Comentario
Al igual que las de tipo militar, las órdenes hospitalarias surgieron a menudo de cofradías laicas inspiradas en el ideal de la "vita apostólica" y con una organización semimonástica.
En 1120 nacía una cofradía dedicada al cuidado de los leprosos en el hospital de Jerusalén. Tras adoptar la regla de san Agustín se transformó en la Orden de San Lázaro, e incluso a principios del siglo XIII, en orden militar. Sin embargo, sus cometidos bélicos fueron siempre testimoniales y en 1253, tras su expulsión de Siria, la orden azaita se instaló en Boigny, cerca de Orleans, extendiendo sus hospitales y lazaretos por el resto de Francia, Alemania, Inglaterra y los Países Bajos.
En 1218 y a iniciativa de san Pedro Nolasco (muerto en 1258) surgía en Barcelona otra cofradía laica de carácter militar-asistencial. Gracias al apoyo de Jaime I y san Raimundo de Peñafort la cofradía se transformaba en orden en 1253, adoptando el nombre de Nuestra Señora de la Merced. Los objetivos de los mercedarios eran tanto militares (defensa de las costas contra los berberiscos), como asistenciales (hospitales y redención de cautivos) si bien pronto sólo éstos tuvieron importancia. En 1318 la orden dejó de ser militar, transformándose en mendicante por iniciativa de Juan XXII. Sus caballeros pasaron a integrarse en la orden de Montesa, acentuándose su carácter asistencial mediante la constitución de cofradías de redención a nivel parroquial encargadas de recaudar fondos para los rescates.
Otras órdenes menores ni siquiera tuvieron estas veleidades castrenses, reduciéndose siempre su labor a las tareas asistenciales. Tal fue el caso de la Orden de los Hospitalarios del Espíritu Santo, creada en Montpellier en 1195 y extendida por Francia, Italia y Alemania. A idéntico modelo corresponde la Orden de los crucíferos, fundada en Bolonia en 1119 gracias al apoyo de Alejandro II. Reformada en Praga en 1235, la orden se propagó desde allí a Hungría y Polonia durante el siglo XIII.
En algunas ocasiones las instituciones asistenciales no surgieron de la iniciativa de personajes laicos, sino del protagonismo de agrupaciones de canónigos regulares. El caso más conocido es el de los trinitarios, fundados por san Juan de Mata y Félix de Valois en Cerfroid, diócesis de Meaux, a fines del siglo XII. En 1198 Inocencio III aprobó la Orden de la Santísima Trinidad, bajo la regla de san Agustín. Desde un principio su principal dedicación fue, como en el caso de los mercedarios, la redención de cautivos. Su extensión fue fulminante por Francia, Inglaterra y, en especial por obvias razones, la Península Ibérica, donde los trinitarios llegaron a poseer más de 30 casas a fines del siglo XIII.
A similar modelo, aunque de mucha menor importancia, corresponde la Congregación de canónigos del Santo Sepulcro, nacida en Jerusalén en 1144 a iniciativa de Arnulfo de Rohes. Los sepulcrinos, especializados en la atención hospitalaria, pasaron a Occidente al caer Jerusalén en 1187, integrándose a fines del siglo XV en la orden del Hospital. Cabe mencionar asimismo a las congregaciones de san Eloy de León, dedicada a la atención de los peregrinos del Camino de Santiago y a la de san Bernardo de Suiza, con hospitales en los pasos alpinos.