Época:
Inicio: Año 1 A. C.
Fin: Año 1 D.C.

Antecedente:
HISTORIA DE NUEVO MÉXICO



Comentario

CANTO DIEZ Y NVEVE
Como boluio el autor del castigo de aquellos que degollaron, y como los Indios de Acoma le cogieron en una trampa, y trabajos que padeciò por escapar la vida, y socorro que tuuo, hasta llegar al Real del Gouernador

No se ha visto jamas que la fortuna,

Aya vn punto la rueda assegurado,

Y assi los de su mal segura cumbre,

Por mas bien que se tengan, no es possible,

Dexar de verse todos rebolcados,

Puestos de lodo, tristes, y afligidos,

Cuya gran desbentura siempre nace,

De ser en si inuidiosa sementida,

Improua, melancolica, inconstante,

Dudosa, cautelosa, motiediza,

Frenetica, furiosa, debil, flaca,

Y fuerte, si de vicios se socorre,

Y al fin, si a muchos toca su braueza,

Todos es sufrible, todo es comportable,

Mas si viene a ser solo quien la sufre,

Dios nos libre que aqui ninguno llegue,

Boluiendo pues señor de aquel castigo,

De los pobres soldados que dexamos,

Abiertas las gargantas, ya difuntos,

Auiendonos bien todo sucedido,

Como en fortuna fragil nunca ay gusto,

A quien alegre rato le suceda,

Auiendose passado tanto tiempo,

Que el General y todos los del campo,

No tenian de nosotros nueua alguna,

Pareciome ser bien adelantarme,

A dar cuenta al Gouernador del hecho,

Que assi tuuo por bien de encomendarme,

Pues siendo deste acuerdo todos juntos,

Luego toma el camino trabajoso,

Y llegando à Púarài, pueblo de amigos,

Alli vine a saber por cosa cierta,

De vn niño Castellano que llamauan,

Francisco de las Nieues, como auia,

Salido el General de aquel assiento,

Antes que yo llegase solo vn dia,

Y assi como lo supe sin tardança,

Tras del me fuy marchando cuidadoso,

De darle breue alcançe si pudiesse,

Y apenas alto Rey me fuy llegando,

Y la gran fuerça de Acoma nombrada,

Quando vi que los baruaros estauan,

Segun senti no nada descuidados,

Que esto tienen los pechos cautelosos,

Que siempre dexan rastros y señales,

Con que auisan, despiertan y preuienen,

A los que dellos viuen recatados,

Y assi con el recato que lleuaua,

Eche de ver me estauan aguardando,

Como diestros lebreles agachados,

A la vereda todos desseosos,

De verse ya rebueltos y ocupados,

Con la gustosa pressa bien assidos,

Y por temor que tienen estas gentes,

Con seys tendidas braças no se llegan,

Al hombre de acauallo, temerosos,

Del animal gallardo, porque piensan,

Que alli los ha de hazer cien mil pedazos,

Y aquel que yo lleuaua tengo oy dia,

Que mas bello animal nunca parteron,

Castizas yeguas diestras bien prouadas,

En alentado curso desembuelto,

Por cuia causa todos rezelosos,

Con muestras y señales rebozadas,

El bien venido juntos me mostraron,

Y mas Zutacapan à quien propuse,

Necessidad vrgente que tenia,

De solo bastimento que aprestaua,

La misera flaqueza desabrida,

Con cuia mano luego rebozado,

Mirando me pidio desocupase,

La silla del cauallo, y me daria,

En todo mucho gusto, y esto dixo,

Algo risueño, y nada sossegado,

Y porque del estuue rezeloso,

Por escapar la vida si pudiesse,

Alli le di à entender que mucha priessa,

Era la que lleuaua y no podia,

Parar solo vn momento en aquel puesto,

Y viendo que no pudo demudado,

El braço sacudiendo con enojo,

Me dixo que me fuesse y no aguardase,

Y vista su desgracia, despedime,

Fingiendo el rostro alegre quanto pude,

Y estando ya yo dellos tanto trecho,

Quanto vna gran carrera bien tirada,

A grandes bozes todos me llamaron,

Castilla, muy apriessa pronunciando,

Y aunque les entendi que me llamauan,

Repare mi cauallo, y con el braço,

Hize señal de alli si me pedian,

Que mi camino fuesse prosiguiendo

O que a su puesto luego me acercase,

Y llamandome juntos con las manos,

Sacando fuerças de flaqueza al punto,

Fiado en el cauallo que lleuaua,

Bolui luego las riendas demudado,

Y vna veloz carrera atropellando,

El animal gallardo desembuelto,

Salio con presto curso poderoso,

Y alli los crudos trapos sacudiendo,

Batiendo con braueza el duro suelo,

Haziendose pedazos con las manos,

Brioso y alentado fue parando;

