Comentario
XXVI
Cómo Taríacuri mandó matar su hijo Curátame, a Hirípan y
Tangáxoan, porque se emborrachaba: y le mataron después de borracho
Como andoviesen haciendo entradas, enviolos a llamar su tío Taríacuri y fueron a él y díjoles: "Vení acá, hijos; ¿qué haremos? Id, pasá la laguna, y haréis un rancho para Curátame, apartado de los vuestros, y cercalde alrededor con hierba, y buscad vino, que esto que se ha de hacer, yo lo ordenaré y mías serán las palabras que yo le enviaré a decir a Curátame, que vaya allá a vosotros; esperadle y dareisle de comer, y él os dirá: "Hermanos, ¿cómo no tenéis un poco de vino?" Y vosotros le diréis: "Sí hay, señor." Y dareisle a beber, y después que esté borracho le mataréis." Y fuéronse todos tres y pasaron la laguna y hicieron un rancho, y envióle Taríacuri a decir a su hijo Curátame, con Chupítani, que le dijese que venieron sus sobrinos a él con mucha pena: que le dijeron que hay dos escuadrones, uno de los isleños de Pacandan, y otro de la isla de Xaráquaro, y dice que no bastan para ellos, quél tiene muchos criados, que deje si quisiere el vino, y que se bañe, y entre una noche en la casa de los papas, y a la mañana, que se parta y pase la laguna, y que al tercero día, vaya [a] ayudalles. Esto le diréis a Curátame: Dijo Taríacuri: "Porque tiene muchos criados" Y como oyó Curátame lo que le enviaba a decir su padre, dijo que era razón, que le placía de ir ayudalles. Y bañóse, y fue a la casa de los papas aquella noche a tener su vela, y luego en amanesciendo, se vino a su casa y se atavió, y púsose su carcax a las espaldas, y su cuero de tigre como guirnalda en la cabeza, y muchos cascabeles de culebras de las colas, que colgaban por las sienes y un collar de huesos de pescado de la mar ricos, y pasó la laguna con sus criados, que iban con él, que le acompañaban, y embarcóse en un lugar llamado Ahterio y iban todos dando grita remando. Y pusiéronse los chichimecas a la descendencia de la cuesta donde estaban. Y como le vieron venir Hirípan y Tangáxoan y Hiquíngare dijeron: "Ya viene, ya viene, hermanos. ¿Quién de nosotros le ha de matar? Mira que tienen los señores dos paresceres, que aunque nos mandó que le matásemos, después se puede arrepentir y castigarnos. ¿Dónde se le halló a Curátame? Cómo, ¿no es su hijo natural? Tornaron a decir por que no le matara alguno de nosotros: peleen Hiquíngare y él; él le matará." Dijo Hiquíngare: "¿Por qué le tengo yo de matar? Mátelo Tangáxoan ques valiente hombre." Y dijo Hirípan: "¿Qué decís, hermanos? Vosotros le mataréis." Y llegaba ya cerca para tomar puerto y fuéronle todos a rescebir, todos tiznados con sus insinias de valientes hombres. Y venía Curátame asentado en una silla en la canoa, con una manta de pluma de patos puesta, y como llegasen a la ribera sus criados, pusiéronse a su lado y así llegó al puerto, y saltó de la canoa y saludolos, y al salir rescibiole Hirípan, y iba delante dél Tangáxoan y iban hablando él y Hiquíngare, y llegaron donde estaba hecho el rancho para él, y pusiéronle en medio, y quitáronle el carcax, y pusiéronle en otro rancho, y él estaba asentado en su rancho, y trujeron de comer, y pusiéronselo delante, y él dió a Hirípan y a los otros de aquella comida, y comieron todos. Y díjoles Curátame: "Qué haremos, hermanos, ¿no habrá un poco de vino que bebiésemos en regocijo?" Y dijeron ellos: "Por qué no, señor, sí hay; aquí tenemos vino que se ha hecho en las mismas cepas de maguey." Y diéronle a beber. Y dábale a beber Tangáxoan. Diole cuatro tazas, y después otras cuatro, y emborrachose y llamó a Hirípan y vino, y asentose a la entrada del rancho. Y estaban platicando entrambos. Tornole a dar más a beber Tangáxoan, y púsose a la puerta, y tenía puesta una porra metida entre la paja del rancho. Y estando bebiendo, dióle otra traza Tangáxoan, y teníala en la mano. Y estaba hablando y llegó la taza a la boca para beber. Entonces sacó de presto Tangáxoan la porra de la paja y diole en el pescuezo un golpe, y acogotole, y hízole caer de bruces, y tornóle a dar otra vez, y saltó la sangre muy colorada de una parte, y de otra que corría dél. Y viendo esto sus criados, levantáronse y huyeron todos, y todos los que estaban allí se levantaron y querían huir. Y levantose Hirípian y díjoles: "¿Dónde queréis huir? ¿Quién os hace mal? Entre nosotros lo habemos los señores, porque no consentimos los males. Sosegó todos, y trae leña para los cúes de Curicaueri, y hacé vuestras ofrendas de leña." Y quedó tendido Curátame, un brazo a una parte y otro a otra, y todos los penachos, que tenía en la cabeza, estaban ensangrentados, y dijeron: "Id, hacérselo saber a nuestro tío, cómo reñimos e le matamos, a ver qué dirá." Y pasaron la laguna los mensajeros y dijeron a Taríacuri: "Tus sobrinos nos envían a ti, que te hiciésemos saber que riñeron con Curátame." Díjoles Taríacuri: "¿Matáronle?" Dijeron ellos: "Sí, señor." Díjoles Taríacuri: "¿Quién le mató?" Dijeron ellos: "Tangáxoan le mató." Dijo Taríacuri: "Valiente hombre es. Muera el bellaco lujurioso. Bien le hecieron. Echadle en la laguna." Y echáronle en la laguna, y tornaron a traer leña para los cúes, y vínose Taríacuri a su primer asiento de Pátzquaro donde estaba su hijo Curátame por señor.
