Época:
Inicio: Año 1 A. C.
Fin: Año 1 D.C.

Antecedente:
LA CONQUISTA DE TENOCTILAN



Comentario

[Cómo llegamos al puerto de Sant Juan, y lo que allí nos sucedió.]


Salidos de aquí nos hizo buen tiempo para ir la costa abajo y llegamos Viernes Santo al puerto de Sant Juan, que así le llaman los españoles.

El marqués sacó la más de su gente en tierra, dejando guarda en los navíos, y en nombre del rey de Castilla, nuestro señor, fundó una villa, a quien puso por nombre la Villa Rica de la Vera Cruz.

Aquí vinieron indios de aquella tierra a le hablar, y nuestro español intérprete no los entendía, porque es la lengua muy diferente de la de donde él había estado; y dábannos los dichos indios algunas cosas [para] que comiésemos, de frutas y pan de maíz, de lo que ellos comen.

El marqués había repartido algunas de las veinte indias que dijimos que le dieron entre ciertos caballeros, y dos de ellas estaban en la compañía do[nde] estaba el que esto escribe; y, pasando ciertos indios, una de ellas les habló, por manera que sabía dos lenguas, y nuestro español intérprete la entendía, y supimos de ella que siendo niña la habían hurtado unos mercaderes y llevádola a vender a aquella tierra donde había criado29. Y así, tornamos a tener intérprete, y con él el marqués hizo llamar ciertos indios de los principales que por allí [a]parecían y les preguntó por el señor o señores de aquella tierra, y le dijeron que toda ella era de un gran señor que se llamaba Muteczuma y que a él servían todos los otros señores de aquella tierra, porque en cada pueblo había señor o gobernador, pero que todos eran vasallos de éste.

Este Muteczuma se servía de sus vasallos en esta manera: que como él y sus antecesores fuesen extranjeros de esta tierra do[nde] él señoreaba y obiesen entrado en ella so especie de religión, y creció mucho su partido, estando metidos en una isla que se hacía donde agora es la ciudad de México y lo de alrededor era agua y acequias hondas, de manera que en algunas partes sembraban en cierta manera30, viéndose con poder para ello hicieron guerra a los naturales de la tierra, y [a] los que se les daban de paz sin querer pelear con ellos tomaban de ellos tributo y parias31, y a los que vencían por fuerza de armas, no queriéndoseles dar la paz, servíanse de ellos como de esclavos, y tenían por suyo todo lo que los tales poseían; y además de servir con sus personas y [con las] de sus hijos y mujeres dende que el sol salía hasta que se ponía en lo que les mandaba[n], si después en su casa les hallaban algo, también se lo tomaban los recibidores de las rentas de los señores; y en esta costa había de éstos algunos pueblos y provincias.

Informado el marqués de esto, procuró de hablar con algunos de los naturales de la tierra que vivían en esta sujeción, los cuales se le quejaron y pidieron los remediase, y él les ofreció que haría por ellos todo su poder y que no consentiría que les hiciesen agravio.

Envió la costa abajo a ciertos navíos ligeros a que viesen la costa y [a] que buscasen algún puerto si había.

Visto esto, los indios que por Muteczuma en aquella parte residían hacíanle mensajeros que iban y venían muy en breve, magüer32 haya sesenta leguas desde el puerto de Sant Juan a la ciudad de México, donde Muteczuma estaba; y él mandó que diesen al marqués cierto presente de oro y plata, y en ello una rueda de oro y otra de plata, cada una tamaña como una rueda de carreta, aunque no muy gruesa, las cuales decían que tenían hechas a semejanza del sol y de la luna. El marqués dio ciertas ropas de su persona y gorras y calzas y collares de cuentas de vidrios de colores para que llevasen a Muteczuma y asimismo dio de lo que tuvo a los mensajeros y a otros señores de los que venían a le ver y hablar.

Aquí hubo noticia de un motín que entre su gente se pensaba haber, e hizo prender a ciertos gentileshombres de su compañía y meterlos en los navíos con buena guarda, e [hizo] irse a un puerto pequeño, que está diez leguas abajo de este, porque era mejor tierra para pueblo de españoles y tenía más cerca buenas aguas y montes. Y el marqués se fue por tierra la costa abajo con la más de su gente, y halló una ciudad en el camino adonde asimismo se le quejaron de [los] agravios que Muteczuma y sus recaudadores les hacían, y él les dijo que a Muteczuma que le tenía por amigo, pero que no por eso consentiría que hiciese agravio alguno a ellos ni a otros que quisiesen ser amigos del dicho marqués. Y, así, envió a rogar a Muteczuma y lo dijo a sus criados que le rogaba que no quisiesen hacer agravio a los naturales de la tierra.

