Época:
Inicio: Año 1 A. C.
Fin: Año 1 D.C.

Antecedente:
RELACIÓN DE MICHOACAN



Comentario

XVI


Cómo venieron los amigos desta mujer y cómo se emborracharon con ella y de la falsedad que levantaron a Taríacuri



Pasándose algunos días por una fiesta de Phurécutaquaro, fue Taríacuri con los suyos al sacrificio de las orejas que se hacía por aquel tiempo, queriendo ir no sé a qué parte a holgar. Sacaron de las troxes su dios Curicaueri y otro dios de la guerra llamado Pungarancha, y pusiéronlos al pie de la trox, para componerse los sacerdotes con ellos, y a Pungarancha pusieron en el patio. Ya que se partía Taríacuri con su gente, venían atrás dando voces dos hombres, y Taríacuri llamó a un viejo de aquellos que andaban con él, llamado Chupítani, y díjole: "¿Quién son aquellos que vienen dando voces?" Y díjole Chupítani: "No sé, señor." Y enviolos Taríacuri a rescibir, y como los encontrasen en el camino, saludaron los viejos y dijéronles: "Señores, seáis bien venidos." Y éstos se llamaban Xorópeti y TarequeZinguata [borrado] y dijeron a los viejos: "¿Está aquí nuestro cuñado?" Y los viejos les dijeron: "Señores, allí está." Y dijeron Xorópeti y otro Tareque Zinguata: "Nosotros íbamos a sacrificarnos las orejas, en esta fiesta, al monte llamado Hoataro pexo, y dijeron los viejos que lo querían hacer saber a Taríacuri. Y como llegasen donde estaba Taríacuri dijéronle cómo venían estos dos principales susodichos, de un pueblo llamado ltzi parámucu y que si iban a sacrificar las orejas. Y díjoles Tariacuri: "Poné en las troxes a Curicaueri y a Pungarancha, porque quizá no les demos aquí alguna pena si aconteciere alguna cosa." Y tomó su arco y flechas y salió a rescibir los dichos prencipales y saludoles Taríacuri diciéndoles: "Seáis, señores bien venidos." Y ellos le dijeron: "¿Pues qué hay, cuñado? Nosotros venímonos a sacrificar a esta fiesta, al monte llamado Hoataro pexo." Y díjoles Taríacuri: "Seáis, señores, bien venidos" Y dijo a los suyos: "Aquí hicimos denantes la salva a Curicaueri. ¿Cómo no sobró algo de vino?" Iban hablando hacia casa, y como lo supo su mujer de Taríacuri ataviose muy bien, y andaba a una parte y a otra, saliéndolos a rescibir. Púsose una buena saya y otros vestidos, y saludó a aquellos prencipales y díjoles: "Hermanos, seáis bien venido. Y ellos así mesmo la saludaron y sacáronles de comer y comieron y trujeron vino y echáronles en las tazas y lavose las manos Tariácuri, y dioles a beber cada cuatro veces y convidáronle a él y dijéronle: "Señor cuñado ¿no habéis de beber?" Y díjoles Taríacuri: "Después beberé, hermanos, porque cuando me tomo del vino, desconciértome mucho, y quizá si me emborracho, caereme aquí sobre vosotros, por el mucho desconcierto que tengo en bebello. Bebé, que yo os escanciaré." Y dabales a beber, y secretamente hizo liar las hachas para ir al monte, y secretamente las sacaron de casa. A la tarde despedíase dellos y díjoles: "Queda en buen hora, cuñados, que quiero ir por unas matas de trébol que aquí hay delante deste monte, para resfriar las cabezas que no tenemos nada en la cabeza." Dijéronle los cuñados: "¿Qué dices, señor? ¿Por qué has de ir tú mismo? Vayan tus criados." Díjoles Taríacuri: "No saben dónde están mis criados. Yo sé, allá. Yo quiero ir, que no tardaré, y entre tanto bebé, que harto vino hay." "Dice que hay harto y beberemos hasta la mañana." "Ya me voy, que aquí cerca es." Y dijéronle ellos: "Pues anda en buen hora." Y tomó su arco y flechas, y salió de casa, y fuese. Y fué por el monte llamado Hoata custio, y empezó a escombrar allí y adrezar leña, que había de traer para los cúes, y puníala en orden las rajas que habían de llevar, e hicieron un montón redondo de rajas para quemar. Y era ya hacia la media noche: levantose una gran llama y llegaban las pavesas muy altas en el cielo y Taríacuri estaba echado al pie de una encina. Y como se hubo salido de casa Taríacuri, ataviase muy bien su mujer, después dél ido, y dijo aquellos mancebos: "Váyase Taríacuri; no rescibáis pena, que en esta casa no mora Taríacuri, sino yo, questa es su costumbre, de ir por leña y no se emborracha. Yo os escanciaré." Y empezó a escanciar, y era un poco noche cuando se llegó cerca dellos. Enfrente dellos les escanciaba, y ellos empezaron a retozalla, y estuvo con ellos aquella noche, diciéndole: "Hermana acá, y hermana acullá." Y como estaban ellos entiznados, entiznáronla toda la cara, y los vestidos. Y a la mañana fuéronse a su pueblo, y entróse la