XXVII
Cómo aparescieron entre sueños el dios Curicaueri a Hirípan, y la diosa
Xaratanga a Tangáxoan y les dijeron que habían de ser señores
Como estuviesen juntos Hirípan y Tangáxoan y Hiquíngare en aquel dicho lugar donde tenían el cu, llegose Hirípan a su hermano Tangáxoan y díjole: "Señor Tangáxoan." Respondió él: "¿Qué es, hermano?" Y díjole: "Quedaos aquí y peleá con los de Curínguaro, y yo llegaré al monte, llamado Tariacaherio, que está aquí en Michuacán, que dicen que aun lado tienen puerto un batallón de gente los de las islas de Pacandan, y Xaráquaro, y que se van a favorescer con los de Curíngaro que entran a su pueblo, y tomareles aquel batallón." Respondió Tangáxoan: "Hermano, ve que no es lejos donde dices, que aquí cerca es, e yo iré a estotro monte llamado Pureperio que allí también tienen su batallón los del pueblo de Cumachén que se van a meter en el pueblo de Tetepeo, y yo les tendré allí el camino y Hiquíngare pele[e] con los de Curíngaro." Y fuéronse. Hirípan hizo grandes fuegos y grandes ahumandas en el monte llamado Tariacaherio en la cumbre del monte, y Tangáxoan hizo también sus ahumadas en el monte llamado Pureperio en lo alto, que son dos montes de Michuacán, y Hiquíngare hizo sus ahumadas donde tenía el cu nuevo en Querétaro. Y como pasasen algunos días, envioles a llamar Taríacuri y fueron a él y díjoles: "Venid acá, hijos; qué pena me dais, ¿dónde vais ya? y dónde hacéis ahumadas. ¿Quién hace fuegos y ahumadas, aquí en la cumbre del monte Tariacaherio?" Dijo Hirípan: "Padre, yo las hago." ¿Y en el monte Pureperio, quién hace ahumadas y fuegos?" Dijo Hirípan: "Mi hermano Tangáxoan y Hiquíngare en Querétaro en el cu nuevo, que pelea con los de Curínguaro." Díjoles Taríacuri: "¿Qué será, si os llevan a todos?" Dijeron ellos: "No llevarán, que todo está sosegado." Díjoles Taríacuri: "¿Pues por qué sobís a la cumbre de los montes? Qué, ¿vienen allí los dioses del cielo y tocan aquel lugar? ¿Pues habéis tenido algunos sueños, poniendo en aquellos lugares la leña?" Dijeron ellos: "No padre." Dijo él: "¿Por qué no habíades de tener sueños? Decí la verdad, que si habéis tenido, contá lo que habéis soñado." Dijo Hirípan: "No habernos soñado nada, mi hermano Tangáxoan no sé lo que se dice." Díjole Taríacuri: "¿Es la verdad, señor Tarigáxoan?" Díjole, Taugáxoan: "Así es la verdad, padre." Díjole Taríacuri: "Dilo, a ver, señor." Dijo Tangáxoan: "Que me place, padre; yo puse leña en los fuegos y escombré al lado de una encina. Y estaba al pie de aquella encina, y quitéme el carcax de flechas de las espaldas, y púsele allí cerca de mí, y mi guirnalda de cuero de tigre también, y traspúseme un poco durmiendo, y ansí de improviso vi venir una persona, una vieja que no sé quién era, la cabeza cana a trechos, y unas naguas de yerbas de una manta basta puestas, y otra manta de lo mismo, que traía cubierta, y llegóse a mí y empujóme y díjome: "Despierta, Tangáxoan, ¿cómo dices que eres huérfano y duermes? Despierta un poco. Mira que yo soy Xarátanga. Ve por mí, y limpia el camino por donde tengo de venir: yo estoy en el pueblo de Taríaran: limpia a donde tengo de estar, y ve a mirar aquí bajo de este monte, donde está cerrado con zarzas, y verás el asiento de mi cu. Allí es mi casa, donde se llama la casa de las plumas de papagayos, y la casa de las plumas de gallina, y mira a la man[o] derecha, donde ha de estar el juego de la pelota. Allí tengo de dar de comer a los dioses, a medio día, y verás allí el asiento de mis baños que se llama Paqui hurínguequa, que está en medio donde algunas veces tengo de sacrificar a los dioses de la mano izquierda llamados Uirambanecha, dioses de tierra caliente. Limpia todo aquel lugar, donde yo estuve otra vez, y tórname a traer a Michoacán, que ya no saca provecho de mi madre, que no me temen. Ya no hay quien hable ni haga traer leña para mis cúes. Hazme esta merced y mira mis espaldas los plumajes que tengo puestos en la espaldas y en la cabeza, y mira mis vestidos, y ten cuidado de renovar mis atavíos, y yo también te haré merced, que yo haré tu casa y tus troxes, y estarán mantenimientos en ellas, y haré que tengas mujeres en encerramiento en tu casa, y andarán viejos por tu casa, y será muy grande la población, y pondréis orejeras de oro en tus orejas, y brazaletes de oro en los brazos. Y díjole que le daría todas las insignias de los