Época:
Inicio: Año 1 A. C.
Fin: Año 1 D.C.

Antecedente:
CRÓNICA DE LOS REINOS DE CHILE



Comentario

Capítulo LXIX


Que trata de cómo vino el capitán Diego Maldonado con ocho españoles de los reinos del Pirú

Estando el general como dicho tengo, tuvo nueva cómo había llegado el capitán Diego Maldonado por tierra del Pirú. Luego se fue el general a la ciudad donde halló a el capitán, el cual diole relación el capitán al general de su venida. Y les dijo que en Atacama, estando allí Antonio de Ulloa, le habían venido cartas de las Charcas enviados por un capitán de Gonzalo Pizarro, que se decía Alonso de Mendoza, para el Antonio de Ulloa, en que por ellas le avisaba cómo era allegado a Panamá un presidente enviado por Su Majestad a proveer en lo del Pirú, y que Gonzalo Pizarro tenía muy gran necesidad de que se le juntase toda la más gente que se pudiese. Y teniendo confianza que sabido esto por Ulloa se iría a donde él estuviese, le escribió que donde quiera que estuviese, luego se viniese con la gente a las Charcas, porque de allí se fuesen con toda la gente que más pudiesen haber a donde se hallase Gonzalo Pizarro.

Pues recebidas las cartas por el Antonio de Ulloa, fue muy grande el placer que recibió, y mandó a la gente que consigo traía que se apercibiesen para volver al Pirú, y dijo que habían de ir a las Charcas y de allí adonde Gonzalo Pizarro estuviese. Junto con esto mandó que los navíos, que por la mar venían, que se volviesen a la ciudad de los Reyes y dejasen la navegación de Chile, no mirando ni acatando que allí venían muchos españoles casados, y traían sus mujeres e hijos y habían gastado cuanto tenían en el viaje, y que quedaban pobres y el viaje por hacer.

Dijo más este capitán Maldonado, que viendo este movimiento y rebelación temiendo los alborotos del Pirú y sus bullicios, acordó Pedir licencia al Antonio de Ulloa para venir a esta tierra. Y Por tener aquel capitán Diego Maldonado muchos amigos en el campo, y si no se la daba la pudiera él tomar y salirse con todos los que seguirle quisieran, que no fueran los menos, y teniendo el Ulloa quedarse solo, dio la licencia liberalmente a él y a los demás, que fueron por todos veinte y dos hombres, a los cuales les tomó las armas y los mejores caballos, dándoles otros no tales, y por no ir el Ulloa embarazado con yeguas y cabras, dio licencia a los que las tenían que las llevasen, tomándoles los esclavos y algunas piezas de servicios.

Salido de Atacama Antonio de Ulloa para las Charcas, se metió el capitán Diego Maldonado con sus veinte y dos compañeros en el despoblado. Viendo los indios de Atacama cómo eran pechados de los de Copiapó, y de suyo tienen ser inclinados a malicias y traiciones, dieron mandado a los de Copiapó haciéndoles saber cómo iban veinte y dos cristianos para su tierra, y que si allí esperaran un día más ellos lo[s] mataran, y pues se habían escapado de sus manos que los matasen en su tierra, pues iban a ella.

Y con este aviso cuando llegó Diego Maldonado con su compañía al valle de Copiapó, halló los indios alterados y puestos en arma. Y vistos, dieron los indios en los españoles y mataron cinco de ellos. El capitán con los demás que le quedaron procuró de salir del valle con esta pérdida y mal hospedaje. Y como su salida fue de noche y con lo obscuro por reparar las vidas, caminaron por tierra no sabida y espesa de montes, los cuales perdieron el camino y anduvieron toda la noche perdidos, que no acertaron a salir del valle. Visto por los indios se acaudillaron y dieron de nuevo en los cristianos y mataron nueve, y tomáronles todo el ganado que traía.

Y de estos ocho que escaparon heridos, peleando acertaron a salir del valle. Y como los indios los vieron fuera dejáronlos. Y así escaparon diciendo que de aquella pérdida y mal suceso era causa Antonio de Ulloa, que después de dada por Gonzalo Pizarro la batalla al virrey en Quito donde le mató, se había alzado de nuevo con la tierra toda del Pirú, y que tenía usurpada toda la tierra firme del Nombre de Dios y Panamá, y que decía Gonzalo Pizarro que si Su Majestad no te daba toda la tierra, que él la tenía y la defendería, y que para defensa de ella tenía en Panamá una gruesa armada con sus capitanes y mucha gente de guerra.

Oídas estas palabras, el general tomó en sí gran pena. Acabada esta plática dijo el general al capitán Joan Batista que le avisase cuando el navío hubiese venido al puerto de Valparaíso.