mujer en su casa, y ya traía Taríacuri su leña para los cúes, y venía toda la gente dando grita, y venía delante de todos Taríacuri, y llevaron la leña a los fogones, y echáronla allí, y hicieron un gran fuego, que se alzó la llama muy alta y humo, y aquellos buenos hombres iban dando voces, Xorópeti y TarequeZinguata, a su pueblo, Itzipa rámucu. Y fuese a su casa Tariácuri, y estaba el vino derramado y bosado por allí en su casa, y estaba todo hediendo a vino, y dijo Taríacuri: "¿Por qué no habéis barrido aquí?" Y entrase de largo en casa y saliole a rescebir su tía y saludole y díjole que fuese bien venido, y díjole Taríacuri: "¿Qué de la señora?" Díjole su tía: "Ay señor, que está enferma. Allí está en aquel aposento; allí detras donde duermes." Díjole Tariácuri: "¿Qué dices, tía? ¿A qué hora empezó a estar mala?" Díjale su tía: "Ay señor, que luego como te partiste de casa." Díjole Taríacuri: "¿Está muy enferma?." Díjole su tía: "Señor, toda esta noche no ha hecho sino rebesar. Quizá tiene una enfermedad llamada senguero". Y dijo Taríacuri: "Quiero ir allá." Díjole su tía: "Espera, señor, no vayas; come primero, que yo la levantaré y bañare, y tú estarás allí un poquito." Y Tariácuri no curó más, entrose derecho donde estaba durmiendo, y estaba una mochacha asentada a su lado; tenía cobierto el rostro con una manta delgada, y habló a la mochacha, y ella le saludó diciéndole: "Seáis bien venido, señor." Díjole Taríacuri: "Dicen que está enferma la señora" Dijo la mochacha: "Así es la verdad, señora." Y llevaba el arco en la mano, y alzó la manta del rostro con el arco, y vio que estaba toda entiznada, y la saya mal compuesta, y los pechos todos entiznados y el vino por los labios, y dijo entonces Taríacuri: Sí, sí, cierto que está enferma. Tórnala a cubrir." Y tórnose a salir, y fuese derecho al monte por leña en ella, por amor de su padre de ella, que no veniese contra él, y le heciese guerra, que estaba cerca y con más poder que no él. Pues los adúlteros, yéndose a su casa, por el camino sacrificáronse las orejas, que se hecieron grandes aberturas en ellas, y hendiéronselas como solían hacer a los que tomaban en adulterio, y iban corriendo, sangre de ellas y dando gritos. Y tenían un tío de parte de su madre, llamado Tzintzuni, señor de Itxiparámucu, y oyendo los gritos que iban dando dijo: "¿Quién son aquellos que vienen dando voces, y hacen tanto ruido?" Y dijo a unos viejos de su casa: "ld y salidlos al encuentro." Y como saliesen, saludáronlos, diciéndoles: "Señores, seáis bien venidos. ¿Dónde fuistes?" Y respondieron ellos a los viejos que los salieron a rescibir: "Fuimos al monte llamado Hoataro-pexo, y allí nos hendió las orejas Taríacuri, levantándonos que nos habíamos echado con su mujer." Dijeron ellos: "Allá vamos, a decillo a vuestro tío Tzintzumi." Y como llegasen los viejos, díjoles: "¿Pues qué hay?" Respondieron ellos: "Señor, tus sobrinos son que vienen; que fueron al monte llamado Hoataro pexo a sacrificarse las orejas, y Taríacuri les hendió las orejas por una mujer que les levanta." Respondió el señor de Itziparámucu enojado, diciendo: "Mira qué dicen, ¿para qué fueron ellos al monte llamado Hoataropexo a sacrificarse? ¿Han oído ellos que beba vino Tariácuri, que todo el día trae leña y toda la noche? Muy liberalmente lo hizo en lo que hizo, de hendelles las orejas, por qué no los mató y consumió del todo. Váyanse donde quisieren: no vengan aca." Y como se lo dijesen, fuéronse derechos al señor de Curínguaro llamado Chánshori, y él como los vió, díjoles: "¿A qué venís, hijos?" Dijeron ellos: "Señor, nosotros fuimos al monte llamado Hoataro pexo a sacrificarnos, y allí nos hendió las orejas Taríacuri levantándonos, que tenemos parte con nuestra parienta. ¿Cómo, no es nuestra hermana, su mujer?" Entonces ellos por agraviar más la cosa, dijéronle lo que su hija le había dicho cuando se huyó, diciendo que los había de matar a todos: que aquellas palabras fingieron ellos antes y le dijeron a ella que las dijese a su padre para revolvellos. Pues dijéronle al señor de Curínguaro: "Taríacuri también dice que somos unos cobardes, que nos ha de matar y consumir a todos." Y todo lo demás que su hija le había dicho antes, y de la misma manera se lo contaron, y por eso lo creyó el señor de Curínguaro, por lo que le había dicho su hija. Y dijo: "Verdad es que Taríacuri, habló esto, porque la pobre de mi hija de la misma manera lo contó que vosotros lo habéis contado: unas mismas palabras son."

