Comentario
Capítulo CXXXVII
Que trata de la salida del gobernador de la ciudad Imperial para la ciudad de Valdivia
Habiendo despachado a don Miguel de Velasco con los treinta hombres a visitar la ciudad de Cañete, se partió el gobernador en fin del mes de enero de dicho año, y fue a la Villarrica, en la cual estuvo cuatro días, y de allí se partió para la ciudad de Valdivia. De aquí despachó un alcalde e un regidor de la Villarrica que con él había venido, con el repartimiento de aquel puerto, señalando los vecinos que había de ser, y a cada uno el cacique que había se servir. Y luego despachó al capitán Joan Bautista de Pastene con catorce hombres fuese al lago de Valdivia que tengo dicho, y que allí hiciese un par de barcas.
Salió el gobernador de esta ciudad, lunes a diez y ocho días del mes de febrero de mil y quinientos e cincuenta e ocho años, con ciento y cincuenta hombres, que fue aquel día a Teuserén, que son cuatro leguas de la ciudad de Valdivia. De aquí despachó a su maestre de campo Joan Remón y al capitán Vasco Juares para que se fuesen a sus casas y se embarcasen en el navío que estaba en Valdivia.
De aquí caminó el gobernador por sus jornadas y llegó al lago donde llegó el gobernador don Pedro de Valdivia. Y de este lago envió al capitán Joan Bautista de Pastene con treinta hombres que fuese a buscar el desaguadero de aquel lago y buscase pasaje. Salido este capitán, llegó a un río hondable de corriente recio, el cual desaguaba del lago. Yendo por el río abajo topó pasaje y recogió algunas canoas. Y luego llegó el gobernador, y dio orden como se pasasen, y en canoas pasó la gente, y los caballos a nado.
Pasado el gobernador este río, caminó tres jornadas de muy grandes montes e ciénagas y malos pasos, que apenas se podía caminar, y al cabo de estos tres días dio en la mar en una bahía muy grande, la cual llegaba hasta la cordillera nevada. Hay en ella veinte y cinco islas, aunque algunos se afirmaban haber más de treinta. Están pobladas.
De aquí envió el gobernador a Julián Gutiérrez Altamirano en ciertas canoas con gente, que fuese a una isla que se parecía grande encima de todas las demás, la cual isla se dice Anquecuy, la cual isla hallaron muy poblada y mucho ganado y maíz y papas, y gran noticia de oro y plata. Y visto esto se volvió el caudillo.
En esta tierra que pasó el gobernador se halló oro de quilates, y tráenlo los indios en la punta de las narices y es una manera de anillos, y las Mujeres lo traen en las orejas por zarcillos. Es la tierra bien poblada y la gente de buen parecer. Y andan vestidos de lana como los que tengo dicho. La lengua difiere un poco. Sus armas son lanzas y hondas y dardos. Solamente difieren en el traje de la cabeza a los demás, que traen una manera de sombrero muy bien hecho de lana tejida y peludo, con un paño como tocado y por encima se ponen una chaquira. Traen unos coralejos pequeños en unos hilos ensartados y desviados uno de otro dos dedos. Estos que acostumbran estos sombreros paréceme que los traen por la mucha agua que llueve.
Es tierra doblada de grandes montes y ciénagas y de buenas florestas. Halláronse sardinas de las que llaman en nuestra España arencadas. Ansí se halló el arte de aquellos corrales con que las toman en Rota, y si se curasen serían tan buenas como las de allá. Túvose grande noticia de la otra parte del lago, y no era tan pequeña.