Comentario
XXVIII
Cómo fue preso el cazonci y del oro y plata que dio a Nuño
de Guzmán. Esta relación es de don Pedro Gobernador
Después que vinieron a esta provincia españoles, estuvo el cazonci algunos años, y mandó la cibdad de Mechuacán, y todavía tenían reconoscimiento los señores de los pueblos que era su señor, y le sirvían secretamente. Invió el señor Marqués a la cibdad, un hombre de bien llamado Caicedo, que tuviese en cargo los indios de la cibdad. Y tenía consigo un intérprete, buena lengua, español, según dicen, y por mal tratamiento que hacía a los indios, estando el cazonci ausente, questaba en Pátzcuaro, emborracháronse aquellos prencipales, y tomaron sus arcos y flechas y fueron tras él, que huyó, y era gran corredor, y alcazáronle cuatro dellos y flecháronle, y él antes que le flechasen, dio de puñaladas a uno dellos, y matóle. Después súpolo la justicia, y vino a hacer justicia desde México el bachiller Ortega, y aporreó aquellos prencipales, que habían sido en la muerte de aquel mancebo intérpetre. Como vinieron los religiosos de San Francisco, bautizóse el cazonci y llamóse don Francisco y dio dos hijos que tenía, para que los enseñasen los religiosos. Ansí mismo los españoles no trataban bien los indios y desmandábanse, y mataron otro español en Xicalán, pueblo de Uruapan, y el bachiller Ortega hizo muchos dellos esclavos, y despoblóse casi aquel pueblo, y ansí mismo murieron más españoles en otros pueblos. Decían que lo mandaba el cazonci. El se excusaba, y decía que matasen a los indios que los habían muerto; que él no los había mandado matar. Por esto, y por el servicio que le hacían los indios de los pueblos, los españoles concibieron contra él ira, y quejáronse dél, que mandaba matar los españoles, y que bailaba con los pellejos de los españoles vestido: que robaba los pueblos; que había hecho gente de guerra contra los españoles: que la había inviado a un pueblo llamado Cuinao, que la tenía allí para matar los españoles. En este tiempo, vino por presidente desde Pánuco, Nuño de Guzmán. Aquí se contará la relación que don Pedro dio, ques agora gobernador, de la muerte del cazonci, que se halló en ella, y súpolo todo cómo pasó, y es esta siguiente:
Vino Nuño de Guzmán a México por Presidente. Antes que llegase envió el Marqués a Andrés de Tapia, al cazonci, y díjole: "El Marqués me envía y dice que viene otro señor a la tierra, que ha de estar en México y ha de ser gobernador, que se lo haga saber de su venida, y que si le pidiere oro o plata, que no se lo dé, que envíe todo su tesoro de oro y plata donde yo estoy, que no se esconda nada ni que dé nada, que si se lo pidiere Nuño de Guzmán que le diga que ya me lo invió a mí, para llevar al Emperador". Pues como viniese Tapia y dijese esto al cazonci, díjole el cazonci: "Así debe ser la verdad: aun quedó un poco de oro y plata de lo pasado que nos dejaron; llévalo ¿para qué lo queremos nosotros? Del Emperador es." Y trujéronle por dos veces oro y plata en cantidad, que llevó al Marqués y fuese Tapia. Llegó Nuño de Guzmán a México. En llegando, invió por el cazonci, y vino a prendelle Godoy, ques agora alguacil mayor en esta cibdad, y prendió al cazonci y a don Pedro, y a otro señor llamado Tareca de Xanoato, pueblo de Oliver, diciendo que era muy prencipal y que era pariente del cazonci; y a otros muchos, y llevólos al pueblo de Cuyxeo, y decíales que no estuviesen tristes, que los llamaban el presidente Nuño de Guzmán. Dijo el cazonci: "Vamos, ¿por qué habemos de estar