XVII



Cómo Taríacuri sintió mucho, cómo no le guardaba lealtad su mujer,

y cómo se casó con otra por consejo de una su tía



Como conosció Taríacuri, que su mujer le hacía ruindad, sintiólo mucho, y no quería comer, y de contino no hacía otra cosa, sino traer leña para los cúes, y no iba a su casa, mas ìbase a las casas de los papas y traía arreo veinte días leña, y después otros veinte, y no quería comer nada, que estaba ya flaco y perdida la color, todo blanquisco. Tenía la cinta que se ceñía, metida muy allá en las tripas, y no se podía tener en los pies, y su tía, como vio esto, que se moría si no comía dijo: "Mancilla tengo, del que es la causa, que quiere así dejarse morir de hambre." Hízole unas poleadas, y fuele a rescebir y púsose a la entrada de la cerca de leña, de que estaba cercado el patio de los cúes, que era de tablas. Andábase cayendo y abajáronle de los brazos los suyos: uno de una mano y otro de otra, y así le sacaron del patio y saliole al encuentro su tía y saludole y díjole que fuese bien venido, y él le dijo: "¿Pues qué hay, señora tía?" Respondió ella: "Hay señor, que han venido de la laguna los isleños, que no sé qué quieren, y yo siendo vieja, ¿qué les había de decir? Que no sé qué te quieren decir señor, ¿no sería bueno que fueses a casa a saber lo que quieren?" Y levantose de presto Taríacuri, porque venían de la isla donde él había nascido, y dijo: "Vamos allá, señora tía." Y fuese a su casa. Y llegando a su casa, díjole: "¿Dónde están?" Y díjole su tía: "Señor, allí están, a las espaldas de casa. Allí les saqué de comer. ¿No sería bueno, señor, que te asentases y comerías un poco? ¿Cómo tendrás fuerza para respondellos?, que no sé lo que te quieren decir." Díjole Taríacuri: "Así es la verdad, señora tía." Y hízole de comer unas poleadas, y trujóselo, y pusóselo delante, y tomó las poleadas y bibióselas de presto y comió. Entre tanto, su tía, cruzando las manos de miedo, decía entre sí: "Ay, ¿qué le diré? No sé que me haga como es verdad que venieron de la isla de la laguna. ¿Cómo no me flechará toda en este mismo lugar? Ay, pobre de mí, ¿qué le diré? Y tomó un jarro de agua en la mano, y lavose las manos Taríacuri, y levantose, y tomó su arco y flechas y salió del portal donde comía y llamó a su tía, y respondió ella: "¿Qué es, señor?" Dijo: "¿Dónde están los isleños? Vamos allá." Entonces díjole su tía: "Ay señor, pobre de ti: ¿quién había de venir? ¿A qué propósito habían de venir? Pobre de ti, que has dejado el comer, ques una mala mujer. Es de ahora de juntarse con ella varones, por la que tú has dejado el comer, que es una bellaca, que no quiere sino andar de contino lujuriosa con varones cada noche. ¿Quién no te conosce a ti, señor Taríacuri, que has florescido en fama, en este monte llamado Hoataro pexo, y eres rey, y llegas ya al cielo por fama, donde están los dioses, y al infierno, y a las cuatro partes del mundo? ¿Quién te deja de conoscer que te llamas Taríacuri? ¿Por qué causa has dejado el comer y beber? Mejor sería, señor, que comieses, porque tuvieses fuerzas para traer leña para los cúes, para que vinieses algunos días, porque eres señor. No te cures de aquella mujer, porque no te faltará otra que tengas por compañera, para que seas señor, y quizá no es nacida con la que has de estar y ser señor, o ya es nacida. Ve a Zurumban, señor de Taríaran. Tú y él, seréis señores." Respondióle Taríacuri: "Así es la verdad, señora tía." Y dijo a los suyos: "Vamos a Zurumban, señor de Taríaran." Y partiéronse, y antes que llegasen allá Taríacuri, supo de su venida Zurumban, y saliole a rescebir todo amarillado la cara, que había hecho una fiesta, y saludole e dijo: "Señor, seáis bien venido." Y tomole de la mano, y así iban platicando hasta su casa. Y estaba un pajarilo, llamado Zenzenbo colgado de una flor, y estaba chupando la miel, y viéndolo Zurumban díjole a Taríacuri: "¡Oh, qué hermoso pajarito; señor, fléchale; ¿Cómo?, ¿no eres chichimeca?, tírale." Respondió Taríacuri: "Que me place; yo le tiraré, hermano." Y puso una jara en el arco, y ya que le quería tirar, dijo Zurumban. "Mírame a la mano, y ve por él, y trai hacia acá la flecha". Y como soltase acertole, y dijo a Zurumban: "Hermano, ya le acerté; ve por él." Y iba Zurumban por un herbazal, y alzó la jara, y el pájaro traíale en la mano, y llegando a Taríacuri le dijo: "Cierto que eres chichimeca, que este pájaro no es tan grande, que era cosa de flechar por ser tan chiquito. ¿Cómo ninguno te ha de alcanzar? No faltas ni yerras tiro, y no hay quien te alcance en tirar." Y ansí iban platicando, hacia su casa, y el pajarillo no sé cómo no murió. Llevábale en la mano vivo y llegando a su casa, halló a sus mujeres que estaban todas juntas. Díjoles Zurumban: "Madres, mirá que no yerra golpe Taríacuri, que ya veis este pajarillo, qué tamaño es, que no era cosa que se puede flechar; mirá quán hermoso es." Y traíenle aquellas señoras de una en otra, en la mano, y trujeron de comer, y comieron todos, y después de comer dijo Zurumban a Taríacuri: "Hijo, ¿no beberás una taza de lo que yo bebo?" Respondióle Taríacuri: "¿Por qué no, hermano?" Y diéronle a beber, y entrose a otro aposento de dentro Zurumban, y tomó de un color amarillo, y traíalo en la mano y llegó a Taríacuri y díjole: "Señor, ¿cómo no te pondrás un poco desta color?" Respondiole Taríacuri: "¿Qué dices, hermano? ¿Cómo me tengo de poner este color, que ya yo tengo este color negro, que es de mi dios Curicaueri? ¿Qué es esta tizne? Póntela tú." Solían los señores entiznarse todos, en honra de Curicaueri su dios. Por eso dice Taríacuri que tenía aquella color por amor de su dios. Díjole Zurumban: "¿Qué dices señor? Ponértela tienes; yo te la pondré." Y púsosela por las narices, hacia bajo y por las uñas de las manos y de los pies, y díjole: "Así te lo has de poner. ¡Oh qué hermoso estás! Y yo todo me tengo de poner desta color amarilla el cuerpo y la cara." Y dijole Taríacuri: "Póntelo, hermano." Y díjole Zurumban: "Póngome ahora este color, porque sacrifiqué unos malhechores llamados Uázcata, para que vayan sus ánimas con las ofrendas a la madre Cuerauáperi." Y paráronse todos amarillos. Y entrose dentro Zurumban y fue por dos mujeres, eran sus hijas, o sus mujeres y hizo que las bañasen y que la ataviasen. Púsoles unos zarzillos en las orejas de tortugas, y sartales a las muñecas, y collares de turquesas al cuello, y tomolas de la mano, y entró donde estaba Taríacuri, y díjole: "Señor Taríacuri" Díjole Taríacuri: "¿Qué es, hermano?" Díjole Zurumban: "Ves aquí tus madres, para cuando te dieren a beber vino, porque hace quitar el sentido, y desatienta que hace andar como loco el vino a quien lo bebe, y aquí es lugar despeñadero, porque no cayas, y te despeñes; éstas, te guardarán y mirarán dónde vas, y serán tus camareras cuando dormieres porque saca de seso el vino." Y respondió Taríacuri: "Estense, aquí, señor." Y púsolas allí