Época:
Inicio: Año 1 A. C.
Fin: Año 1 D.C.

Antecedente:
HISTORIA GENERAL DEL PERÚ



Comentario

Capítulo LXXI


Cómo se alzaron todas las provincias de arriba y eligieron por Señor a Quinti Raura, y salió contra ellos Hernando Pizarro

Viendo ya los collas y todas las demás provincias que andaban alborotadas mediante la deligencia que para ello hacía Tico, General de Manco Ynga, a quien dijimos que había enviado para que hiciese gente y que se rebelase el Collao, que Manco Ynga andaba de caída, y que le habían muerto los españoles mucha gente y otra le había desamparado, acordaron de alzarse desde Vilcanota hasta Chile todas las provincias y negar la obediencia a Manco Ynga y tampoco reconocer a los españoles, con los cuales estaban mal por su tiranías y opresiones. Así concertado, nombraron por Señor principal de todos a un curaca principal y de gran valor, natural de los Pacajes, llamado Quintiraura, el cual lo aceptó con gran voluntad y ánimo, prometiendo echar los españoles de la tierra y ponerlos a todos en libertad, más de la que tenían en tiempo de los Yngas. De la otra parte del Desaguadero, donde hay ahora unos paredones viejos, se fue y estuvo haciendo el ayuno, que era ceremonia que ellos usaban entre sí en semejantes actos y solemnidades, para que le hiciesen Señor de todos, como lo trataban.

Sabida esta conmoción y alzamiento en el Cuzco, salió Hernando Pizarro con mucho número de españoles, y fue en su compañía Paulo Topa, llevando indios amigos para apaciguarlos. Llegando al Desaguadero salió a ellos Quintiraura con su ejército y Hernando Pizarro les presentó la batalla, y ellos la dieron con mucho ánimo y osadía. En ella murieron muchos españoles e indios de los de Paulo Topa, y estuvo Hernando Pizarro a punto de ser perdido a remate, y la causa de tantos muertos fue el no poder pasar el Desaguadero con tiempo. Y viendo esto Paulo Topa dio una industria con que todos los indios y españoles pasaron en balsas muy cómodamente y sin peligro, y Paulo Topa dio con los suyos sobre los collas y los hizo retirar del Desaguadero, y luego llegó Hernando Pizarro con los españoles, y juntándose con ellos, los collas, como se vieron perdidos, se hicieron fuertes en un paso y de allí de nuevo dieron batalla. Pero, al fin, fueron desbaratados por el valor de los españoles, y pelearon aquel día valerosamente, y los collas deshechos algunos se fueron hacia la laguna a ampararse en ella y otros se fueron hacia sus tierras. En esta batalla fue preso Quintiraura, que no tuvo ventura de gozar mucho tiempo el mando y señorío que le habían dado, y los españoles quemaron toda la población que allí había. Hernando Pizarro en los presos y en todos los que pudo haber a las manos, que se habían alzado de los principales, hizo gran castigo, para escarmentarlos que en lo de adelante estuviesen obedientes y no se alzasen.

Concluido con esto, Hernando Pizarro pasó con su campo a la provincia de los Charcas, donde estaba Tico, General de Manco Ynga, por cogerle descuidado, pero él, siendo avisado cómo iba contra él Hernando Pizarro, y Paulo Topa en su compañía, con mucha gente, hizo luego un buen ejército de chuis y charcas, y de otras naciones de las de arriba, hasta Chile, y juntó número de coracoras y salió a Hernando Pizarro al encuentro, y en Tapacari les presentó la batalla, la cual dieron los españoles y fueron los indios vencidos y se retiraron con Tico, su General. Hernando Pizarro fue caminando con los suyos hacia Cochabamba y allí asentó su real, y se puso a descansar, porque venía la gente fatigada del camino y de la batalla.

