Época:
Inicio: Año 1 A. C.
Fin: Año 1 D.C.
Antecedente:
CRÓNICA MEXICANA
(C) Gonzalo Díaz Migoyo y Germán Vázquez Chamorro
Comentario
Capítulo 96
Trata en este capítulo como binieron mensajeros de los pueblos de Guaquechula y Atzitzihuacan, que les abian destruido sus sementeras de maíz, que estauan flor y otro ya con maçorca, los de Huexoçingo y Atlixco, y co fueron mensajeros a llamamis de gentes de guerra para ir contra ellosFue un prençipal mexicano a esta baxada al rrey Neçahualpilli de Acolhuacan y al rrey de tepanecas, e luego se aprestasen con la mayor presteza del mundo. Dixo el rrey de Aculhuacan luego a la ora lo ponía por la obra con aperçibimiento de muerte y fuen alegres y contentos por ser la guerra a fuego y sangre. Y luego se aperçibieron sus prençipales y capitanes, el uno llamado Çeçepatic, que dize Puro yelo, y otro Macuilmalinal, el Quinto torçido, y Tezcatlpopoca (Espexo humea). Dixo Monteçuma al capitán Atlixcatl y a Tepehua, díxoles: "Paresçe que el señor de Tula Yxtlilcuechahuac, luego benga él en persona con toda su gente". Oydo por, luego bino con toda su gente al mandato del rrey Monteçuma con todas sus gentes. Començó a marchar el campo mexicano. Llegados la parte llaman Tzitzihuacan, dízenle al rrey Yxtlilcuechahuac: "Señor, ¿cómo será de nosotros? Ordená de la manera será". Dixo Yxtlilcuechahuac, rrey de los toltecas de Tula: "Será esta la manera, yré yo con mis gentes primero y les acometeré, y biendo como nos ba, yrán luego los mexicanos y las demás nasçiones". Y así, fuego fue en la delantera y biendo los de Huexoçinço a los de Tula, arróxanles rrosas y perfumadores y comiençan un alarido golpeando sus rrodelas. Benían los de Huexoçingo todos de una debisa, como de leonados, por se conosçer de entre los enemigos. El rrey Yxtlilcuechahuac yba muy pulido, cargado de preçiada plumería, con braçaletes de oro y una diuisa lo alto de la carga de un águila batiendo las alas contra el enemigo, que paresçía biua. [135r] trados en campo tan furiosamente luego començaron a morir los tultecas, tra luego el rrey Yxtlilcuechahuac al campo y como le bieron tan galano, le çercan ynfinitos huexoçingas, le prendieron, y sobre defenderlo sus soldados balientes, murieron muchos allí y muchos lleuaron presos. Bisto esto, los mexicanos apellidan, diziendo: "Mexicanos, ¿ hazemos? Aquí es ello, que no a de quedar uno ni nenguno", y acometen tan balerosamente. Pero fue como quien bía corderos al matadero, que murieron muchos mexicanos y prendieron a los prençipales Çeçepatic y a Tezcatlypucca. traron luego por su orden y de todos ellos la mitad morían y la mitad prendíam los más prençipales dellos. Y los chalcas llamaron a los de los pueblos de Matlatzinco y como los chalcas eran casi unos con otros, los de Huexoçingo, fuerças y ardides y ánimos y todos unos en el pelear, tan rrezio les acometieron que los lleuaron de bençida a los de Huexotzinco, y con esto dan bozes los de Huexoçingo diziendo: "Hermanos mexicanos, basta ya, sobrinos nros, jugado emos con el sol un rrato y con los dioses de batallas. Quede esto concluso, con las boluntades uras". Fueron contentos desto los mexicanos y hazen luego las pazes tre ellos, y luego bía Cuauhnochtli mensajeros a Monteçuma dándole cuenta del susçeso y fenesçimiento de la batalla çebil (xochiyaoyotl), con bençimiento de los de Huexoçingo. Llegado a Tenuchtitlan el mensajero, explicada su baxada a Monteçuma, haze llanto dolorido sobre lo rreferido y muertes de los prençipales mexicanos, haziendo