Época:
Inicio: Año 1 A. C.
Fin: Año 1 D.C.

Antecedente:
POPOL VUH



Comentario

CAPÍTULO XI


En seguida llamó [Ixbalanqué] a todos los animales, al pisote, al jabalí, a todos los animales pequeños y grandes, durante la noche, y a la madrugada les preguntó cuál era su comida.



-¿Cuál es la comida de cada uno de vosotros?, pues yo os he llamado para que escojáis vuestra comida, les dijo Ixbalanqué.



-Muy bien, contestaron. Y en seguida se fueron a tomar cada uno lo suyo, y se marcharon todos juntos. Unos fueron a tomar las cosas podridas; otros fueron a coger hierbas; otros fueron a recoger piedras. Otros fueron a recoger tierra. Variadas eran las comidas de los animales [pequeños] y de los animales grandes.



Detrás de ellos se había quedado la tortuga, la cual llegó contoneándose a tomar su comida. Y llegando al extremo [del cuerpo] tomó la forma de la cabeza de Hunahpú, y al instante le fueron labrados los ojos.



Muchos sabios vinieron entonces del cielo. El Corazón del Cielo, Huracán, vinieron a cernerse sobre la Casa de los Murciélagos.



Y no fue fácil acabar de hacerle la cara, pero salió muy buena; la cabellera también tenía una hermosa apariencia, y asimismo pudo hablar.



Pero como ya quería amanecer y el horizonte se teñía de rojo, -¡Oscurece de nuevo, viejo!, le fue dicho al zopilote.



-Está bien, contestó el viejo, y al instante oscureció el viejo. "Ya oscureció el zopilote", dice ahora la gente.



Y así, durante la frescura del amanecer, comenzó su existencia.



-¿Estará bien?, dijeron. ¿Saldrá parecido a Hunahpú?



-Está muy bien, contestaron. Y efectivamente, parecía de hueso la cabeza, se había transformado en una cabeza verdadera.



Luego hablaron entre sí y se pusieron de acuerdo: No juegues tú a la pelota; haz únicamente como que juegas; yo solo lo haré todo, le dijo Ixbalanqué.



En seguida le dio sus órdenes a un conejo: -Anda a colocarte sobre el juego de pelota; quédate allí entre el encinal, le fue dicho al conejo por Ixbalanqué ; cuando te llegue la pelota sal corriendo inmediatamente, y yo haré lo demás, le fue dicho al conejo cuando se le dieron estas instrucciones durante la noche.



En seguida amaneció y los dos muchachos estaban buenos y sanos. Luego bajaron a jugar a la pelota. La cabeza de Hunahpú estaba colgada sobre el juego de pelota.



-¡Hemos triunfado! ¡ Habéis labrado vuestra propia ruina; os habéis entregado!, les decían. De esta manera provocaban a Hunahpú.



-Pégale a la cabeza con la pelota, le decían. Pero no lo molestaban con esto, él no se daba por entendido.



Luego arrojaron la pelota los Señores de Xibalbá. Ixbalanqué le salió al encuentro; la pelota iba derecho al anillo, pero se detuvo, rebotando, pasó rápidamente por encima del juego de pelota y de un salto se dirigió hasta el encinal.



El conejo salió al instante y se fue saltando; y los de Xibalbá corrían persiguiéndolo. Iban haciendo ruido y gritando tras el conejo. Acabaron por irse todos los de Xibalbá.



En seguida se apoderó Ixbalanqué de la cabeza de Hunahpú; se llevó de nuevo la tortuga y fue a colocarla sobre el juego de pelota. Y aquella cabeza era verdaderamente la cabeza de Hunahpú y los dos muchachos se pusieron muy contentos.



Corrieron, pues, los de Xibalbá a buscar la pelota y habiéndola encontrado entre las encinas, los llamaron, diciendo



-Venid acá. Aquí está la pelota, nosotros la encontramos, dijeron, y la tenían colgando.



Cuando regresaron los de Xibalbá exclamaron -¿Qué es lo que vemos?



Luego comenzaron nuevamente a jugar. Tantos iguales hicieron por ambas partes.



En seguida Ixbalanqué le lanzó una piedra a la tortuga; ésta se vino al suelo y cayó en el patio del juego de pelota hecha mil pedazos como pepitas, delante de los Señores.



-¿Quién de vosotros irá a buscarla? ¿Dónde está el que irá a traerla?, dijeron los de Xibalbá.



Y así fueron vencidos los Señores de Xibalbá por Hunahpú e Ixbalanqué. Grandes trabajos pasaron éstos, pero no murieron, a pesar de todo lo que les hicieron.