tristes? quizá nos quiere decir algo." Díjoles Godoy: "No os tardaréis allá mucho; se holgará con vuestra vista." Pues llegaron a México y holgóse mucho Nuño de Guzmán con el cazonci y con don Pedro y díjoles: "Seáis bien venidos; yo os hice llamar: mañana hablaremos, los a holgar y veníos aquí luego por la mañana." Luego por la mañana invió Nuño de Guzmán por ellos y fueron delante dél y díjoles: "¿Cómo venís desnudos? ¿qué me traéis? ¿Cómo, no sabéis que soy venido?" Dijeron ellos: "Señor, no te traemos nada, porque nos partimos luego." Díjoles Nuño de Guzmán: "¿Quién de vosotros verá a Mechuacán?, que tengo un negocio grande: Cómo, ¿no habéis oído dónde se llama Tehuculuacan [tachado] y otro pueblo llamado Ciuatlan donde hay mujeres solas?" Respondiéronle ellos: "No lo habemos oído." Díjoles Nuño de Guzmán: "¿No os lo dijeron los viejos vuestros antepasados?" Dijeron ellos: "No nos dijeron nada." Díjoles Nuño de Guzmán: "Pues allá habemos de ir, a aquellas tierras: hacé muchos jubones de algodón y muchas flechas y rodelas y veinte arcos con sus casquillos de cobre, e muchos alpargates e cotaras: encomendadlo a uno de vosotros que vaya a entender en ello." Díjole el cazonci: "Este irá, ques mi hermano, don Pedro." Díjole Nuño de Guzmán: "Quédate tu aquí y espérame y iremos juntos, que tengo de ir a la guerra. Envía por el oro que tienes allá en Mechuacán." Díjole el cazonci: "Señor, no tengo oro, ya lo trajo todo Tapia." Díjole Nuño de Guzmán: "¿Por qué se lo distes?" Díjole el cazonci: "Porque nos lo pidieron como agora tú." Díjole Nuño de Guzmán: "¿Por qué creístes a Tapia?" Díjole el cazonci: "También irá don Pedro y entenderá en buscar si ha quedado algo, para traerte." Díjole Nuño de Guzmán: "Aquí has de quedar tú, entre tanto, y un cristiano ha de estar contigo que te guarde; no tengas pena: cómo ¿no estás aquí en tu casa, estando en la mía?" Díjole el cazonci: "Mejor sería que fuese a otra parte a posar." Díjole Guzmán: "No quiero que vayas: bien estás aquí en mi casa. Si quisieres ir alguna parte, paséate por ese terrado." Díjole el cazonci: "Bien, basta lo que dices." Y metióle un español en un aposento y despidió a don Pedro y díjole: "Ve hermano allá a nuestra tierra: gran cosa es ésta: no lo quiere hacer con nosotros mansamente y despacio; busquemos un poco de oro que le demos. Pregunta allá quién tiene oro y envíalo aquí, para que le demos." Díjole don Pedro: "Señor, ¿dónde lo habemos de traer?" Díjole el cazonci: "Allá lo platicareis vosotros." Y dispidióse del cazonci y díjole: "Señor, quédate en buen hora: esfuérzate, come, que de nosotros es padecer, y que nos traten desta manera." Díjole el cazonci: "Ansí será; vete en buen hora." Y vino a Mechuacán, y hizo saber lo que pasaba a los prencipiantes y empezaron a llorar todos y buscaron oro y plata y llegaron seiscientas rodelas de oro y otras tantas de plata, y dábale priesa un intérpetre de Guzmán llamado Pilar, al cazonci, porque no traía el oro y díjole: "Cuando lo traigan, muestrámelo a mí primero." Y como llevaron todo aquel oro y plata a México, mostráronlo al nauatlato susodicho llamado Pilar, y tomó secretamente, sin sabello Nuño de Guzmán, doscientas rodelas de aquellas ciento de oro y ciento de plata y díjoles a los prencipales: "Seáis bien venidos: yo hablaré por el cazonci; no tengais miedo." Y mostraron el otro oro a Nuño de Guzmán, y dijo el cazonci: "¿Por qué traéis tan poco?; eres muchacho: envía por más." Y era de noche cuando se lo llevaron y dijo que lo