minsión de los demás muertos prençipales de Tlacahuepan y Mactlacuia y Tzitzicuacua, con todos los demás que allá murieron. Llama luego a Çihuacoatl, dízele luego sobre el llanto se haga alegrías, y comiençan luego ençima del tenplo a tocar cornetas y atabales, y manda luego bayan al rresçibimiento de el campo mexicano. Ydos, les toparon la parte llaman Toçitlan, salúdanles, hazen con ellos muchas cariçias dándoles el parabién de su buena benida y el pésame de las muertes de los mexicanos. Con esto, banse derechos a al templo de Huitzilopochtli y hazen oraçión comiendo la tierra con el dedo de la mano de e medio. Ban luego a las casas rreales a hazer rreberençia a Monteçuma. Y asimismo tomó Monteçuma su rrodela la mano y bordón, manera de espadarte. Adelantado el capitán Cuauhnochtli, le esxplica la baxada hizieron y fenesçimiento de la guerra con muerte de los tres prençipales mexicanos y de diez mill soldados de toda suerte de gentes, con muy larga oraçión consolatoria. Acabada la oraçion, Monteçuma con grandes sospiros, lágrimas, les agradesçió el trauajo que abían tomado, pero con gran consuelo de ber acabada la guerra çebil, tan ordinaria, tanto estimauan los mexicanos y a cabo de tantos años. Mandó les diesen onrradamente de comer y bestir a todos los prençipales mexicanos. Otro día mandó luego hazer las tumbas para el onrramiento de las onrras de los prençipales muertos, que llaman tlacochcalli. biaron luego mensajeros a los pueblos de Aculhuacan y Tacuba, biniesen a onrrar las onrras de Yxtlilcuechahuac y Çeçepatic y Tezcatlpopoca, los quales y todos los pueblos binieron los señores con muchas mantas rricas, que eran las mortaxas de los difuntos. [135v] Y así, por lo consiguiente, los pueblos de los enemigos de Huexoçingo, Cholula y Tlaxcala se les hizieron las onrras a sus prençipales muertos, que no fueron tan solamente los mexicanos prençipales muertos sino de toda calidad de los quatro pueblos ya dichos, acabadas las onrras otro día, que no fue cosa más de beer y tanta crueldad como degollar a tantos miserables yndios sacrificados quando quemaron los tres bultos de los tres prençipales mexicanos, sino todas sus rriquezas con ellos y armas. Concluido con esto, dixo Monteçuma a los prençipales mexicanos: "Quiero que sepáis, hermas y prençipales míos, como el pueblo de Teuctepec tiene hecho su templo y están alçados, que están confederados con los de Coatlan, y quiero bayan a dar abiso de esto al rrey Neçahualpilli e Aculhuacan y al de tepanecas y bayan a dar abiso a todos los pueblos comarcanos". Y así, benidos todos, Tlaacateeccatl, Tlacochcalcatl, Acolnahuacatl, Ezhuahuacatl, Ticocyahuacatl, Tocuiltecatl, Tlilancalqui, tendidos por ellos, biaron mensajeros a todas los pueblos suxetos a la corona mexicana, "y con la gente se trujeren de presos de los pueblos çelebraremos el templo nueuo se a acabado de labrar, que es el Coatepetl y Coatcocalli, tenplo de dios nueuo, y para esto bamos agora a esta guerra". Oydos, los baxadores fueron a todos los pueblos comarcanos y al rrey Tlaltecatzin de tepanecas. Oydo la baxada de el rrey Monteçuma, luego se pusieron en camino, a proueer luego con toda presteza se adereçasen de armas y matalotaxe abundante, y lo propio en la çiudad de Tenuchtitlan, los quatro barrios de Moyotlan y Teopan y Cuepopan y Atzacualco. Partido y llegados fueron a los términos y rraya del pueblo, començaron luego a hazer tiendas (xacales) para los prençipales y, hechos, mandan hazer puentes de madera para