Época:
Inicio: Año 1 A. C.
Fin: Año 1 D.C.

Antecedente:
HISTORIA GENERAL DEL PERÚ



Comentario

Capítulo LII


De cómo Quisquis venció a los chachapoyas, y a Huanca Auqui, en otras dos batallas

Juntos los chachapoyas recién venidos con el restante del ejército de Huanca Auqui, salieron de Caja Marca a gran prisa y se fueron a encontrar con Quisquis al camino, y se vieron en Concha Huaila, que es entre Huanca Pampa y Caja Marca, y otro día por la mañana, con buen orden, le presentaron la batalla, aunque iban los unos y los otros cansados del camino. Pero como Quisquis y sus soldados venían victoriosos, no tardaron de romper y desbaratar a los chachapoyas y demás que con ellos se habían juntado, y fue tanta la mortandad que en ellos hizo Quisquis que de diez mil que eran los chachapoyas no se escaparon más de tres mil apenas, los cuales heridos, y los que pudieron retraer de las demás naciones, se vinieron huyendo adonde estaba Huanca Auqui en Caja Marca, salvo algunos de los chachapoyas, que teniéndose por venturosos, y no queriendo volver a ponerse en nuevo riesgo, pareciéndoles que las cosas de Huanca Auqui iban muy de caída, secretamente se fueron a sus tierras.

Vistos tantos desmanes y adversidades por Huanca Auqui, y que Quisquis cada día iba aumentando su ejército de gente y con las victorias haciéndose más temido, no le pareció aguardarle en Caja Marca, pues no tenía socorro ni remedio alguno para resistirle, y así se salió de Caja Marca con lo poco que le había quedado de su ejército. A grandes jornadas se retiró hacia el Cuzco, dejando aquellas provincias desamparadas y sujetas al furor del enemigo, que le venía siguiendo a gran prisa. Llegado Huanca Auqui a Bombón halló un grandísimo ejército que Huascar Ynga le enviaba de todas las provincias del Collao y otras vecinas, y contento con tan buena ayuda reparó allí y descansó él, y los que con él venían, y se rehízo de todo lo necesario de armas y vestidos, de lo que había en los depósitos, porque su gente con tantas pérdidas venía destrozada y desnuda y aun ambrienta, y así aguardó a sus enemigos, deseoso de restaurar los daños pasados.

Sabido que llegaban cerca de Bombón les salió fuera con buen orden y ánimo, habiendo esforzado a toda su gente con palabras de gran confianza, y aguardó la batalla en la puente del río llamado Bombón, y allí se embistieron los unos y los otros con brava furia. Fue tan reñida la batalla que duró hasta la noche, sin que se conociese ventaja ninguna de ambas partes. Al otro día por la mañana se tornó a ella con nuevo brío y deseo, que los de Huanca Auqui se habían animado, viendo la resistencia que el día antes habían hecho al enemigo, tan hecho a vencer, y habiendo peleado todo el día los departió la noche sin vencimiento, y con infinitas muertes. Al tercero tornaron a pelear, ya como desesperados los unos y los otros. Como la pujanza de Quisquis fue tan grande que traía doblado ejército del que sacó de Tomebamba, a causa de que en todas las provincias que ganaba se rehacía de gente nueva, y todos se le juntaban de temor de los grandes y crueles castigos que hacía en los que no les salían a dar la obediencia, y en los gobernadores puestos por Huascar Ynga en las provincias, pudo tanto, que al cabo desbarató el ejército del Ynga y lo venció con infinita mortandad dél, y los hizo huir, a los que de la muerte se escaparon, vergonzosamente.

