Época:
Inicio: Año 1 A. C.
Fin: Año 1 D.C.

Antecedente:
DESCUBRIMIENTO DE LAS REGIONES AUSTRALES



Comentario

INTRODUCCIÓN




Aunque el título de esta obra parece referirse exclusivamente a los viajes del marino portugués Pedro Fernández de Quirós, la realidad es mayor, porque se incluye el primer viaje de Álvaro de Mendaña (1567), antecedente preciso para explicar la presencia de Quirós, en la vuelta hacia las míticas islas de Salomón en 1595; y el viaje hacia las tierras australes, de Quirós en 1605, su pretendido descubrimiento; y el apéndice de Váez de Torres, el lugarteniente abandonado, que sí logra descubrir la cuarta parte, y a través del estrecho de su nombre (estrecho de Torres) demuestra definitivamente la insularidad de Nueva Guinea, que se consideraba parte integrante de un continente desconocido que llegaba hasta el estrecho de Magallanes.

Los tres viajes o exploraciones forman parte de la gran empresa del conocimiento del Pacífico, emprendido por las naves españolas, desde que, en 1520, Magallanes irrumpe en sus aguas. A partir de este momento una serie de navegaciones se emprenderán, aunque, cosa curiosa, el Pacífico Austral quedará al margen, ya que el interés estará centrado en asegurar el eje Molucas-Filipinas y las rutas que se dirigían a él.

Dentro de este contexto debemos incluir, tras la travesía de Hernando de Magallanes, las de Jofre Loaysa-Elcano en 1524. Pero estos dos exploradores, apenas llegados al Pacífico, fallecen, pasando la jefatura a Alonso de Salazar, que llegará finalmente a las Molucas, tras haber tocado en las Carolinas y en las islas de los ladrones. En las Molucas se enfrentan con los portugueses, que consideran dichas islas de su propiedad exclusiva.

En auxilio de estos españoles, que quedaron en las Molucas, saldrá en el año 1528 una expedición desde las costas de Nueva España, al mando de Álvaro de Saavedra. Los refuerzos llegan oportunamente para salvar a los refugiados de Tidore. Pero al fracasar en el intento de volver a las costas de México, terminarán cayendo prisioneros de los portugueses, que los repatriarán finalmente a la Península.

Esta rivalidad armada por las Molucas era resuelta en abril de 1529, al renunciar a ellas Carlos V, mediante una indemnización de 350.000 ducados por parte de Portugal. Esto no quería decir que las Islas de Poniente (las Filipinas) fueran abandonadas, y por esto los virreyes de la Nueva España recibieron instrucciones para asegurar su ocupación.

Hernán Cortés, por su propio impulso, desde 1532, había iniciado el conocimiento de la costa del Pacífico: Diego Hurtado de Mendoza, Grijalba, Becerra exploran desde Acapulco hacia el norte, y el propio Cortés llega a California.

Depuesto Cortés, el primer virrey de México, don Antonio de Mendoza, encargó al malagueño López de Villalobos que saliera al frente de cinco naves rumbo a las Islas de Poniente, en 1542. Tras una gran tempestad, pasó por las Carolinas, Palaos y arribó a Mindanao, donde encontró la oposición portuguesa, haciéndose finalmente fuerte en la isla de Leyte. Tras fracasar nuevamente en la vuelta a Nueva España, Villalobos muere, y, los restos de la expedición regresaban a España en 1549, vía Goa. A Villalobos se debe haber dado nombre a las islas Filipinas, en honor de Felipe II, ya que anteriormente eran conocidas como Islas de Poniente.

El agustino Juan de Urdaneta, superviviente de la expedición de Loaysa-Elcano, había ponderado de tal modo las islas que acababa Villalobos de bautizar como Filipinas, que el nuevo virrey Velasco te ordena la organización de otra nueva expedición para hacer efectiva su ocupación. Da el mando a Miguel López de Legazpi, con la asesoría técnica de Juan de Urdaneta. En noviembre de 1564, la expedición se encamina directamente a las Filipinas, y desembarcan en abril del año siguiente en Cebú, base de una feliz y fácil conquista. En 1565, visto el buen cariz de la posesión de las islas, Urdaneta emprende el hasta entonces imposible viaje de vuelta, la llamada vuelta de Poniente. Sube hasta los 15º latitud norte, aprovechando los vientos N-E, atraviesa el Pacífico hasta llegar a las costas californianas. La importancia del descubrimiento será trascendental, porque se facilita una vía para el regreso a las costas americanas, y no sólo se asegura la regularidad de las comunicaciones Filipinas-Acapulco, sino que tanto Mendaña como Quirós, a la vuelta de sus expediciones, buscarán la ruta de Urdaneta para volver a sus bases de partida en el Perú.

Como hemos visto, los españoles habían sido hasta el presente los grandes navegantes del Pacífico, pero no olvidemos que su presencia en aquellas aguas había sido promovida por la posesión de unas islas, las Molucas, en poder de los portugueses. Y la presencia lusitana era, por tanto, anterior a la española.

Los portugueses, desde los tiempos de Don Enrique el Navegante, a principios del siglo XV, se habían iniciado en la política descubridora; comenzaron por los archipiélagos atlánticos y por las costas africanas, y luego, sobre todo a partir de 1487, cuando Bartolomé Díaz emprendió el viaje que le llevó a doblar el cabo de las Tormentas o de Buena Esperanza, se abrió definitivamente el camino hacia la India.

A partir de ese momento la actividad descubridora lusitana se incrementó al máximo y los logros fueron increíbles: en julio de 1497, Vasco de Gama emprendió el glorioso viaje que le llevó a la India, y en 1502, ya con el título de virrey, inició la acción conquistadora en este país.

La actividad de los lusos no se limitó a esto. En 1507 llegaron a Ceylán; en su marcha hacia el Este, hacia el Pacífico, organizaron una expedición a Malaca, que fue conquistada en 1511. No olvidemos que esta península era la llave de las islas de la Sonda y del Mar de la China.

Después de la caída de Malaca, una flota, mandada por Antonio d'Abreu, fue enviada a conquistar las islas de Sonda, conociéndose las vecinas de Borneo, Célebes y Molucas. Todo ello en 1511. A Cantón llegaban en 1516, y se cuenta que veinticuatro años más tarde, en el puerto chino de Liam-Pon, más de mil casas eran de portugueses. En 1520, los comerciantes portugueses llegaron a Pekín y dos años antes a las islas de Riu-Kiu. A partir de 1542, Japón entraba en la órbita del comercio portugués.

Sin querer restar méritos a la vertiginosidad del avance lusitano, la realidad es que iban sobre un terreno conocido desde la Antigüedad, y que Marco Polo volvió a actualizar en la Edad Media. La importancia de las navegaciones portuguesas estriba sobre todo en dar una efectividad real a unos lugares que hasta entonces se consideraban casi míticos, entre fantasías y realidades.