Comentario
Será Eduardo III quien tome la iniciativa y mantenga Flandes como primer escenario del conflicto. En 1339 los flamencos se rebelaron contra el conde Luis de Nevers encabezados por Jacobo van Artewelde, gran burgués de Gante, quien reclamó la presencia del monarca inglés. Este desembarcó en Flandes y se proclamó rey de Inglaterra y Francia. Poco después la flota francesa fue derrotada por los ingleses en L'Ecluse (junio-1340). Sin embargo, falto de recursos y de apoyo diplomático, Eduardo III no pudo explotar este primer triunfo y firmó una tregua en Esplechin.
Tras comprobar que no derrotaría a Francia desde Flandes, el monarca inglés abrió otros frentes. Un problema sucesorio surgido en 1341 en el ducado de Bretaña degeneró rápidamente en guerra civil entre Carlos de Blois, sobrino de Felipe VI, y Juan de Montfort, apoyado por Inglaterra. Eduardo III necesitaba la seguridad del eje económico Canal de la Mancha-Gascuña por lo que la apertura del segundo frente bretón era para el rey de Inglaterra una necesidad lógica. Franceses e ingleses aprovecharon Bretaña como laboratorio militar, internacionalizando el conflicto bretón. Finalmente, en enero de 1343 se acordó la tregua de Malestroit. Sin un vencedor claro, Bretaña quedó dividida, pero Eduardo III logró asegurarla como base militar inglesa.
En 1345 se reabrieron todos los frentes. Eduardo III estrechó su alianza con Jacobo van Artewelde, pero la crisis económica de Flandes desembocó en su asesinato, la retirada inglesa de la zona y la restauración pro-francesa de la mano del conde Luis de Male (1346-1384). Eduardo III llevó entonces la guerra a la propia Francia. En julio de 1346 una pretensión feudal del noble normando Godofredo de Harcourt fue apoyada por el rey inglés, que desembarcó en Normandía con un ejército pequeño y potente formado por poca caballería y muchos arqueros y cuchilleros. Marchando en cabalgada, los ingleses saquearon Caen, amenazando Rouen y la propia París, pero, sin fuerzas suficientes, se replegaron hacia el norte perseguidos por el ejército de Felipe VI.
El esperado gran choque anglo-francés tuvo lugar en Crécy-en-Ponthieu (25-agosto-1346): los arqueros de Eduardo III y su hijo Eduardo de Gales (el Príncipe Negro) destrozaron a la indisciplinada y valerosa caballería francesa apoyada por ballesteros genoveses, inaugurando una nueva época en el arte militar. Explotando su victoria, Eduardo III asedió Calais. Felipe VI inició entonces una diversión estratégica en Escocia de la mano del rey David II Bruce, pero éste fue derrotado por los ingleses en la batalla de Neville's Cross (17-octubre-1346). Poco después Calais se rindió e Inglaterra obtenía una estratégica cabeza de puente en el continente, clave para el futuro de la guerra. Como colofón a sus victorias, y siguiendo el ejemplo de Alfonso XI de Castilla, Eduardo III fundó en 1348 la caballeresca Orden de la Jarretera.
Entre 1346 y 1355 las dificultades económicas y la propagación de la Peste Negra disminuyeron mucho la tensión de la guerra. Sin embargo, Eduardo III culminó sus victorias derrotando a una flota castellana en Winchelsea (1350), respuesta a la inclinación francófila adoptada por Castilla a finales del reinado de Alfonso XI y consolidación de la hegemonía naval inglesa lograda en L'Ecluse (1340). En 1350 murió Felipe VI dejando a Francia derrotada y sumida en una profunda crisis interna.
Político mediocre y exaltado defensor de la caballería, Juan II el Bueno (1350-1364) no era la persona adecuada para resolver la gran crisis militar, política, económica y demográfica que padecía Francia, aunque al principio tomó decisiones prometedoras-reforma del ejército y fundación de la Orden de la Estrella (1351). El conflicto bélico continuó en tono menor. Protagonizada por compañías de mercenarios -routiers- que se vendían al mejor postor, la guerra carecía de grandes estrategias, convirtiéndose en una agotadora depredación y destrucción de los recursos de Francia.
El principal problema de Juan el Bueno fue Carlos II de Evreux, rey de Navarra (1349-1387). Nieto de Luis X y gran señor francés, el monarca navarro combinó sus aspiraciones al trono de Francia con el liderazgo de un partido nobiliario opuesto al poder real y sus ambiciones territoriales al calor de la guerra. Jugando con la amenaza de una alianza con Eduardo III (así obtuvo la mitad de Normandía y Champaña a costa del rey en el tratado de Mantes de 1354), Carlos el Malo se convirtió en el arbitro de la situación francesa.
Reanudadas las hostilidades, en el otoño de 1355 el Príncipe Negro ridiculizó a Juan II atravésando dos veces el Midi sin resistencia, mientras Eduardo III aseguraba la frontera escocesa. Juan II quiso prevenirse de las intrigas de Carlos II de Navarra y en abril de 1356 ordenó capturarle. Su hermano Felipe de Evreux pidió ayuda a Eduardo III. Desde Burdeos el Príncipe Negro dirigió una nueva cabalgada, esta vez hacia el Norte. Ingleses y franceses se encontraron de nuevo en la batalla de Poitiers (19-septiembre-1356), repetición de Crecy en la que el propio Juan II cayó prisionero. El desastre militar sacó a la superficie todo el descontento contenido hasta entonces en Francia.
Preso el rey en Inglaterra, el gobierno fue asumido por su hijo Carlos. El delfín, enfermizo y desprestigiado en Poitiers, tuvo que enfrentarse entre octubre de 1356 y mediados de 1358 a una crisis abiertamente revolucionaria que puso a prueba la estabilidad de la monarquía francesa. Al control del gobierno real por los Estados Generales de Languedoïl y Languedoc (1356 y 1357), los estragos causados por las bandas descontroladas de "routiers" y la liberación y nuevas maniobras de Carlos II de Navarra se sumaron la insurrección de los burgueses de París encabezados por el preboste de mercaderes Etienne Marcel y el estallido en el noreste de la revuelta campesina de la Jacquerie. La victoria final del hábil delfín se debió a que se enfrentaba a "fuerzas y poderes locales reflejo del regionalismo de Francia" con intereses totalmente diferentes.
Superadas estas conmociones internas, el agotamiento de ambas partes condujo a los acuerdos de Brétigny-Calais (octubre-1360): Eduardo III renunció al trono de Francia a cambio de una gran Aquitania entre el Loira, los Pirineos y el Macizo Central, Calais, Guines, Ponthieu y un fuerte rescate de tres millones de escudos por la libertad de Juan II. Aunque el tratado de Brétigny-Calais fue un éxito francés, sus durísimas condiciones, que suponían el dominio inglés sobre un tercio del reino, sancionaron el indiscutible triunfo de Inglaterra en la primera fase de la Guerra de los Cien Años. Por la misma razón, la paz anglo-francesa de 1360 estaba condenada a no durar mucho.