Época:
Inicio: Año 1 A. C.
Fin: Año 1 D.C.

Antecedente:
LA CRONICA DEL PERU



Comentario

La obra, en conjunto


Como ya se ha dicho, al comienzo de este estudio preliminar, la obra de Cieza de León ha estado desconocida en su conjunto durante mucho tiempo, hasta el punto de que lo único que le dio fama con las repetidas ediciones de la misma fue precisamente esta Primera Parte, sospechando muchos estudiosos que el plan que él esboza y dice que va haciendo, o ha terminado, nunca lo acabó. Incluso Prescott, como veremos, creyó que la Segunda Parte, o Señorío de los Incas, no era de él (pues ni lo sospechó), por la confusión que existe entre los anglosajones (y también franceses y alemanes) entre el por y el para, según estudiaremos más adelante.

Por esta razón, aunque dediquemos una especial atención a la Primera Parte, que en la presente edición estudiamos y editamos, es conveniente que veamos cómo fue la obra en conjunto del cronista, para juzgar de su ciclópeo intento, que llevó a cabo con singular diligencia y enorme esfuerzo, casi inconcebible, con una tenacidad y sacrificio -en muy poco tiempo- que a las generaciones actuales deja estupefactas. Trataremos, pues, en este apartado, de la obra total, para que el lector juzgue de lo importante de la empresa literaria y cronística de Cieza, aunque a nuestro intento sólo interese, en esta edición, la Primera Parte, y en el plan editorial de esta colección sólo la Segunda, vulgarmente conocida como Señorío de los Incas, dejando fuera de nuestro proyecto las partes restantes.

Planeó su obra Cieza con un extraordinario rigor lógico. No nos cabe duda que cuando recibe del Presidente Gasca la orden o encargo, ya tenía mucho escrito, quizá como un a modo de memorias o notas tomadas de sus largos años desde Cartagena (por donde entró, según él mismo nos dice varias veces en esta Primera Parte), que constituirán algo así como el prólogo de su gran obra. Quizá -diríamos seguramente? Gasca le encomendó algo así como una crónica (al estilo del tiempo) de lo que había sucedido desde la sublevación de Gonzalo Pizarro, que sería un memorial de los hechos del Presidente, pero redactado por otra persona, lo que permitiría a ésta el prodigar elogios, que el propio protagonista no hubiera considerado discreto decir de sí mismo, si lo hubiera redactado.

Pero Cieza, cuando recibe la comisión -y es ésta una idea que siempre he tenido y expuesto40- se resiste a comenzar una cosa nueva, dejando sus notas y folios ya escritos, como algo independiente, intuyendo con clarividencia que todo estaba íntimamente enlazado, y que el éxito transitorio de Gonzalo sobre Blasco Núñez Vela está vinculado a la contienda anterior, y ésta con el sangriento enfrentamiento de pizarristas y almagristas, desde su primer capítulo en la Batalla de las Salinas, a las puertas de Cuzco... Pero que este enfrentamiento nace de las querellas limítrofes por la disputa de Cuzco, entre los dos grandes capitanes (Pizarro y Almagro), lo cual sucede porque se ha descubierto el Perú y lo ha conquistado. ¿Es el Perú una tierra como las anteriores, del Caribe y Tierra Firme, habitada por indios casi miserables, que ni edificaban ni formaban organizaciones como la de los aztecas, o por el contrario, sí era como éstos? Cieza comprendió que había que decir cómo era la tierra y cómo eran sus pobladores, y las grandes cosas que habían hecho. Y así, en madura pero rápida reflexión, vio que lo que había escrito hasta su entrada al Perú, con la hueste de Belalcázar, en ayuda de Gasca, podría ser la primera parte de la que titularía Crónica del Perú, pues prácticamente ya tenía escrita la que luego llevaría por título Guerra de Quito, a la que habría que añadir algunas noticias, que iba recogiendo sobre la marcha, desde su llegada a Lima, después de Jaquijahuana. Es por esta razón por la que, en el proemio de esta Primera Parte, ya puede anunciar la estructura de toda la obra.

Elaboración y estructura. -Después de las reflexiones hechas de cómo llegó a planear toda la obra, veamos, por lo que él mismo nos dice en su obra, cómo fue concebida y elaborada. Ya en el comienzo esboza lo que va a ser, quizá, como venimos diciendo, porque ya en parte lo tenía escrito.

Digamos, por adelantado, que toda la obra iba a ser titulada Crónica del Perú, por lo cual a la que ahora editamos la llamó Primera Parte, y si en el curso de nuestra colección seguimos con toda la obra de Cieza41, el título que será conservado será el de Crónica. El plan, que los sucesivos descubrimientos de manuscritos han comprobado que se realizó, era el siguiente:



I. Primera parte de la Crónica del Perú. A modo de introducción, puesto que arranca desde las tierras colombianas y los sucesos de ellas, hasta enlazar con Belalcázar y la hueste que el Gobernador de Popayán conduce para auxiliar al Presidente Gasca.

