Época:
Inicio: Año 1 A. C.
Fin: Año 1 D.C.

Antecedente:
CRÓNICA DE LOS REINOS DE CHILE



Comentario

Capítulo LXXXV


Que trata de lo que el gobernador don Pedro de Valdivia hizo en el puerto de Valparaíso y de cómo llegó la galera

Llegados los mensajeros que Francisco de Villagran enviaba, y visto por el gobernador, le escribió a Francisco de Villagran se viniese a ver con él al puerto de Valparaíso y que él le aguardaría en aquel puerto. Estuvo en el puerto don Pedro de Valdivia tres meses, proveyendo lo necesario a todas partes. En este tiempo llegó la galera que había dejado en la ciudad de los Reyes y en ella el capitán Francisco de Villagran desde Coquimbo. Y allegado fue muy bien recebido. Dio cuenta al gobernador de lo que en la tierra había sucedido y de lo que él había hecho en su ausencia.

Descargada la galera, la mandó despachar y que fuese cargada de bastimento al valle del Guasco. Y fue esta galera al valle del Guasco, e tuvo noticia cómo había pasado el despoblado y que estaba el capitán Joan Jufré en el valle de Copiapó, esperando al maestre de campo que venía caminando por el despoblado, porque los indios no hiciesen algún daño en la gente, a causa de venir descuidada y traer los caballos fatigados e cansados del camino y los soldados hambrientos de la poca comida e agua que por el camino hay. E que viniendo de esta manera, los indios no los aguardasen a la entrada del valle, como a él le habían aguardado. Mas no les aprovechó nada, porque como eran los delanteros no traían los caballos tan fatigados que no dieron en los indios, e los desbarató.

E llegado el maestre de campo e toda la demás gente al valle de Copiapó, se partieron para el valle del Guasco, donde hallaron la galera, que no fue poco refresco lo que hallaron. E repartida la comida a la gente, se volvió la galera y ellos caminaron para el valle de Coquimbo. E vuelta la galera, dio nueva al gobernador que toda la gente que por tierra venía eran llegados, e que estarían en el valle de Coquimbo, que serían cien hombres con cien caballos e yeguas, y que se habían muerto en el despoblado, del gobernador e de particulares, cien caballos y yeguas de hambre y de sed.