Comentario
Casamiento de Colón y andanzas portuguesas
Habíamos dejado al futuro descubridor reponiéndose en la costa de Lagos, visitando Sagres y empapándose de océano y relatos de gestas marineras que los de la zona conocían tan bien.
Hernando Colón y sobre todo Las Casas lo ponen rápidamente en movimiento camino de Lisboa41 para empezar a cumplir los designios divinos: conocer a mujer adecuada, casarse, actuar como persona ya vecino y cuasi natural de Portugal, que dice Las Casas, y participar en las exploraciones atlánticas de los portugueses. El descubrimiento de América espera al hombre elegido por la Providencia; y para dar cima a tal evento tenía que ingresar en el coto cerrado de los maestros oceánicos, hacerse uno de ellos y navegar a su vera. Así nos cuentan los citados cronistas que pasó y así también repiten muchos historiadores.
Para unos y para otros, el casamiento de Colón con Felipa Moñiz es previo a todo lo demás, entre lo que se cuenta la génesis del descubrimiento de América, el proyecto de atravesar el Océano por la vía de Occidente para llegar a las Indias. Defienden que gracias al rápido matrimonio (según algunos celebrado a finales de 1476) a Colón se le abren las puertas de Portugal; participa más fácilmente con los lusitanos en sus viajes descubridores y de comercio; se adentra en el cogollo marítimo formado entre las Azores, Madera y Canarias; y consigue participar en ese mar cerrado que es Guinea.
Pero esto resulta insuficiente para poder comprender los pasos colombinos. De nuevo, y como ya es habitual, reina la discrepancia a la hora de reconstruir algún momento importante de su vida; y para momentos importantes, estos años son --por fuerza-- trascendentales. Lo que nadie discute es que de Lagos marcha pronto a Lisboa, ciudad cosmopolita, bullanguera, comerciante como pocas de su tiempo. Los que buscan noticias sobre el Océano encuentran en ella de todo: lo último que ha visto tal o cual navegante, o lo ricas que son aquellas tierras, o lo seguro que se va en cualquier navío con los aparatos a la venta en cien tiendas lisboetas, o lo que aseguran las últimas novedades científicas que se pueden comprar. Lisboa no tendrá desperdicio para Colón. Los intercambios comerciales entre el norte de Europa y el Mediterráneo son cada vez más intensos, y por lo general suelen hacerse por mar. Lisboa es escala de esas grandes rutas; y es también almacén de lo que se embarca hacia Guinea y mercado de productos procedentes de África.
En la capital portuguesa coincide Cristóbal con su hermano Bartolomé Colón. Ambos trabajan algún tiempo en una librería y como delineantes de mapas, especialidad en la que los dos hermanos demostraron una gran pericia.
Para otros historiadores, el casamiento colombino es más tardío y debe tener aires interesados. Aconsejan que para comprender esta etapa se relacionen con tres aspectos del máximo interés: las actividades comerciales de don Cristóbal; el preconocimiento y seguridad colombina de encontrar tierras al otro fado del Océano y también la distancia aproximada a la que se encontraban; y su casamiento, fechado por algún autor de este grupo alrededor de 1480. Detallemos algo estos puntos.
1) Lo primero que parece claro es que en Lisboa, con ayuda de amigos y compatriotas42, pone casa y hecha con él compañía comienza a acreditarse y restaurarse. Poner casa exigía recursos económicos, como medio de adquirir prestigio y respetabilidad ante los demás. Para un mercader-navegante como Colón el medio más lógico de lograrlo tuvo que ser el comercio.
