Comentario
Capítulo XXXIII
Que trata de cómo mandó el general Pedro de Valdivia que fuesen seis hombres de a caballo a ver las minas y de cómo fueron y de lo que les sucedió
Oído el general las nuevas que le daban de las minas de oro, e cómo habían sacado en ellas gran cantidad de oro para los ingas, señores del Pirú, y para informarse si era verdad porque los indios muy pocas veces la dicen, despachó los dos capitanes que tengo dicho con los cuatro compañeros, dándoles el aviso que habían de tener en el camino. Y dioles una gría para que los llevasen. Estaban estas minas catorce leguas de donde quedaba el general hacia la costa.
Yendo caminando el valle abajo estos dos capitanes, les salían algunos principales de paz de parte de un señor que se decía Tanjalongo, que era señor de la mitad del valle. Y llegados a las minas vieron ser verdad lo que Michimalongo decía por las señas que vieron. Y aquí se les huyó la guía que llevaban.
Visto los indios aquellos seis cristianos que iban el valle abajo, se ajuntaron y por el camino que habían los cristianos de pasar hicieron un fuerte en esta manera: junto a una laguna de la cual desaguaba un río no muy grande, muy montuoso, de grandes árboles, e desde la laguna hasta el río, en un codo que la laguna y el río hace, hicieron una cava honda de más de una lanza e más de diez pies en ancho, con una puente levadiza. Y en esta plaza que hacía esta cava tenían sus hijos y mujeres. Adelante de esta cava había otra plaza casi tan larga, e luego una trinchera de palos muy gruesos de rama muy bien entretejido, y hechas sus troneras para flechar, y hecha en medio una pequeña puerta que no cabía más que un hombre abajado. Iba esta trinchera o palizada en arco, e por de fuera de esta palizada iba un foso de más de veinte pies en hondo y casi otros tantos en ancho, llena de agua, e tenía por puente tres palos. Dentro de esta plaza estaba la gente de guerra. Junto a la puente a un lado había tres casas. Todo el llano de la frontera de este fuerte tenían echadas las acequias de agua, que estaba todo empantanado y como la tierra es fofa y se hinche de agua, no se puede andar a caballo a causa que se ahondan.
La gente de guerra que había en este fuerte eran seiscientos hombres, y tenían por general un indio que se llamaba Leve, indio belicoso. Estaba este fuerte para no tener artillería ni ser torreado muy fuerte. Viniendo los seis de a caballo por su camino, una legua de este fuerte tomaron una espía que los indios tenían. Luego les confesó lo que había e cómo les estaban aguardando los indios en aquel fuerte. Informándose muy bien determinaron de dar en él y desbaratar los indios. E como era sobretarde detuviéronse aquella noche y otro día amaneciendo caminaron. Ya que estaban a media legua del fuerte fueron al galope, e como entraron en la tierra empantanada, se ahondaban los caballos de manera que no podían andar todo lo que ellos querían.
Y en trecho de los cinco iba un soldado que se dice Diego Sánches de Morales, natural de la villa de Mairena. Acertó a ir por una buena parte o su ventura que lo llevaba, llegó al foso, e viéndose en aquella ventura, e los demás cristianos no podían venir, e confiándose en su animo, se apeó del caballo y embrazando su adarga y echando mano a su espada, pasó la puente del foso e llegó a la puerta de la trinchera. Entró dentro en la plaza y sin ser sentido de los indios, a causa de ser de mañana, llegó a la puerta de las tres casas donde estaban los capitanes. E visto por los indios quedaron admirados. Escomenzó a dar entre ellos muy gran murmullo, que no se acordaban de pelear, preguntado unos a otros por dónde había venido e entrado. No podían creer sino que era caído del cielo, y esto tenían por cierto, e como tenían las puertas que no podían salir sus capitanes e mandarlos, temiendo de ser muertos por aquel cristiano no osaban hablar, antes estaban espantados.
Y a esta sazón llegaron los cinco a la puerta. Apeóse uno de ellos y entró a donde el otro estaba. Viendo los indios dos cristianos dentro e cuatro a la puerta, pareciéndoles que no eran solos sino que venían más, e como tenían noticia del fuerte que había desbaratado el general a Michimalongo, cobraron gran miedo y comenzaron a huir y desmamparar el fuerte. Prendieron al capitán Leve e otro principal, e se volvieron muy alegres a donde el general estaba.