metiesen dentro en su aposento, y no dejaban entrar ningún prencipal donde estaba el cazonci. Y estaba allí Abalos solo con él por nauatlato y nunca salía fuera el cazonci y el carcelero español o aquella guarda que tenía, pidíale oro al cazonci, y decía que le dejaría salir y pagábaselo. Cada vez que había de salir, le daba dos tazas de oro y otras dos de plata, y no le dejaba salir más de a la puerta a hablar con sus prencipales y después le hacía entrar dentro. Tornó a inviar el cazonci y dijo a los prencipales: "Id otra vez a mi hermano don Pedro y decidle: Qué, ¿te tengo de hermano? Cómo, ¿no soy hombre? questos me tienen ansí. Que traiga más oro." Y vinieron los mensajeros y hiciéronlo saber en Mechuacán cómo estaba el cazonci, y dijeron los prencipales: "¿Qué haremos? ¿Dónde lo habemos de haber? Busquémoslo por ahí." Y buscaron cuatrocientas rodelas de oro y otras tantas de plata y lleváronlo a México, y mostráronlo al nauatlato Pilar, como les tenía mandado, y tomó secretamente cien rodelas de oro y ciento de plata, y dijéronle los prencipales: "Señor, ¿qué haremos?: pues que tú tomas todo esto. Cómo ¿no hablarías por nosotros y iríamos con nuestro señor el cazonci a una casa fuera de aquí en la cibdad, donde nos habemos de ir? Díselo a Nuño de Guzmán." Díjoles el nauatlato: "Vamos, no tengais miedo, yo se lo diré." Y mostraron el otro oro y plata a Guzmán, y díjole el cazonci: "¿Por qué traéis tan poco? no tenéis vergüenza. Cómo, ¿no soy yo señor?" Díjole el cazonci: ".¿Dónde lo habemos de haber? ¿Es otra cosa de por ahí? Ya, ¿no lo han traído todo?" Díjole Guzmán: "Mucho hay, eres tu señor pequeño si no me lo traes, yo te trateré como mereces, que tú eres un bellaco y desuellas los cristianos. Pues sabiendo yo esto, ¿cómo te he tratado? ¿para qué quieres el oro? Tráelo todo, porque los cristianos todos están enojados contra ti, que dicen que les hurtas de los pueblos los tributos y les robas los pueblos y dicen que te mate por la pena que les das. Yo no los creo. ¿Por qué no me crees esto que te digo? ¿quieres morir?" Díjole el cazonci: "Pláceme de morir." Dijo Guzmán: "Bien está, metedle allá dentro, que quiere morir, y no salga fuera. ¿Por ventura reiste de lo que te digo, porque no te he maltratado?" Y metiéronle dentro en un aposento donde él estaba, y empezó a llorar y dijo: "¿Qué haremos? Id otra vez a don Pedro, mi her[mano], que pida el oro questá en Uruapan, lo que ofresció a los dioses mi agüelo, y lo questá en Tzacapu y lo de pueblo de Naranxan y lo de Cumanchen, y lo questá en Uaniqueo porque aquello es mío y no se lo tomo a los caciques. Quizá los caciques desos pueblos no mirarán la miseria en que estoy y no lo darán sabiendo lo que dicen que robo los pueblos de los españoles, que aquí se han quejado a Guzmán." Y llegaron los mensajeros a Mechuacán y fueron por los pueblos susodichos y hicieron saber a los caciques lo que decía el cazonci, y dijeron los caciques: "¿Por qué no lo habemos de dar? De verdad, que suyo es lo que está aquí." Y trujéronlo todo a Mechuacán, doscientas rodelas de oro y doscientas de plata y lunetas de oro y orejeras y brazaletes y lleváronlo a México y el nauatlato Pilar tomó secretamente, sin que lo viese Guzmán, como solía, cien joyas de aquellas, entre brazaletes de oro y lunetas y orejeras; y llevaron lo otro a Guzmán, y como lo vio Guzmán, arrojólo en el suelo y dióle con el pie. Y era de noche cuando se lo llevaron. Y estuvo el cazonci en México preso nueve lunas. Cada luna es veinte días.