Sabemos que por el mes de febrero de 1477 hizo un viaje a Inglaterra y Tulé. A pesar de que algunos historiadores (Vignaud a la cabeza) ponen en duda navegaciones de Colón por esas regiones septentrionales tachándolo de jactancioso cuando no de mentiroso incorregible, la forma de expresar Colón esta experiencia inclina a los más a no dudar de su palabra: Yo navegué el año de cuatrocientos y setenta y siete, en el mes de hebrero, ultra Tile, isla, cien leguas, cuya parte austral dista del equinocial setenta y tres grados, y no sesenta y tres, como algunos dicen, y no está dentro de la línea que incluye el occidente, como dice Ptolomeo, sino mucho más occidental, y a esta isla, que es tan grande como Inglaterra, van los ingleses con mercadería, especialmente los de Bristol, y al tiempo que yo a ella fui, no estaba congelado el mar, aunque había grandísimas mareas, tanto que en algunas partes dos veces al día subían veinte y cinco brazas, y descendía otras tantas en altura43.
Conocemos también que durante 1478 participó en gráficos de azúcar procedentes de Madera, bien como agente comercial, bien como socio comanditario de la Casa Centurione, y acaso también de alguna otra, como di Negro, Spínola, etc.
En una operación comercial con la Casa Centurione, se verá implicado Colón, hasta el punto de que tendrá que comparecer en Génova el 25 de agosto de 1479 para deponer ante notario y aclarar responsabilidades sobre la fallida compra de azúcar. Estos detalles se conocen a través de una declaración notarial conocida como el documento Assereto. El incidente comercial en cuestión finalizó dejando a Colón libre de responsabilidad. Tiene prisa y declara que al día siguiente saldrá para Lisboa. Dice también llamarse Cristóforo Colombo; tener 27 años y ser ciudadano de Génova. Ni qué decir que los críticos del Colón genovés no admiten este testimonio documental por haber aparecido en una hoja suelta en vez de cosido en el libro notarial. Por el contrario, los defensores responderán que otros muchos documentos que nadie discute han aparecido de la misma forma.
Algo empezaba a estar claro tocante a Colón: que entre 1478 y 1483 frecuentaba las rutas oceánicas hasta Guinea. Es casi seguro que las actividades comerciales del futuro descubridor no se redujeran sólo al noble comercio del azúcar, sino también, según fundadas sospechas, al transporte de esclavos guineanos. Para Portugal, este fue uno de los negocios más lucrativos. Y a través de Lisboa se fue desparramando por Europa esta carne de trabajo44.
Sólo habiendo vivido muy de cerca este problema se entenderá el posterior comportamiento colombino en América. Recuérdese el párrafo de una carta del Almirante de 1496, que cita Las Casas todo escandalizado: De acá se pueden, con el nombre de la Santa Trinidad, enviar todos los esclavos que se pudieran vender... de los cuales, si la información que yo tengo es cierta, me dicen que se podrán vender cuatro mil, y que, apoco valer, valdrán veinte cuentos (millones)45. Solución de un mercader al problema de cómo financiar en tiempos bajos la empresa de las Indias. Y en 1496, ciertamente atravesaba un mal momento.
Un gran amigo y colaborador de Colón desde la primera hora, el florentino Juanoto Berardi, era esclavista hasta la médula.
2) Al mismo tiempo que andaba metido en estos afanes (1477-78?) pudo suceder el predescubrimiento de América, o mejor dicho, el conocimiento personal y secreto que alcanza Colón sobre la existencia de tierras al otro lado del Océano. En palabras ambiguas de Colón podía quedar formulado así: Me abrió Nuestro Señor el entendimiento con mano palpable, a que era hacedero navegar de aquí a las Indias, y me abrió la voluntad para la ejecución dello46. Este hecho tan trascendental le hará buscar apoyos, siendo el matrimonio uno de ellos. Pero dejemos este capítulo para ser desarrollado aparte, pues bien lo merece. El avance apuntado aquí sirva tan sólo para no perder perspectiva en lo que toca a casamiento.
