Época:
Inicio: Año 1 A. C.
Fin: Año 1 D.C.

Antecedente:
CRÓNICA DE LOS REINOS DE CHILE



Comentario

Capítulo XCV


Que trata de cómo caminó el gobernador hacia la mar a buscar un sitio donde poblar una ciudad y de cómo hubo una batalla en el camino

Pasados los ocho días mandó el gobernador levantar. el campo y tornó a pasar el río de Niehuequeten, y caminó hasta donde se ajunta y entra en el río de Bibio. Y por [las] orillas bajó con toda la gente hasta junto a la mar. Y asentó su campo junto al río de Andalién y el de Bibio en un compás de llano que allí están. Hay del un río al otro media legua. Tenía el campo donde estaba sitiado de una parte una pequeña laguna de agua dulce, todo lo restante era llano.

Estuvimos allí día y medio. Y en este tiempo la segunda noche, ya rendido el primer cuarto, vinieron por la sierra que vecina allí estaba por encima de una loma que tenía tres leguas de largo y es de grandes quebradas, que de ella proceden espesos y grandes árboles. Este es el camino y parte por donde ellos más se atreven a andar con gente de guerra, porque en general en todos ellos, cuando vienen a dar en españoles, asitian semejantes partes para tener reparo, y lo principal que buscan es tener huida.

Traía esta gente un capitán que se decía Ainavillo, hombre belicoso y guerrero. Bajado este capitán con su gente a lo llano, se pusieron en su escuadrón y comenzaron a tañer sus cornetas, porque otros instrumentos no usan y con estas cornetas se entienden. Y marchando hacia nosotros sus picas caladas y los flecheros sobresalientes, fue su acometimiento con tanto ímpetu y alboroto y gran alarido como lo usan. Y como era valle resonaba el eco de las voces más furioso y aún más temeroso. Ya el gobernador los estaba esperando con su gente con el ánimo que en tal tiempo los españoles lo acostumbran. Pelearon tres horas, que jamás pudieron romper a los indios. Eran tan recios los palos y tan espesos que daban a los caballos en las cabezas, que les hacían empinar y revolver para atrás.

Viendo el gobernador que no les podía entrar por valerosamente que peleaban y que los peones tenían trabajo en resistirlos, se apearon más españoles y entraron con toda furia sin ser resistidos de los indios. Y pelearon dentro del escuadrón con los demás, con tanto ánimo como para aquel tiempo era menester, y mataban y herían y no se rendían ni se desbarataban de los indios, antes ganaban tierra, porque era oscuro, y así caían muertos los indios. Estaba tan espeso el escuadrón que como los españoles estaban juntos, todos los indios que mataban caían unos encima de otros, y aquel compás no daba lugar a que ellos se desbaratasen. Y los arcabuceros que no les hacían poco daño. E viéndose los indios vencidos, tomaron la huida y la sierra que estaba cerca, y, por tanto, fue el alcance corto, pero con todo esto quedaron muertos más de trescientos en el llano, que era admiración verlos. Hirieron los indios sesenta caballos y más de cien caballeros españoles de flechas y botes de lanzas.

Y luego otro día se entendió en curar caballos y caballeros y dar a nuestro señor inmensas gracias, por las mercedes que les había hecho en haberles dado victoria a tan pocos y peregrinos españoles, en tierra donde tanto número de bárbaros hay, y gente tan bestial que no dan la vida a su adverso, ni le toman a rehenes, ni por servir. Y, por tanto, conviene al español que no ha usado la guerra, que pelee con grandísimo ánimo y venda bien su vida, para vencer y ganar, juntamente con la vida, honra y fama.