XXIX
Cómo vino Nuño de Guzmán a conquistar a Xalisco y [tachado] hizo quemar el cazonci
Pues vinieron mensajeros como Nuño de Guzmán venía a la conquista de Xalisco, con la gente de guerra, y antes que se partiese, vieron los indios en el cielo una gran cometa, y llegó a Mechuacán con toda su gente. Ya estaban hechos los jubones de algodón que mandó hacer, cuatrocientos dellos y cuatrocientos arcos, y doscientas flechas de casquillos de metal, hachas y mucho número de las otras de cobre. Y tenían recogidas cuatro mil cargas de maíz y infinidad de gallinas. Y saliéronle a rescibir los señores, y traía consigo el cazonci, y díjole Guzmán: "Ya has venido a tu casa. ¿Dónde quieres estar? ¿Quieres que estemos juntos en mi posada, o irte a tu casa?" Y díjole el cazonci: "Bien querría ir un poco a mi casa, y veré mis hijos." Y díjole Guzmán: "¿A qué has de ir? Ya no has venido a tu tierra, y estas casas no son tuyas donde estás agora. Haz llamar aquí a tus hijos e tu mujer, que ningún español entrará en tu aposento, y aquí te entoldarán una cama y estarás allí." Díjole el cazonci: "Sea ansí. ¿Cómo tengo que quebrar tus palabras? Sea como quieres. Bueno es eso que dices." Dijo el cazonci a sus criados: "ld a decir a los viejos y a mis mujeres que ya no me verán más: que las consuelen los viejos; que no siento bien de mi hecho: que pienso que tengo que morir: que miren por mis hijos y no los desamparen, que cómo me ha de ver aquí, y que se aparejen y den de comer a los españoles, porque no me echan a mí la culpa los españoles si hay alguna falta: que ahí están los prencipales que tienen en cargo la gente para lo que fuere menester." El siguiente día llevaron a Guzmán los jubones de algodón, y todo lo que había mandado hacer y enojóse y dijo: "¿Por qué traes tan pocos?" Y dijo al cazonci: "Todos los has llevado a Cuinao, y por eso traes tan poco." Y sacó la espada y dio despaldarazos con ella. a don Pedro, y hizo echar prisiones al cazonci y a don Pedro y hizo llevar al cazonci a las casas de don Pedro al nauatlato Pilar, y a Godoy, para que los amedrentasen y que dijese del tesoro que tenía. Y como le llevaron de noche, empezáronle a preguntar: "¿Es verdad que fueron ocho mil hombres de guerra a Cuynapan, y que llevaron allá todos los jubones de guerra y armas? Decí la verdad. ¿Cómo es aquella tierra? ¿Por que camino habemos de ir?" Respondió el cazonci y don Pedro y dijéronles: "No sabemos el camino." Dijéronles los españoles: "Cómo, ¿no sois amigos los de Cuynaho y vosotros y entráis a ellos?. Dijeron ellos: "No sabemos esa tierra." Dijéronle los españoles al cazonci: "Cómo has venido aquí. No tienes vergüenza, cómo estés. ¿Cuándo, pues, le has de demostrar el tesoro que tienes a Nuño de Guzmán, questá muy enojado, y tienen allí un brasero de ascuras?" Haciendo ademán que le querían quemar los pies, dijo el cazonci: "¿Dónde tengo de traer más oro?" Dijéronle los españoles: "Cómo, ¿quieres morir?" Y empezaronles a dar tormento y colgábanlos, y estaba allí un señor de la nauatlatos, llamado Juan de Ortega, y diéronle tormento en sus partes vergonzosas con una verdasca y súpolo el padre fray Martín, que era guardián en la dicha cibdad, que se lo hicieron saber los muchachos, y tomó un crucifijo y vino a la casa de don Pedro, y los españoles que les estaban dando tormento dejáronlos y echaron a huir. Y díjoles el padre: "¿Por que lo traéis desta manera?" Respondieron los españoles: "No nos quieren decir del camino que les preguntamos, y por eso los tratamos ansí." Díjoles el padre al cazonci y a don Pedro: "¿Pues sabéis el camino?" Respondieron ellos: "No lo sabemos ¿habemos de decir lo que no sabemos?" Díjoles el padre: "Pues ¿por qué los tratáis desta manera?, pues no saben el camino." Dijeron ellos: "Nosotros no les hacemos mal." Y tornóse el padre al monesterio, y dijeron los españoles al cazonci y a don Pedro: "Vamos donde está Nuño de Guzmán." Y hiciéronlos llevar a cuestas y lleváronlos donde se había aposentado Nuño de Guzmán y prendieron a Abalos y a don Alonso y estaba muy enojado Guzmán y díjoles: "Bellacos ¿quién lo dijo al padre? ¿tengoos de dejar de llevar a la guerra, aunque el padre vaya tras vosotros?" Y queríase partir Guzmán, y pidió al cazonci ocho mil hombres, y díjole al canzonci: "Envía por todos los pueblos; si no traes tantos como te digo, tu lo pagarás." Dijo el cazonci: "Señor, envié vosotros por los pueblos, pues son de vosotros." Díjole Guzmán: "Tú solo has de inviar ¿cómo, no eres señor?" Entonces invió el cazonci por todos los pueblos sus prencipales, y díjoles también Guzmán: "Haz traer todo el oro de los pueblos." Díjole el cazonci: "No lo querrán dar, aunque envíe ¿por qué tengo de inviar?" Díjole Guzmán: "Si no tuvieren oro, dales tú una trox a los caciques, para que me traigan." Y trujeron ocho mil hombres de los pueblos y contáronlos y mostráronselos a Guzmán: "Basta; bien está. Mira que no se huya nadie: que no han de hacer más de llevarme hasta donde voy y se volverán; de aquí a tres días me partiré. Ya no tengo de hablar más en esto." Y empezaron a tomar los españoles los ocho mil hombres que habían traído, y repartillos entre sí, quien más podía, sin contallos, y huyóse mucha gente, y echaron presos los señores, y al cazonci llevaronle en una hamaca con unos grillos. Y partiéronse todos los españoles y llegaron a un río de los chichimecas, doce leguas de la cibdad, y asentaron allí cabe aquel río. Ya el cazonci estaba descolorido, y no quería comer nada y estaba como negro el rostro. Y mostráronle los prencipales las cargas cómo venían todas, que no habían dejado los tamemes ninguna en el camino, y elijo: "Bien, está, bien está, guardadlas bien." Y Ileváronlos a la posada del mayordomo de Nuño de Guzman, y echaron también prisiones a los nauatlatos y a Abalos echáronle unos grillos dos días y llevaron unos españoles al cazonci apartado, donde no andaban españoles, a unos herbazales, a la ribera del río y empezáronle a preguntar y decir: "Muestra los pellejos de los cristianos que tienes; si no los haces traer aquí, [a]quí te tenemos de matar. Si los hicieres traer iráste a tu casa, y serás señor como lo eras, y también has de decir la verdad si fueron ocho mil hombres a Cuynao, si llevaron los jubones de guerra y arcos y flechas y si verdad que habéis hecho allí hoyos, donde caigan los caballos." Díjoles el cazonci: "Señores, no es verdad nada deso." Dijéronle los españoles: "Di la verdad." Y atáronle las manos y echábanle agua por las narices y empezaron a preguntarlle por el tesoro que tenía y un ídolo de oro grande y decíanle: "Es verdad que tienes un ídolo grande oro." Díjoles el cazonci: "No tengo, señores." Dijeron: "Cómo: ¿no tienes más oro?" Díjoles el cazonci. "Yo lo preguntaré a ver si hay más." Dijéronle los españoles: "Nosotros iremos por ello: ¿dónde está?" Díjoles el cazonci: "No se si hay algún pozo en Pátzcuaro." Y llevaron los indios cuatrocientas lunetas de oro y rodetas y ochenta tenacetas de oro al cazonci, y dijo que no diesen a Guzmán más de doscientas de aquellas joyas y hizo a los indios que volviesen lo otro. Y enojóse Guzmán de ver tan poco y dieron tormento también a don Pedro, que muestra hoy en día los cordeles en sus brazos. Ansí mismo dieron tormento