Comentario
NAUFRAGIOS
Bajo este título, se encierra el relato de las aventuras que corre Cabeza de Vaca, desde que sale de Sanlúcar de Barrameda, desembarca al sur de la bahía de Tampa y concluye prácticamente en Petetlán, cuando los cuatro supervivientes de la expedición de Narváez encuentran a unos españoles que realizaban una descubierta, y de forma muy poco humanitaria los trasladan a San Miguel de Culiacán, en Sinaloa.
Los Naufragios fueron escritos en España, y son el resumen de casi diez años de unos acontecimientos, que muchas veces nos parecen increíbles. Esto nos hace pensar que Cabeza de Vaca, como natural de la tierra de María Santísima, recurriese al andalucismo, a la exageración. Y no se puede evitar pensar en el Padre Las Casas. Pero, aunque existen algunas fabulaciones para impresionar al lector y exaltar la gesta que se estaba leyendo, lo cierto es que el relato de Cabeza de Vaca impresiona por su exaltado realismo. Es una narración viva, descarnadamente humana, que va dando conocimiento puntual de todos los pueblos indígenas con los que se tropezó, desde los belicosos de la península de Florida hasta los inmersos en la agricultura del Norte de México. Es tan interesante este capítulo sobre el hombre americano, que bien merece que lo comentemos.
Los indígenas norteamericanos
Cuando desembarca Cabeza de Vaca en la península de la Florida carece de experiencia americana. Su único conocimiento son las escalas que la flota va haciendo hasta llegar a su destino. Es decir, bien poca cosa. Posiblemente por eso, por su inexperiencia y desconocimiento del mundo americano, Cabeza de Vaca es tan prolijo, tan minucioso en detallar y querer distinguir y diferenciar la multitud de pueblos indígenas con los que topó. También hay que tener en cuenta que esas descripciones se escriben años después y que la memoria puede jugar alguna mala pasada. Sin embargo, en honor de Cabeza de Vaca, sus Naufragios son un documento inapreciable para la reconstrucción del desaparecido mundo indígena americano. Porque de las antes todopoderosas tribus que él conoció, hoy, en el mejor de los casos, apenas quedan algunas decenas de individuos10.
Cuando Pánfilo de Narváez y sus expedicionarios llegan a Florida se encuentran con una serie de tribus que Pericot engloba en el heterogéneo grupo de pueblos de Florida; son realmente muy diversos y muy mal conocidos, pues aparte los seminolas, que ocupaban la parte norte de la península, los otros son de procedencia diversa. Así, tenemos noticias de los timicuas o timucuanos, que en el siglo XVIII se extinguieron, y que ocupaban la parte norte de la Florida, llegando en la costa este desde el grado 28 hasta el río San Juan, y por la occidental, desde Tampa hasta el río Ocilla; en la parte meridional, y fueron los primeros con que se toparon los españoles, vivían los calusas, de la costa occidental, y los ais, de la oriental, y a la vez relacionados posiblemente con los pueblos antillanos. Todos estos pueblos, tanto los calusas y los ais como los timucuanos, no parece que estuvieran relacionados entre sí, y se caracterizan por su rudeza.
A continuación Narváez y sus compañeros se encontraron con una serie de pueblos que ocupaban desde el sudeste de los Estados Unidos hasta el este del Mississippí y el sur de los cheroquis, llegando por el sur al golfo de México y a la Florida. Su nombre es el de muscogis, aunque los autores americanos los denominan muskhogee, palabra que sin gran fundamento se supone que procede del algonquino, y significa país pantanoso.
Forman el grupo muscogi, entre otros, los seminolas, al norte de la Florida; alabamas, chicasas y chatcas, sobre Montgomery y este del Mississippí; y al sur, sobre el litoral del golfo de México, los extinguidos ocalusas, apaches y amasis.
Físicamente, los muscogis son de talla media alta, cráneo pequeño, redondeado, braquicéfalo. Proceden del norte o del oeste y en época indeterminada pasaron el Mississippí en varias oleadas. Cuando Narváez, en 1528, se puso en contacto con estos pueblos, ya las distintas ramas de los muscogis ocupaban todo el sudeste, y no es posible señalar con certeza movimientos y emigraciones en esta región. El grupo rnuscogi formó una barrera para la expansión hacia el sur de los algonquinos (costa este).
Prácticamente han desaparecido muchas de estas tribus, como los apalaches, los natchez. Los seminolas en 1842 pasaron a las reservas indias, donde se ha practicado mucho mestizaje, sobre todo con negros. En total, se calculan hoy en día, de muscogis, unas cien mil personas, pero como he indicado antes, muy mezclados, sobre todo con negros.
La tragedia, los naufragios, se produjeron a lo largo de las costas de Texas, donde Alvar Núñez y sus tres compañeros de aventuras irán viendo cómo desaparecen sus compañeros; bien tragados por las aguas, o asesinados por los indígenas. Estos indígenas son los tunica, que vivían en las orillas del Mississippí, y los toncavas o carancauas, hacia el oeste. Los tunica o tónicas están extinguidos, y de ahí el interés del relato de Alvar Núñez. Formaban un grupo poderoso, al que pertenecían, entre otros, los atacapas y los washas, que viven todos ellos en el sur de Luisiana. Se puede considerar extinguida la familia tunica.