señores. Esto es lo que soñé, padre." Oyendo esto Taríacuri díjole: "Señor Tangáxoan, dichoso tú: ¿Dónde tomaste aquella leña para los fuegos? ¿Cómo no dejaste algún tronco, y yo viejo como soy, arrancaría las raíces de aquel troncón, por la vertud que tiene aquél árbol, pues que por él tuviste el sueño que tuviste? Todo lo que yo he trabajado en traer leña para los cúes, todo fue para ayudarte a ti. Aquella que dices no es vieja, mas es la diosa Xarátanga. ¿Cómo la podrás traer, que hay muchos peligros en el camino; cómo has de entrar allá, que es todo tierra de guerra, y hay infinidad de gente? Ve y escombra sus cúes y su asiento, y pon allí encienso y haz allí fuegos en aquel lugar y ahumadas, que ella los olerá cuando veniere." Díjole Tangáxoan: "Ya yo he limpiado todo aquel asiento." Y preguntó Taríacuri a Hirípan, qué había soñado y díjole: "Tú, señor Hirípan ¿qué has soñado?" Dijo él: "Yo también estaba al pie de una encina, y yo también puse mi carcax de flechas allí cerca, y estaba arrimado al pie de una encina, y no sé quién, uno que parescía señor, que estaba todo entiznado, el cual llegó a mí, y tenía un cuero blanco por guirnalda y un bezote pequeño, y díjome: "Despierta, Hirípan, ¿cómo dices que eres huérfano?, pues ¿cómo duermes? Despierta, yo soy Curicaueri; ponme plumajes en la cabeza y en las espaldas, plumajes de garzas blancas, háceme merced, y yo también te haré merced, y te haré tu casa y troxes, y estarán mantenimientos en tus troxes, y ensancharse ha tu casa, y tendrás esclavos en tu casa y viejos, y yo te haré merced que te pondré orejeras de oro en las orejas y plumajes en la cabeza y collares a la garganta. Esto será así, Hirípan. Esto es lo que soñé, padre." Oyendo esto Taríacuri le dijo: "Señor Hirípan, pues según esto, vosotros habéis de ser señores. Yo lo que he trabajado de traer leña a los cúes, para ayudaros la he traído. ¿Dónde cortastes aquella leña para los cúes, hijos? ¿Cómo no dejastes algunas raíces, que yo las arrancaría y yo las quitaría? Id, hijos y torná a pasar la laguna." Y fuéronse y tornáronse donde estaban primero y hacían sus fuegos y ahumadas como de primero.
XXVIII
Cómo los del pueblo de Itziparamucu pidieron ayuda a los de
Curínguaro y del agüero que tuvieron los de ltziparámucu
Estaba una población llamada Itzi parámucu que era de los de Curínguaro, cerca donde estaba Tangáxoan, y vían los fuegos y ahumadas que hacían en Pureperio, y estaba un señor en el dicho pueblo, llamado Tzintzuni y temió los fuegos, y llamó sus viejos y díjoles: "Id a mis sobrinos Candó y Huresqua, señores de Curínguaro, que pues somos tanto gente, que nosotros somos solos, ¿que no sería bueno que tomásemos algunos de nosotros y se pusiesen en un lugar alto llamado Xaripitío, y fuesen allí a morar, y harían allí un cu y harían allí también fuegos y ahumadas, y también harían otro cu en otro lugar, llamado Acumba paratzicuyo y casas de los papas y allí también habría fuegos y ahumadas y así nos entenderíamos y viviríamos? ¿Por qué está aquí Hrípan y hace ahumadas en lo alto del monte, y Tangáxoan aquí cerca en el monte Preperio y que miren los fuegos de Hiquíngare, y ahumadas que dónde quiere ir? Que ellos no lo hacen sino por ir a otras partes, y que quieren venir contra nosotros. Esto diréis a mis sobrinos, y que si no lo quisieren creer, que se abra
la puerta por mi pueblo de Itziparámucu, que yo con gente estábamos hechos una cerca y pared muy gruesa, con que está atada la puerta, y que me abriré y me quitaré de ser puerta y me iré con mi gente, y pasando adelante de sus términos, haré mi asiento con mi gente. Si no creyeren esto que les digo, esto les diréis a la partida." Este señor en estas palabras toma semejanza de las puertas que ellos usan en sus casas hechas de tablas, atadas con cordeles. Dice que se quitará de ser puerta y cerradura del paso donde está, y que entrarán a ellos y los conquistarán. Y partiéronse los mensajeros, y llegaron donde estaban los dichos señores, y saludáronlos y dijéronles "Señores, ¿a qué venis, viejos?" Y contáronles su embajada y dijeron [esto]. "Dice nuestro tío: ¿por miedo de quién dice esto? ¿Quién nos ha de quis que aquello que dice no es humo, por miedo del cual dice esto mirando la humadas? Todos los que las hacen, pueden andar: si no veinte hombres en cada parte. Si fuésemos a ellos, habría para que tomásemos