II. Segunda parte. Del señorío de los yngas Yupanquis. Cuyo título es más amplio, como veremos, y que es la lógica introducción histórica, como se indicaba anteriormente, que explique qué fue lo que se conquistó.

III. Tercera Parte. Del descubrimiento Y conquista deste reino del Perú.

IV. Las guerras civiles del Perú. Que en su testamento llama "personales", dividida en cinco libros. Arrancando de las discordias entre conquistadores (almagristas y pizarristas), sin que ello signifique rebeldía contra la Corona, pero que son la semilla del espíritu levantisco y combatiente de las gentes del Perú. Estos cinco libros, de desigual fortuna en su conocimiento por parte de los historiadores, hasta el punto de que aún no han sido publicados todos, son los siguientes:



LIBRO I. La Guerra de las Salinas. Entre almagristas y pizarristas, por la disputa sobre la ciudad del Cuzco, finalizada en la batalla de este nombre, ganada por Hernando Pizarro, y subsecuente muerte de Almagro, ejecutado.

LIBRO II. La Guerra de Chupas. Historia de la rebelión de Almagro el Mozo y su fin en la batalla de este nombre, por obra del Gobernador Vaca de Castro, que en realidad era el fin de la rivalidad entre pizarristas y almagristas.

LIBRO III. La Guerra de Quito, es la narración del transitorio éxito de los sublevados, y la desgracia de Blasco Núñez Vela.

LIBRO IV. La Guerra de Huarina, realmente de la campaña de este nombre, que precede -por obra del Presidente Gasca- al final de las guerras civiles, comprendidas en esta Cuarta Parte.

LIBRO IV. La Guerra de Jaquijahuana, con el aplastamiento de la rebelión42.



Pero el afán de Cieza, que, como veremos, tenía ya en el telar, y casi concluidas las partes integrantes de su obra, no descansaba en tomar notas, en seguir informándose, hasta el momento mismo de salir del Perú, y quizá después, ya en España, y por eso añade aún dos Comentarios, de los que Jiménez de la Espada43 dice no haber sabido nada, pero cuyo contenido se conoce hoy. El primero sobre los hechos que pasaron en el reino del Perú después de fundada la Audiencia hasta que el Presidente -se refiere a Gasca- salió de allí, y el segundo a los acontecimientos subsiguientes, estando ya Gasca en Panamá, hasta la llegada del Virrey Antonio de Mendoza en el año 1551. Es evidente que estos últimos hubo de redactarlos ya en España, puesto que como vimos por sus datos biográficos, había regresado en 1550.

Hoy sabemos que las dudas de Prescott sobre la realización del plan de la obra, suponiendo que el autor de la Crónica del Perú44 había muerto sin realizar parte alguna del magnífico plan que con tanta confianza se trazara, no eran acertadas, pues no sólo Cieza en la Primera Parte, que ahora editamos, afirma en muchos lugares45 que sí ha podido llevarlo a cabo -es decir, escribir la totalidad de la obra? sino que, paulatinamente, han ido apareciendo las diversas partes, editándose por separado.

Si pensamos que Cieza no llega a cumplir los cuarenta años, y que a lo sumo llegó a tener (según pensamos que nació en 1518 o en 1520) treinta y seis, asombra su capacidad de trabajo y su rapidez en redactar. Hubo de robar horas al sueño y al descanso, lo que no es una suposición, pues en la dedicatoria de esta Primera Parte, afirma que ... muchas veces, cuando los otros soldados descansaban, cansaba yo escribiendo, lo que nos lleva a los comienzos de su estancia en Indias, y no sólo a los más sosegados tiempos -pese al trajín de los viajes al Alto Perú- posteriores al triunfo de Gasca, porque habla de soldados, lo que él ya no es -o no se siente como tal- en la época final de su estancia en América.

Tenemos pues, ya, dos aspectos importantes de la obra y manera de escribir de Cieza: el plan y la tenacidad constante en redactar, tomar notas. Veamos otro aspecto muy importante: su estilo. Muchos fueron los "escritores de Indias" que, como Cieza, no dejaron pasar la ocasión de informarse, y de poner lo que sabían en el papel, y lo hicieron de muchos modos, en prosa y en verso, pero la mayoría de las veces sin cuidado estilístico alguno, fabricando empachosos textos, en que la novedad de lo que cuentan hace legibles, pero no la galanura del estilo. Quizá esto explique el éxito de Garcilaso, culto y elegante en su estilo, no rebuscado, pero con esa difícil facilidad de los buenos escritores.

Cieza, medio siglo antes que Cervantes, usa ya un castellano castizo, claro, rotundo, suelto, que no exige una segunda lectura en ningún momento, para ser entendido. A la vez que narrativo, expositivo, va intercalando comentarios y reflexiones, y no pesa nunca su amplitud minuciosa y prolija. Este estilo es hijo de su método y racional ordenación de la materia, ya que al tiempo que narra sucesos, explica el entorno geográfico y cuenta cómo son las gentes, sus costumbres, sus vicios y virtudes, su economía. Planificación y redacción se entremezclan.