Otros pueblos prácticamente exterminados son los toncavas y carancauas. Pueden relacionarse ambos pueblos, según el historiador norteamericano Swanton, con los cohauiltecas, que se encontraban en la orilla izquierda del Río Grande, y desde allí hasta una gran parte del nordeste de México. El relato de Alvar Núñez ayuda a la teoría del investigador norteamericano, que relaciona al grupo cohahuilteca con el tunica, y ambos a su vez con el grupo muscogi, lo que supone una gran familia lingüística, que denomina del Golfo. Una cosa que sorprende de la narración de Cabeza de Vaca es que cuando pasan de un pueblo a otro, de lenguas diferentes, nunca se rompe el nexo de comunicación11.
Tras la desaparición de todos sus compañeros, cuando Alvar Núñez, Alonso de Maldonado, Andrés Dorantes y el negro Estebanico emprenden la incierta marcha hacia el Oeste, apenas inician las inmensas llanadas de las mal denominadas praderas, se encuentran con los caddos, que se llamaban a sí mismos hasinai: nuestra propia gente. Se extendían desde el alto Missouri, por los valles del Kansas y del Plahe, hasta el Río Rojo.
Físicamente eran altos (alrededor de 1,70 metros), mesocéfalos, de caras anchas y macizas. Por su origen, algunos los relacionan con los aztecas; otros, por su vinculación lingüística, con los iroqueses. Posteriormente, a mediados del siglo XIX, bajo la presión norteamericana, emigraron hacia el Norte, y hoy el número de caddos es reducidísimo.
Casi a continuación nos encontramos con el grupo de los shoshones, que según Bushman, no eran sino una rama de una gran familia que se extendió hasta el istmo centroamericano, y que ha recibido el nombre de uto-azteca. El extenso territorio shoshon ocupa prácticamente toda la meseta norteamericana, o sea, los actuales Estados de Idaho, Utah y Nevada completos; y parte de los de Montana, Oregón, Wyoming, Colorado, Nuevo México (norte y este), Texas (noroeste), Arizona (norte) y California. Como vemos, vasto territorio caracterizado por la aridez, que es más bien zona de refugio. Alvar Núñez y sus hombres sólo conocieron unos pocos pueblos; primero porque no viajaron por todo el territorio shoshon, y por tanto, por su itinerario, solamente a los comanches, apaches y navajos, que tenían gran movilidad, y que vivían en plena etapa neolítica y eran todavía cazadores y recolectores. El movimiento de los shoshones hacia el sur está perfectamente demostrado. Originarios de la región pacífica septentrional en épocas recientes, que podemos hacer coincidir con la aparición de Alvar Núñez, se dispersaron, a partir de la meseta comprendida entre las Montañas Rocosas y Sierra Nevada, entrando los comanches en la zona de las praderas, mientras otros se dirigían preferentemente hacia California12.
El ánimo de Cabeza de Vaca y sus compañeros de infortunio comenzó a recobrarse cuando, abandonando a los nómadas atapascos (apaches y navajos), se encontraron con los indios pueblos, afincados en la zona meridional de Estados Unidos (Arizona y Nuevo México), y llamados así por la curiosa colocación de sus casas y pueblos, amontonados en lo alto de montes inaccesibles, aunque su disposición muy perfecta contrastaba con las aldeas de chozas de sus vecinos, más o menos móviles. También, por razones alimenticias, comienza en esta zona el cactus, que tanto abundará desde allí hasta Nueva España.
Hay tres zonas ocupadas por los indios pueblos: la oriental, que es la de Río Grande, y que sería recorrida por Alvar Núñez, donde habitan los tanos y los queres. Los primeros viven en Taos, San Juan, Santa Clara, Picuris, San Ildefonso, Tesuque, Pajoaque, Jémez, Isleta y Sándia. Los queres en Cochití, Santo Domingo, San Felipe, Sía, Santa Ana, Laguna y Acoma.
En el nordeste de Arizona se hallan los hopis, que significa pacíficos, y que en la época de Alvar Núñez vivían en dos mesas; la primera con las aldeas Hualpi, Sichumovi y Hano, que fue parcialmente deshabitada a comienzos del siglo XVIII; y la segunda, con los shipaulovi, mishonguovi y shumogovi. No conocieron, pero sí tuvieron noticia de Cibola y sus ciudades habitadas por los zuñis, en la zona limítrofe entre los Estados de Nuevo México y Arizona, junto a un afluente del río Colorado. Las noticias sobre las riquezas de Cibola y las Siete Ciudades darían lugar a que el negro Estebanico encontrara la muerte, asesinado por los indios, cuando acompañaba a fray Marcos de Niza en la busca de estas ciudades míticas. La cartografía de la época, tanto española como extranjera, se hace eco de estas ciudades habitadas por los pueblos. La relación puntual de todos estos pueblos se pudo hacer poco después de 1540, gracias a Pedro de Castañeda, que acompañó a Coronado en su visita a Cibola, el 7 de julio13.
Finalmente se encontraron a las últimas tribus del grupo shoshon, que habitan en México con el nombre de pima-nahua. Todas estas tribus hablan dialectos de una lengua común y forman varios grupos: el primero con el que tropezaron se llamaba pima-sonora; se extienden desde el sur de Arizona, por todo el noroeste de México, por los actuales Estados de Sonora, Chihuahua, Sinaloa, Durango, Jalisco y Zacatecas, y en buena parte formaban la Nueva Galicia, que Nuño de Guzmán estaba empeñado en conquistar, cuando llegaron Alvar Núñez y sus compañeros. Por último, a partir de Sinaloa, y hacia el Sur, ya en territorio hispánico y conquistado por Cortés, a los nahuatl o aztecas, que se extienden por todo el territorio de México Central.