Comentario
Entre el fracaso de Orleans (1429) y 1435 se dieron pasos decisivos hacia la definitiva derrota inglesa. Inglaterra empezó a acusar el enorme esfuerzo bélico que suponía mantener la guerra en el continente y el control sobre territorios cada vez más hostiles. Ni los golpes de efecto de la ejecución de Juana de Arco ni la coronación de Enrique VI (1431) fueron revulsivos suficientes para los anglo-borgoñones. Con todo, el desenlace final del conflicto quedó en manos de Felipe el Bueno, que comenzó a deslizarse hacia un Carlos VII consciente de que sin Borgoña no podría derrotar a Inglaterra. Durante esos años en ambas cortes maduró la posibilidad de un acercamiento franco-borgoñón.
En 1435 murió el duque de Bedford, regente inglés, acelerándose unos acontecimientos que harían decisivo ese año. El mutuo acercamiento de armagnacs y borgoñones culminó en el gran Congreso de Arras (agosto-1435), clave en el desenlace del conflicto. Felipe el Bueno rompió su tradicional alianza con Inglaterra a cambio de una fuerte compensación económica y de la práctica independencia política de Borgoña. A cambio de estas duras condiciones Carlos VII destruía el bloque anglo-borgoñón y era reconocido como único rey por el primer noble de Francia. Los tratados de Arras remataron la liquidación de la Doble Monarquía.
Consecuencia de la alianza franco-borgoñona fue la entrada de las tropas francesas en París en abril de 1436. Carlos VII se cuidó de no repetir errores pasados y propició una política de reconciliación que culminó con la inteligente fusión de los órganos de gobierno del París borgoñón y de la corte de Bourges. La reacción inglesa se produjo en Normandía y Guyena, pero fue frenada sin dificultades. Entre 1436 y 1440 el agotamiento en ambos bandos y la incapacidad para negociar llevaron la guerra a un estancamiento. Sin embargo, el poder efectivo de los contendientes quedó patente en 1440 al estallar la revuelta nobiliaria de la "Praguerie" contra el autoritarismo de Carlos VII. El rey aplastó a los nobles levantiscos, demostrando que la monarquía francesa había perdido la debilidad de otros tiempos. Los ingleses, que apoyaron la revuelta, fueron incapaces de obtener ningún beneficio. Para afianzarse en el trono, Carlos VII logró que Inglaterra aceptara las treguas de Tours (1444), en las que su presencia fue reducida a Normandía y Gascuña.
Las treguas de Tours (1444-1450) proporcionaron un respiro que franceses e ingleses no aprovecharon de igual forma. Inglaterra vivió un periodo de inestabilidad por las disputes nobiliarias entre el duque de Gloucester y el conde de Suffolk. Por el contrario, Carlos VII continuó el fortalecimiento de su poder. Sometida la nobleza, entre 1445 y 1448 llevó a cabo una eficaz reorganización del ejército real. Tras acabar con las bandas mercenarias y descontroladas de "écorcheurs" que azotaban el reino, promulgó la Gran y Pequeña Ordenanzas (1445), por las que se creaba un ejército pequeño y eficaz al servicio exclusivo del rey. En 1448 creó los cuerpos de "francs-archers", exentos y reclutados por parroquias y, finalmente, organizó un poderoso parque de artillería. Con ello completó la creación de una poderosa maquina militar de caracteres modernos que daría la victoria definitiva a la monarquía francesa.
Las treguas de Tours tampoco fueron duraderas. Inglaterra no quería hacer concesiones y Carlos VII, cada vez más fuerte, tenía la victoria a su alcance. En 1449 se reinició la guerra. Desde esa fecha hasta el final oficioso del conflicto (1453), la Francia de Carlos VII abordó una autentica guerra nacional de liberación del territorio que se desarrolló de triunfo en triunfo. La ofensiva francesa se lanzó primero en Normandía, donde el ejército creado por Carlos VII tomó una a una las ciudades normandas defendidas por pequeñas guarniciones inglesas encastilladas por temor a la población. Enrique VI hizo un último esfuerzo y envió un pequeño ejército a Cherburgo, pero las tropas de Carlos VII derrotaron a los ingleses en la batalla de Formigny (15-abril-1450), poniendo fin a la presencia inglesa en Normandía.
A continuación Carlos VII dirigió sus tropas contra Guyena, más difícil de conquistar por la secular presencia inglesa en la región. Inglaterra estaba prevenida, pero el estallido de la revuelta de Jack Cade debilitó aún más sus fuerzas. Entre octubre de 1450 y junio de 1451 la artillería francesa fue rindiendo las principales plazas de la región. La operación culminó con las conquistas de Burdeos (23-junio) y Bayona (15-agosto). La anglofilia de la población gascona tras siglos de dominio inglés y la represión francesa provocaron una rebelión en Burdeos (octubre-1452) y la consiguiente recuperación inglesa de la ciudad.
En 1453 fue enviado a Guyena un último ejército inglés de socorro al mando del capitán John Talbot. Sin embargo, fue derrotado por los franceses en Castillon (17-julio). Esta batalla ha sido considerada tradicionalmente el punto final de la Guerra de los Cien Años. La ulterior reacción inglesa fue abortada al estallar la guerra civil de las Dos Rosas. El 19 de octubre de 1453 el ejército de Carlos VII el Victorioso recuperó definitivamente Burdeos. La presencia inglesa en el continente quedó reducida a Calais, perdida finalmente en 1558.