Época:
Inicio: Año 1 A. C.
Fin: Año 1 D.C.

Antecedente:
CRÓNICA DE LOS REINOS DE CHILE



Comentario

Capítulo XXXIV


Que trata de cómo salió el general Pedro de Valdivia para ir a las minas e de cómo echó los indios a sacar oro y cómo quiso despachar al Pirú y de lo que los indios hicieron

Habiendo vuelto aquellos dos capitanes que el general había enviado a las minas, y habiendo descansado en aquel sitio, e siendo los cristianos heridos, sanos, se fue a las minas. Y luego dio orden en cómo se sacase oro. E considerando que llevando al Pirú muestra de cómo había en esta tierra oro, le vendría algún socorro, y que no lo llevando, no le vendría gente. E como es metal tan codicioso, aunque para algunos en estas partes ha sido peligroso, como fue para algunos cristianos que aquí se hallaron, y visto la riqueza de la tierra y aparejo para enviar mensajeros al marqués don Francisco Pizarro en Pirú, para que avisase a España a Su Majestad de la riqueza que había en esta tierra y para que él le socorriese de gente y armas, que era la necesidad que al presente tenía, porque eran pocos cristianos y entre muchos enemigos. E conociendo la gente que es y la amistad que muestran, y la poca fidelidad que guardan, y la paz que prometen, y la no obediencia que mantienen, mandaba hacer gran guardia.

Hizo recoger y encerrar en la ciudad mucha cantidad de provisión, que bastaba para más de un año. Y con el cuidado que tenía en velarse no tenía que los indios serían parte para enojarle, en tanto que el socorro le viniere para la sustentación de esta tierra y conquista de adelante, que bien cierto estaba, pudiendo el marqués se lo enviaría, como con él había quedado, mayormente enviando un capitán por ello y con el oro la que presente se sacase.

Hechas estas consideraciones, se soltó a Michimalongo e se ajuntaron más de seiscientos indios a sacar oro. Luego dio orden en hacer un bergantín. Púsolo luego por obra y luego entendió en cortar la madera en un vallecito que junto a las minas estaba y cerca de la mar. Dende en cuarenta días que se había sacado oro, se halló haber sacado veinte y cinco mil pesos e con herramientas de palo y no buenas bateas. Luego el general lo mandó llevar a l[a] ciudad de Santiago a Alonso de Monrroy lo fundiese, el cual se estaba aderezando para ir con ello a los reinos del Pirú.

Y estando Alonso de Monrroy en la ciudad de Santiago, supo en secreto de una conjuración que se trataba entre ciertos soldados que eran de la parcialidad de don Diego de Almagro, los cuales querían matar al general, de los cuales estaba muy confiado. Luego dio aviso al general y fue la carta por la posta, la cual llevó un indio en trece horas a donde el general estaba, que había dieciséis leguas.

Allegada la carta y leída, se partió el general con cuatro de a caballo, avisando a los que quedaban pidiesen sobre seguro e que no se descuidasen hasta que él enviase a Alonso de Monrroy, que sería breve, porque haciendo lo que les avisaba, no les osarían acometer los indios.

Allegados el general a la ciudad, luego hizo pesquisa y halló que eran culpados a muchos. Pareciéndole que si por rigor castigaba el delito que quedaba sin gente, acordó lo más cómodamente que pudo, aunque por ninguna vía podía dejar de castigar. Ahorcó cinco que eran los que más culpados en aquel negocio eran, y con esto se asosegaron los demás, que estaban rebotados en su vivir según depusieron en sus confesiones. Y confesaron más, que después que viesen muerto al general, se embarcarían en el bergantín que se hacía y se irían a Lima. Esto tenían concertado y entre ellos determinado. Cierto era negocio mal pensado y de prudencia muy falto, porque con aquel hecho desampararan la tierra y todos se fueran de ella, y en ello no acertarían, porque si caso fuera que mataran al general, sus capitanes y ellos se mataran unos a otros, y fuera al revés de lo que pensaban.