entrambas, y dijo Taríacuri: "Dad de beber a estas señoras." Y diéronles a beber. Y siendo ya de noche, que ya era escuro, díjole Zurumban a Taríacuri: "Señor." Respondiole Taríacuri: "¿Qué es, padre?" Díjole Zurumban: "Yo estoy ya borracho; quiérome entrar a dormir, porque no me caya aquí, encima de vosotros. Echate a dormir." Y dijo a las mujeres: "Hijas, echaos a su lado, porque no se despeñe por aquí, que es todo por aquí despeñaderos, y si le acontece algo, echarnos han a nosotros la culpa.." Díjole Taríacuri: "Ve hermano en buen hora." Y éntrose dento de su aposento Zurumban y llamó Taríacuri a sus viejos que traía consigo, llamados Chupítani, Tecaqua, Nuriuan, y respondieron ellos: "¿Qué es, señor?" Díjoles Taríacuri: "Poned allí a aquel rincón unas esteras, y llevad allí esas señoras, y allí dormirán, y cubrildas, porque quieran casallas con algunos, y no sea ruido hechizo de traellas aquí por argüirnos después de alguna cosa, viéndonos desfavorescidos." Y llevaron las señoras a un rincón, y allí se echaron a dormir y las cobrieron y dijo Taríacuri a sus viejos: "Llegaos acá, y platicaremos en algo." Y empezaron a razonar, y no dormieron toda la noche, y estaba sobre aviso, porque no le tomasen descuidado. Pues como amanesció, dijo Taríacuri a sus viejos: "Vamos, y tomemos el calor de los braseros." Acostumbraban los señores, como arriba dije, de tiznarse todos por amor de su dios Curicaueri, y teníanlo por gran honra andar así tiznados, y para estar más lucios, y que se les pegase mejor aquel color negro, echaban unas teas en unos braseros, y poníanlas debajo de las camisetas que usa esta gente, como maredillos, y aquel humo con el calor, pegábaseles en el cuerpo, y después estregábanse y parábanse muy lucios. Este se llamaba Uiriquareni, y por eso les dijo Taríacuri a sus viejos que trujesen aquellos braserillos para tomar aquel humo. Y salió Taríacuri, y asentose a la entrada de la puerta a tomar aquel humo, y levantose Zurumban, y ya habían salido las mozas fuera, y como las vio Zurumban preguntoles: "Pues, ¿juntose con vosotras Taríacuri? ¿Cómo dormistes?" Respondieron ellas: "No señor, es loco y no tiene seso. Después, señor, que te entraste a dormir, llamó a sus viejos y díjoles: "Poné unos petates a esas mujeres; y pusiéronnos a un rincón, y dijo: "Quizá es ruido hechizo por argüirnos de alguna cosa por vernos desfavorescidos. Llegaos acá, y razonaremos un poco, y él no sabe dormir. Hase tornado loco." Díjoles Zurumban: "Ciertamente es, señor." E hizo traer muchos cántaros de agua y dos grandes xicales de jabón que traían en las manos, con dos grandes hachos de ocote que traían delante, que no era bien amanescido, y como llegó a Taríacuri, díjole: "Pues: Señor Taríacuri, despierta, despierta, que es ya amanescido y bañarte has un poco, y beberemos." Y respondiole Taríacuri: "Señor, entra de largo: ya rato ha que estoy despierto y estoy tomando el humo". Y dijo Zurumban: "Bien está, ¿a qué hora despertaste? ¿Qué tienes vestido? ¿Con qué tomas ese humo?" Y díjole Taríacuri: "Con una camiseta gorda." Y díjole Zurumban: "¿Por qué con esa tomas el humo?" Y echole encima una manta rica doblada o enforrada en otra, y entrose en su aposento, y metieron el agua, para bañarse Taríacuri. Y ya era bien amanescido y tornose a salir Zurumban y traía mucho vino consigo, y hizo echar de ello en las tazas, y dijo: "Señor, quiérote dar un poco a beber." Y díjole Taríacuri: "Zurumban, no; iremos primero entrambos, cabe la trox, donde se guardan los dioses, que traigo un poco que decirte". Díjole Zurumban: "Vamos, señor." Y fueron y llegaron a donde guardaban la diosa Xarátanga, y díjole desta manera Taríacuri: "Oyeme señor, Zurumban: tú no haces, sino cada día emborracharte muy mal, ¿no sería bueno, que dejases el vino, y fueses por leña para los cúes? Y harías tus fiestas grandes y beberéis diez dias, siendo gran fiesta, y si fuese pequeña beberéis cinco días, y después te bañarías, y entrarías en los cúes a hacer tu oración, y después llevarías tus estrumentos para bailar, tortugas y atabales, y tu vino concertado, y el sacerdote, llamado Curiti, echaría los olores, y el sacrificador, para hacer oración a los dioses, para tomar cativos en la guerra y velarías siquiera dos noches, y tomarías a tu diosa Xarátanga y irías a la guerra cerca de los términos de tus enemigos a Hurecho y Cacángueo y a la Guacana y a Cuerapan, porque andan por allí pájaros colorados, de los cuales hacen atavíos de pluma para tu diosa Xarátanga. Y allí hay un río, que dos veces se hacen cosas de comer en el año de la fruta llamada tomates, y axí y melones, y algodón y ciruelas que trairéis aquí a tu pueblo: que trayéndolo sería tu pueblo como uno de los otros, donde nascen todas estas cosas. Lleva allí tu gente de guerra, y tomarás allí algunos cativos, y a veces harías tus entradas, y tus enemigos, si se quejasen de ti, diríasles: "Yo no soy, sino Taríacuri, que viene aquí de noche a hacer salto en vuestros pueblos, y dame a mí cativos para el sacrificio, y por eso toco mis atabales, haciendo fiesta, que oís vosotros, y ansi no te echarían a ti la culpa tus enemigos, sino a mí, y no te harían guerra. Verás, Zurumban, que te hago señor, si haces esto, porque no eres señor, más de baja suerte y mendigo, y agora te hago señor, y haz mercedes." Oyendo esto Zurumban, empezó a llorar muy fuertemente, y dijo: "Ay, señor yerno, estas palabras trujiste contigo, de rey; todo lo cumpliré, lo que me dices. Vamos a casa, y comerás." Y fuéronse a su casa, y trujéronles de comer, y después de comer llamó Zurumban un mayordomo suyo llamado Huyaria, y dijo que buscase cacaxtles y que hiciese cargas de mantas para que llevase Taríacuri. Y entrose en un aposento y compuso dos señoras con sus buenas sayas y collares de turquesas al cuello y sus zarcillos de tortugas y otras mantas, y tomólas de la mano a entrambas, y sacolas donde estaba Taríacuri y dijole: "Señor, vete a tu casa y lleva estas dos, para que te den agua a manos, y sean tus camareras." Y respondió Taríacuri: "Así será, señor, como dices." Y aderezáronse para se partir, y dioles muchas mujeres Zurumban a sus hijas que las acompañasen e serviesen. Y sacaron todo el ajuar de las señoras, de muchas petacas y alhajas de mujeres, y así se partió Taríacuri para su casa, despediéndose primero de su suegro Zurumban. Y como llegó a su casa, salióle a rescibir su tía y díjole: "Seas bien venido." Y pusieron allí todo lo que Zurumban había dado a Taríacuri, que era mucha cosa, y viéndolo su tía, holgose mucho y díjole: "Pues verás, señor Taríacuri, cómo es señor Zurumban. Mira lo que han traído, y esto no es nada para lo que enviará para la con que has de ser señor." Y Taríacuri, como solía iba por leña para los cúes, y su mujer primera, hija del señor de Curínguaro, viendo las otras mujeres en casa, moríase de celos y fuese a su pueblo de Curínguaro y nunca más tornó.





