Época:
Inicio: Año 1 A. C.
Fin: Año 1 D.C.

Antecedente:
CRÓNICA DE LOS REINOS DE CHILE



Comentario

Capítulo XXIV


Que trata de la salida del general Pedro de Valdivia del valle de Limarí

Hecha esta plática, se partió el general Pedro de Valdivia, siguiendo su viaje con los treinta caballeros que te siguieron. Allegó al valle de Cocambala, el cual halló despoblado, y por este respeto pasó al de Chuapa, que es valle en el cual no halló gente ninguna. Luego puso diligencia en tomar algunos indios para que le dijesen dónde tenían escondidos los bastimentos. Andando corriendo el valle tomaron ciertos indios naturales, los cuales dieron aviso dónde había mucho maíz, de lo que tenían escondido en hoyos y algunas ovejas. Luego lo mandó recoger y se hinchieron dos chozas. Y dejó a su maestre de campo con diez y nueve de a caballo en guarda, y para que lo repartiese con toda la gente del campo y que los contentase a todos, porque entendía que vendrían faltos de bastimentos cuando allí allegasen, por ser gran trabajo pasar un campo, aunque sea de poca gente, por los muchos gastadores que lleva, principalmente por tierra necesitada y falta de provisión, y la que hay se ha de ganar con la lanza en la mano y sacarlo debajo de la tierra. Y mandóle que después que hubiesen descansado allí dos días, tomase el maestre de campo Pero Gómez cuarenta de a caballo, los más aparejados, y fuesen en su seguimiento hacia el puerto de Chile, y que allí les esperaría.

Luego se partió el general con once caballeros a saber del navío de que tenía nueva. Y allegó cuatro leguas antes del valle de Anconcagua a un valle chico que se dice Palta, donde tomó cierto[s] indios naturales, de los cuales se informó de la tierra y dónde estaban los señores del valle, porque bien sabía que había mucha gente y que era belicosa y guerreros. Por estas causas iba recatado caminando el valle abajo hacia la mar.

Allegó donde estaba un cacique que se llamaba Atepudo con una guarnición de indios para guarda de su persona, porque tenía continuamente guerra con el cacique Michamalongo, señor de la mietadas del valle de Anconcagua. Estaba este cacique Atepudo junto al camino entre unos cañaverales, los cuales tenía casi por fuerza. Y antes que llegasen a donde este cacique estaba con su gente de guarnición, mandó el general a sus caballeros que nadie se desmandase ni matase indio ninguno, porque podrían ser aquéllos sus amigos, pues estaban diferentes con los demás indios; que cada uno procurase con todo aviso buenamente tomar a vida el cacique, si en arma se pusiese, para saber de ellos dónde estaba la más gente para enviarles sus mensajeros [y] hacerles saber su venida y la causa de ella, porque hecho esto y habida su respuesta, pudiese hacerles la guerra o asegurarles la paz.

Allegado el general con sus caballeros cerca de donde estaba este cacique con su gente, fueron sentidos de los indios, y vistos los cristianos, huyeron todos por aquellos carrizales y acequias, de los cuales se tomaron quince, a los cuales habló el general, y les aseguró y les dijo con una lengua que llevaba que por qué huían de los cristianos, que él no venía a hacerles mal ni daño, que no tuviesen miedo, que le hiciesen saber a su cacique Atepudo que él venía a esta tierra por mandado del gran apo de Castilla que de ellos tenía noticia, a decirles que su voluntad era de tenerlos por hermanos y amigos. Y de su parte le avisaba que sirviese a los cristianos, y que tuviesen por señor a un solo Dios, criador de todas las cosas criadas, y que su morada y reino era en los altos cielos, y que allá vivía y de allá gobernaba toda la redondez de la tierra, e que era rey de todos los cristianos e indios, y que él venía a poblar una ciudad en esta tierra, y viniesen a obediencia, que haciéndolo ansí serían amparados y defendidos de sus adversos, ellos y sus mujeres e hijos y casas y haciendas y ganados, y si lo contrario hacían, que les perseguirían y apocarían y les tomarían cuanto tenían y no serían señores de ninguna cosa. Que para decirles esto deseaba mucho que le viniesen a ver todos los señores, así de aquel valle como de toda la tierra, y que ellos se lo enviasen a decir de su parte, y que viniesen sin temor ninguno a le hablar, y que él les [a]seguraba, porque venidos, les quería hablar de parte de Su Majestad. Y si lo quisiesen hacer, él los tendría por amigos y hermanos, y si no, que les dejaría volver libremente a sus tierras seguros e después les haría la guerra hasta por ella vencerlos y destruirlos.

Oída su razón aquellos caciques e indios, dijeron que ellos enviarían mensajeros a todos sin faltar ninguno, y que pasados ocho días serían allí de vuelta con la respuesta.

Estando allí esperando, allegó el maestre de campo con toda la gente y real. Y llegado que fue el real, tomó veinte de a caballo y salió para la costa a buscar el Puerto en que los indios le habían dicho que estaba el navío. Y llegado al puerto, halló que era hecho a la vela, de que le pesó mucho y volvióse muy triste al real, teniendo que era el navío que había dejado en la ciudad de los Reyes, y que como no habían sabido nuevas de él, se había vuelto, y halló que habían tomado agua y leña. Llegado que fue al real, descansó allí algunos días a causa que había bastimentos para todos.