Comentario
Capítulo séptimo
De los oficiales plateros, o oficiales de plumas
El oficial de cualquier oficio mecánico primero es aprendiz y después es maestro de muchos oficios, y de tantos que de él se puede dezir que él es omnis homo.
El buen oficial mecánico es de estás condiciones: que a él se le entiende bien el oficio, en fabricar e imaginar cualquier obra, la cual haze después con facilidad y sin pesadumbre. Al fin, él es muy apto y diestro para traçar, componer, ordenar, aplicar cada cosa por sí, a propósito. El mal oficial es inconsiderado, engañador, ladrón, y tal que nunca haze obra perfecta.
El oficial de plumas es único, hábil e ingenioso en el oficio. El tal oficial, si es bueno, suele ser imaginativo, diligente, fiel y convertible, y desempachado para juntar y pegar las plumas y ponerlas en concierto, y con ellas, siendo de diversas colores, hermosear la obra; al fin, muy hábil para aplicarlas a su propósito. El que no es tal es falso e de rudo ingenio, boçal y nada vivo para hazer bien su oficio, sino que cuanto se le encomienda todo lo echa a perder.
El platero es conocedor del buen metal y de él haze cualquier obra sutil e artificiosamente. El buen platero tiene buena mano y todo lo que haze lo haze con medida y compás, y sabe apurar bien cualquier metal, y de lo fundido hazer planchuelas o tejuelos de oro o de plata; también sabe hazer moldes de carbón y echar metal en el fuego para fundillo. El mal platero no sabe acendrar la plata; déxala rebuelta con ceniza; astuto para sacar y hurtar algo de la plata o del oro.
El buen herrero es vivo, hábil, de buen juizio y sentido en sus obras, y suele bender con la tajadera, majar o martillar, y usar de fragua y de fuelles y de carbones, y cortar el hierro de presto, como si fuese alguna cera. El mal herrero es mentiroso o burlador, perezoso, descuidado, de pocas fuerças, y haze mal hechas las obras por hazerlas de priesa, y haze la obra falsa, allende de ser prolixo en su oficio.
El lapidario está bien enseñado y examinado en su oficio, buen conocedor de piedras, las cuales para labrarlas quítales la roca, córtalas y las junta o pega con otras sotilmente con el betún para hazer obra de mosaico. El buen lapidario artificiosamente labra e inventa labores, sotilmente esculpiendo y puliendo muy bien las piedras con sus instrumentos que usa en su oficio. El mal lapidario suele ser torpe o bronco; no sabe pulir, sino que echa a perder las piedras, labándolas atolondronadas o desiguales, o quebrándolas o haziéndolas pedaços.