Haziendo vna gran plaça bien tendida,

Por la canalla baruara medrosa,

En cuio puesto lejos desde afuera,

Alli Zutacapan me preguntaua,

Si atras otros Castillas me seguian,

Y que fuesse contando por los dedos,

Que numero venia, y quantos dias,

Tendria de demora su tardança,

Yo con algun temor fingi venian,

Ciento y tres hombres bien aderezados,

Y que solos dos dias tardarian,

En llegar a sus muros lebantados,

Pues como bien me vbiessen entendido,

Mandaronmme que fuesse mi camino,

Y viendo ya que el Sol de todo punto,

Sus claros y hermosos rayos yua,

Descubriendo al Antipoda remoto,

Apresureme todo quanto pude,

Hasta que ya la triste noche obscura,

Apagada la luz al mundo tuuo,

Y por hazer mi causa mas segura,

Vna gran milla quise derrotarme,

A vn lado del camino que lleuaua,

En cuio puesto triste solitario,

El cauallo animoso asssegurando,

Con gruessa y fuerte amarra, solo quise,

Quitarle el pecho, freno, y la testera,

Dexandole pazer a su aluedrio,

Y viendome del sueño ya vencido,

Despues de media noche ya passada,

Tendido en aquel suelo fuy arrimando,

Los quebrantados miembros fatigados,

Al azerado hielmo desabrido,

Y como el alma siempre esta dispierta,

Al tiempo que el terrestre cuerpo duerme,

Della misma despierto y recordado,

Lebantandome fuy despauorido,

Y viendo todo el tiempo en si rebuelto,

Aderezé de presto mi cauallo,

Y apenas los estribos fuy cobrando,

Quando del alto Cielo grandes copos,

De blanca nieue todo me cubrian,

Y assi me fuy saliendo a la vereda,

Y rastro que el Gouernador dexaua,

Y llegando a vna grande palizada,

En forma de barrera bien tendida,

Vi que por medio della mi camino,

Por vn portillo estrecho yua saliendo,

Y assi sin mas acuerdo con descuido,

Por el quise salir sin mas cuidado,

Y assi como al relampago sucede,

Vn repentino rayo arrebatado,

Assi fue gran señor mi triste suerte,

Que apenas fui passando quando a pique,

La tierra que pisaua, y que corria,

Abriendo vna gran boca poderosa,

Senti que me sorbia y me tragaua,

Y viendo que el cauallo entre sus labios,

Sorbido à dentro todo le tenia,

Sin genero de vida atrauesado,

De todo punto muerto, y sin sentido,

Que flaco marinero que perdida,

Siente la pobre naue zozobrada,

Que apriessa y sin vagar se desempacha,

Y al poderoso y brauo mar se arroja,

Tragada ya la muerte sin remedio,

Assi la corta vida ya rendida,

Y la esperança rota, fue saliendo,

Del horrible sepulcro temeroso,

Que Zutacapan hecho me tenia,

Para cogerme viuo si pudiesse,

Y fue la magestad de Dios serbida,

Que por suceder esto entre dos hizes,

Y que gran nieue el Cielo derramaua,

Retirados los baruaros estauan,

Donde alcançar ninguno dellos pudo,

Aquello que en la trampa peligrosa,

A solas y sin ello padezia,

Y temiendo que presto alli viniessen,

Y sin remedio juntos me matasen,

Qual suelen con tormenta y gran borrasca,

Los pobres contrastados y oprimidos,

Alijar con presteza la mas ropa,

Assi determiné de despojarme,

Y escondido al socarre de vna peña,

Alli dexe la cota y escarcela,

El lebantado yelmo, y el adarga,

El arcabuz con frasco, y su frasquillo,

Y solo con la espada, y con la daga,

Quise tomar de presto mi camino,

Y por no ser sacado por el rastro,

Los çapatos boluia sin detenerme,

Poniendo los talones à las puntas,

Con cuia diligencia deslumbrados,

Los baruaros quedaron todo el tiempo,

Que me fue necessario muy al justo,

Para poder librarme de sus manos,

Quatro dias naturales fuy marchando,

Terrible sed y hambre padeciendo,

Rendido de flaqueza, y que perdida,

Tenia la esperança que alentaua,

El misero viuir de aquesta vida,

Que quando aqui se llega, desdichado,

De aquel que assi se ve tan afligido,

Porque no tiene el mundo insulto, ni torpeza,

Delicto, crimen, vicio, ni pecado,

Si Dios no le socorre, que no emprenda,

Y ponga por la obra, si en hazerlo,

Consiste el escaparse, y verse libre,

O vida humana, debil quebradiza,

No creo que con mas maganta hambre,

Al hijo dio la muerte aquella triste,

Que al vientre le boluio en la gran ruina,

De aquella Ciudad santa que perdida,

Quedò por sus pecados assolada,

Qual sucediò por mi en este hecho,

Lleuaua pues vn perro que à mi lado,

Anduuo mucho tiempo, y que velaua,

Quando de noche a caso me dormia,

Y porque ya la hambre me afligia,