Llegó el marqués al puerto donde había mandado ir los navíos y allí asentó el pueblo de españoles que había hecho en el puerto de Sant Juan, y halló a media y a una legua33 del puerto ciertos pueblos de indios, que asimismo se le quejaron, como los demás, de [los] agravios que recibían de ciertos recaudadores que a la sazón allí eran venidos a les pedir tributos y mandar que hiciesen otras cosas que ellos no solían hacer.

El marqués les dijo lo que otras veces les había dicho, y les certificó que sería su amigo y no les consentiría hacer mal ni daño. Y con este favor ellos acuerdan de dar en los recaudadores y gente que con ellos venía, y ataron muchos de ellos y les dieron de palos. Algunos se huyeron donde el marqués estaba, y como a él no le pesaba de la discordia que entre ellos obiese, solamente los amparó para que no los matasen, pero no del todo se los quitó de poder. Y así hizo soltar algunos de ellos con quien[es] envió recado a Muteczuma, diciéndole que él era llegado en aquella tierra, y que había hallado allí aquella gente suya a quien los de aquellos pueblos habían querido matar y que él los había amparado, y que le decían que, sin ser obligados a dar tributo, se lo pedía, y como recién llegado a la tierra no sabía la razón que cada uno tenía o no; que él le hacía saber lo sucedido. Y así quedaron rebelados contra el servicio del dicho Muteczuma todos aquéllos, y muy amigos del marqués y de los cristianos.

Visto por el marqués que entre los suyos había algunas personas que no le tenían buena voluntad, y que de estos y otros que mostraban voluntad de se tornar a la isla de Cuba, [de] donde habíamos salido, había cierto número, habló con algunos de los que iban por maestros de los navíos34, y a algunos rogó que diesen barrenos a los navíos y a otros que le viniesen a decir que sus navíos estaban mal acondicionados. Y como lo hiciesen así, decíales: "Pues no están para navegar, vengan a la costa y romperlos, porque se excuse el trabajo de sostenerlos". Y así dieron al través con seis o siete navíos, y en uno, que era la capitana en que él había ido a aquella tierra, hizo meter todo el oro que le habían dado y las cosas que en aquella tierra había habido, y enviólo al rey de Castilla, nuestro señor, que entonces era rey de romanos, electo emperador.

Obo personas españolas en su compañía que pusieron en plática y por obra de hurtar un navío pequeño y salir a robar lo que llevaban para el rey. Sabido por el marqués, prendió a algunos e hizo justicia de los más culpados, y a otros perdonó. E hizo decir en su real cómo él quería enviar un navío, que era el mejor de los que allí había, a la isla de Cuba; por tanto, que los que no quisiesen su compañía se podrían ir en él. Y así, vinieron algunas personas a le pedir licencia para se ir, y él se la daba y decía: "porque yo determino de ganar de comer en esta tierra o morir en ella, échense todos los demás navíos al través, demás de los que se habían echado, y los que no quisiesen seguir mi opinión, ahí queda ése en que se vayan". Y así los echó al través; y, después que los otros fueron echados al través, echó también éste, y quedó certificado de quiénes eran los que no querían su compañía.







[Cómo Diego Velázquez, gobernador de Cuba, envió a un Juan de Grijalva, deudo suyo, a descubrir la tierra, y cómo el Diego Velázquez andaba descontento con el marqués.]



Es así que un Diego Velázquez, gobernador que era de la isla de Cuba, a quien el almirante don Diego Colón había enviado a la dicha isla de Cuba por su teniente de gobernador, y el dicho Diego Velázquez con ayuda del marqués del Valle y de otros había conquistado la dicha isla y tenido inteligencia35 en Castilla con los del consejo del rey para que le diesen una cédula del rey, como se la dieron, por donde [se] le mandaba que no acudiese al almirante con la dicha isla y que tuviese la gobernación de ella. Este Diego Velázquez, teniendo la dicha gobernación, se hizo rico, y, habiéndosele muerto su mujer, procuró amistad con don Juan de Fonseca, obispo de Burgos, que a la sazón era presidente en el consejo de Indias, y señaló a algunos de los del consejo del rey pueblos de indios en la dicha isla para los aprovechar36.

El dicho obispo pretendía casarle con una pariente suya y así estaba hablado y concertado; y de esta manera el dicho Diego Velázquez se creía que en el consejo del rey tenía mucho favor.