cada uno el suyo. Si fuésemos a ellos cada ciento de nosotros ¿no tomaría el suyo porque aquí falta o carestía de gente? Porque nosotros solos lo ocupamos todo y estamos hechos un piélago. ¿Dónde es de agora ser Curínguaro? Porque de todo en todo es población divina y tine canas de muy antigua población, y las piedras de los fogares han echado muy hondas raíces ¿Quién ha de venir a destruirnos? Esto es lo que diréis." Dijeron los mensajeros: "Sí señores, y por esto dice vuestro tío, que vayan cada cien hombres a tomar dos asientos, y harían fuegos y ahumadas a los dioses por vivir algún tiempo y que habría cúes en Acumbaparatzicuyo y que estuviesen allí cien hombres." Respondieron ellos: "Viejos, ¿qué provecho será quien viene aun a destruirnos?" Dijeron ellos: "Así es, señores; por eso dice vuestro tío que abra la puerta por su pueblo de ltziparámucu, que él estaba con su gente hecho puerta muy gorda, y que se abrirá, y que se irá, adelante de nuestro términos a tomar asiento con su gente." Dijeron ellos: "¿Qué dice nuestro tío? ¿A qué ha de ir, quien nos viene a destruir los pueblos?" Y tornáronse los mensajeros, y llegando al señor de Itziparámucu, saludoles y díjoles: "¿Pues qué dicen?" Dijeron los viejos: "Señor, no lo creen." Dijo Tzintzuni: "Basta lo que han hablado: ven acá, tabernero." Y veniendo, díjole: "Señor, ¿qué quieres?" Díjole Tzintzuni: "¿Hay algún vino?" Respondió el tabernero: "Por qué no, señor. Sí hay." Díjole Tzintzuni: "Traedlo y beberemos." Y hizo llamar lo dos los principales y los que tenían en cargo la gente, y toda la gente común, y mujeres y mochachos y díjoles desta manera: "Oídme, gente: moradores de Itzi parámucu, matá los perros y las gallinas y papagayos grandes y comeoslo toda. ¿Cómo lo podréis llevar huyendo con ello? Qué, ¿no habemos de estar aquí, yo y vosotros, más de cinco días? Tomá todos masa o harina y secadla, y otros quien quisiere hacer otro matalotaje, hágalo. ¿Cómo habéis de llevar con vosotros nada desto? Mirá que me tengo de ir con vosotros, y mudar a otra parte y hacer nuestro asiento." Y fuese la gente a sus casas, y empenzaron a emborracharse todos, el señor llamó su mayordomo, y díjole: "Ven acá, daca los plumajes verdes de las plumas largas que trujeron de Pátzquaro por rescate de Tamapu checa, hijo de Taríacuri, que cativamos." Y bajaron de una trox una arca de aquellas plumas verdes, y tomábanlas todos en manojos, y compúsose él y todos los principales, con brazaletes de oro y orejeras de oro, y collares de turquesas, y plumajes ricos, y díjoles: "Señores que estáis aquí, moradores de Izti parámucu, gran deleite es emborracharse y beber. Pongámonos un poco los plumajes que han de ser de Hirípan y Tangáxoan y Hiquíngare. Esto que tenemos aquí, todo ha de ser suyo; traigámoslo un poco de tiempo." Y empezaron todos a llorar y hacer gran ruido llorando, y empezaron a traer vino y emborracharse todos. Y dijeron: "Emborrachémonos para consolarnos." Y vino una vieja, que no se sabía quién era con unas naguas de manta basta de hi[er]bas, y otra manta de lo mismo, echada por el cuello, y las orejas colgando muy largas, y entró en casa de un hijo de Tzintzuni, que tenía un hijo que criaba su mujer y como la vio su Mujer, díjole: "Entrá agüela", que ansí dicen a las viejas. Dijo la vieja: "Señora, ¿queréis comprar un ratón?" Díjole la señora: "¿Qué raton es aquél?" Dijo la vieja: "Señora un topo es, o tuza." Dijo la señora: "Dale acá, agüela." Y tomósele de la mano, y era todo bermejo, muy grande y largo. Díjole la señora ["¿Qué demandáis, agüela?" Dijo la vieja: "Señora de hambre vengo ansí: dame algunas mazorcas de maíz." Dijo la señora: "Agüela, tráigasle en buen hora yo te le compraré, que mi marido se está emborrachando, y yo se le coceré para que coma; asiéntate, entretanto." Y diéronle de comer, y una cesta de maiz, y despidiose la vieja y dijo: "Ya me voy, señora," Y fuese y chamuscó la señora aquel topo y lavole, y echole en un puchero, y púsole al fuego, y coció su hijo en aquel puchero, que había engendrado su marido Hopótacu, y estaba la cuna con las mantillas liadas que parescía que estaba allí el hijo. Y a la tarde fuese a su casa su marido Hopótacu y entrando en su casa, llamó a su mujer y díjole: "Señora, tengo hambre, ¿qué tengo de comer?" Dijo ella: "Señor, allí tengo que comas, que te compré un ratón o tuza." Y lavó de