Difusión y conocimiento de la obra de Cieza. -Ya hemos insistido suficientemente en que la obra de Cieza quedó desconocida por mucho tiempo, tanto que en su edición de 1853 Enrique de Vedia da por perdida la mayor parte de ella, diciendo:



... Por desgracia para las letras sólo gozamos la parte primera que es la impresa, habiéndose extraviado y perdido cuanto en su continuación escribió Cieza, que no sabemos si llegó a concluir su trabajo...46.



Pero también sabemos que gran parte de la obra se ha salvado, aunque su conocimiento haya sido tardío, salvo el Libro de la Guerra de Huarina y el de Jaquijahuana, aunque las noticias que hoy tenemos permitan abrigar la esperanza de que acabará pronto la incógnita que aún ensombrece el conocimiento total del trabajo de Cieza.

Dejando para un parágrafo exclusivo todo lo relativo a la difusión de la Primera Parte de la Crónica del Perú, que ahora se edita, veamos el destino de los manuscritos (verdadero calvario) y la cronología de la reaparición de los mismos y su progresiva edición. Es gracias a Miguel Maticorena y a quienes le ayudaron en su búsqueda en los archivos hispalenses, que podemos saber el camino que tomaron los originales de Cieza a partir del momento en que muere, "las peripecias de los manuscritos", como Maticorena denomina al periplo de lo que dejara el cronista, partiendo precisamente de la última voluntad de éste47.

Cieza manda que... por quanto yo escreuí un libro, digo tres libros, de las guerras civiles del Perú, todo escrito de mano, guarnecidos en pergamino, que guarda en un escritorio, donde hay otras relaciones y papeles, que se saque por sus albaceas todo lo que hay en dicho escritorio y se dejen en él los tres libros indicados, se pongan dos candados pequeños, y se deposite el escritorio, con acta de escribano, en el monasterio de Las Cuevas de Sevilla, o en el que decidan sus albaceas, y que no se publique los manuscritos hasta quince años después de su muerte, porque su lectura, antes de este tiempo, podría causar daños a las personas de las que se habla en ellos. Si se cumplieron estos requisitos testamentarios no lo sabemos, pero sí que no debieron los albaceas ser muy cumplidores, porque las noticias que tenemos no hacen referencia a que estuvieran custodiados como el testamento mandaba, ni que se hubieran entregado al padre Bartolomé de las Casas, como en el mismo se ordenaba, ya que éste, que sí utilizó la Primera Parte, no hace alusión a manuscrito alguno, ni en su obra hay rastro de que conociera su contenido o existencia.

Fray Pedro Aguado, cuando estuvo en España entre 1575 y 158348, que había utilizado la Primera Parte, que tanto concierne al Nuevo Reino de Granada, que estaba historiando, pudo ver los manuscritos de la Cuarta Parte (Guerras Civiles), pero ya en 1629 León Pinelo da por perdidos los originales. Ya años antes había comenzado el trasiego, pues parece claro que el Consejo de Indias sabía de la existencia de la obra y dónde estaba, porque por Real Cédula de 29 de noviembre de 1563 se ordena al inquisidor de Sevilla, Andrés Gascó, que la entregue (se habla de dos libros) al Consejo de Indias, así como papeles de Gonzalo Fernández de Oviedo. Parece que el Inquisidor hizo oídos sordos, porque en 1566 una nueva Real Cédula49 ordenaba a sus herederos -pues él había muerto- que cumplan la orden so pena de una multa de diez mil maravedís. Quizá el inquisidor los había tenido en depósito, siendo su propietario Rodrigo Cieza, hermano del cronista y cura de Castilleja de la Cuesta (Sevilla), que debió hacer la entrega entre 1566 y 68, al Consejo de Indias. El Consejo los dio a su vez a Alonso de Santa Cruz, cosmógrafo del Consejo y no los devolvió, comenzando Rodrigo Cieza sus reclamaciones, alegando que fue despojado de los manuscritos. Sus gestiones tienen relativo éxito -al menos oficial- porque por Real Cédula de octubre de 1568 se ordena que muerto Alonso de Santa Cruz- se devuelvan a Rodrigo Cieza los manuscritos, pues éste quiere imprimirlos. Nada se debió hacer, porque en años siguientes Rodrigo Cieza continúa insistiendo, y en los documentos que hay sobre el particular se afirma que los manuscritos están en poder de Juan López de Velasco, del Consejo de Indias, procedentes del arca de Santa Cruz, con lo que llegamos a febrero de 1568, en que el cura de Castilleja sigue reclamando, e incluso pide que el alguacil ponga en la cárcel a López de Velasco, hasta que haga la devolución. Que Cieza, hermano y heredero de Pedro, no consiguió su objetivo, parece probarlo el que el original de la Segunda Parte o Señorío de los Incas, conservado en El Escorial, lleva una anotación, en letra de la época, en que se dice que procede "De las relaciones del tiempo de la visita", refiriéndose sin duda a la larga visita o inspección realizada por Ovando al Consejo de Indias entre 1567 y 1570. Pero la prueba definitiva que nos persuade de que no salieron de este Consejo es la utilización sin límites que hace del escrito de Cieza -como veremos en el apartado siguiente- el cronista de Indias, nombrado en mayo de 1596, Antonio de Herrera y Tordesillas.

