más metido en el negocio de la jornada de Chiriguana que no en lo que tocaba al Cuzco. Con el despacho de todo esto partió Melchor Verdugo, a quien Pizarro mandó que diligentemente anduviese hasta llegar al Cuzco, adonde ya había llegado la nueva que publicaba Cazalleja con su provisión simple; mas no había visto lo que era, salvo que querían ver el sello real y las provisiones auténticas para que luego Almagro, como gobernador, quitase y pusiese a sus amigos.
Verdugo diose prisa andar. Juan Pizarro entendía bien lo que su hermano mandaba; tenía de su parte los vecinos, y no todos. Almagro, los demás, con todos los que pensaban ir a Chiriguana, que eran muchos. Entre todos había grandes pláticas sobre qué sería bien hacer, lo que unos decían y otros pensaban. Soto era teniente, acostábase algo a la parte de Almagro por su interés, y aguardaba a ver las provisiones. No se trató en el recibimiento del uno ni del otro. Juan Pizarro y Gonzalo Pizarro estaban más sentidos de Almagro porque le querían mal, y mostráronlo con esta ocasión. Los amigos de Almagro traíanle al retortero, diciéndole que mirase por sí, pues el rey lo había hecho señor que lo fuese de veras y que luego enviase por aquellas provisiones que venían, y tomase posesión en lo que le señalaba el rey por gobernación, Salió del Cuzco, Vasco de Guevara con algunos caballos para encontrarse con aquel mozo que las traía. Divulgóse por la ciudad cómo salía Vasco de Guevara. Publicaron los Pizarros que iban a matar al gobernador y quisieron salir para impedir la ida al Vasco de Guevara. Hablaron con Soto, que era teniente, porque en el despacho que trajo Verdugo mandaba al gobernador que si Almagro no usase del cargo que estuviese en él como estaba, y si Almagro lo tuviese, que no lo fuese uno ni otros de ellos sino Juan Pizarro, su hermano. Soto respondió a los que le hablaron que no se alterasen porque Vasco de Guevara no iba a cosa de lo que ellos pensaban. Juan Pizarro era orgulloso y tenía envidia de ver que Almagro había de ser gobernador de lo que ellos decían haber ganado y conquistado; juntaba gente, apellidaba los amigos de su hermano, esforzándolos en su amistad, ponderando el agravio que Almagro le hacía en desear tomarle la gobernación y que lo enviaba a matar y otras cosas. Allegáronse a él los que se holgaban de oír aquello.
Súpolo Hernando de Soto; indignóse contra ellos, porque así buscaban escándalos, fue a su posada, con toda templanza y gentil comedimiento amonestólos que amansasen y no diesen lugar a ningún mal. Respondieron con soberbia y menosprecio a Hernando: ser amigo de Almagro, y que bien mostraba el afición que le tenía. Solo tenía su vara en la mano, ellos las armas sin dejar de hablar airadamente, tanto que muy enojado se partió de ellos para la posada de Almagro, a quien requirió le diese favor, pues siendo justicia mayor en aquella ciudad le habían menospreciado y aun amenazado. Almagro, como aquello oyó, dijo que eran liviandades de mozos, pero mandó a muchos caballeros de sus aliados que favoreciesen al justicia del rey con todas sus fuerzas, con el cual favor volvió Soto a requerir a Juan Pizarro se estuviese en su casa y no saliese de la ciudad, porque dicen que quería salir tras Vasco de Guevara. Mas dándose menos por Soto que de primero, respondió con más asperidad y orgullo mostrando en su persona mucho brío para salir con lo que quisiese y de palabra en palabra vinieron a las armas, pidiendo Soto favor a la justicia y el otro al amistad de su hermano; salieron inflamados en ira a la plaza dándose lanzadas, donde cierto si durara mucho se recreciere gran mal. Mas Juan Pizarro y Gonzalo Pizarro con sus valedores, temiéndose no saliese Almagro en favor de Soto, no pasaron delante, ni el mismo Soto lo permitió por excusar el escándalo, no dejando de estar sentido de los que habían desmesurado. Requirieron de nuevo a Juan Pizarro, y a su hermano y a otros, que no saliesen de sus posadas: las cuales les mandó que tuviesen por cárceles; y al mariscal encastilló en la suya, estando todos tan turbados y llenos de envidia los unos de los otros, que fue espanto no salir matarse todos ellos. Afirmóse que fueron estas las primeras pasiones que hubo en esta tierra entre los Almagros y Pizarros, o causado por su respecto.