presto una sical y púsole allí en ella tamales, y tomó el puchero y echó el caldo en otro xical, y como quisiese echar el topo cocido, paresció ver su hijo y dio gritos, llorando, y dio en el suelo con el puchero. Y estaba todo blanco de cocido el niño, y saltó encima la cama y desató la cuna que estaba liada, y estaba vacía, y como no halló el niño, turbose y empienza a dar gritos la madre y díjole el marido: "¿Qué has?". Y como viese el niño díjole: "¡Oh bellaca, mala mujer!" Y como era valiente hombre, tomó su arco y flechas, y puso una flecha en el arco, y tiró la cuerda y flechó a la mujer por las espaldas y matóla. Y era de noche. En amanesciendo, fueron todos los principales en casa del señor, y recontaban todos lo que les había acontecido, estando borrachos, y díjoles Tzintzuni, el señor: "¿Quién ha hecho mal en esta borrachera?" Y uno decía: "Yo", y otro, "yo he hecho mal." Y cada uno contaba lo que le había acontecido. Y dijo el señor: "Mucho nos emborrachamos. ¿Cuál es más deleite, emborracharse o dormir con mujeres? ¿Por qué no hacen ansí en Curínguaro?" Y dijo al tabernero: "Haz más vino en los mayores maguéis, que será perdido que los chichimecas los gocen o hagan vino dellos." Y dijo Hopótacu: "Padre yo no sé que me ha acontecido: he flechado a la madre de mi hijo, Tzintziari." Dijo el señor: "¿Por qué la flechaste, hijo? ¿Qué te hizo?" Dijo Hopótacu: "Padre, cociome a mi hijo, el que tu pusiste nombre; que no sé qué vieja trujo a mi casa a vender un topo o tuza, que dicen que traía una naguas de una manta de hierbas basta, y otra mantilla de lo mismo cobijada, y traíele revuelto en la mano, y que de hambre, traía aquel topo a vender, y pensando que era así, le compró mi mujer y como no era topo, sino mi hijo, el que yo engendré, por esto la mate." Oyendo esto su padre, dijo: "Ah; aquélla no era vieja; mas es de las tías de los dioses del cielo. Aquélla se llama Auicanime, e ya los dioses de todo en todo, están muertos de hambre, y no tenemos con nosotros cabezas. Sea así, gente: Vámonos hacia alguna parte." Y emborracháronse cinco días y fuéronse del pueblo. Acostumbraba esta gente, cuando tenían alguna aflicción, decir: "No tenemos cabezas con nosotros": diciendo que sus enemigos los tomarían e cativarían a todos, y los sacrificarían, y que sus cabezas pondrían en varales. Y hacían cuenta que los habían tomado. Por eso dice aquí el señor de Itzi parámucu, que no tenían cabezas consigo.
XXIX
Cómo Taríacuri envió sus sobrinos amonestar y avisar un cuñado suyo, que no se emborrachase,
y cómo los rescibió mal, y a la vuelta lo que le aconteció a Hirípan con un árbol en el monte
Envió a llamar Taríacuri a sus sobrinos e hijo Hiquíngare, y venidos, díjoles: "Hijos, que haremos; ¿cómo no iríades al señor llamado Hiuacha, hijo de mi tío Zurumban, que cada día se emborracha muy malamente, y dicen que no come pan, mas el vino sólo tiene por comida? Id a él, y llevadle este pescado: decidle que coma primero y que después empezará a beber, y [tomará] una taza, y luego comerá tras ella pan, porque no se muera, que le matarán estando borracho. Id a él y amonestadle, que yo hablé con su padre desta manera." Partiéronse sus sobrinos e hijo, todos tres juntos, y llegaron donde estaba Hiuacha, que había salido del baño, y se había bañado, y estaba asentado a un lado y saludolos y díjoles: "Bien seáis venidos, chichimecas." Y pusieron ellí el pescado delante dél, y antes que hablasen, ni le dijesen lo que les había dicho Taríacuri, anticipose Hiuacha y díjoles: "¿Qué venís a decir? ¿Cómo no venís a hablar de guerra? Esperad, contaremos los días: el día de la caña y el día del agua, y el día de la mona y de la navaja, que yo Hiuacha no peleo más con mantas: compro los esclavos." Acostumbran los mexicanos contar sus meses e días, por unas figuras que tenían pintadas en unos papeles, una caña y agua, y una mona, y una navaja. Así hay veinte figuras, un perro y un venado. Y contando por allí los días, tomaban sus agüeros para pelear, y para ver el nascimiento de cada uno. Y esta cuenta paresce que la tenía este señor Hiuacha, y no los chichimecas, y por esto dice que contarán el día de la caña y del agua. Oyendo lo que habló Hiuacha, Tangáxoan no se pudo contener, y dijo: "¿Quién te dijo que cuentes los días? Nosotros no peleamos contando desa manera los días: mas traemos leña para los