Comentario
Las investigaciones de la última década han permitido reconocer la existencia de prácticas agrícolas con cereales de variedades domésticas a partir del 8000 a.C. Estas prácticas se realizan en unas condiciones climáticas que indican una mejora del clima con respecto a fases anteriores, que cubre el periodo del 8300 hasta el 6000 a.C.; experimentándose un aumento de pluviosidad, dado que si tomamos por ejemplo el valle del Jordán, podemos observar que la pluviosidad establecida estaría cerca de los 350/400 mm/año, ligeramente superiores a los 200 mm/año actuales.
Estas evidencias de las primeras prácticas agrícolas se encuentran enmarcadas en el horizonte definido tradicionalmente, a partir de la estratigrafía del yacimiento de Jericó, como Pre-Pottery-Neolithic A (PPNA), y que cubre una cronología definida por dataciones entre el 8300 y el 7600 a.C.
Las recientes investigaciones indican la existencia de tres microrregiones que presentan signos de transformación del substrato mesolítico (Natufiense-Harifiense) hacia la producción de alimentos. Estas regiones, alejadas geográficamente entre ellas, tienen, no obstante, unas condiciones ecológicas similares definidas por la presencia de importantes recursos acuíferos y una situación aluvial. Estas zonas son: el valle medio del Éufrates, el valle bajo del Jordán y el oasis de Damasco.
Estas tres zonas muestran que las primeras prácticas agrícolas se dan en unas áreas geográficas reducidas, con unas particularidades ecológicas comunes de marcado carácter aluvial y que, en algunos casos, salen de la zona nuclear del Creciente Fértil; más bien se configuran alrededor de un corredor levantino que comprende desde la vertiente meridional inferior del Taurus oriental en el norte hasta la zona del mar Muerto en el sur. En segundo lugar, mientras que en algunos casos el desarrollo agrícola queda ya documentado en especies morfológicamente domésticas, en otros casos, existen unas prácticas agrícolas con variedades morfológicamente no domésticas, es decir, una agricultura predoméstica. Estas prácticas podrían tener sus antecedentes en las últimas fases del Mesolítico.
El análisis exhaustivo del conjunto de estas manifestaciones ha permitido una mayor caracterización del horizonte PPNA distinguiendo tres unidades culturales: el Sultaniense, definido a partir de Jericó y que cubre la zona del Levante sur; el Mureybetiense, en la zona del Levante norte, y el Aswadiense, para el Levante central. Estas diferencias que afectan principalmente a las manifestaciones tecnológicas no impiden reconocer unas características comunes del horizonte. A nivel de asentamientos se observa un descenso en el número de instalaciones con respecto a la ocupación natufiense, pero se constata un considerable aumento de la extensión de los mismos, desapareciendo, al mismo tiempo, las ocupaciones en cuevas y abrigos naturales, así como las pequeñas estaciones de funcionalidad específica (estaciones de caza...). Este cambio en los patrones de asentamientos no es fruto de un descenso demográfico, sino que se interpreta como un cambio del modelo poblacional, que adquiere una mayor estabilización y la consolidación del sedentarismo de la población y un reagrupamiento humano. Aunque el hábitat doméstico continúa en parte la tradición de construcciones circulares, a menudo semiexcavadas y con escaleras de acceso, se dan innovaciones importantes. La tierra, con la generalización del adobe y tapial, se convierte en el material de construcción por excelencia. Su utilización comporta la construcción de verdaderos muros no adosados simplemente, sino construidos al aire libre. Finalmente, en la concepción de la unidad habitacional circular se inicia la subdivisión del espacio hacia una concepción pluricelular, con la presencia de muros rectilíneos y las primeras construcciones rectangulares destinadas al almacenamiento.
Las construcciones de tipo monumental, como la citada torre de Jericó, son también muy significativas y de hecho constituyen los primeros ensayos de trabajos colectivos, mostrando la existencia de una organización comunitaria de las actividades del poblado.
En el campo técnico, hay que mencionar la disminución del microlitismo, la aparición de las primeras puntas de flecha, el aumento también significativo de los elementos de hoz y un afianzamiento de las técnicas de pulido de piedra, apareciendo al final de esta fase las primeras hachas en la zona del Levante norte. La arcilla cocida es utilizada para la fabricación de figurillas femeninas que constituyen la primera aparición de la simbología de la diosa de la fecundidad, que conocerá una gran difusión en el Próximo Oriente y en toda la cuenca mediterránea.