Comentario
CAPÍTULO VI
Contaremos ahora el tiro de cerbatana que dispararon los dos muchachos contra Vucub Caquix, y la destrucción de cada uno de los que se habían ensoberbecido.
Vucub Caquix tenía un gran árbol de nance, cuya fruta era la comida de Vucub Caquix. Éste venía cada día junto al nance y se subía a la cima del árbol. Hunahpú e Ixbalanqué habían visto que ésa era su comida. Y habiéndose puesto en acecho de Vucub Caquix al pie del árbol, escondidos entre las hojas, llegó Vucub Caquix directamente a su comida de nances.
En este momento fue herido por un tira de cerbatana de Hun-Hunahpú, que le dio precisamente en la quijada, y dando gritos se vino derecho a tierra desde lo alto del árbol.
Hun Hunahpú corrió apresuradamente para apoderarse de él, pero Caquis le arrancó el brazo a Hun Hunahpú y tirando de él lo dobló desde la punta hasta el hombro. Así le arrancó [el brazo] Vucub Caquix a Hun Hunahpú. Ciertamente hicieron bien los muchachos no dejándose vencer primero por Vucub Caquix.
Llevando el brazo de Hun Hunahpú se fue Vucub-Caquix para su casa, a donde llegó sosteniéndose la quijada.
-¿Qué os ha sucedido, Señor? -dijo Chimalmat, la mujer de Vucub Caquix.
-¿Qué ha de ser, sino aquellos dos demonios que me tiraron con cerbatana y me desquiciaron la quijada? A causa de ello se me menean los dientes y me duelen mucho. Pero yo he traído [su brazo] para ponerlo sobre el fuego. Allí que se quede colgado y suspendido sobre el fuego, porque de seguro vendrán a buscarlo esos demonios. Así habló Vucub-Caquix mientras colgaba el brazo de Hun-Hunahpú.
Habiendo meditado Hun Hunahpú e Ixbalanqué, se fueron a hablar con un viejo que tenía los cabellos completamente blancos y con una vieja, de verdad muy vieja y humilde, ambos doblados ya como gentes muy ancianas. Llamábase el viejo Zaqui Nim-Ac y la vieja Zaqui Nimá Tziís. Los muchachos les dijeron a la vieja y al viejo:
-Acompañadnos para ir a traer nuestro brazo a casa de Vucub-Caquix. Nosotros iremos detrás. "Éstos que nos acompañan son nuestros nietos; su madre y su padre ya son muertos; por esta razón ellos van a todas partes tras de nosotros, a donde nos dan limosna, pues lo único que nosotros sabemos hacer es sacar el gusano de las muelas." Así les diréis.
De esta manera, Vucub Caquix nos verá como a muchachos y nosotros también estaremos allí para aconsejaros, dijeron los dos jóvenes.
-Está bien -contestaron los viejos.
A continuación se pusieron en camino para el lugar donde se encontraba Vucub Caquix recostado en su trono. Caminaban la vieja y el viejo seguidos de los dos muchachos, que iban jugando tras ellos. Así llegaron al pie de la casa del Señor, quien estaba gritando a causa de las muelas.
Al ver Vucub Caquix al viejo y a la vieja y a los que los acompañaban, les preguntó el Señor
-¿De dónde venís, abuelos?
-Andamos buscando de qué alimentarnos, respetable Señor, contestaron aquéllos.
-¿Y cuál es vuestra comida? ¿No son vuestros hijos éstos que os acompañan?
-¡Oh, no, Señor! Son nuestros nietos; pero les tenemos lástima, y lo que a nosotros nos dan lo compartimos con ellos, Señor, contestaron la vieja y el viejo.
Mientras tanto, se moría el Señor del dolor de muelas y sólo con gran dificultad podía hablar.
-Yo os ruego encarecidamente que tengáis lástima de mí. ¿Qué podéis hacer? ¿Qué es lo que sabéis curar?, les preguntó el Señor. Y los viejos contestaron
-¡Oh Señor, nosotros sólo sacamos el gusano de las muelas, curamos los ojos y ponemos los huesos en su lugar.
-Está muy bien. Curadme los dientes, que verdaderamente me hacen sufrir día y noche, y a causa de ellos y de mis ojos no tengo sosiego y no puedo dormir. Todo esto se debe a que dos demonios me tiraron un bodocazo, y por eso no puedo comer. Así, pues, tened piedad de mí, apretadme los dientes con vuestras manos.
-Muy bien, Señor. Un gusano es el que os hace sufrir. Bastará con sacar esos dientes y poneros otros en su lugar.
-No está bien que me saquéis los dientes, porque sólo así soy Señor y todo mi ornamento son mis dientes y mis ojos.
-Nosotros os pondremos otros en su lugar, hechos de hueso molido. Pero el hueso molido no eran más que granos de maíz blanco.
-Está bien, sacadlos, venid a socorredme, replicó.
Sacáronle entonces los dientes a Vucub Caquix; y en su lugar le pusieron solamente granos de maíz blanco, y estos granos de maíz le brillaban en la boca. Al instante decayeron sus facciones y ya no parecía Señor. Luego acabaron de sacarle los dientes que le brillaban en la boca como perlas. Y por último le curaron los ojos a Vucub Caquix reventándole las niñas de los ojos y acabaron de quitarle todas sus riquezas.
Pero nada sentía ya. Sólo se quedó mirando mientras por consejo de Hunahpú e lxbalanqué acababan de despojarlo de las cosas de que se enorgullecía.
Así murió Vucub Caquix. Luego recuperó su brazo Hunahpú. Y murió también Chimalmat, la mujer de Vucub Caquix.
Así se perdieron las riquezas de Vucub Caquix. El médico se apoderó de todas las esmeraldas y piedras preciosas que habían sido su orgullo aquí en la tierra.
La vieja y el viejo que estas cosas hicieron eran seres maravillosos. Y habiendo recuperado el brazo, volvieron a ponerlo en su lugar y quedó bien otra vez.
Solamente para lograr la muerte de Vucub Caquix quisieron obrar de esta manera, porque les pareció mal que se enorgulleciera.
Y en seguida se marcharon los dos muchachos, habiendo ejecutado así la orden del Corazón del Cielo.