Y ya no hay más pistas sobre el destino de los manuscritos, aunque, como veremos en el siguiente parágrafo, Herrera se lucró de ellos. Admitido esto, provisionalmente, tenemos pues que el primer descubridor de lo que dejara en su encandado escritorio Cieza, es Herrera, a fines del siglo XVI. Habrían de pasar tres siglos para que se fueran, poco a poco, exhumando los textos del cronista. Fue Obadiah Rich, librero anticuario, el que dio noticia50 de haber visto en Madrid la Segunda y Tercera partes del manuscrito, tomando por esta última a lo que realmente era el Libro Tercero o Guerra de Quito, de la Cuarta Parte. Este libro lo tuvo Ternaux Compans. Desde 1896 pertenece a la Biblioteca Pública de Nueva York. La Segunda Parte o Señorío de los Incas, empieza a revelarse a finales del siglo XIX, por una inconclusa edición de Manuel Toribio González de la Rosa, y por la edición de 1880 de Marcos Jiménez de la Espada. En el estudio preliminar de esta Segunda Parte, que aparecerá en esta misma colección, nos detendremos más en ella.

La Tercera Parte comenzó a conocerse también por obra de don Marcos, en 1897, completándose su conocimiento gracias a las dosis avaramente proporcionadas a la ciencia americanista, sin demasiada prisa, por el cuidadoso investigador peruano Rafael Loredo51.

Ya vimos que respecto a los cinco libros de la Cuarta Parte, y los Comentarios, se duda mucho de que llegaran a ser terminados éstos y los de Huarina y Jaquijahuana. Entra en escena, para dar a conocer La Guerra de Las Salinas y La Guerra de Chupas otro erudito, al que debe mucho la ciencia histórica española, don Feliciano Ramírez de Arellano, Marqués de la Fuensanta del Valle, que en 1877, en la Colección de Documentos inéditos para la Historia de España (tomo LXVIII), publica el primero de ellos. En 1881, en la misma Colección (tomo LXXVI) se editaba el segundo. Sabido es que esta colección documental -que incluye, como vemos no solamente documentos, sino crónicas- fue dirigida también por don José Sancho Rayón.

Para conocer al editor del tercer libro -La guerra de Quito- volvemos al maestro Jiménez de la Espada52, que comenzaba a publicar este libro en una edición extraordinaria por el magnífico Prólogo, en que hace el más profundo estudio y análisis que sobre el cronista se ha realizado, y que sigue siendo guía insustituible para saber de él. Lamentablemente la edición sólo aportaba los primeros 53 capítulos. Otro importante historiador tomarla el relevo, y subsanaría la falta de los restantes capítulos: Manuel Serrano y Sanz. Este erudito, autor de importantes investigaciones americanistas, edita en 1890 la totalidad de La Guerra de Quito, en el tomo XV de la Nueva Biblioteca de Autores Españoles, y dentro de ella el segundo de Historiadores de Indias.

No cabe duda de que si este lento aparecer de la obra completa de Cieza no hubiera ocurrido, es decir, si tras la publicación en 1553 de la Primera Parte, que hoy volvemos a editar, se hubiera continuado por sus herederos o albaceas la serie, la fama que hoy tiene Cieza de "Príncipe de los cronistas del Perú", se hubiera acuñado desde el siglo XVI, y probablemente hubiera servido de modelo a muchos otros, tanto que sin haberse editado, sus manuscritos fueron saqueados. Si hay que buscar una culpa -valga la acusación-, ésta corresponde a los escrúpulos del propio Cieza, que ordenó a sus albaceas que esperaran quince años para dar a luz los escritos que ya tenía concluidos. Nadie puede prever el futuro y aunque su hermano, el cura de Castilleja, insistió ante el Consejo de Indias -con afán de editar los manuscritos, como las Reales Cédulas atestiguan- comenzaría la peregrinación de que hemos hecho mérito.

Plagios y seguidores.-La incierta fortuna de los manuscritos, como hemos visto, desembocaría en la mayor empresa histórica americana del Consejo de Indias, cuando se encargó al Cronista del mismo, Antonio de Herrera y Tordesillas la redacción de la historia del Descubrimiento y conquista de las Indias, que él titularía cuando la redactó, Historia de los hechos de los castellanos en Tierra Firme e Islas del Mar Océano. Don Antonio Ballesteros, en su estudio preliminar a la edición de esta obra por la Real Academia de la Historia53, muestra cómo Herrera hizo llegar a sus manos todos los libros editados, y gran parte inéditos, de que se sabe que entre ellos se contaban los papeles de Fr. Bartolomé de las Casas y muchos de la Real Cámara. Quizá entre éstos se contaron los de Cieza.

