Época:
Inicio: Año 1 A. C.
Fin: Año 1 D.C.

Antecedente:
DIARIO DE A BORDO



Comentario

Ultimas negociaciones colombinas


Entrado el mes de enero de aquel histórico año de 1492 y por iniciativa de la reina doña Isabel, tornóse de nuevo a discutir el proyecto colombino. Y otra vez como antaño la ciencia dijo rotundamente no. Consiguientemente, los reyes despidieron a Colón.

Parecía una comedia preparada, dice Ballesteros. No se había alejado de Granada más que dos leguas cuando Colón, con su orgullo a cuestas y sus pretensiones intactas, era alcanzado en la puente que se dice de Pinos por un alguacil de corte enviado de parte de su Alteza para que le dijese cómo lo mandaba tornar y lo trujese. Los cronistas atribuyen esta repentina orden a la intervención directa de Luis de Santángel ante la Reina. Al parecer, todos los protectores del nauta actuaron conjuntamente no sólo ante doña Isabel sino también ante el Rey Católico que es quien, a partir de estos momentos, lleva la iniciativa.

Estaba claro que no se trataba ya de comisiones o juntas científicas, sino de una decisión personal de los soberanos. Que el riesgo era grande, de acuerdo, mas no era muy costoso, argumentaba Santángel a la Reina, y de correr esa aventura podría derivarse servicio a Dios, a la iglesia, además de acrecentamiento y gloria de sus reinos y Estados. Para más ilustración, ahí estaba el vecino Portugal embarcado en una empresa dudosa al principio y siempre arriesgada que estaba dando ya por estos años espectaculares frutos, y rectificando algunos supuestos científicos. ¿Por qué no podría suceder ahora lo mismo, clamaban los Santángel, Deza, Cabrero, Mendoza, Pérez...? Ese por qué, salido de fieles servidores, hizo a los Reyes Católicos desoír la voz e la ciencia y apoyar a Colón. Y se ganó también al influyente confesor fray Hernando de Talavera.

El converso y acaudalado Luis de Santángel se ofreció a prestar a la Corona, exhausta de fondos, los dos mil quinientos ducados pedidos por el marino extranjero para organizar la armada. Aceptó doña Isabel este ofrecimiento sin que fuera necesario tocar para nada sus joyas86, muchas de las cuales --o acaso todas, nadie lo sabe --habían sido anteriormente hipotecadas para terminar la guerra de Granada.

Para gloria de Aragón (escribe Manzano), fueron en su mayoría personas de este reino las que intervinieron y decidieron en esta hora postrera el descubrimiento del Nuevo Mundo. Y este Nuevo Mundo iba a ser andando el tiempo, por la generosidad y la visión política del rey de Aragón, ganancia exclusiva de los reinos de Castilla. Con orgullo y no menos razón podía decir don Fernando años después: haber sido yo la principal causa que aquellas islas se hayan descubierto87.