Época:
Inicio: Año 1 A. C.
Fin: Año 1 D.C.

Antecedente:
CRÓNICA DE LOS REINOS DE CHILE



Comentario

Capítulo CXXI


Que trata de cómo llegado el general Francisco de Villagran a la ciudad de Santiago con toda la gente y de lo que allí hizo

Llegado el general Francisco de Villagran a la ciudad de Santiago con la gente de la Concepción, que eran ciento y cincuenta hombres y más de cincuenta mujeres, entendió con el Cabildo en cómo lo recibiesen, pues las demás ciudades le habían recebido. El cabildo le respondió que acordarían en ello, y entrados en su acuerdo, acordaron de no le recebir, y la causa de ello fue por haber recebido a Rodrigo de Quiroga, como tengo dicho. Y cuando supieron las nuevas de la muerte del gobernador, sacaron un testamento que el gobernador don Pedro de Valdivia tenía en la caja de Su Majestad, el cual leído y visto por el Cabildo de esta ciudad, hallaron en él que dejaba después de sus días al general Gerónimo de Alderete para que tuviese en justicia la tierra, hasta tanto que Su Majestad proveyese, y en ausencia del general Gerónimo de Alderete, al capitán Francisco de Aguirre. Esto hizo por virtud de una provisión que del presidente Pedro de la Gasca tenía, y que pudiese señalar y dejar después de sus días a una persona.

Y en esta sazón el general Gerónimo de Alderete estaba en España y Francisco de Aguirre estaba en la provincia de Tucumán, el cual había enviado preso a esta tierra a Joan Núñez de Prado, y para ello llevó provisión del gobernador, porque cuando Francisco de Villagran le dejó por teniente del gobernador don Pedro de Valdivia en la ciudad del Barco en la provincia de Tucumán, viendo que estaba en los límites de la gobernación de don Pedro de Valdivia, mudó la ciudad de la provincia de los jurís donde estaba Francisco de Aguirre. Y sabido por algunos amigos suyos en esta ciudad de Santiago la cláusula del testamento, le escribieron cómo el gobernador le había dejado encumbrado en su testamento después de sus días. Cuando estas cartas le escribieron tenían que habían llevado las ciudades de arriba todas y muertos los españoles, y así se lo escribieron.

Vistas las cartas por Francisco de Aguirre y sabido el suceso del gobernador, dejando buen recaudo en aquella ciudad, se partió con sesenta hombres, que es ciento y ochenta leguas de esta ciudad de Santiago, el cual vino al valle del Copiapó porque es la entrada de aquellas provincias por allí. Y de allí vino a la ciudad de la Serena.

Visto y sabido por Francisco de Villagran la venida de Francisco de Aguirre y al efecto que venía, daba priesa al Cabildo que le recibiesen. Y lo mismo escribió Francisco de Aguirre al Cabildo, pues que Gerónimo de Alderete no estaba en la tierra. Y visto por el Cabildo que el uno y el otro pretendían mandar esta gobernación, respondieron que no había lugar. Y esto dijeron a Francisco de Villagran y lo mismo a Francisco de Aguirre.

Tornó a escribir al Cabildo cómo él era venido de la provincia de los juríes a causa de la muerte del gobernador y que en un testamento que había dejado en esta ciudad en la caja de Su Majestad, le dejaba después de sus días en su lugar, hasta en tanto que Su Majestad proveyese otra cosa, o en su lugar, a la Audiencia Real de la ciudad de los Reyes. Vista la carta por el Cabildo le respondieron como de antes.

Y en este tiempo el general Francisco de Villagran, visto que no le recebían en esta ciudad, despachó un navío a la ciudad de Valdivia y a la Imperial con los soldados que en él pudo enviar, que fueron hasta treinta hombres, para darles aviso del suceso y cómo la tierra estaba. Y con este aviso se partió este navío del puerto de Valparaíso, y llegado que fue a la ciudad de Valdivia, dio los despachos que llevaba, por los cuales luego el teniente, que era allí por el general, despachó a la ciudad Imperial, haciendo saber lo que pasaba a Pedro de Villagran. E viendo Pedro de Villagran la necesidad que tenía de socorro, despachó un regidor para que viniese a la ciudad de Santiago, e de la ciudad de Valdivia vino otro regidor. E con ellos se partió el navío e vino a Valparaíso. E vinieron los regidores a la ciudad e dieron sus despachos.