Como se sabe, por los documentos relacionados con las reclamaciones de Rodrigo Cieza, y las cédulas despachadas para que Santa Cruz y López de Velasco devolvieran los libros incautados por el Consejo de Indias, en los inventarios posteriores éstos no figuran. Pese a ello, lo cierto es que Antonio de Herrera los conoció, pues se lucra de un modo total de la obra de Cieza, sin citarlo, sin decir que lo que presenta como suyo, en relación con el Perú, no es otra cosa que obra ajena. Lo más que hace (y porque la Primera Parte estaba impresa) es decir Este Pedro de Cieza es el que escribió la historia de las provincias de Quito y Popayán, con mucha puntualidad, aunque (contra lo que se debe esperar de los príncipes), tuvo la poca dicha que otros en el premio de sus trabajos.

Herrera, pues, plagia inconsideradamente a Cieza. El primero en localizar este hecho es Jiménez de la Espada, en el estudio preliminar a La Guerra de Quito54, cuyas palabras es mejor copiar que glosar. Dice así:



Ninguno de los historiadores de Indias, sin embargo, ha llegado donde Antonio de Herrera en esto de apropiarse los trabajos ajenos... el Cronista de Castilla y mayor de Indias, sobre haber incurrido en otras comisiones semejantes55, se atrevió a sepultar en sus Décadas una crónica entera y modelo en su clase, y con ella el nombre de un soldado valiente y pundonoroso, los afanes y desvelos de un soldado honrado y de elevada inteligencia y una reputación de historiador más grande y bien ganada que la suya56.



El plagio de Herrera, suponiendo que no hubiera intentado corregir algo, fue tan descarado y -podemos decirlo- tan indiscriminado que al repetir lo escrito por Cieza llega a reproducir palabras de él, en que se queja de los padecimientos y autoalaba su empresa, por el servicio del rey y el interés de todos, y del esfuerzo de su trabajo. Copiemos, como lo hace Jiménez de la Espada, algunos de estos pasajes, que Herrera reproduce y que no pudo -a poco que hubiera puesto atención- atribuirse a sí mismo en primera persona:



Y verdaderamente yo estoy tan cansado y fatigado del continuo trabajo y vigilias que he tomado, por dar fin a tan grande escritura, que más estaba para darme algún poco de contento y gastar mi tiempo en leer lo que otros han escrito, que no es proseguir cosa tan grande y tan prolija.



En otro lugar vuelve Cieza sobre ello:



Y hago a Dios por testigo de lo que en ello yo trabajo, y cierto, muchas veces determiné de dejar esta escritura, porque ya casi ha quitado todo el ser de mi persona trabajar tanto en ella, y ser por ella de algunos no poco murmurado...



Baste ya de Herrera y pasemos a los seguidores. Estos, naturalmente usan lo que era conocido, o sea la ya impresa Primera Parte. El padre Las Casas, ignorante sin duda del testamento de Cieza, y que nunca tuvo en sus manos los manuscritos que, de no ser publicados, le iban destinados, aprovecha en su Apologética las informaciones de Cieza, así como cosmógrafos posteriores, como Jerónimo de Girava, Santa Cruz y el geógrafo -que tanto se resistió a devolver papeles? López de Velasco.

Como hemos visto, a fines del siglo XVI comienza en España, en el Consejo de Indias, un afán historicista acerca de las Indias, y de lo que en ellas hicieron "los castellanos", cuyo mejor ejemplo es Antonio de Herrera. Es este un modo o moda que dura todo el siglo XVII, con el padre Bernabé Cobo, Antonio Solís y muchos más. Quizá a esto se deba, aparte de sus méritos literarios, el auge y fama de la obra del Inca Garcilaso, creador de la aureola del Incanato. Asombra la memoria de este mestizo ilustre para presentar, con términos exactos de la lengua quechua, la brillante estructura del Tahuantinsuyu o imperio de "Las Cuatro Regiones"; pero no todo el mérito hay que achacárselo a esta memoria y su documentación, sino también a su búsqueda de informes sobre las cosas de su tierra, y Cieza fue una de las fuentes que utiliza, pero más honesto que Herrera, lo cita muchas veces en sus escritos.

No podemos consignar en la lista de sus seguidores a los que editaron sus obras -cuyo mérito ya ha sido hecho en parágrafos anteriores- sino a los que se aprovecharon de ellas como fuente. Entre ellos cuenta el primero, en el siglo XIX, el por tantos motivos benemérito y asombroso investigador57 norteamericano Guillermo Prescott. Este conseguía sus fuentes -disponía de saneada fortuna- por medio de corresponsales, uno de ellos Obadiah Rich, que le proporcionó una copia del Señorío de los Incas, probablemente de la conservada en El Escorial (como veremos en la edición de esta obra de Cieza, en esta misma colección), que por la equivocación, ya indicada anteriormente, del por y el para atribuyó al Presidente del Consejo de Indias, Sarmiento, que fue el mismo que en 1563 había reclamado al inquisidor Gascó un libro de "Zieza". Era la copia para el Presidente. Prescott (1847) usó liberalmente de esta crónica, que como vimos luego editaría Jiménez de la Espada.

