Comentario
Los orígenes de la Universidad de París se remontan al mundo de sus escuelas catedralicias del siglo XII: Notre Dame, Santa Genoveva y San Víctor. Sin embargo, aunque el clima de excelencia intelectual fuera amplio y favorable, institucionalmente hablando no todos los centros ofrecían idénticas posibilidades. La escuela de San Víctor parece extinguirse, desde el punto de vista cultural, con la muerte de sus últimos maestros en las décadas finales del siglo XII y Santa Genoveva, reformada en 1148 por los canónigos regulares, fue perdiendo interés por la enseñanza en favor de la liturgia y la oración. Parece por lo tanto lo más probable que fuera Notre Dame el punto de partida de la futura universidad.
De acuerdo con los cánones del III Concilio de Letrán, las escuelas de París comenzaron a otorgar la "licentia docendi" a toda una serie de maestros que ejercían la docencia y cobraban sus clases en la ciudad. Fueron de hecho los profesores los primeros en asociarse fundando, ya a fines del siglo XII, un "consortium magistrorum parisiensum", germen de la futura universidad. Durante los primeros años del XIII fue creciendo de modo más o menos caótico el número de cátedras de artes y filosofía, situadas casi siempre en la isla de Notre Dame. La creciente y anárquica yuxtaposición de cátedras movieron al rey y a las autoridades eclesiásticas a reformar el sistema escolar. En 1200, Felipe Augusto otorgó los privilegios de la Universidad de París, cuyo centro de enseñanza pasaba a llamarse ya "Studium". Diversos conflictos entre los estudiantes y el preboste de París, representante del rey, habían movido también a la concesión de estos privilegios, permitiendo que la nueva corporación pasase a depender exclusivamente del obispo. La posterior negativa de los maestros a jurar fidelidad al "cancellarius" episcopal se zanjó en 1209 por Inocencio III concediendo mayores privilegios. Se llegó así al fin a los famosos "Estatutos" de 1215, muy pronto conocidos con el nombre del cardenal y legado pontificio nombrado al efecto, Roberto de Courçon.
El permanente rechazo al canciller episcopal motivó, en 1220, la ruptura con gran parte de los artistas. Tras abandonar éstos la isla de Notre Dame, se trasladaron a la cuesta de Santa Genoveva, poniéndose bajo la protección del monasterio del mismo nombre. Durante varias décadas su abad ejerció así como un "alter-ego" del canciller, concediendo incluso la "licentia docendi". En 1227 este movimiento de secesión volvió a repetirse, implicando ahora a teólogos y canonistas, con lo que en adelante la figura del canciller se redujo a papeles protocolarios. Tras nuevos disturbios durante la década de los 30 a consecuencia de la llegada de los mendicantes a la Universidad, Gregorio IX otorgó al fin la bula "Parens Scientarum" (1231), que confirmaba definitivamente la autonomía de la institución. La Universidad de París vivió a partir de entonces su edad de oro. Denominada por los contemporáneos "árbol de la vida del paraíso", "civitas litterarum" y "nueva Atenas", el cronista Jordán no dudó en considerarla incluso el tercer pilar de la Cristiandad, después del Papado y el Imperio. Desde el último tercio del siglo XIII, la institución comenzó a contar incluso con edificios propios. La universidad dejaba de ser una simple corporación de hombres para convertirse también en una "corporación de piedras" (Verger).
Cabeza de las universidades europeas, París formó también o tuvo como maestros a los principales intelectuales de su tiempo, en especial los dedicados a la teología y filosofía. En sus aulas enseñaron, por citar sólo los más destacados, Guillermo de Auvernia (fallecido en 1249), san Buenaventura (muerto en 1274), san Alberto Magno (fallecido en 1280) y santo Tomás de Aquino (muerto en 1274), que ciertamente representan lo mejor del pensamiento plenomedieval. Por lo demás, existe una directa relación -y no sólo para París- entre el medio universitario y la obra teórica de estos autores, pues a menudo sus tratados no fueron sino la plasmación escrita dc sus actividades docentes.