que pase toda la gente de guerra, no tenga por achaque que se lleuó el rrío a los soldados, sino se lleuen buenas y rrezias puentes para el pasaxe de la otra parte de los enemigos. Otro día comiençan los capitanes de animar y esforçar a los mexicanos y de cada pueblo a su gente, proponiéndoles bitoria y rriquezas, esclauos, olbidados de todo el bien que dexaron en sus tierras, padres, madres, mugeres, hijos, hermanos, deudos, parientes, poniéndoles delante la muerte conosçida de sus enemigos. Escoxidos y tremetidos los balerosos soldados re los mançebos y los que an de lleuar la delantera, cuachic y otomis. Tentado el bado, dixeron era por demás pasar con las puentes si luego no se hazían balsas de madera y así, luego, hechas muchas balsas, pasó toda la gente y matalotaxe. Llegados a bista de los enemigos, estauan muy a la mira con sus armas y rrodelas fuertes hechas de xuncos y otates, y todos los más de ellos armados y con fuertes cueros de tigueres. Bisto los enemigos a los mexicanos, alçan un alarido que rretunbauan los montes. Dado abiso no trasen tan de tropel, sino muy poco a poco y rrodeando a los enemigos, y ellos asimismo animando a los soldados suyos, diziéndoles: "Mirá, hermanos, que no dexemos a bida nengunos mexicanillos, son pocos y mal armados, floxos, que no nos an de durar dos oras". Comiençan de rrodeallos y los que estauan fronteros, biendo los demás mexicanos que abían llegado [136r] todos a un tiempo, dan de súpito con ellos. Tan cruel matança hizieron en ellos, y prendieron ynfinitos, que escaparon sino los hechizeros, se boluieron lagartos y se traron en los rríos hondos. Y con esto, tomaron luego las balsas y puentes y abentáronlos a las corrientes de los rríos, que eran grandes y anchos. Llegados a consejo por mandado de los prençipales mexicanos todos lo señores de todos los pueblos, dixeron: "Señores, por agora será bueno boluamos a nras tierras con esta presa lleuamos, por son menester para la çelebraçión del templo nueuo del ydolo nueuamente puesto". Y se cuentan los cautiuos de cada un pueblo. Contaron los cautiuos de Aculhuacan, fueron çiento y ochenta, y los de tepanecas fueron dozientos, y los de Chalco, quarenta, y los de Tierra Caliente, beinte, y los chinanpanecas, sesenta, y los cuauhtlalpan, serranos, quarenta, y los nauhtecas, chinanpanecas, beinte, y Matalçingo, ochenta, y los mexicanos, çiento y sesenta, que por todos fueron sieteçientos y ochenta. Dixeron los prençipales: "Bayan mensajeros a dar cuenta al rrey Monteçuma como lleuamos esta cantidad de los hijos del dios de la tierra, Tlalteuctli, y hijos del sol y hijos del dios de las aguas; como ban esta cantidad dellos". Llegados a la çiudad de Mexico Tenuchtitlan, explican su baxada, el qual de oyr tales nuebas alegróse mucho la çiudad, en espeçial el rrey Monteçuma. Llegados al pueblo de Tlacochcalco, que agora es Chalco Atengo, fueron a rresçibirlos todos los pueblos que están a la rredonda de la laguna. Llegados a Mexicaçingo, les fueron a rreçibir los biexos mexicanos llamados cuauhhuehuetques según hera antigua costumbre, como arriba se a dho. Llegados a la gran plaça, estauan los perfumadores y rrosas y sahumadores llamados tlenamacaque. Comiençan a tocar de ençima del templo de Huitzilopochtli las cornetas y bozinas de caracoles y atabales. Subidos al templo los miserables cautiuos, rrodeado, rrodean luego la gran piedra y de allí baxan los mexicanos y ban a hazer rreuerençia a Monteçuma y, dádole cuenta del susçeso, se ban a descansar.