cúes, y el sacerdote llamado Curi y el sacrificador toman olores para la oración de los dioses. Dos noches estamos en nuestra vela para mirar cómo va la gente y para despedillos, y con esto peleamos." Y tomaron sus arcos y asentáronse todos en el patio y sacaron de comer, y no les dieron a ellos, mas pasáronse de largo los que daban la comida, y dieron a los suyos, y sacaron mantas y camisetas y hizo merced Hiuacha no más de a los suyos, y a ellos no les dieron nada, y como no hacían caso dellos, dijeron: "Vámonos a nuestro pueblo." Y tomaron todos sus arcos, y íbanse, y un viejo que era mayordomo de Hiuacha entró en una troj, y sacó un cañuto muy gordo de cañaheja, que estaba lleno de plumajes, y se fue tras ellos y íbalos llamando y decía: "Señores chichimecas, esperaos ahí, que os quiero decir un poco." Y dijo Tangáxoan a su hermano: "Señor Hirípan, ¿qué viene deciendo aquel viejo?" Dijo Hirípan: "Dice que esperemos aquí, que nos quiere decir un poco. Venga a ver qué quiere." Y llegó a ellos y saludáronle y dijéronle: "Bien seas venido, agüelo", que ansí decían a los viejos y a los sacerdotes. Y él también los saludó y quebrantó el cañuto de cañaheja y sacó dél muchos plumajes y púsoselos en la mano a Hirípan y díjoles: "Hijos, llevad estas plumas a Curicaueri vuestro dios, que destas plumas hace sus atavíos: ochocientas son. Estas trujeron de las islas de la laguna en rescate de xicales, y ruégoos que sean para apartarme a mí y a mis parientes: que los libertéis, que no acertó en lo que dijo Hiuacha, que ya no tenemos cabezas con nosotros, porque muy fuertemente conquistará la tierra vuestro dios Curicaueri. Ruégoos que me libertéis y apartéis de los cativos." Díjole Hirípan: "¿Cómo te llamas, agüelo?." Dijo el viejo: "Señor, llámome Parangua, y un hermano mío menor, se llama Tzipaqui." Díjole Hirípan: "Bien, bien, habla a todos los tuyos y escoge todos tus parientes; que así será como dices." Y fuéronse su camino y llegaron a Pátzquaro y no hablaron a Taríacuri; mas fuéronse todos enojados de largo al cu nuevo, a Querétaro, donde tenían su asiento en Michuacán. Y como llegaron, fuéronse al monte a cortar leña para los cúes, ellos y los isleños que andaban juntos. Y Hirípan subió en un árbol que no era gordo y abrazose con las ramas y y doblegolas y aquel árbol estaba comido de carcoma o gusanos y [que]brantose y vino abrazado con las ramas, y cayó con ellas tendido en el suelo boca abajo y amorteciose, y como le vio su hermano Tangáxoan, dijo: "¡Ay, ay, que es muerto mi hermano." Y llamó a Hiquíngare, y vinieron allí todos los isleños, y cercáronle todos en rededor, y aun no se levantaba, questaba todavía tendido, y llegose a él Tangáxoan y tomole de un brazo y Hiquíngare de otro y levantáronle, y estaba asentado y teníanle por las espaldas Tangáxoan y Hiquíngare. Y levantose en pie Hirípan, y dijo muy enojado de sí: "¡Oh Hirípan: aunque soy de tal estatura y tan pequeño, y aunque tengo la cabeza redonda, que no es de valientes hombres, nunca me tengo de olvidar de aquella injuria de Hiuacha!" Y dijo a su hermano Tangáxoan. "¿Cómo tiene las manos Hiuacha de quebrar ramas para los fuegos de los cúes? Mírame las manos, qué de callos tengo: Si las tiene así Hiuacha; ¡que tanta leña cuesta, y que tantos olores ha de costar, y cuán alta ha de ser la leña que ha de cortar! Nunca olvidaré esta injuria." Acostumbraba esta gente de traer leña para los cúes, y echar olores los sacerdotes, llamados andúmucua en el fuego, porque los dioses les diesen vencimiento contra sus enemigos, y allí en la oración que hacían al dios del fuego, nombraban todos aquellos señores, contra quien hacían aquellos hechizos de aquellos olores. Por eso dice aquí Hirípan, que ha trabajado tanto en traer leña para los cúes, que tiene callos en las manos, los cuales no tenía Hiuacha; y que ya él merescía que los dioses le diesen vencimiento contra él, por aquella leña que había traído para sus cúes, o que él trairía tanta pues que ya tenía callos hechos, que fuese bastante de vencer a Hiuacha, aunque era valiente hombre. Y era de pequeña estatura, y tenía la cabeza redonda. Que los que la tenían de tal manera, no los tenían por valientes hombres, y por eso a los señores les allanaban las cabezas, y se las asentaban y hacían como tortas. Y díjole Tangáxoan a Hirípan: "Hijo, tú no estás tan enojado como yo: yo estoy más