Comentario
Capítulo LIV
Que trata de cómo el general Pedro de Valdivia hizo justicia de ciertos principales e indios que sacó de aquel fuerte, y de cómo se volvió a la ciudad con su gente
Cuando el general quiso salir del fuerte, dejó colgados algunos principales e indios, y lo mismo hizo fuera, para que los demás tuviesen voluntad de venir a servir y estar de paz, que les era más sano y aún más provechoso.
Pues estando esta noche el general con sus compañeros con voluntad de ir a romper otro pucarán o fuerza, comenzó el tiempo a mudarse de cómo había hecho y cómo lo suele hacer en el invierno en todas partes, de suerte que cuando amaneció llovía y ventaba y nevaba tanto y con tan recio aire, que no podían sufrirlo. E le convino irse a la ciudad y no aguardar otra noche por no perecer todos. Pues viendo el general el tiempo metido en grave tormenta, y viendo que convenía poner en cobro tan buenos amigos y compañeros, dio orden a su gente que viniese sin parar hasta la ciudad, y que caminasen aquellas siete leguas que había sin reposar, porque no pereciesen de frío. Y mandó a su maestre de campo que trajese la avanguardia con seis de a caballo, no por los indios, sino por no perder una pieza de servicio. Hecho esto, se partió con todo el campo.
Fue tan gran tormenta la que hizo aquel día y noche siguiente, que se contaron veinte y siete de mayo de mil y quinientos e cuarenta e dos, principio del invierno en esta gobernación. Decían los indios naturales que no se acordaban haber visto tiempo tan recio ni lo habían oído a sus pasados. Fue tanta el agua y viento tan recio, ya que cerca de la ciudad allegaban cuando quería anochecer, que no bastó el buen recaudo del general ni del maestre de campo, que en la oscuridad y furioso aire les arrebató un español, que nunca más se pudo hallar vivo ni muerto. Y si la ciudad estuviera dos leguas más, perecieran la mayor parte de los españoles. Y con ser tan breve el camino perecieron algunos indios.
Viendo el general el temporal tan deshecho y en tormenta metido, se dio muy gran priesa con los que seguirle pudieron y entró en la ciudad con grave trabajo. Y como no traían vestidos, sino todos viejos, y con las armas no podían apearse de los caballos si no les ayudaran, allegados tan fríos y helados, que para tornarlos en sí no bastaba todo el refrigerio que en la ciudad había, por ser poco.
Como el general allegó a la ciudad, mandó que saliesen de la gente que estaba en la ciudad en sus caballos, y que llevasen más caballos, y que no parasen hasta encontrar con la gente de a pie, y que los trajesen. Y mandó hacer luminarias para que atinasen a la ciudad porque hacía la noche muy oscura. Y con esta buena orden llegaron y no pereció ninguno, sino el que dicho habemos, que nunca se pudo hallar.