Información y documentación.-Si a Cieza se le titula "Príncipe de los cronistas" es precisamente por el caudal de información que brinda en cada una de las cuatro partes de su obra, y por la seguridad de veracidad que respiran sus escritos en cada página. Podemos dividir sus fuentes de información en tres tipos: a) Personales, de su propia observación y experiencia; b) Encuestador o inquiridor, y c) Documentales. Añadamos que sometió a revisión sus originales (no la obligada del permiso de impresión) ante personas que juzgó competentes. En este último extremo sabemos que en septiembre de 1550, en Lima, entregaba a Hernando de Santillán (que también escribió sobre la materia) y a Melchor Bravo de Saravia su manuscrito -que había terminado el 8 de ese mes- para que lo vieran. Lo mismo hizo con lo que tenía escrito de la Tercera y Cuarta Parte.

Uno de los tipos de fuentes, quizá el más importante, es el que hemos calificado de Personal. Especialmente en la Primera Parte, que ahora ve nuevamente luz pública, siempre va por delante su testimonio, no solamente de sucesos -que interesan al historiador-, sino de paisajes (que interesan al geógrafo) y de productos de la tierra, en los reinos vegetal, animal y mineral. Y también cómo son los habitantes, sus costumbres, buenas o malas -a juicio del cronista, con mentalidad del siglo XVI-, como, por ejemplo, el canibalismo o el "pecado nefando", todo lo cual es inapreciable botín informativo para el antropólogo.

Viajeros hay muchos en el curso de la Historia, desde la monja Roswitha a Benjamín de Tudela, que han informado de lo que ven, o narran cosas que les "han contado", generalmente las más maravillosas. La curiosidad de los siglos XV y XVI es ávida de noticias exóticas, y por ello tuvieron tanto éxito las ediciones de las cartas de Pedro Martyr de Anghiera y su Décadas de Orbe Novo, así como las Cartas de Relación de Hernán Cortés, o el Sumario, de Gonzalo Fernández de Oviedo. Como lo había tenido el falsario autor que se enmascaró con el nombre de Sir John de Mandeville (Mandavila, en castellano) con sus fantásticos y apócrifos viajes por todo el mundo. Cieza -lo hemos dicho, y lo han dicho muchos autores fiables- es un hombre honesto, honrado, que escribe para que su Rey -lo repite mucho- sepa lo que sus vasallos han hecho en las Indias, y para que los españoles sepan igualmente cómo son las tierras indianas, que si ricas, para hacerse con ellas hay que sufrir grandes penalidades. Como lo que narra Cieza, a él mismo le parece extraordinario -exótico decimos hoy58- no quiere solamente contarlo o describirlo, sino que, convencido de la confianza que le harían los lectores, en cada caso afirma que lo vio con sus ojos. Y esta frase es la que emplea él mismo, como veremos.

Las frases de Cieza, aseguradoras de que lo que narra o describe lo vio, son frecuentes. Un ejemplo que ha servido mucho a los arqueólogos modernos59, es lo que dice de su curiosidad de ver el ídolo que había en Cacha (él dice Cachan), lugar que hoy se llama Racchi:



Yo pasando por aquella provincia, fui a ver este ídolo, porque los españoles publican y afirman que podría ser algún apóstol, y aún a muchos oí decir que tenía cuentas en las manos, lo cual es burla, si yo no tenía los ojos ciegos60, porque aunque mucho la miré, no pude ver tal ni más de que tenía puestas las manos encima de los cuadriles...61.



En otra ocasión, hablando de los indios payaneses, dice y una cosa noté, porque infinitas veces lo vi con mis propios ojos... o asegura lo cual yo vi cuando íbamos a juntarnos y yo digo lo que vi; o afirma de tal o cual cosa que lo vio en todas las partes de las Indias que yo he andado. En una palabra, Cieza es un testigo de visu, que cuando informa afirma que es experiencia o conocimiento personal.

Este "yoismo" no le abandona, o no lo olvida, en ningún caso, hasta cuando lo que asegura se le ha informado o narrado. Con lo que pasamos al segundo aspecto de su información, el que he llamado encuestador. Este se manifiesta especialmente en la Segunda y Tercera Parte, porque ni él vivió en los tiempos incáicos, a los que dedica su Señorío de los Incas, ni él tomó parte en las expediciones descubridoras y de conquista. Pero incluso en la Primera Parte, en que tiene que dar información de latitudes y situaciones, procura tener información segura, y bien claramente lo dice en el Capítulo V de esta Primera Parte, al hablar de distancias y latitudes, en que al tiempo que afirma yo he estado, dice que para mayor seguridad había consultado con pilotos y navegantes, que son -en la mentalidad pragmática de los conquistadores- los que saben de estas cosas. Del mismo modo -lo cual trataremos más ampliamente en la edición del Señoría- en 1550, en Cuzco, reúne a Cayu. Tupac Yupanqui, descendiente de Huayna Capac, y a otros orejones y capitanes, para conocer del origen de los incas y de la organización del Imperio.