Estando holgándose una mañana sin pensarlo, antes que amaneciese, se hallaron cercados de los indios, que, sin duda, debían de estar escondidos cerca, pues tuvieron lugar de poner en torno del real infinidad de maderos a manera de talanqueras muy espesos y fuertes, porque los españoles no se pudiesen aprovechar de los caballos, que era con los cuales hacían más daño en las batallas. Se vio Hernando Pizarro, y Paulo Topa, en grandísimo aprieto porque estaban rodeados por todas partes, sin poder entrar ni salir fuera del real, y si allí se estaban habían de perecer de hambre, y las bestias de pasto. Tico con los indios, que en aquella ocasión había hecho junta de infinidad de ellos, y los había traído con promesa de matar todos los españoles y quedar de aquella vez libres y salvos de sus molestias, y él había incitado y movido a todas aquellas provincias para que se alzasen, con promesas, y aún con amenazas, que les había hecho de parte de Manco Ynga, en cuyo nombre había venido, como dicho es.

Viéndose Hernando Pizarro y los españoles cercados y que no tenían remedio, sino a fuerza de brazos romper aquellos maderos y palizadas, como pudiesen, y salir a los enemigos que estaban afuera con las armas aguardando, dieron traza que unos rompiesen y otros peleasen desde dentro. Así, españoles e indios amigos, con Paulo Topa, empezaron a deshacer las talanqueras y a salir a pesar de los indios de Tico, que lo defendían con todo ánimo y furia, y peleaban haciendo cuanto era en ellos. Estuvieron de aquella manera todo el día y la noche, sin descansar los unos ni los otros, con el mayor tesón que se había visto en batalla de indios en este reino. Pero, al fin, fue Dios servido que los españoles, con la ayuda de los indios de Paulo Topa, que lo hicieron con mucho esfuerzo, venciesen a Tico y a los suyos y los hicieron huir, con muertes de grandísima cantidad de ellos, como la pelea duró tanto y con tanta porfía.

Tico, como conoció su poca suerte y se vio desbaratado, fuese hacia Pocona retirando con los que le quisieron seguir y desde allí hacia los chichas. Hernando Pizarro y Paulo Topa, no queriendo se alargase, por acabarlo de una vez, a gran prisa partieron en su seguimiento, pero por mucho que hicieron no le pudieron dar alcance. Así, se volvieron a Pocona a descansar, que lo habían bien menester, por el trabajo grande y aprieto que se habían visto en la batalla tan reñida. Estando en Pocona, Paulo Topa quiso intentar si por buenos medios y palabras podía traer a Tico a la obediencia de Su Majestad, el cual estaba en Omahuaca con su gente, y enviále a decir con sus embajadores que ya veía el poco remedio que tenía, y cómo Manco Ynga estaba retirado en Vitcos sin poder salir fuera, ni darle socorro, que mucho mejor le estaba venirse de paz y sosegarse, que no andar de aquella manera, y que él si gustaba hablaría a Hernando Pizarro y alcanzaría dél perdón para Tico y los suyos, y desta manera aseguraría su vida y su quietud.

Tico, oyendo el mensaje de Paulo Topa y las buenas razones dél, dijo que de muy buena gana vendría adonde estaba Hernando Pizarro, y le daría la obediencia, como le perdonase y diese la palabra de no hacer mal en su persona. Hernando Pizarro se la dio, y con esto, Tico se vino poco a poco acompañado de todos los caciques y principales de las provincias de los charcas y chuis, y los demás que se habían alzado con él y seguídole en aquella guerra. Con gran acompañamiento llegaron donde estaba Hernando Pizarro y Paulo Topa aguardándoles con sus armas en orden de guerra. Y allí Tico y los curacas hicieron reverencia con mucha humildad, primero a Hernando Pizarro, y luego a Paulo Topa, los cuales los recibieron muy bien. Concluido esto, Hernando Pizarro hizo que sus españoles prendiesen a Tico y a los demás curacas que con él habían venido, y al Tico, sin hacerle mal ninguno, se lo entregó a Paulo Topa por prisionero, diciéndole que lo guardase y lo tratase bien como amigo y confederado suyo, y a los demás curacas les perdonó. Con esto la tierra se fue apaciguando y los indios juntándose en sus pueblos como de antes, sin que hubiese rumor ni revuelta entre ellos. Hernando Pizarro, habiéndola puesto en orden y concierto, se volvió con Paulo Topa al Cuzco, trayendo consigo a Tico y a otros caciques del Collao presos, para entretenerlos en el Cuzco algún tiempo, porque en el inter se sosegasen más las provincias y allanasen más de veras, no viendo entre sí las cabezas que los gobernaban, que son de donde proceden los alzamientos y rebeliones entre los indios.