XVIII



Cómo se sintió afrentado el suegro primero de Tariacuri porque dejó su hija,

y le tomó un cu y fueron sacrificados los enemigos de Taríacuri

Era fiesta de Sicuíndiro cuando renovaban los cúes de Curicaueri, y tomó Taríacuri algunos esclavos, y metiolos en las casas de los papas, para velar con ellos en la vigilia de la fiesta. Y estaba Taríacuri a la puerta de las casas de los papas, y el viejo Chánshori, suegro primero de Taríacuri, enojose porque había tomado otras mujeres, y había dejado su hija y dijo: "¿Qué soberbia es esta de Taríacuri? Qué afrenta nos ha hecho tan grande." Y dijo a su gente: "Taríacuri, la tierra que tiene no es suya." Y ezió sacerdotes, y tomó algunas mantas de los atavíos de su dios Hurendequauécara, y compusiéronse los sacerdotes, y tomaron su dios a cuestas y iban tocando sus trompetas, y vinieron así al asiento que tenía Taríacuri, llamado Hoataro pexo, donde tenía a Curicaueri su dios, en un cu, que le habían hecho allí. Solía esta gente, a su tiempo, cuando los enviaba al cazonci a otro señor, a morar a otra parte, los que iban llevaban alguna piedra, que estaba con su dios, o parte dél, y donde asentaban, punían nombre del dios que llevaban de sus pueblos, y le decían las mismas fábulas y hacían las mismas fiestas que en sus pueblos propios. Y como llegaron los de Curínguaro, tomaron el bulto de Curicaueri, y echáronle a un rincón, y dijeron: "Este cu no es de Curicaeuri, más de nuestro dios Hurendequauécara. Y pintáronle blanquebol, como solían pintar los cúes de Hurendequauécara, y la casa de los papas enalmagraron. Y tomaron los esclavos que tenían para el sacrifio de Curicaueri, y sacrificáronlos a Huredequauécara, y levantáronse de allí todos los chichimecas, y fuéronse a un monte llamado Upapohoato, donde hicieron otros cúes. Y llamó Taríacuri, a sus viejos, llamados Chupítani, Tecaqua, Nuriuan, y díjoles: "Tomad una carga de hachas de cobre bañado muy amarillo, y llevadlo a Urendequauécara, dios de Curíguaro, para que destas hachas le haga cascabeles para sus atavíos, y decid al viejo Chánshori, que le ruego yo, que me preste o venda un pedazo de tierra para poner a mi dios Curicaueri, pues que sabe ques todo pedregales, donde esto[y]." Y fueron los viejos a Chánshori, y llegando allá, saludolos, y dijéronle su embajada, y respondió Chánshori: "Decid a Taríacuri, que esté en el lugar que está, que aunque sea pedregales, que todo es buena tierra: que allí primero se hace y granan los maizales, que en otra parte, y los melones, y las semillas de bledos, y que no llegue a Cuinuzeo ni a Tepame caraho, porque hago una sementera para hacer vino a mi dios Hurendequeauécara: esto le diréis y que beba del arroyo llamado Curingue." Y vinieron los viejos con el mensaje a Taríacuri, y dijo Taríacuri: "Pues estémonos aquí, pues es tan mezquino y ingrato Chánshori." Y estuvo allí algunos días, y no se sabe por qué, tomó Taríacuri a Curicaueri, y fue de allí con toda su gente a un lugar llamado Urexo. Allí hizo hacer un cu de céspedes, y tornaron los de Curínguaro a querer destruir a Taríacuri, y llevaron su gente de guerra y cercaron a Taríacuri y allí dió Curicaueri, a sus enemigos, camorras y embriaguez, y estropezamiento. Y empezaron a andar desatinados los enemigos, y cayeron todos en el suelo, y abrazábanse unos con otros, y ansí iban al pie del cu, donde unas viejas los subían al cu, que no los tomaban hombres, y allí los sacrificaban los sacerdotes de Curicaueri que estuvieron todo un día sacrificando, y llegaba la sangre al pie del cu, y después iba un arroyo de sangre por el patio, y pusieron en unos varales las cabezas de los sacrificados, que hacía gran sombra, y dijo Taríacuri: "Vení acá, viejos." Y díjoles: "Si mi mujer, la hija del señor de Curínguaro, fuera varón, muy valiente hombre fuera, que ahora, con ser mujer, ha hecho matar de sus hermanos y tíos y su agüelo. Ha dado en este día de comer a los dioses y les ha aplacado los estómagos. ¡Valiente hombre ha sido mi mujer!" Quiso decir Taríacuri, en estas palabras, que por su mujer había empezado aquella guerra, en la cual su dios Curicaueri había desatinado a sus enemigos, y que ella había sido la causa, y que si fuera varón como era mujer, que hubiera más muertos. Y levantóse de aquel lugar Taríacuri, y fuese a un lugar llamado Querenda angangueo y no fue con él su tía, y dijeron los de Curínguaro: "¿Qué es esto que ha hecho hoy Taríacuri en nuestra gente? Nunca olvidaremos esta injuria." Entonces enviaron espías, diciendo que estaba en lugares muy fragosos, y vinieron las espías y no podían llegar, y tornáronse y contrahicieron los adives y leones y lechuzas, y otros pájaros llamados purucuzi. Y venían ansí escuchando hasta el lado de las casas, y venía por espía el hijo de Zurumban, y no dijo nada desto, aunque lo vio, y entraba en casa de Taríacuri, por lo que Taríacuri y su padre habían hablado que eran amigos. Y comían juntos, él y Taríacuri, y enborracháronse entrambos, y como hobiese bebido salió de casa y iba por los herbazales para espiar por donde había de venir la gente. Y la tía de Taríacuri no sé dónde lo supo, y entró dentro en casa, y como la vió Taríacuri, saludóla y díjole: "¿Pues qué hay, señora tía?" Y estaba Taríacuri arrimado a una parte de la puerta, y el hijo de Zurumban llamado Tzintzuni, a otra parte, y teníanles puesto de comer a cada uno, por sí, a su parte, y el vino estaba junto a ellos, y tornóle a decir Taríacuri: "¿Pues qué es, señora tía?" Entonces díjole su tía: "Una cosa he sabido, que se dice, que los de Curínguaro nos han de destruir, y dicen que han venido a poner espías, y que se tornan leones y adives, sabiendo en los lugares fragosos que estamos, y que dicen que no se le da nada dello al hijo de Zurumban, y él entra en tu casa y coméis en uno y bebéis juntos, y que sale fuera en achaque de orinar, y va por los herbazales, donde están las espías, a ver cómo viene la gente de guerra." Oyendo esto Taríacuri, enojose y reprendió a su tía, diciendo: "Mirá qué dice esta vieja, ¿quién ha de andar espiando? Este señor que está aquí comiendo conmigo, se llama Tzintzuni, hijo de Zurumban: aquí estamos juntos; vete de ahí con lo que vienes." Respondió su tía: "Así es la verdad señor, que estáis juntos; quedaos en buen hora." Y salióse enojada y oyendo esto el hijo de Zurumban, sintiose mucho y díjole Taríacuri, que no rescebiese pena, que aquella vieja no sabía lo que se decía que eran nuevas que había oído por ahí. Y dijo el hijo de Zurumban: "Señor, ¿cómo no tengo de tener pena de oír lo que he oído? Ya no podré sosegar." Y salió fuera Taríacuri, y trújole cinco cargas de pescado y díjole: "Señor, pues vete a tu casa, no tengas pena; lleva este pescado para dar a tus hijos, llegando a tu casa." Y respondió el hijo de Zurumban y dijo: "Sea así, señor." Y fuese a su casa, y tomó Taríacuri su dios Curicaueri, y su gente y fuese tras él. Y supo de su venida Zurumban su suegro, y saliole a rescebir al camino, y saludáronse, y Zurumban fingiendo que lloraba de compasión de su yerno, untose la cara con saliva y díjole que viniese en buen hora. Y llegando a su casa le dijo: "Aquí en este lugar no hay leña, para que traigas para los cúes; la cual tú todo el día traes y toda la noche. Ya ves tú que aquí no hay monte; vete a un lugar llamado Uacapu, donde es señor Anachurichezi, y allí trairás leña para los cúes." Y fuese con su gente Taríacuri, al susodicho pueblo llamado Uacapu, y rescibióle el señor de allí, y estuvo allí algunos días, y tomando de allí a Curicaueri, fuese a otro pueblo llamado Zurumu hucápeo, a un señor llamado Atapetzi, y aquel también le rescibió, y estuvo allí algunos días. Y tomando de allí a Curicaueri, se fue con su gente a un lugar llamado Santángel, a un señor llamado Hapariya que de verdad le rescibió y le hizo un cu y las casas de los papas y una casa, y allí traía leña Taríacuri para los cúes con su gente y hizo allí su asiento.





XIX



Cómo los cuñados de Taríacuri de la mujer primera de Curínguaro le enviaron a pedir plumajes ricos,

