Comentario
Uno de los instrumentos básicos del intelectual medieval era naturalmente la lengua latina, que a la altura del siglo XII seguía siendo la única que ofrecía la posibilidad de codificar cualquier saber humano gracias a la amplitud de su vocabulario y a su sistematizada gramática. Basada en el aprendizaje de manuales de retórica y composición como el "Liber dictaminium et compositium" de Alberico de Cassino (fines del XI), la lengua latina alcanzó durante el siglo XII su maduración medieval, al tiempo que expresaba el carácter supranacional de la Cristiandad.
Respecto a las fuentes, y junto a los Santos Padres -san Agustín en especial- o las Sagradas Escrituras, los autores más utilizados eran los escritores cristianos de segunda fila y los clásicos (Cicerón, Salustio, Séneca, Ovidio, etc.), si bien estos más por su estilo que por su contenido, ya que seguían siendo contemplados con recelo por su paganismo. Durante el siglo XII este fondo clásico se fue sin embargo incrementando progresivamente, gracias a las versiones traducidas al latín desde el árabe de nuevas obras, generalmente científicas o de lógica.
En cuanto a los métodos de estudio, no habían alcanzado naturalmente el grado de desarrollo que caracterizaría a la posterior escolástica. Sin embargo, se daban ya los rudimentos del posterior sistema dialéctico. Se partía, en efecto, de la lectura de un "auctor" cualquiera, procediendo al análisis gramatical, lógico y alegórico del texto (lectio), lo que por lo general daba origen a una discusión (disputa) concluida en una "sententia" con valor doctrinal. Aunque muchas de estas sentencias se habían puesto desde antiguo por escrito, a mediados del XII comenzaron a aparecer también las "quaestiones", colecciones de textos y argumentos centrados en torno a un tema importante, lo que permitió sistematizar aun más el método de estudio.
Finalmente, respecto a las material impartidas, seguían basándose en el viejo esquema de las siete "artes liberales", divididas en el "trivium" o artes sermocionales (gramática, retórica y dialéctica) y el "quadrivium", o artes reales (aritmética, astronomía, música y geometría). A este tipo de enseñanzas, de carácter preferentemente instrumental y características de la formación de los clérigos, se le añadían otras materias en los centro escolares de cierto renombre, como eran la teología, la medicina y el derecho. Obras como las "Sentencias" de Pedro Lombardo (muerto en 1160) para la teología o la "Historia scholastica" de Pedro el Comilón (c. 1164) para la historia sagrada, llegarían a convertirse con el tiempo en verdaderos manuales de base para este tipo de saberes superiores.