Vista tanta desventura por Huanca Auqui y el desbarate y menoscabo de su ejército, y que les era forzoso huir y retirarse con los demás, lo hubo de hacer con harto dolor de su ánimo, y se retrajo hasta jauja, donde le llegó otro socorro no pequeño de soras, chancas, rucanas, aymaraes y quíchuas, y de huancas y yauyos, y viendo esto, acordó de juntar éstos ejércitos y ponerlos en orden para salir a probar de nuevo ventura contra Quisquis, que ya venía sobre él a gran furia. Y, puesto todo a punto, salió dos leguas de jauja hacia Huánuco, a un valle llamado Yanamarca, a do se encontró con sus enemigos, y les presentó la batalla, mostrando que los desastres y vencimientos pasados no le habían acortado el ánimo, y se empezó a pelear de ambas partes con gran determinación y braveza, cayendo infinitos muertos y sustentando el tesón de la batalla casi todo el día. Como ya Huanca Auqui tuviese la fortuna por opuesta y los enemigos favorable, al fin, fue vencido por Quisquis y Chalco Chima, con tan lamentable destrucción de los suyos que no se puede contar, y fue de tal manera la matanza que hasta hoy está todo aquel valle lleno de huesos de los que allí murieron. Huanca Auqui, que como tenía desdicha en ser vencido, tenía ventura en escaparse de las manos de sus enemigos, se retiró desbaratado con algún poco número de gente hasta Paucaray. Allí descansó algunos días, que los contrarios no le siguieron porque estaban muy cansados y tuvieron necesidad de curar los heridos y repararse de gente, porque perdieron mucho número della en la batalla.

Estando Huanca Auqui en Paucaray no sabiendo qué consejo tomar en tanta desdicha, le llegó una capitanía de orejones con un capitán llamado Maita Yupanqui, que dijo a Huanca Auqui de parte de su hermano Huascar Ynga, que qué cosas eran aquéllas, que cómo se había dado tan mala maña en la guerra y en perder tantas batallas y tanto número de gente, y venirse retirando dejando destruidas las provincias, y que no era posible sino que se hubiese hecho de concierto con Atao Hualpa, su hermano, y Quisquis, su general, en su nombre, pues tales cosas habían sucedido entre ellos y tanta suma de gente, de la mejor, había dejado perder en las batallas. A lo cual Huanca Auqui, sentido de que en su fidelidad se pusiese mácula y sospecha, respondió que no era verdad que entre él y Quisquis hubiese algún concierto y alianza contra lo que él era obligado, sino que no había podido más, que siempre había hecho todo su poder, y ordenado las batallas conforme entendió que estaban mejor para vencer a sus enemigos, y que si había sido desbaratado no estaba en su mano, sino en la del Hacedor que lo permitía así.

Entonces dicen que Huanca Auqui, con el enojo y cólera de lo que Huscar le envió a decir, estuvo resoluto y determinado de pasarse a su hermano Atao Hualpa y hacerse a una con él, por vengarse de lo que le imputaban. Pero los capitanes que dese el principio habían venido con él del Cuzco y se habían hallado en todas las batallas, le persuadieron no hiciese tal, que con ello sería confirmar las sospechas en que malsines y chismosos le habían puesto con Huascar y sería causa de la destrucción de sus hijos y parientes y amigos que hasta allí le habían seguido y los que en el Cuzco estaban, que los mandaría Huascar matar luego que supiese que se había pasado al campo de Quisquis. Así lo dejó de hacer, que sin dudar estuviera mejor haberlo hecho, pues después murió por orden de Atao Hualpa, con Huascar, cuando los llevaban presos, como veremos.

Entonces Huanca Auqui dijo a Maita Yupanqui, capitán de los orejones, que fuese a encontrarse con Quisquis, para que viese la fuerza y valor y el número de su ejército. Los orejones, como valerosos, pasaron adelante a toparse con Quisquis en la puente de Ancoyaco, y allí tuvieron con él un rencuentro sangriento, e hicieron detener el ejército sin poder pasar el río, que es caudaloso, más de un mes, estando el ejército de Atao Hualpa de la una parte y los orejones de la otra. Estando de esta suerte, como no les fuese socorro ninguno enviado por Huascar, ni otro de sus capitanes, al fin, Quisquis los cargó un día con tanto denuedo que los desbarató y auyentó, pasando el río. Ellos siguieron a Huanca Auqui, que se iba retirando hacia Vilcas, a esperar nueva orden de Huascar Ynga.