enojado que tú: pues que soy de chicos pies y delgado de cuerpo. Vámoslo a hacer saber a nuestro tío, porque no diga que habemos de estar y vivir entrambos; pues que aun vive nuestro tío, verá nuestra muerte, que no tenemos gana de vivir vámosle a decir lo que nos dijo Hiuacha." Y partiéronse para ir donde estaba su tío Taríacuri, el cual era ya muy viejo y cansado y tenía unas orejeras de oro en las orejas y algunas turquesas al cuello y una guirnalda de trébol en la cabeza. Y estaban arrimadas a él sus mujeres que le tenían, y llegando sus sobrinos, dijo a las mujeres: "Madres, levantadme, que vienen mis sobrinos: que quieren hablar una cosa de importancia." Y levantáronle y asentáronle en una silla de espaldas y díjoles: "Entraos allá dentro." Y como llegasen sus sobrinos, saludoles y díjoles: "Seáis bien venidos, hijos." Y ellos a él así mesmo le saludaron, y quebrantaron aquella cañaheja y sacaron las plumas blancas y pusiéronselas en la mano, y díjoles Taríacuri: "¿Pues qué es esto, hijos?" Y contáronle lo que les dijo Hiuacha el señor de Taríaran, y díjoles Taríacuri: "Pues hijos, ¿qué decís? ¿Pensáis de pelar?" Dijeron ellos: "Sí, padre, que habemos de pelar; pues que estás vivo, vernos has, cómo vamos a morir: porque no digas que queremos estar y vivir, nosotros: Morir queremos, y verás nuestra muerte." Díjoles Taríacuri: "¿Qué decís, hijos? ¿Quién tenéis en vuestra compañía, para querer pelear y hacer guerra a los otros?" Dijeron ellos: "¿Por qué, padre, no habemos de tener compañía? Muchos somos. Ahí está un prencipal llamado Cuetze y Catzimato y Quiriqui y Quacángari y Anguaziqua y Cupauaxanzi, que son valientes hombres de los nuestros, y de los isleños; ahí están Zapiuátame y Tzanguata y Chapata y Atache húcane, que eran de los antepasados de don Pedro que es agora gobernador, que se hecieron amigos de los chichimecas. Paréscemos que somos hartos." Díjoles Taríacuri "¿Qué decís, hijos? Vosotros que tanto ha que entropezastes a querer hacer guerra, como quien dice mucho tiempo ha que empezastes y diestros estáis; no quiero quebrar vuestras palabras y estorbar vuestro parecer. Déjame primero hacérselo saber a Huresta señor de Cumanchén, que es muy creíble, como muchacho, quél será con nosotros y se juntará con [v]osotros, y si no bastare con esta ayuda levantarnos hemos todos y iremos todos a un señor llamado Thiuan, por tener favor y guarda en él, que es muy valiente hombre. Torna a pasar la laguna que yo os lo enviaré a hacer saber mañana, y esotro día llegarán y nos juntaremos aquí en un lugar llamado Thiuapu, en lo alto." Y respondieron ellos: "Sea así, padre." Y tornaron a pasar la laguna.
XXX
Cómo Taríacuri mostró a sus sobrinos y hijo la manera que habían de tener en la guerra
y cómo les señaló tres señoríos y cómo destruyeron el pueblo a aquel señor llamado Hiuacha
Como viniesen los mensajeros que había enviado Taríacuari al señor de Cumachén, al tercero día envió Taríacuri por sus sobrinos, haciéndoles saber cómo habían traído buenas nuevas los mensajeros que habían enviado al señor de Cumachén que los quería ayudar. Y vinieron sus sobrinos, y luego en rompiendo el alba, antes que heciese, claro, subió a un montecillo Taríacuri, llamado Thiuapu, y escombró allí aquel lugar un pedazo, y juntó tres montone de tierra, y puso encima de cada uno una piedra e una flecha y desviose, y apartose un poquito del camino, y estaba echado allí. Y sobieron sus sobrinos a aquel montecillo, y encumbraron y llegaron donde estaban los montones de tierra, y viéndolos dijeron: "¿Qué cosa es ésta? ¿Quién limpió y escombró este lugar?" Y dijeron: "No sabemos quién hizo esto, y esta tierra ¿quién la juntó aquí? Cómo ¿no la debía de ayuntar nuestro tío?" Dijeron: "Sí, mas para qué puso aquí esta tierra?" Y fingiendo Taríacuri que encumbraba el montecillo, llegó a ellos y díjoles: "¿Pues qué hay, hijos? ¿Qué habéis hecho aquí? Para qué posistes aquí estos montones de tierra?" Dijeron ellos: "Padre no los posimos nosotros; cómo ¿no los posistes tú?" Díjoles Taríacuari: "Sí hijos, discretos fuistes en no deshacellos; oídme hijos: mira Hirípan, ansí ha de haber tres señores. Tú estarás en este montón que está en medio, ques el pueblo de Cuyacan, y tú Tangáxoan estarás en este montón, que es el pueblo de Michuacán, y tú Hiquíngare estarás en este, que es el pueblo de Pátzquaro. Así serán tres