E viendo que le pedían socorro e que él no podía darlo, e que no bastaban los requirimientos de los cabildos de todas las ciudades para que le recibiese el Cabildo de Santiago, y viendo la necesidad que las ciudades de arriba tenían y que él no era parte para sacar la gente para poder hacer aquel socorro que tan necesario era al servicio de Dios y de Su Majestad y bien de este reino, acordó en nombre de Su Majestad, repartir todo[s] los indios que estaban vacos en ciento y cincuenta conquistadores, e para hacer mejor este socorro, requirió al Cabildo de esta ciudad le recibiese, porque convenía al servicio de Su Majestad, y que él quería ir con aquellos ciento y cincuenta hombres a socorrer las ciudades de arriba.

El Cabildo respondió que aquí estaban el licenciado Joan Gutiérrez de Altamirano y el licenciado Pedro de las Peñas, que eran letrados, y que lo que ellos dijesen por su parecer que ellos estarían por ello. Y el general respondió que era contento y que cualquiera persona que ellos señalasen que fuese recibido, que él lo obedecería y estaría por ello.

Y con este acuerdo habló el Cabildo a los letrados para que diesen su parecer, quién tenía más justicia de ser recibido y se debía recebir. Francisco de Villagran e Francisco de Aguirre respondieron que eran contentos y los licenciados respondieron que eran contentos de dar su parecer, con tal condición que habían de estar en el puerto de Valparaíso metidos en un navío y que allí darían el parecer, para que el uno de ellos fuese en el navío a dar cuenta a la Audiencia Real de la ciudad de los Reyes y que el otro saldría con el parecer que diesen.

Visto por el Cabildo la respuesta de los letrados, acordaron que fuese ansí, yendo con el que fuese a dar cuenta uno de los del Cabildo. Y acordado en esto Francisco de Villagran y el Cabildo, le tomaron pleito homenaje que no iría ni vendría contra el parecer que los letrados diesen y él lo juro ansí.

Al letrado que iba a dar cuenta al Audiencia dieron cuatro mil y quinientos pesos y al que saliese con el parecer mil y quinientos pesos. Y así fueron a la mar los dos letrados, y embarcados en el navío y a punto de hacerse a la vela, dieron su parecer, e dado le cerraron, e salió con él Joan Gutiérrez Altamirano y el otro fue a dar cuenta con el regidor que fue Francisco de Riberos. Y luego se hizo el navío a la vela. E venido el parecer a la ciudad y entregado al Cabildo, estando presente Francisco de Villagran, e leído, el parecer que dieron fue que la tierra se estuviese como se estaba sin recebir a ninguno hasta pasados seis meses, y que si dentro de estos seis meses no viniese respuesta de la Audiencia Real, que recibiesen a Francisco de Villagran.

Y ansí visto y declarado lo que en el parecer decían, y viendo Francisco de Villagran el daño que la tierra recebía en no haber cabeza, y que se perdería, y que era servicio de Su Majestad, y que a él le habían de echar la culpa, hizo con el Cabildo que te recibiesen, porque ansí convenía al servicio de Dios y de Su Majestad y a la sustentación de este reino. Y ellos le respondieron que sí recibían, mas que le recebían por fuerza. Y así le recibieron, miércoles, a catorce de septiembre del año de mil y quinientos y cincuenta y cuatro. No vinieron este año navíos a causa de la alteración de Francisco Hernández Girón, y a esta causa los letrados pusieron los seis meses, que era el tiempo que los navíos viniesen a esta gobernación.

Sabido por Francisco de Aguirre el parecer que los letrados habían dado y cómo se había hecho recebir Francisco de Villagran, despachó seis hombres por tierra al Audiencia Real de la ciudad de los Reyes con el treslado del testamento de don Pedro de Valdivia.

Visto el general que los regidores que habían venido de los cabildos de arriba le daban priesa que fuese a socorrer aquellas ciudades, porque las dejaba en gran necesidad, y que los indios habían llegado legua y media de la ciudad Imperial para dar en ellos, e que fue Nuestro Señor servido no dieron, antes se volvieron a sus tierras, acordó de irlas a socorrer. Y para ello sacó de la caja de Su Majestad de la ciudad de Santiago cincuenta mil pesos, aunque algunos se lo tuvieron a mal, no entendiendo el servicio que en ello se hacía a Dios y a Su Majestad y a la sustentación de este reino. Esto hizo el general, teniendo atención que Su Majestad se lo tendría en servicio.