[Y] como supiese que un Francisco Hernández de Córdova y otro vecino de la villa de la Trinidad, que es en la isla de Cuba, habían enviado un navío que tenían con intención de pasar a unas islas que dicen de los Guanajos a traer gente para sus minas, con una tormenta que les dio aportaron a una parte de la Tierra Firme, y habían descubierto en cierta parte de la costa, que es algo bajo de la isla de Cozumel, tierra poblada, determinó el dicho Diego Velázquez de enviar una armada, y envióla por la vía que aquel navío de los dos vecinos había ido, y en ella por capitán a un su deudo, o que decía que lo era, que se llamaba Juan de Grijalva37.

Y éste fue y desembarcó con su gente donde el otro navío había llegado, y allí peleó con los naturales de la tierra y le mataron un hombre que se decía Juan de Guitalla38 y al capitán dieron con una flecha por la boca, donde le derribaron un diente, y se tornó a embarcar con asaz peligro de su gente, y anduvo por la costa abajo, y viéndola poblada no se atrevió [a] quedar en ella. Y en tanto que este capitán era ido, platicose entre Diego Velázquez y el marqués del Valle, que agora [lo] es [por]que entonces era vecino de la isla de Cuba, de que el dicho marqués fuese en busca del dicho Grijalva, y para esto se comenzó a hacer alguna gente. Y como Diego Velázquez viese que el marqués gastaba largo de su hacienda y hacía más gente de la que a él le parecía que bastaba, recelose y quisiera estorbar la ida al dicho marqués.

El marqués estaba muy bien quisto39 de la gente que había hecho, y el dicho Diego Velázquez no fue bastante para le estorbar la ida.

Y ansí el marqués salió de aquel puerto de la ciudad de Santiago, que es en Cuba, no tan bien [a]bastecido cuanto fuera menester, y se fue por el largo de la isla [a]basteciendo y llegando navíos y gente, como ya hemos dicho. Y Diego Velázquez no decía [en] público que el marqués fuese contra su voluntad, ni el marqués tampoco publicaba que iba [por] enemigo del dicho Diego Velázquez, puesto que el marqués decía a sus amigos: "Ved si será bien que habiendo yo gastado toda mi hacienda, y tanta que con ella pudiera vivir en España, que acuda a Diego Velázquez con la tierra que hallare, y con lo que trabajaremos en buscarla".

Y por esto, Diego Velázquez pretendía ser suya la conquista y demanda que el marqués traía, magüer40 en ella no había gastado mucho; porque el que esto escribe llegó al puerto de Cuba, do[nde] es la ciudad de Santiago, y dije a Diego Velázquez cómo yo le iba a servir, y que quería ir a aquella jornada41 con el marqués del Valle; y él me dijo: "No sé qué intención se lleva Cortés para conmigo, y creo que mala, porque él ha gastado cuanto tiene y queda empeñado, y ha recibido oficiales para su servicio, como si fuera un señor de los de España; pero con todo holgaré que vais42 en su compañía, que no ha más de quince días que salió de este puerto y en breve lo tomaréis, y yo os socorreré a vos y a los que más quisieren ir".

Juntámonos ciertos gentileshombres, y dionos de socorro a cada uno un libramiento de cuarenta ds.43 para que nos lo diesen en ropa en una tienda, que era lo que en ella se vendía del dicho Diego Velázquez. Con decirme a mí que era su sobrino y hacerme muchos ofrecimientos, me dieron en los cuarenta pesos de oro cosas que por diez pesos hubimos yo y otros mis compañeros más cantidad de ellas en otras tiendas; y por esto nos hizo hacer obligaciones, a cada uno de los dichos cuarenta pesos, y se las hicimos y se los pagamos después44.







[Cómo escribimos a S. M. dando cuenta de los negocios de Diego Velázquez.]