En cuanto al tercer aspecto, documentación, Cieza la obtiene de dos formas, la primera utilizando los papeles que le dio el Presidente Gasca (de cuyo orden en anotarlo todo lo que sucedía, se hace lenguas), y la segunda utilizando su calidad de cronista en las Indias nombrado por el mismo Gasca, y las recomendaciones para que se les abrieran los archivos oficiales. Los corregidores de Potosí, La Plata y Cuzco le facilitaron la consulta de los papeles, así como los notarios de estas poblaciones. No ocultó Cieza la liberalidad o interés de Gasca en facilitarle papeles, y en el Capitulo CCXXXIII de La Guerra de Quito, dice textualmente:



E sepan los que esto leyeren que el licenciado Gasca desde que salió de España hasta que volvió a ella, tuvo una orden maravillosa para que las cosas no fuesen olvidadas, y fue, que todo lo que sucedió de día lo escribía de noche en borradores quel tenía para este fin, y así, por sus días, meses y años contaba con mucha verdad todo lo que pasaba. E como yo supiese él tener tan buena cuenta y tan verdadera en los acaecimientos, procuré de haber sus borradores y dellos sacar un traslado, el cual tengo en mi poder, y por él iremos escribiendo hasta que se de la batalla de Xaquixahuana, desde donde daremos también noticia de la manera con que escribimos lo que más contamos en nuestros libros62.



Aunque no podemos figurarnos dónde pudo leer, o cómo llegaron a su poder libros como la Historia de Fernández de Oviedo, lo cierto es que lo cita -llamándolo Hernández- en el Capítulo LII. Tuvo, pues, Cieza toda la escrupulosidad necesaria a un historiador, pero... con las dificultades en que hubo de desenvolverse en Indias. Suponemos que hubo de hacer retoques en España, pero también, como en toda su vida, con prisa, con apremio, con los pocos años de existencia que le quedaban, como él mismo debía suponer, por la enfermedad que le minaba y que le llevaría a la tumba.

Valor y significado de Cieza como cronista.-Aunque parezca una disquisición bizantina, no lo es la distinción entre cronista e historiador, aunque en ocasiones el que escribe sea a la vez las dos cosas. Recordando lo que era el cargo de cronista y lo sigue siendo63 hasta el presente. Cronista es el que narra lo que va sucediendo (así aún hablamos de los "cronistas de sociedad", a quienes nadie llamaría historiadores), y tal era el cargo que en Castilla existía desde la Edad Media, y cuando las Indias fueron descubiertas y ocupadas, acabó creándose, dentro del Consejo de Indias un cargo similar. Rómulo D. Carbia ha estudiado suficientemente el tema y a él nos remitimos64, aunque este autor yerra al creer que Fernández de Oviedo fue el primer cronista oficial de Indias.

Siguiendo una tradición castellana consagrada, es por lo que Gasca designa a Cieza cronista en las Indias, con la finalidad -y por ello le da sus papeles, de que Cieza hizo traslado, como vimos- de que narre lo que ha sucedido en el Perú, desde que los castellanos entraron en aquella tierra. Cieza, en cierto modo, se extralimitó, introduciendo todo lo relativo al Señorío de los Incas, por el sentido lógico historiográfico de que ya hemos hecho mérito.

Sentados estos conceptos nos encontramos con que Pedro Cieza de León fue simultáneamente cronista (de aquello que había vivido y conocido personalmente), pero también historiador de lo que supo por informaciones, por consultas o por papeles que se le dieron. El se incorpora con Belalcázar a las huestes realistas cuando ya Pedro de la Gasca llevaba tiempo en la tierra peruana. Contaría de allí adelante lo que él vivió -cronísticamente- pero lo anterior históricamente. Y en los dos aspectos fue maestro.

Copiemos lo que la autoridad, todavía indiscutible, de Jiménez de la Espada escribe de esta faceta, la más importante, de la obra de nuestro escritor:



Ejercitó nuestro cronista, ciertamente, sus grandes cualidades de historiador en ésta65 como en la primera parte de su obra; aunque, a decir verdad, en ambas lucen en primer término el tino con que observa e investiga, la animación y propiedad con que describe y la facilidad con que su pluma discurre por donde se te antoja. Mas cuando aquéllos se mostraron con toda su virtud, fue al entrar ya de lleno en el asunto capital de su crónica: los ecos de los conquistadores, y especialmente sus guerras intestinas..., donde para juzgar y discernir lo criminoso de lo heroico, lo justo de lo malo, era preciso ser dueño de una prudencia consumada, una imparcialidad a toda prueba, una intención sanísima, un juicio perspicaz y reposador, y una cabeza y voluntad de hierro.



Leída la magistral opinión de don Marcos, no cabe añadir mucho más. Pero si comparamos a Cieza, por ejemplo, con Miguel de Estete o con Zárate, que cuentan, a veces sin demasiada exactitud, lo que vieron, pero sin valorarlo, como periodistas poco experimentados, y farragosamente, sobresale el juicio de Cieza, que al tiempo que hace la exposición narrativa de sucesos, hace crítica de ellos, afirmando una fe muy castellana en el valor de las instituciones (audiencias, virreinatos, adelantamientos, leyes, etc.) para poner orden en la anarquía de las pasiones desatadas, por la codicia o por la emulación, creada por lo que él llama "guerras personales".