3) Cuentan que el bueno de don Cristóbal, mientras residía en Lisboa, acostumbraba cumplir sus deberes de cristiano en un monasterio perteneciente a la orden de Santiago llamado de los Santos; y que las damas --no monjas-- que lo habitaban pertenecían a familias de alta posición social y se titulaban comendadoras. Las mismas autoridades informativas nos aseguran que el futuro descubridor poseía buena disposición y no menos... gentil presencia. La pluma lascasiana, con la naturalidad que hace al caso, termina el lance con aquello de acaeció tener plática y conversación con una comendadora dellas, que se llama Felipa Moñiz, a quien no faltaba nobleza de linaje, la cual hobo finalmente con él de casarse47.
Doña Felipa Moñiz o Muñiz, a la que Las Casas y Hernando añaden como segundo apellido el de Perestrello, de la que dicen que era rica hembra de noble linaje, se nos presenta en la vida colombina con mucha nebulosa a su alrededor, como para no desentonar de su enigmático marido. Algo raro se percibe en torno a esta mujer. ¿Qué es? No se sabe por ahora. Mas, de ser tan noble como dicen, es difícil que se le escapara a Hernando Colón la satisfacción de vocear encumbrados linajes; y no que, cuando tiene que citar al padre de Felipa, lo haga llamándole Pedro Muñiz Perestrello. Mayor desinformación o confusión no cabe, pues ese nombre así de completo y correspondiendo a un distinguido caballero o hidalgo no aparece en los anales portugueses. Existe un Bartolomé Perestrello, pero no Pedro, ni Muñiz. Las Casas tampoco afinó demasiado y habla de Bartolomé Muñiz Perestrello.
Habrá que esperar a Diego Colón, segundo Almirante de las Indias cuyo hijo era joven, para que la cite en sus testamentos como Felipa Moñiz, sin más. Interesa esta cita porque añade el dato de pertenecer al linaje noble de los Muñices. Igualmente Diego Colón informará en 1519 a Las Casas que él nació en la isla de Porto Santo, del archipiélago de Madera. La citada isla pertenecía por merced regia a los Perestrello. Don Bartolomé, el que dicen padre de Felipa Moñiz, había sido nombrado capitán donatario del Porto Santo para él y sus descendientes el año 1446.
Dando por aceptables estos datos --que no todos siguen-- vemos a doña Felipa Moñiz emparentada por ambas ramas (Muñices y Perestrellos) con personas influyentes de la corte portuguesa y con tradición marinera, uno de cuyos nombres --por la vena Moñiz-- sostienen que fue el canónigo lisboeta Fernando Martins, receptor de la correspondencia de Toscanelli que tanta trascendencia tendría para Colón.
Vistas así las cosas puede ser que ahora --alrededor de 1480-- cuando Colón calcule la conveniencia de algún apoyo familiar que le abra las puertas de la corte y también de los documentos oficiales48. Y puede ser también el momento en que como persona ya vecino y cuasi natural de Portugal lleve a cabo viajes interesados a Guinea, sin que se descarte alguno anterior. Ahora tienen sentido pleno las expresiones colombinas de he andado la Guinea; navegando muchas veces desde Lisboa a Guinea consideré diligentemente que el grado corresponde en la tierra a 56 millas y dos tercios; yo estuve en el castillo de San Jorge de la Mina [levantado en 1482] del rey de Portugal49. El Diario de a bordo está salpicado de referencias que delatan un buen conocimiento de la tierra africana. Esta sirve frecuentemente a Colón como punto de comparación ante la novedad indiana50.
La Volta da Mina, adentrándose en pleno Océano y dibujando un gran arco desde el corazón de África hasta Lisboa la hizo en contacto con la avanzada escuela de navegación portuguesa. Vientos y corrientes, las calmas, del océano, los mares revueltos y, sobre todo, los vientos alisios soplando permanentemente del Nordeste también los conoció allí. Y tras este aprendizaje Colón llevó a cabo el viaje de 1492 con pleno éxito y siguiendo la ruta adecuada.