señores." Y trazó allí el pueblo del señor llamado Hiuacha Tzirapen y díjoles: "Miró que os quiero mostrar el pueblo: esta raya que está aquí es el camino por donde habéis de ir; esta que está aquí, es una sierra: vosotros habéis de ir por aquí y los de Cumachén por aquí y los de Erongaríquaro y Uricho Pichátaro, irán por este camino que ya vienen, que yo les señalé que viniesen mañana, id, pues, hijos." Dijeron ellos: "Así será como dices, padres." Y partiéronse con toda la gente de guerra. Y en la tarde llegaron a un pueblo llamado Uiramu angaru, y en anocheciendo tomaron su dios Curicaueri, y iban los escuadrones partidos, y cercaron todo el pueblo para destruille y estuvieron en celada, y en rompiendo el alba, díjoles a todos Hirípan: "Levantaos todos." Y levantáronse todos y dieron gran grita y destruyeron y quemaron todas las casas y cativaron muchos enemigos, y haciendo todos gran ruido, daban voces cuando los tomaban. Y llevaron huyendo los suyos a Hiuacha asido de los brazos, y alcanzándole Tangáxoan, llegó a él y diole con una porra encima la cabeza, y tomaron todas sus mujeres, aquí una y allí otra, y trujéronlas al real. Y moraban unos naturales en un pueblo llamado Chemengo, y otros en otro pueblo llamado Tzitzupan, y en Acauato y fue mucha gente de los enemigos huyendo a los dichos pueblos y diéronlos grita, y no los recebieron, y dieron la vuelta otra vez, otra vez hacia su pueblo y cativáronlos y durmieron sobre ellos que los alcanzaron de noche, y todo un día estuvieron así cazando a los que se habían escondido, y dormieron allí una noche. Y a la mañana contáronlos todos, y enviaron a hacello saber a Taríacuri, cómo los habían conquistado y cativado, y vino a dar la nueva un prencipal llamado Zapiuátame y saludó a Taríacuri y díjole: "Señor, ya ha cativado Curicaueri." Díjole Taríacuri: "¿Hay algunos muertos de los nuestros con que me deis pena?" Dijo Zapiuátame: "Señor, no peleó el señor del pueblo: todo está ya sosegado, y dormimos allí una noche, y en un día los tomamos cazándolos, y así los cativó Curicaueri." Y holgose Taríacuri de las nuevas, y vino toda la gente de guerra con los cativos, que venían haciendo gran ruido, y anduvieron con ellos en procesión, y lleváronlos a la casa de Taríacuri, y diéronles a todos de comer, y escogeron los que habían de guardar en la cárcel para estos sacrificios, y desataron al viejo llamado Parangua, el mayordomo de Hiuacha, y fueron él y su hermano donde estaba Hirípan y díjoles: "Que es, ¿agüelo?" Y contáronle cómo él era el de los plumajes. Díjoles Hirípan: "Vamos y dirémoselo a nuestro tío." Y fueron delante de su tío y díjoles: "Pues qué hay, hijos?" Dijéronle: "Este es el que te dijimos, éste es el que trujo los plumajes, éste se llama Parangua y éste que viene con él dice que es su hermano, que se llama Tzipaqui: Díjoles Taríacuri: "¿Qué dice Hiuacha?" Dijéronle: "Qué ha de decir, señor?" Dijo Taríacuri: "Allí está. ¿Qué es lo que siente?, que desta manera castiga Curicaueri. Esto le dijeron sus padres del cielo, que conquistase la tierra. Id y escogedlos. ¿Qué decís?" Y fueron y escogéronlos y libertaron cuatrocientos y estuvieron componiendo los cativos dos días, y emplumaronlos y pusierónlos las mitras de plata, y unas tortas de plata al cuello, como soles: y unos cabellos largos a las espaldas, y al señor también dellos, llamado Hiuacha, y pusiéronles cascabeles en las piernas, y velaron con todos ellos en las casas de los papas una noche, y bailaron con ellos y a la media noche tañeron las trompetas para que descendiesen los dioses del cielo, y a la mañana echaron su harina a los pies de los cúes. Y subieron a los cúes, Hirípan y Tangáxoan y Hiquíngare, y los otros señores, todos compuestos. Y Taríacuri estaba asentado en una silla a la entrada de las casas de los papas. Y sacrificaron a todos aquellos cativos. Y un día entero, no hicieron sino sacrificar. Y tenían al cuello unos collares de huesos llamados tarepu uta, que eran colorados, y estaban todos ensangrentados de la sangre que saltaba de los sacrificados, y lleváronlos a lavar a un agua que está en la casa de don Pedro gobernador en Pátzquaro, y puso nombre Taríacuri, aquel lugar Caropu uta, el cual tiene hasta el presente día, y dice la gente común, que por eso aquel agua de allí no es sabrosa, porque se lavaron allí entonces aquellos huesos o conchas.