Valor y significado de la obra de Cieza como fuente.-No parece necesario insistir sobre el tema, porque ha quedado suficientemente claro en las líneas que llevamos escritas, pero no sobra que lo digamos. Jiménez de la Espada repite continuamente que de tal o cual suceso o noticia de las Indias, Cieza goza de primacía cronológica absoluta, y esto es totalmente cierto: él es el primero que escribe sobre los sucesos de la Nueva Granada y de los conflictos entre las jurisdicciones de los conquistadores, hasta la trágica muerte de Robledo, y también el primero que describe las gentes y las tierras, desde Cartagena de Indias y Cenú hasta Popayán. Todos los que escriben después se nutren de sus noticias. Así lo han estimado autoridades científicas modernas, como Hermann Trimborn66.

Y si esto es ciertísimo, no nos cabe la menor duda sobre lo relativo a los Incas, ya que, aunque desconocida por siglos su obra sobre el Señorío de los Incas, es también la primera que trata de un modo sistemático y no superficial lo que fue la organización e historia del pueblo rey del Tahuantinsuyu. Lo mismo cabe decir de lo relativo a las Guerras Civiles entre los castellanos y la rebelión provocada por las Leyes Nuevas y el dramático final de los encomenderos y conquistadores sublevados, a las órdenes de Gonzalo Pizarro.

Como cronista es la fuente principal, y Pedro Pizarro, movido por rencores familiares, y los demás, sólo aportan precisiones sobre tal o cual cosa, sin desmentir lo fundamental trazado por Cieza.



Juicios sobre la obra de Cieza.-Podíamos emitir un juicio personal -que ya lo venimos emitiendo- sobre Cieza, verdadero "Príncipe de los cronistas", pero para proporcionar una visión de cómo han ido opinando las grandes autoridades peruanistas de la ciencia histórica repasemos los términos en los que ellas se fueron manifestando. Veamos estos juicios.

Jiménez de la Espada -comencemos por el primero que se dedicó a exhumar la obra de Cieza-, al corregir la suposición de que Cieza no había concluido su obra, afirma:



Su crónica está hecha, el magnífico plan67 realizado, y el reino que conquistó don Francisco Pizarro, cuenta con la historia mejor, más concienzuda y más completa que se ha escrito de las regiones sur americanas68.



Espigando opiniones, vemos que Luis Baudin, en su Imperio socialista de los Incas, opina que la obra de Cieza es una especie de Baedeker (guía turística, con explicaciones científicas) del Perú de su tiempo; el británico Markham.69 lo califica del ... más grande y muy ilustre entre los historiadores del Perú, y del ... más valioso de todos los escritores relativos al Perú. Luis Alberto Sánchez, considera a Cieza el más completo de todos [los cronistas], por la extensión y alcance de su obra y por su estupenda objetividad70.

Aranibar71, el minucioso editor de El Señorío de los Incas, resume su juicio diciendo: Es mérito del organizado espíritu de Cieza haber trazado a mediados del XVI un primer esquema de la historia peruana. Concibió una correcta y balanceada72 crónica general, donde Oviedo o Las Casas hicieron amasijo; y casi elevó a historia lo que antes de él, en manos de Mena, Xerez, Estete o Sancho no pasó de relaciones y noticias. Y es lo más curioso, quizá, que resultara fecundo su programa a pesar de no haber publicado de sus escritos otra cosa ... que la Primera Parte, o crónica del Perú.

Probablemente el juicio más autorizado, por la calidad del que lo hace, sea el del gran historiador peruano Raúl Porras Barrenechea, muchas veces invocado para afirmar la calidad Y valía de la obra de Cieza. Copiemos lo que dice:



Admira como en una época tan convulsa como la de 1548 a 1550, en que estuvo Cieza en el Perú, haya podido escribir obra de tan sólida armazón, documentación tan segura y verídica, y de tanta madurez, sobre la historia e instituciones del Imperio73. No había antes de Cieza sino escasos y dispersos apuntes en los cronistas sobre la historia incaica... El avance realizado por Cieza de esos desordenados y escasos datos a la obra orgánica y definitiva que es el Señorío de los Incas, produce en el terreno histórico el mismo efecto de un brusco salto a la cadena de las especies biológicas. La historia del Incario nace adulta con Cieza.



Cerremos esta lista de juicios, que podríamos aumentar mucho más, con el que sobre la persona del cronista hace Maticorena74, editor de la documentación sobre la estancia de Cieza en Sevilla, como ya vimos:



Estos documentos encajan perfectamente en el contorno vital de Cieza, en una vida corta, oscura y diligente, fecunda y fatigosa, proyectada en una búsqueda interior llena de armonía y equilibrio, pero contenida por una resignación sencilla Y melancólica.