Comentario
Capítulo XXXVII
Que trata de la salida del general a hacer la guerra a los indios rebelados y de la plática que hizo a toda su gente, ansí a la que llevaba como a la que dejaba en la ciudad
Al tiempo que el general Pedro de Valdivia quiso salir de la ciudad para ir contra la gente y escuadrón de los indios que estaban asentados en el río Cachapoal, hizo ajuntar a todos los españoles, así a los que habían de ir con él, como a los que habían de quedar en la ciudad para la sustentación de ella, y ayuntados les habló de esta manera:
"Ya veis y sabéis, señores amigos y compañeros, en el tiempo que aquí allegamos a esta tierra, la mala voluntad que los caciques y señores de ella nos han mostrado y muestran, y las maldades y traiciones y mentiras que nos tratan y siempre con nosotros han usado.
"También sabéis que Dios nuestro Señor y su sagrada madre Santa María nos han favorecido y librado y defendido de ellos y de sus cautelas y abominaciones, como claramente habemos visto. Yo espero en Dios y en su bendita madre que como ha sido en nuestro favor hasta ahora será de hoy más y siempre. Y porque en esta jornada hay necesidad de mi ida y que yo en persona vaya a traer de paz la provincia de los pormocaes, pues tanto nos hace al caso, pues viniendo ésta como más principal, toda la tierra vendrá a servir muy presto.
"También, señores, sabéis que es coyuntura para servir a Su Majestad, pues es mi principal intento, así como el de todos vuestras mercedes. Por tanto, juntamente con esto se ofrece a los caballeros españoles que quedáis en amparo y sustentación de esta ciudad de Santiago, la cual todos en general y cada uno en particular la debe de tener por propia patria.
"Yo, señores míos, compañeros y amigos, os pido por merced, que cada uno de vuestras mercedes tenga este negocio por tan propio como yo mismo lo tengo, estando a la continua tan apercebidos como yo tengo la confianza, y siempre lo habéis, señores, usado y estado, obedesciendo vuestro capitán que presente está, para que le obedescáis a él y a sus mandamientos, tan bien y tan enteramente como siempre lo habéis acostumbrado y hecho. Él queda avisado de lo que debe hacer.
"Tengan, señores, aviso, no duerman de noche, aunque no les quepa la vela, desarmados ni descalzos los pies, porque el peso de las armas no canse ni ha de cansar a los hombres de guerra, ni los alpargates en los pies dan tanta pena calzados, como darán las espinas y púas y palos y trompezones, cuando dan una arma los indios, si los toman descalzos, aunque sea hasta cabalgar en su caballo. Y por consiguiente no cansan ni enflaquecen las sillas a los caballos. Pues sabéis, señores, que sois obligados a cumplir con la fama que de españoles tenéis, y junto con esto no tenemos en esta tierra otro amparo ni socorro, sino el de Dios y de su madre Santa María, y de nuestra buena diligencia y ánimo y solicitud del arte militar.
"Tengan, señores, aviso, que todos los más caciques de esta tierra les dejo presos. Sólo quiero llevar conmigo dos que aquí hay de los pormocaes para tratar con ellos la paz y por no dejallos en compañía de estos otros, atento a que no son tan cautelosos, y no quería que deprendiesen de ellos. Ya sabéis, señores, tornando a encargaros esto, que no hay ningún prisionero que no procure libertarse y salir de prisión.
"Ya veis y sabéis que nuestros enemigos están continuo en casa y tratan y conversan con nosotros. Conviene que viváis recatados y avisados con ellos. Y así mesmo sabéis que todo el valle de Anconcagua y todas las comarcas de esta ciudad están alterados y alzados, y podrá ser que faltando yo de esta ciudad os viniesen acometer, y si salgo y voy, os dejo en esta ciudad debajo de la protestación de ser españoles, y debajo de la confianza que tengo del grande ánimo y valor de vuestras personas".
Mandó a su teniente que pusiese muy gran vigilancia en todo y que tuviese al cacique Quilicanta a mejor recaudo que a los otros caciques, y que tuviese aviso con él y que no se descuidase.
Acabada esta plática, se salió de la ciudad y caminó hasta el río de Cachapoal donde los indios tenían hecho un fuerte. Estaba con ellos un señor que se decía Cachapoal, de donde el río llamaron por esta causa Cachapoal. Y Llegado a vista del fuerte donde los indios estaban, les hizo muestre con toda su gente española, y visto por los indios, una mañana mandó dar vuelta a sus españoles y caminó todo el día, dándoles a entender que se volvía a la ciudad para ver si los indios salían del fuerte. Viendo los indios que el general se volvía, entendiendo que no les había osado acometer, escomenzaron a seguille.
Venida la noche, el general mandó volver a su gente y caminó toda la noche, y al cuarto del alba dio sobre el fuerte, tomándolos descuidados. Y dio en ellos de tal suerte que hirió y mató muchos de ellos, de tal suerte que el que pudo huir no pensaba que había sido poco valiente. Los indios que habían salido en seguimiento del general para tomalle la delantera, por tomalle los pasos habían ido por otro camino. Y de esta suerte se desbarató esta junta.
Sabido por Michimalongo la salida del general de la ciudad y que iba contra los indios que estaban en el río de Cachapoal, y que ya había cinco días que era salido, pareciéndole que agora tenía tiempo de venir sobre la ciudad, acordó salir con su gente.