Comentario
Capítulo XXVII
Que trata de la allegada del campo al valle de Mapocho y de lo que le sucedió
Llegado que fue al valle de Mapocho y allegado a la orilla del río que por este valle va, repartió la gente que traía en cuatro partes y a cada una parte dio un caudillo. Mandó a la una parte que guardasen el fardaje y lo tuviesen a buen recaudo.
Este sitio por donde este río corre no se puede decir valle al respecto de los que habemos dicho. Por [cuanto] desde el valle de Combambalá, que es un puerto que el invierno está nevado, que es un gajo de la cordillera que desciende de este [a] oeste, divide esta tierra en dos partes: la parte de hasta aquí está una llanura entre la cordillera nevada y otra cordillera de pequeñas sierras que va cercana a la mar. En éste hay valles habitables. La cual cordillera [que] va junto a la mar, viene también e corre dende los reinos del Pirú. Puesto que esta tierra sea doblada, hay muy grandes llanos.
Allegado el general al valle de Chile asentó su campo en un llano, y hechas cuatro partes su gente como tengo dicho, mandó el general a los caudillos de las tres partes que corriesen aquel llano grande cada cuadrilla con su cuadrilla por su parte, y fuesen por todas partes, porque los indios huían de una parte a otra con temor de los cristianos. Topaban en cualquiera parte con los cristianos y a esta causa creyeron que había muchos cristianos que habían venido y estaban en la tierra.
En este ejercicio pasaron veinte días en los cuales envió el general mensajeros a los caciques y gente que viniese de paz. Incomportable fue la hambre que en estos veinte días padeció el campo por hacer esta diligencia importante, pues ya pasados estos días que habemos dicho, vinieron de paz el cacique Quilicanta y el otro cacique que arriba dijimos que se dice Atepudo. Estos caciques hacían la guerra al cacique Michimalongo antes que nosotros entrásemos en la tierra. Tenían gran diferencia entre estos cuatro señores.
Vinieron otros once caciques de la comarca, los más cercanos, que eran amigos y allegados de aquellos dos caciques, mayormente del Quilicanta. Por ser valeroso y ser uno de los ingas del Pirú estaba puesto por el Inga en esta tierra por gobernador. Y estando este inga en esta tierra cuando vino el adelantado don Diego de Almagro y él le sirviese y se le diese por amigo, fue esta amistad parte que él fuese enemistado de los caciques e indios como muchas veces suele acaecer. Era principalmente adverso suyo Michimalongo, el cual le quiso matar. Viendo el Quilicanta la enemistad que le tenían y le mostraban, ajuntó a todos sus amigos y vínose a poblar al valle y río de Mapocho, y de allí les hacía la guerra a los caciques Michimalongo y Tanjalongo, la cual tenían muy trabada cuando el general allegó con los cristianos a esta tierra.
Los caciques salidos de paz, el general los juntó y les habló, haciéndoles saber a lo que venía, y que si daban la obediencia a Su Majestad y servían a los cristianos, como hacían los caciques e indios del Pirú, que ellos y sus mujeres e hijos e indios serían bien tratados y mantenidos en paz y quietud y justicia, y que supiesen que no se habían de rebelar contra los cristianos, a pena que si acaso se rebelasen y quebraban de lo que prometían y no obedecían a los mandamientos reales, serían muy bien castigados como hombres rebeldes. Lo cual les dio bien a entender con un indio que sabia y entendía muy bien la lengua, y el mismo Inga Quilicanta por ser del Cuzco. A lo cual respondió él por todos, que él había venido con todos aquellos caciques e indios a dar la obediencia a Su Majestad, y servir a los cristianos, y que así lo harían de allí en adelante sin faltar punto.
Viendo el general los negocios en este término, se informó del temple de aquella tierra, y los indios le dijeron cómo hacía invierno y verano, y que el invierno venía cerca e que llovía mucho. Luego mandó el general a los españoles que hiciesen casas en que se guareciesen del invierno, porque no pereciesen ellos y su servicio e caballos. E luego mandó a los caciques que con su gente por sus mitas les ayudasen a hacer las casas. Llaman mita mudarse los indios de a ocho a ocho.
Lo primero que se hizo fue una iglesia en que se decía misa. Dioles más el general a entender a estos caciques y gente que aquélla era casa de Dios, criador de nosotros y de ellos y de todo lo criado en los cielos y en la tierra y en el mar. Y cómo este Dios y señor nuestro es el que gobierna todo lo criado, y es el que vive y reina y ha reinado desde el principio del mundo e reinara para siempre sin fin. Dioles más a entender que a quien le sirve y guarda y cumple sus mandamientos le da la vida eterna, recibiendo agua de bautismo, y el que no creyere ni recibiere ni cumpliere sus mandamientos, recebirá pena perdurable sin fin.
Habiéndoles dado a entender todo lo dicho, de suerte que tenían los corazones asentados y apaciguados, porque los indios de cualquier parte de Indias, puesto que sean los más de ellos animosos, que se hayan visto con españoles, en viéndolos, los temen y cometen lo que cualquier animal indómito y silvestre comete, que es apartarse de la presencia de la tal compañía nunca de ellos jamás vista, sobresaltando su corazón, cometiendo la huida y engendrando odio y rencor, como personas salvajes, y en fin, nacidos y criados en pecado. Y a los tales conviene hablarles palabras de seguridad y con amor, halagándolos, mostrándoles el camino por donde han de seguirse, y ellos seguros y asosegados con lo que se les ha dicho.
Respondieron los más principales, y dijeron que ya sabían y tenían noticia por dicho de sus antepasados, que "por esta tierra anduvo antiguamente un hombre de vuestra estatura y con la barba crecida como algunos de vosotros", y que lo que este hombre hacía era curar y sanar los enfermos, lavándolos con agua, que hacía llover y criar los maíces y sementeras, y que cuando caminaba por las sierras nevadas, encendía lumbre con sólo el soplo, y hablaba generalmente en sus lenguas y lenguajes a todos, y les daba a entender cómo en lo alto de los cielos estaba el criador de todas las cosas, y que hacía vivir a todas la criaturas, y que tenía allá arriba mucha cantidad de buenos hombres y buenas mujeres. Y de estas cosas les decía. E que pasado cierto tiempo se salió de esta tierra y se fue hacia el Pirú.
Y pasado cierta cantidad de tiempo y años vinieron los ingas, grandes señores del Pirú, y conquistaron con mucha gente esta tierra. Y que estas gentes les administraron y mandaron siguiesen sus ritos y ceremonias, idolatrasen como ellos lo tenían de costumbre, adorando el sol y las piedras grandes a que llaman guacas. Y que de esta suerte se pervertieron, puesto que tampoco tomaron lo uno como lo otro, porque ellos no estaban tan arraigados en la predicación y santa dotrina que aquel santo hombre les predicaba, al cual creemos ser apóstol, pues predicaron por todo el universo. También tengo entendido, según de estas gentes bárbaras conozco ser tan indómitas y no bien inclinadas, que viendo aquel santo varón que su santa dotrina y predicación no hacía impresión sus empedernidos corazones, acordaría salirse de estas provincias e irse a las del Pirú, donde es cierto que en el Pirú en un ...
[El folio número veintiuno que contiene el final del capítulo XXVII, todo el siguiente y gran parte del XXIX, se ha perdido y no figura con el resto del manuscrito.]