y oro, plata, y otras cosas, y de la respuesta que dio a los mensajeros

Supieron los de Curínguaro que tenía asiento Taríacuri, y ya había salido de señor Chánshori, por ser muy viejo, y un hijo suyo llamado Huresqua, era señor de Curínguaro. Era costumbre en esta gente, que en siendo muy viejo el señor del pueblo, elegían a su hijo, y hacíanle señor antes que muriese el padre, y él mandaba el pueblo, como paresce aquí en este pueblo susodicho de Curínguaro. Por ser muy viejo Chánshori, hizo señor a su hijo antes de su muerte. Pues llamó Huresquea sus viejos y enviólos a Taríacuri, con un mensaje, y díjoles: "Id a Taríacuri y decidle que habemos oído que hizo una entrada hacia Occidente, y trujo muchos plumajes verdes largos, y penachos blancos y plumas de papagayos y otras plumas ricas de aves y color amarilla de la buena, y collares de turquesas, y otras piedras preciosas, y oro y plata de lo bueno, y collares de pescados del mar y otras muchas cosas: que lo traigan aquí todo, para nuestro dios Urendequauécara, que aquellos no son atavíos de su dios Curicaueri, mas de Urendequauécara." Y partiéronse los viejos, y llegaron donde estaban Taríacuri y díjoles: "¿A qués vuestra venida?" Respondieron ellos: "Señor, tus cuñados nos envían a ti." Y relatáronle toda su embajada, y respondió Taríacuri: "Así es la verdad, que fuí donde dicen y así es la verdad, que truje todo lo que dicen; asentaos y comeréis y yo os despediré." Y diéronles de comer, y después de haber comido, pidieron licencia para tornarse. Y díjoles Taríacuri: "Esperaos un poco." Y hizo traer unas arcas, y empezó de abrillas, las cuales estaban llenas de muchas maneras de flechas, y tomó muchas dellas, y pidió una manta de algodón, y envolviolas con ella, y llamó los viejos que habían venido con el mensaje, y díjoles: "Tomá este envoltorio y llevásele a vuestros señores, que esto es lo que piden. ¿Qué otra cosa piden sino esto?" Y dijeron los viejos: "Señor, no nos dijeron que habíamos de llevar flechas, mas plumajes verdes de los largos." Díjoles Taríacuri: "¿Qué decís, viejos? Mirá que esto es lo que dicen." Respondieron ellos: "No señor: Cómo, ¿no conoscemos lo que es esto?" Tornolos a decir Taríacuri: "Mira que esto es: que no lo entendisteis vosotros bien." Dijeron ellos: "Señor, no nos dijeron sino plumajes verdes." Y díjoles Taríacuri: "Llevá esto." Y desató las flechas y sacó dellas y díjoles: "Llegaos acá, y oiréis lo que os dijere: Mirá esta flecha que está pintada de verde, se llama Tecoecha xungada, y éstas son los plumajes verdes que piden." Y mostróles otra y díjoles: "Esta son los collares de turquesas que dicen, y ésta destas plumas blancas es la plata que piden, y ésta destas plumas amarillas es el oro que piden, y éstas de las plumas coloradas son penachos colorados, y éstas son las plumas ricas, y estos pedernales, que tienen puestos, son mantas, y éstas de cuatro colores de pedernales blancos y negros y amarillos y colorados, éstos son mantenimiento, maíz y frísoles y otras semillas. Esto es lo que ellos piden, lleváselo." Y tomaron aquellas flechas los viejos, y lleváronlas a sus señores y dijéronles la respuesta de Taríacuri, y rióse mucho de oíllo Huresqua señor de Curínguaro y dijo: "Mirá qué dice: Id y llamá a nuestra hermana; ella que estuvo algún tiempo en su compañía, ella quizá sabrá si tienen estas flechas estos nombres que dice Taríacuri. Si es así verdad." Y vino su hermana, y dijéronle lo que había respondido Taríacuri, y dijo ella: "Es un viejo loco el que dice esto. Cómo, ¿estas flechas no son unas cañas y unas varillas puestas en ellas? Y estas piedras ¿no se les halló por ahí? y los que dicen que son plumajes verdes ¿son sino plumas de colas de águila, y de halcones que hendió y puso en estas flechas? Todo lo que dice que son plumajes ricos y éstas pinturas son y no oro ni plata. Dice locuras en lo que dice, y yo nunca le oí decir tales cosas, haciendo flechas, ni les ponía tales nombres." Y dijeron sus hermanos: "Así debe ser." Y tomaron las flechas, y hízolas pedazos todas, y echáronlas en el fuego y quemáronse, y como era muy viejo su padre, llamado Chánshori, traíanle de los brazos, y entró donde estaban sus hijos, y díjoles: "¿Pues qué hay, hijos? ¿Qué habéis hecho?" Y habían traído estas flechas. Mejor fuera que no las quemárades, sino que buscáramos un cuero o carcax, y las pusiéramos en él, y se las pusiéramos a nuestro dios Hurendequauécara, porque deben tener alguna deidad estas flechas, y viniera nuestro dios algunos días con ellas. Pues que ya es hecho, hijos, sea así. Yo, que soy viejo, he oído esto ya: ahora me huelgo de no haber muerto por oír esto." Y respondiéronle sus hijos y dijeron: "Mirá con qué viene este viejo medroso. ¿Por qué nos ha de flechar Taríacuri? ¿Quién nos ha de hacer guerra? ¿Nosotros estamos solos aquí?, que somos tantos, que no hay quien ose venir contra nosotros." Pasándose algunos días, los de la isla de Pacandan fueron a Taríacuri, y él les preguntó a qué venían, y dijéronle: "Señor, envia[n]nos los isleños que tuvieses por bien de tornarte a tu casa de Pátzquaro porque te toman todo aquel asiento y no hacen sino reñir unos y otros sobre aquel asiento, porque venieron de una parte los de Curínguaro, y los isleños fueron de otra, y los de Taríaran de otra: Dicen los isleños que tornes a tu asiento." Y rióse Taríacuri y díjoles: "¿Qué quieren de mí los isleños? Cómo, ¿ellos no son los que me han maltratado? ¿Qué ayuda quieren de mí? ¿Había yo de matar a sus enemigos" Id, haceos guerra y destruíos los pueblos." Y como traían guerra una isla con otra, los de Pacandan, destruyeron el pueblo a los isleños llamados hurendetiechan, y como se vieron destruidos enviaron otros mensajeros a Taríacuri, cómo habían peleado, que qué harían, que tuviese respeto, que había nascido en aquella isla y que les favorescía. Que los señores tienen dos paresceres. Y respondió Taríacuri: "Así es la verdad, como me tratan". Id y compraos unos a otros, y rescataos, y pedí las piedras de moler y las ollas y todas las alhajas, y escojed los viejos y viejas y sacrificadlos para hacello saber a los dioses." Y rescatáronse, y escojeron los viejos e viejas, y sacrificáronlos para aplacar los dioses. Pues vino Taríacuri con su gente al monte llamado Arizizinda, monte de Pátzcuaro, y a la media noche empieza a tocar su silbatillo encima del monte, que contrahacía las águilas, y oyeron aquellos silbos a la media noche los de Curínguaro que tenían el asiento de Pátzcuaro, y levantáronse todos, y fuéronse a su pueblo con gran polvareda que iban levantado, y los isleños se entraron en la laguna que hacían espumas al entrar, y los de Taríaran se fueron también, a su pueblo y iban haciendo polvareda huyendo, y volviose Taríacuri a su asiento de Pátzquaro, con su gente.





