Época: Renacimientocultural
Inicio: Año 1150
Fin: Año 1200

Antecedente:
Renacimiento cultural del siglo XII



Comentario

Aunque a mediados del siglo XII se conocía ya en Occidente toda la obra lógica de Aristóteles, la recepción global de su pensamiento tardó todavía algo más de un siglo en realizarse, siguiendo pare ello infinidad de vías tanto geográficas como personales. En ese sentido tuvieron sin duda enorme importancia los comentaristas árabes y judíos del Estagirita.
De todos ellos el más importante fue Averroes (Ibn Rosch) (muerto en 1198), conocido en Occidente como "El Comentarista". En sus obras defendió la filosofía como forma suprema de la verdad, lo que le granjeó su fama de impío entre musulmanes y cristianos. Sin embargo, ni siquiera los más críticos con el pensamiento de Averroes pudieron hurtarse a su influencia -así santo Tomás- y muchas de sus tesis tuvieron especial incidencia en Occidente. Tal fue el caso de las doctrinas sobre la eternidad del mundo y la doble verdad, que están en la base de la grave polémica que sacudió a la universidad parisina con el nombre de averroísmo latino.

Otros autores como Avicena (Ibn Sina) (muerto en 1037) y los judíos Avicebron (Ibn Gabirol) (muerto en 1070) y Maimónides (muerto en 1204) influyeron asimismo en la difusión del pensamiento aristotélico, aunque mezclándolo con ideas de base neoplatónica.

Respecto a las traducciones, en las primeras décadas del XII se añadieron al corpus aristotélico, integrado fundamentalmente hasta entonces por obras de lógica, las de carácter físico o filosófico-natural, culminándose esa tarea a mediados de la centuria con los escritos de metafísica y ética. Hacia 1260 se tradujo por fin la "Política" de Aristóteles.

Entre 1260-1285 Guillermo de Moerbeke, continuando un plan elaborado por Roberto Grosseteste (muerto en 1253) pudo al fin revisar en Roma el conjunto de la producción del filósofo, utilizando ya para ello originales griegos.

Junto a los escritos de Aristóteles, infinidad de obras de diversos autores y de todas las disciplinas comenzaron a aflorar a Occidente de un modo masivo a partir de mediados del siglo XII. Aunque los centros de traducción fueron múltiples, dos vías destacaron fundamentalmente por obvios motivos: Italia y la Península Ibérica. En Italia se tradujeron no sólo obras árabes de medicina y botánica, sino también otras del griego, al calor de los frecuentes contactos comerciales con Constantinopla. Un buen ejemplo lo constituye Burgundio de Pisa (muerto en 1193).

Mas fue la Península Ibérica donde el nivel de traducciones alcanzó sin duda su apogeo. Durante la primera mitad del siglo XII diversos personajes europeos eligieron Barcelona, Tudela y Zaragoza para realizar sus actividades. A partir del pontificado de su obispo Raimundo (1125-1152) y por algo más de un siglo, Toledo concentraría, sin embargo, la mayoría de estas actividades. Aunque sea exagerado hablar, como se ha hecho en ocasiones, de una "Escuela de traductores de Toledo", el funcionamiento de los talleres de copia y trascripción de la ciudad habrían ya alcanzado a mediados del siglo XII un nivel aceptable de profesionalidad. Gracias al relato de su viaje a Toledo del abad Pedro el Venerable entre 1141-1143 podemos formarnos cierta idea de la mecánica de trabajo de estos talleres. Para el caso del Corán, un judío experto en la lengua árabe traducía el original al romance. Posteriormente un clérigo lo vertía a su vez al latín, única lengua de cultura reconocida, y de la que podían realizarse infinidad de copias.

En Toledo trabajaron, entre otros, los hispanos Juan Hispalense, Domingo Gundisalvo y Juan Hispano y los extrapeninsulares Gerardo de Cremona y Miguel Escoto. A lo largo del siglo XIII, y contando ya con el mecenazgo de monarcas como Alfonso X o Sancho IV, se tradujeron gran número de obras científicas. En Murcia se vertieron diversas obras del árabe gracias al patrocinio de su obispo Pedro Gallego. Infinidad de traductores y copistas anónimos trabajaron también en Toledo y otras ciudades españolas en el rescate de las obras aristotélicas.