Lo dicho en este capítulo es para que se entienda la razón que tuvieron después de enviar armada de españoles contra el dicho marqués y contra sus compañeros. Y sepa quien esto leyere que es así que cuando el navío de que hemos dicho se partió a traer lo que hasta entonces habíamos habido a nuestro rey, nos juntamos todos unánime, y dijimos al dicho marqués del Valle nuestro parecer acerca de lo que temíamos que podría suceder por la confederación y amistad que había entre el obispo de Burgos, presidente de Indias, y Diego Velázquez. Y de acuerdo de todos escribimos a S.M. el emperador y rey, nuestro señor, una carta firmada de todos o los más de los que había en la compañía del marqués, y dada cuenta a S. M. de lo sucedido hasta estonces, le jurábamos y prometíamos que por lo que a su real servicio convenía (y porque creíamos que Diego Velázquez con [el] favor del obispo de Burgos podría ganar o habría ganado alguna provisión de S. M. en perjuicio de su patrimonio real, pidiéndole aquella tierra en gobernación o mercedes en ella, y S. M. se lo concediese, creyendo ser como en alguna otra parte de las Indias, de lo que hasta entonces estaba descubierto),45 que todas las cartas y provisiones de S. M. y [de] su consejo que nos fuesen mostradas las obedeceríamos como mandado de nuestro rey y señor; y [en] cuanto a la ejecución del cumplimiento, suplicamos desde entonces de ello y suplicaríamos hasta ser certificados que S. M. era informado de aquella nuestra relación y de lo que habíamos trabajado y pensábamos trabajar en su servicio; y para que otra cosa en contrario de lo que le escribíamos no se hiciese (que S. M. sin saber de qué hacía mercedes, no las hiciese) estábamos prestos de morir y tener la tierra en su real nombre hasta ver respuesta de esta carta que le escribíamos.

Ido el navío para España, hobo algunas revueltas entre los naturales de la tierra, y no queriendo los de un pueblo que se llama Tiçapancinga dejar de hacer daño a otros, aunque el marqués se lo envió a decir que no lo hiciesen, el marqués fue a los castigar con cierta gente y los castigó, magüer ellos se pusieron en armas. Y dejando en la villa que había poblado la gente que le pareció que bastaba para estar seguros, con toda la demás que tenía se partió la tierra adentro, por do[nde] le decían que era la vía para ir do[nde] Muteczuma estaba (a).

[Cómo el marqués se llegó a Çacotlan, y lo que luego pasó con unos indios emboscados.]



A este tiempo ningún indio de los vasallos de Muteczuma había quedado por no mostrar el camino, y como mejor los naturales de aquella tierra sabían a casi a tiento46 lo iban mostrando. Y después de haber andado el marqués con toda su gente poco más de veinte leguas de despoblado, salido de la tierra de éstos que se habían dado nuestros amigos, las cuales veinte leguas anduvo por cabe47 unos lagos de agua salada como de la mar y por tierra de salitrales, do[nde] el dicho marqués y su gente pasaron alguna necesidad de hambre, aunque más de sed, llegó a un pueblo que se dice Çacotlan. Preguntó al señor de él si era vasallo de Muteczuma, y él le respondió: "¿Pues quién hay que no sea vasallo de ese señor?".

El marqués del Valle hacía poner cruces en todos los lugares donde allegaba, y puestas en éste se partió de él con once de a caballo que en su compañía llevaba y algunos peones, los más sueltos que le parecían, e iba siempre descubriendo el campo. Y subida una cuesta mandó decir al capitán de la gente de pie que caminase apriesa; y el marqués con los de a caballo se adelantó y fue a dar en ciertos indios que estaban por espías, que dicen que serían hasta ocho. Y queriendo tomar alguno de ellos para saber de dó[nde] eran, se defendieron y mataron de dos cuchilladas dos caballos e hirieron a dos españoles, y al fin no pudieron tomar ninguno de los dichos indios a vida.

Allí nos esperó el marqués porque ya era tarde, y llegamos a él puesto el sol, y supimos y vimos lo que he dicho. El marqués hizo poner sus centinelas y dormió allí aquella noche, y otro día levantó su real, y como a cosa de las ocho del día salía a nos tanto número de gente de guerra que me parece que serían más de cien mil, y hay opiniones que eran muchos más de los que digo.

Algunos de ellos nos aguardaron en ciertas quebradas hondas de unos arroyos que atravesaban el camino; y pasándolas con harto trabajo, nos metíamos en medio de ellos. Ayudábannos algo ciertos indios que iban con nosotros de los que se habían dado por amigos en la costa de la mar, de que ya dijimos. El marqués y los de caballo iban siempre en la delantera peleando, y volvía de cuando en cuando a concertar su gente y hacerlos que fuesen juntos y en buen concierto, y así lo iban.

Hubo indios que arremetían con los de caballo a les tomar las lanzas. Y así, peleando, se fue este día a aposentar a una casa de un ídolo que tenía alrededor de sí dos o tres casillas, y allí pusieron los españoles el hato que llevaban, [y] salieron a pelear por la orden que el marqués les mandaba. Estuvimos en este cerro diez y ocho días, y teníase en el pelear esta orden48.