XX



Cómo Taríacurí buscaba sus sobrinos Hirípan y Tangáxoan que se habían ido

a otra parte, y de la pobreza que tenía su madre con ellos

Dicho se ha arriba, cómo Taríacuri tenía dos primos, hijos de hermano el uno llamado Zétaco y el otro Aramem Estos tuvieron dos hijos, el uno llamado Hirípan y el otro Tangáxoan, destos dos primos hermanos de Taríacuri, no se hace más mención, donde paresce ser muertos, porque sus hijos quedaron huérfanos, y fuéronse con su madre a otro lugar, durante la persecución de Taríacuri, que sus enemigos le hacían; pues dice agora la historia: Llegando Taríacuri a Pátzcuaro, nunca hacía, sino preguntar por sus sobrinos, hijos de Zétaco y Aramen. Y llamó sus viejos y díjoles: "Chupítani, Tecacua, Nuriuan, sábeme y pregunta dónde se fueron mis sobrinos Hirípan y Tangáxoan." Y llamó [a] su hijo llamado Curátame, que había habido en la señora de Curínguaro, y díjole: "Hijo, yo te quiero casar; vete a tu pueblo de Curínguaro, donde nasciste, y allí está el dios Urendequauécara; trae leña para sus cúes, y verás que todos se emborrachan en Curínguaro. No tomes ejemplo para hacer tú lo mesmo, y, ya has visto mi vida, cómo voy por la leña para los cúes, y cómo traigo leña todo el día y toda la noche, y echo encienso en los braseros de los dioses. Ya lo sabes todo. Trae leña para Urendequauécara y no te emborraches." Y después que su padre le hubo avisado, envióle acompañado a Curínguaro y como hizo su asiento, empezó a emborracharse, y súpulo su padre, y tenía mucha pena por ello, y dejóle. Y nunca hacía sino preguntar por sus sobrinos Hirípan y Tangáxoan. Dejemos ahora a Taríacuri, y contemos lo que les sucedió, después que dél se partieron. Como eran muchachos fuéronse con su madre a un lugar llamado Pechátaro, y de allí llegaron a los pueblos siguientes: a Siuinan, y Cherán, y a Sipíato y a Matoxeo y a Záueto, donde había un mercado, y había allí unos pocos de chichimecas que estaban en el monte, y fuéronse allá a vellos, y como no tuviesen qué comer, fuéronse los muchachos al mercado, y siendo hijos de señores, andaban huérfanos y comían lo que hallaban caído por el mercado, de raíces medio mascadas que se hallaban, y de algarrobas que estaban medio pisadas, que traía la gente entre los pies, y aquello comían. Si estaban comiendo en el mercado, en alguna parte, llegábanse allí entre medias, y cogían de las migajas que dejaban los otros, y ruciábanlos con caldo los que estaban comiendo, y dábanles de papirotes. Y su madre, con otra hija suya, andaba por otra parte así pobremente mendigando. Y acaso llegose una mujer de uno llamado Niníquaran a ellos y paróselos a mirar, y díjoles: "Hijos, no comáis eso que coméis, que lo train entre los pies, y se ensucian por allí." Y díjoles: "¿De dónde sois, hijos?" Respondieron ellos enojados: "Hermana, no sabemos de dónde somos; ¿por qué nos lo preguntas?" "¿Cómo os llamáis?" Respondieron ellos: "Hermana, no sabemos cómo nos llamamos. ¿Por qué nos lo preguntáis?" Dijo ella: "No lo digo sino por preguntar. Cómo, ¿no tenéis madre? ¿Ella no os dice vuestros nombres?" Respondieron ellos: "Sí hermana, madre tenemos, y ella nos dice nuestros nombres." Dijo ella: "Hijos, no habléis así enojados, que no lo digo sino por preguntar." Entonces dijo Tangáxoan: "Sí hermana, ¿qué es lo que dice mi hermano? Yo me llamo Tangáxoan y él se llama Hirípan." Y la mujer oyendo esto les dijo: "¿Qué es lo que decís, hijos? Que vosotros sois mis sobrinos, yo soy sobrina de vuestro padre, que eran hermanos de vuestro padre y el mío." Respondieron ellos: "Así es, hermana: el uno dicen que se llamaba Zétaco y el otro Aramen, los que nos engendraron." Y dijo ella: "Ay, señores, yo os quiero llevar a mi casa; vamos allá." Dijeron ellos: "Vamos, hermana." Y dijo ella: "Allí tengo un maizal que están las mazorcas verdes que me comen los tordos: allí los oxearéis y comeréis allí cañas verdes de maíz". Y llevolos a su casa, y, guardábanle aquel maizal y daban voces a los tordos oxeándolos: Y como estuviesen allí algunos días, oyó decir dellos un señor de Hetúquaro, llamado Chapa y envió unos viejos y díjoles: "Id por dos chichimecas, que dicen que están en un lugar llamado Hucaríquaro, que están con la mujer de Niníquaran, que dicen que son muy hermosos, y tienen una hermana muy hermosa. Traedlos aquí, y el uno será sacerdote y el otro sacrificador y su hermana hará ofrendas para Curicaueri." Y como fueron allá los viejos, escondiólos su tía y ansí fueron cuatro veces, y tantas los escondió y díjoles su tía: "Ios a vuestra tierra, hijos, lléveos vuestra madre: Tomad mazorcas de maíz verde, y hazé alguna comida para el camino." Y hiciéronles comida para el camino, y dijo a su madre: "Torna a llevar a tus hijos, como los truxiste, que ya dicen que es venido Taríacuri a Pátzquaro, porque no venga aquí Taríacuri a poner señales de guerra, y los maten a vueltas. Llévatelos, y yo luego me iré tras vosotros." Y vínose la madre con sus hijos y trújolos a un lugar llamado Sipiaxo, y de allí a otro llamado Matoxeo, y de allí los trujo a otro lugar llamado Timban, y dijeron a su madre: "Madre, ¿dónde vamos?." Y dijo ella: "Hijos, bien tenemos de ir aquí: Iremos a un lugar llamado Erongaríquaro. Allí está uno llamado Cuinba, un hermano mío, que es vuestro tío." Dijeron ellos: "Vamos, madre." Y llegaron a Erongaríquaro, y entraron en casa de Guinba dijéronle: "Señor, aquí te asaremos la caza que tomares, y te traeremos leña del monte para quemar en casa, y haremos tus sementeras, y traeremos tus hijos a cuestas, si quiere, que estemos aquí en tu casa." Dijo él: "Seáis bien venidos, hijos." Y envió que les barriesen un aposento, y aposentolos allí, y los mancebos no entendían en ninguna cosa de las que habían prometido, porque cada día iban al monte a traer leña para los cúes, todo el día e la noche, y andaban todas las tierras, buscando leña. Y dormían en el monte perdió la esperanza del servicio que le habían de hacer Cuinba, su tío, y dijo: "¿Dónde se han ido mis sobrinos? ¿Cómo cumplen lo que me dijeron? Son unos locos y por eso andan todos ellos por los montes, que no tienen casas los chichimecas. Y mandó que echasen la madre de su casa y que se fuese donde quisiese. Y echaron la madre de los mancebos de su casa, y la pobre había tornado a hilar, y había molido harina, y habíanle dado un poco de maíz, que tenía en unas ollas, y echáronselo todo de casa. Y tenía allí unas mantillas viejas, y echáronlos de casa, a ella y a su hija, y las ollas de maíz, que estaba todo derramado por el patio, y cogiolo con unas mantas viejas, y púsolo al pie de un cerezo, y allí puso sus alhajuelas pobres, y abrazábase con su hija, y lloraban la madre y la hija, y vinieron los hijos que traían las espaldas desolladas de la leña que habían traído para los cúes, que se les entraban los ganchos de la leña por las espaldas, y traían las cintas muy metidas en las tripas, con la hambre que habían pasado, y traían unas piedras en las manos, con que cortaban la leña, que no tenían herramienta. Y entraron en casa, y hallaron desamparado el aposento donde estaba su madre con su hermana, y dijeron: "¿Dónde será ida nuestra madre? Ve, hermano Tangáxoan, pregúntalo." Y topó con una moza de casa, y díjole: "Hermana, quiérote preguntar un poco." Respondió ella: "¿Qué quieres, señor, que te diga?" Dijo él: "¿Viste ir una vieja que estaba aquí? ¿Dónde fue?" Respondió ella: "¡Ay señor, muy desagradecidos sois! ¿Cuándo habíades de hacer lumbre en casa? ¿Y cuándo habíades de traer los niños a cuestas, según que prometistes cuando entrastes en esta casa? Dicen que por eso andáis todos, como andáis los chichimecas, por los montes que no tenéis casas." Esto le dijeron a vuestra madre y hermana, y por eso las echaron de casa. Allí están entrambas, al pie de un cerezo." Y dijo Tangóxoan: "Sea así, hermana; ya nos vamos." Y fueron por unos herbazales, y empezó a llorar muy recio su madre, cuando los vido que traían todas las espaldas desolladas y los ganchos de la leña que les habían entrado por las espaldas, que no tenían qué ponerse a las espaldas, ni tenían cincho, que ataban unas raíces unas con otras, para atar la leña, y entrabánseles aquellos ñudos en las espaldas. Y abrazose su madre con todos ellos y empezó a llorar con ellos, y dijeron ellos: "Calla madre, que nos haces saltar las lágrimas. ¿Cómo dejiste, madre, que aquél era nuestro tío?" Dijo ella: "Así es la verdad, hijos, mas de mezquino y ingrato lo hace." Dijéronle los hijos: "Pues ¿dónde iremos madre?" Dijo ella:"Aquí tenéis otro tío, en Urichu, que se llama Ambaua. Allí iremos." Y llegaron al pueblo de Urichu y prometieron allí lo que antes habían prometido en casa del otro su pariente, que harían fuego en casa, y le harían sus sementeras. Y mandoles barrer un aposento, y entró allí su madre, y ellos fuéronse al monte, y de continuo traían leña para los cúes. Y mandólos echar de casa también aquel su tío, que se fuesen donde quisiesen, y vinieron sus hijos con las espaldas desolladas como primero, y hallaron a la madre fuera de casa y dijeron: "¿Qué trabajo es éste, madre? Cómo ¿no dejiste que era nuestro tío?" Dijo ella: "Así es la verdad, hijos, mas de mezquino lo hace." Dijeron ellos: "Vámonos de aquí. ¿Dónde iremos?" Dijo la madre: "Vamos aquí, a otro lugar, llamado Pareo, que aquí tenéis otro tío llamado Zirútame." Y fueron a casa de aquel su tío, pariente de su madre, y prometieron lo mesmo que en las otras partes, y oyéndolo aquel su pariente, lloró muy fuertemente, y abrazóse con ellos y díjoles: "¡Ay señores Hirípan y Tangáxoan, seáis muy bien venidos: Trae leña para los cúes. ¿Cuándo los señores se suelen alquilar y ir al monte por leña? Yo os trairé leña del monte a vosotros, y haré vuestras sementeras, y traeré vuestros hijos a cuestas y seré vuestro esclavo y os buscaré hachas y cinchos para que traigáis leña para los cúes." Este los recibió de verdad y díjoles: "Ahí está nuestro dios Curicaueri, en Pátzcuaro, y los señores chichimecas sus hermanos. Id, llevadles leña a sus cúes." Y empezaron de traer leña del monte, y llevábanlo a los cúes de Curicaueri a Pátzcuaro. Y como preguntase de comino Taríacuri por sus sobrinos Hirípan y Tangáxoan, y como trujesen leña a los cúes de Pátzcuaro, ponían la leña a la puerta donde estaba el sacrificador, el cual dormía a la sazón, y tomaron unos cañutos de sahumerios, y fuéronse a su casa. El siguiente día trujeron también leña a los cúes, y así otras dos noches. A la tercera noche que traían su leña, cuando la trujeron, no dormían los sacerdotes viejos, llamados Chupítani, Tecacua y Nuriuan, y dijeron entre sí: "Mirá aquellos mancebos, cuán hermosos son." Y como a la media noche trujesen su leña, pusiéronla allí, y empezaron a tomar sus sahumerios como era de costumbre en las casas de los papas. Y levantóse Chupítani con un cañuto de aquellos en la mano, y fuese para ellos y díjoles: "Bien seáis venidos, hijos." Y ellos le saludaron así mesmo. Y díjoles: "¿Dónde venís? ¿Dónde sois?" Y dijéronle: "De un lugar llamado Pareo." Y preguntoles: "¿Cómo os llaman, hijos?" Dijo Hirípan: "¿Por qué nos lo preguntas, agüelo? No sé cómo nos llaman, que así llamaban a los sacerdotes." Y dijo él: "No lo digo, sino por preguntar." Díjoles Chupítani: "No respondáis con enojo, hijos: ¿Cómo os llamáis? ¿No tenéis alguna vieja que os lo diga?" Respondió Tangáxoan: "¿Por qué no, agüelo? Madre tenemos. ¿Por qué responde con enojo mi hermano? Yo me llamo Tangáxoan, y mi hermano se llama Hirípan, y mi padre se llama Aramen, y Zétaco se llamaba el padre de mi primo." Dijo el viejo: "¿Qué decís, hijos? He allí donde está vuestro tío: aquel es vuestro padre, y cada día pregunta por vosotros." Respondieron ellos: "Así debe de ser, agüelo." Dijo el viejo: "Quiéroselo ir a decir." Dijeron ellos: "Ve, agüelo, y díselo." Y dijo Tangáxoan a su primo hermano: "Vámonos, que, quizá se lo dirá, y nos tomarán aquí." Y fuéronse. Estaba Taríacuri en la casa de la vela, a un rincón, velando en la oración con unas orejeras de oro en las orejas, y unas cotaras en los pies, de cuero colorado. Y llegó atentando Chupítani al rincón, y como lo sintió Taríacuri, dijo: "¿Quién anda ahí?" Díjole Chupítani: "Señor, despierta un poco, que han venido tus sobrinos Hirípan y Tangáxoan." Y dijo Taríacuri: "¿Pues qués dellos?" Dijo Chupítani: "Señor, allí están asentados a la puerta." Díjole Taríacuri: "A ver, llámalos." Y fuélos a llamar, y ya se habían ido, que no había nadie a la puerta. Y dijo Taríacuri: "Pues ¿qué hay?" Dijo Chupítani: "Señor, no hay nadie aquí: ya son idos." Enojose Taríacuri, y dijo: "¿Qué es lo que dicen éstos? ¿Por qué los dejastes ir? ¿Dónde dicen que partieron?" Dijo Chupítani: "Señor, dicen que de Pareo." Díjoles Taríacuri: "Id en riendo el alba, por ellos." Y antes que amanesciese, fueron por ellos, y llevaron mantas y tomáronlos en los brazos a ellos y a su madre y hermana, y trujéronlos a Taríacuri y él desque los vió, lloró muy fuertemente, y echolos los brazos encima y díjoles: "Ay, señores: seáis bien venidos." Y abrazándolos lloraba con ellos, y ellos le saludaron, y díjoles Taríacuri: "Señor Hirípan y señor Tangáxoan: ¿por dónde fuistes?" Y contáronle todo su camino y toda su vida, que habían tenido, por dónde andovieron, y cómo habían vuelto. Y díjoles Taríacuri: "Seáis bien venidos, señores." Y contoles él todos sus trabajos y persecuciones de sus enemigos, y su vuelta, y dijo de sí: "¿Qué he hecho yo, Taríacuri? ¿Por qué no me dejan de perseguir? Ya me han dejado de perseguir mis enemigos, los de Curínguaro, y ahora tengo persecuciones de mis parientes, los chichimecas, los que se llaman Cuetzeecha, y el otro llamado Simato y otro llamado Quirique, y otro Quacángari y otro Angáriqua, y otros muchos parientes que tenemos, que nos persiguen, por vernos desfavorescidos: que os persiguen a vosotros y a mí. Seáis bien venidos, hijos. Todos seremos a una, y muramos todos juntos." Dijéronle ellos: "No estés triste, señor; venga quien viniere, nosotros seremos espías de la guerra." Y trujéronles de comer, y comieron, y fuéronse a sus casas que les habían mandado hacer su tío, días había en Yauacuitiro, y casas de los papas, para que velasen. Y allí traían leña para los cúes, y avisábalos su tío Taríacuri.