De fuerte que la vida me acabaua,

Determiné matarle, v dos heridas,

Le di mortales con que luego el pobre,

De mi se fue apartando vn largo trecho,

Llamele con enojo y oluidado,

Del vergonçoso hecho inadvertido,

Gimiendo mansamente y agachado,

A mi boluio el amigo mal herido,

Lamiendose la sangre que vertia,

Y assi con desconsuelo y lastimado,

Por agradarme en algo si pudiesse,

Lamio tambien mis mano que teñidas,

Me puso de su sangre bien bañadas,

Mirele pues señor y auergonçado,

De auerle assi tratado y ofendido,

Con tan crasa ignorancia que no via,

Que fuego para assarlo me faltaua,

Baje los ojos tristes y boluiendo,

Del hecho arrepentido à acariciarlo,

Muerto quedò à mis pies, con cuio susto,

Dexandolo tendido y desangrado,

Hasse aquel trago amargo, y fui siguiendo,

Al golpe de fortuna que acabaua,

La miserable vida que viuia,

Hasta que por gran suerte fuy llegando,

Al pie de vnos peñascos lebantados,

En cuio assiento y puesto vi que estaua,

Vn apazible estanque de agua fria,

Sobre cuios cristales casi ciego,

Apenas fuy venciendo la gran furia,

De la insaziable sed que me acabaua,

Quando temblando todo estremecido,

El humido licor lance forçado,

Y estando alli algun tanto suspendido,

No libre de temor, y trassudado,

A caso eche de ver que cerca estaua,

Vn poco de maiz que por ventura,

Alguno con descuido auia dexado,

Y a mi Padre san Diego gracias dando,

A quien con veras siempre fuy pidiendo,

Que alli me socorriesse y amparase,

Hincado de rodillas fin, cogiendo,

Dos puños bien escasas, mal cumplidos,

Pues viendome de hecho ya perdido,

Los pies hinchados, torpes, destroncados,

Y que esperança humana no podia,

En tanta desbentura socorrerme,

Con el sustento corto que sembrado,

Estaua por el suelo bien tendido,

Al Real de san Iuan quise boluerme,

Mas de cincuenta leguas muy bien hechas,

De aquel assiento y puesto donde estaua,

Y auiendo entrado ya el silencio triste,

De la obscura noche que cargaua,

Dios que en sus grandes santos resplandeze,

Y socorro por ellos nos embia,

Empeçando a marchar para boluerme,

A mi llegaron tres amigos nobles,

Valientes, esforçados, y animosos,

Y de todos por tales conozidos,

Que acaso y sin pensar alli llegaron,

En busca de cauallos que perdidos,

Andauan codiziosos de hallarlos,

Francisco de Ledesma fue el primero,

Y luego detras del, Miguel Montero,

Iuan Rodriguez el bueno tambien vino,

Y como el toldo obscuro ya tendido,

A todos en tinieblas nos tenia,

Alli me preguntaron que quien era,

Y luego que mi nombre yo les dixe,

Alegres todos juntos dispararon,

Los prestos arcabuzes de contento,

En este mismo instante y coiuntura,

Siguiendome los baruaros llegaron,

Sedientos de acabarme ya la vida,

Y sintiendo la fuerça de los tiros,

Entendiendo que el campo junto estaua,

En aquel mismo puesto temerosos,

Antes dile la tiniebla el Sol rasgase,

Los presurosos passos reboluieron,

Dexandome alli libre y sin peligro,

Alabente los Angeles Dios mio,

Que vn cauallo ensillado y enfrenado,

Sin que ni para que acaso trujo,

Iuan Rodriguez el grato, por pagarme,

Por secreto juizio no entendido,

Aquel grande socorro que le hize,

En otra tal qual esta desbentura,

Quando atrabesado en vn cauallo,

Rendido ya de hambre le trayan,

Esperando su muerte y que acabase,

Secretos son ocultos que nos muestran,

Ser todo por tu sacrosanta mano,

Socorrido, amparado, y remediado,

Truxeron demas desto los amigos,

En muy grande abundancia todo aquello,

Para matar la hambre necessario,

Y sacando del pedernal fogoso,

Viuas centellas luego los pegaron,

A la yesca, y con paja, que encendieron,

Desgajando los tres con mucha priessa,

De los antiguos arboles las ramas,

Vn grande fuego juntos lebantaron,

A cuia lumbre luego fue rendida,

La miserable hambre que lleuaua,

Y contandoles todos mis trabajos,

Otro dia siguiente luego fuimos,

A donde el General con todo el campo,

Estaua de nosotros apartado ,

Dos muy grandes jornadas, y en llegando,

Dandole larga cuenta del sucesso,

En todo alli se dio por bien serbido,

Y pues de mis trabajos he querido,

Daros como a señor estrecha cuenta,

Suplicoos me escucheis tambien aquellos,

Que sufren y padezen mis amigos,

Y pobres camaradas quebrantados,

Por todas estas tierras remontados.