Época:
Inicio: Año 1 A. C.
Fin: Año 1 D.C.

Antecedente:
CRÓNICA DE LOS REINOS DE CHILE



Comentario

Capítulo III


Que trata de la muerte de don Diego de Almagro, y de la elección de don Pedro de Valdivia teniente de gobernador y capitán general de los reinos de Chile en nombre de Su Majestad

Teniendo en la prisión Hernando Pizarro a don Diego de Almagro, justificó su causa y cortóle la cabeza, y de allí se fueron él y el maese de campo a la conquista de los naturales, y estando en ella, los envió a llamar el marqués, estando en el Cuzco. Ellos lo hicieron así y dejaron por capitán de toda la gente a su hermano Gonzalo Pizarro. Allegados al Cuzco, pasados pocos días vinieron nuevas de parte del dicho Gonzalo Pizarro, como lo tenían cercado los indios con grandes albarradas en valle que se dice Cochabamba, que es ciento y treinta leguas del Cuzco.

Sabido el peligro en que estaba, salieron Hernando Pizarro y el maese de campo Pedro de Valdivia con ciento de a caballo. El maese de campo se adelantó y entró dentro donde estaba Gonzalo Pizarro, y desbarató los indios, y ganó las albarradas, y se las echó por tierra, y echólos del sitio y conquistaron de nuevo la tierra y provincias de las Charcas.

Conquistados en breve tiempo y puestos los naturales en servidumbre, el marqués hizo muy grandes mercedes al maese de campo, ansí en repartimiento de muchos indios, como en la mina de Porco, tan nombrada en riqueza.

Recibida la merced, el maese de campo besó las manos al marqués, dándole las gracias que en tal caso se requieren y se acostumbran, diciéndole que "en negocios más arduos y tocantes al servicio de mi príncipe deseaba servir a su Señoría en su Real nombre", que en los que hasta el presente había servido.

Viéndose tan venturoso en todo el maese de campo y ya que su ánimo se extendía a mucho más teniendo confianza en su persona, suplicó al marqués le hiciese merced de la jornada y empresa del descubrimiento, conquista y población de los reinos de Chile, porque en ello haría muy gran servicio a Su Majestad, y que la merced recibida del repartimiento de las Charcas hacía dejación, y suplicó al marqués agradeciéndole la que ... había hecho, para [que] cumpliese con otros conquistadores que lo merecían.

Respondióle el marqués, maravillándose de su ánimo, le dijo:

"Es posible que lo que dos hombres tan caudalosos y poderosos, como fue el adelantado don Diego de Almagro y yo, no pudimos conquistar e poblar, que sea vuestro ánimo para hecho tan hazañoso como es hacer gente y pasar tanta tierra de guerra y despoblados, y alejarse y descubrir, conquistar, poblar y sustentar, sin tener de dónde os socorran cuando necesidad tuviereis. Y en lo del socorro, socorreré yo, pero en ser tan larga la jornada será tardío el socorro".

A esto respondió el maese de campo:

"Yo pienso, con ayuda de Dios nuestro Señor, haciéndome vuestra Señoría la merced en nombre de Su Majestad, y siendo Dios servido darme salud, salir con mi propósito adelante en ventura de mi príncipe y gran monarca".

Viendo el marqués el ánimo tan valeroso de su maese de campo, hízole la merced en nombre de Su Majestad. Luego allí, en presencia de muchos caballeros, nombró a su maese de campo por su teniente y capitán general para que tomase la tal empresa. Lo cual fue hecho e hizo el marqués don Francisco Pizarro por virtud de una real cédula que para este efecto tenía.

Y le dijo el marqués:

"Bien satisfecho quedo, maese de campo, que para tales cargos conviene personas de confianza, tal como vos lo sois, que bien tengo entendido por lo que de vuestra persona he visto, que seréis amado de los soldados por parte de vuestras buenas costumbres, y por parte de ser varón bien prevenido, solícito y cauto en la guerra, y por ser de claro juicio para acertar en las cosas que nuevamente cada hora acontecen, porque en nuevas tierras, nuevos consejos se deben tomar en la expedición y conquista de ellas. Yo os favoreceré en lo por venir enviándoos socorro en tiempo y tiempos convenientes".

Luego le mandó dar la cédula de Su Majestad, en el valle de Yucay, como dicho habemos, a once días del mes de abril de mil y quinientos y treinta y ocho años, y la instrucción y traslado de los capítulos de Su Majestad por donde se había de regir y el requerimiento que a los indios había de hacer, como es uso y costumbre para traerlos al conocimiento de nuestra Santa Fe católica, y a devoción de Su Majestad.