a don Alonso y a Abalos y pídianles el ídolo de oro, y de los hoyos, y dijeron: "Nosotros, no sabemos nada desto." Dijéronles: "Ya ha dicho la verdad de todo el cazonci, y de aquí a tres días se ha de volver a su casa; si vosotros decís la verdad también os iréis vosotros a vuestras casas. Decí qué tanto oro tiene el cazonci." Dijeron ellos: "Nosotros no lo habemos visto, ni sabemos nada desto que preguntáis" Dijéronles los españoles: "Dicen que tiene mucho oro." Dijeron ellos: "Quizá sí tiene: nosotros no se lo habemos visto." Dijeron los españoles: "Cómo, ¿no tiene oro? y él os ha dicho que no digáis dello." Dijeron ellos: "Nunca se lo habemos visto." Y dejáronles de preguntar Guzmán y los alguaciles y un nauatlato desta lengua corcobado; y hizo llevar los viejos y los sacerdotes antiguos y preguntóles también Guzmán sobre el oro, y dijeron ellos: "¿Qué habemos de hablar nosotros que somos viejos? ¿Cómo habemos de saber nada desto? ¿No somos una cosa por ahí sin provecho?" Y no les preguntaron más y dio sentencia Guzmán contra el cazonci, que fuese arrastrado vivo a la cola de un caballo y que fuese quemado. Y atáronle en un petate o estera e atáronle a la cola de un caballo y que fuese quemado, y iba un español encima, y iba un pregonero diciendo a voces: "Mira, mira gente, éste que era bellaco, que nos quería matar: ya le preguntamos y por eso dieron esta sentencia contra él, que sea arrastrado. Miralde y tomá ejemplo. Mira gente baja, que todos sois bellacos." Y desatáronle del petate o estera, que aún no estaba muerto, y atáronle a un palo y dijéronle: "Di si fueron otros contigo en este maleficio: ¿cuántos érades? ¿has de morir tú solo?" Díjoles el cazonci: "¿Qué os tengo de decir? No sé nada." Y diéronle garrote y ahogáronle, y ansí murió y pusieron en rededor dél mucha leña y quemáronle. Y sus criados andaban cogiendo por allí las cenizas y hízolas echar Guzmán en el río. Y echó a huir la gente por su muerte de miedo. Todavía algunos criados suyos trujeron de aquellas cenizas y las enterraron en dos partes: en Pátzcuaro y en otra parte, y con las que enterraron en Pátzcuro pusieron una rodela de oro y bezotes y orejeras, según su costumbre, y todas las uñas y cabellos que se había cortado desde chiquito, y cotaras y camisetas que había tenido cuando pequeño porque esta costumbre era entrellos, y en otra parte dicen también que enterraron de aquellas cenizas, y que mataron una mujer no se sabe dónde. Después de la muerte del cazonci, echaron prisiones a la gente porque se huía, y don Pedro faltó poco que no se diese sentencia contra él de muerte. Decía, quel contador Albornoz escribió una carta a Nuño de Guzmán, que le requería que se perdiría Mechuacán si mataba a don Pedro. Y partióse para Xalisco, y con el ejército, y llegó al pueblo de Cuinao, donde decían que tenía el cazonci los ocho mil hombres, y miraron el asie[n]to del pueblo, y dieron una grita los del pueblo, y dijo Guzmán y los españoles: "Cierto es que tenía aquí el cazonci gente de guerra." Y prendieron los señores; echáronles prisiones y quitaron a toda la gente de los tamemes los arcos que llevaban para la guerra y flechas, y guardábanlos los españoles, y partiéronse de mañana y huyeron todos los de Cuinao. Fuéronse y no hallaron ninguna gente en el pueblo, y decíanles a los señores de Mechuacán Guzmán: "¿Por qué no queréis decir la verdad? Cómo, ¿vosotros no se lo inviastes a decir que se huyesen, y por eso se fueron todos?" Y díjoles: "Busca entre vosotros los más valientes hombres, y id a buscar el señor del pueblo." Dijéronle los señores: "¿Dónde habemos de ir?; que no sabemos la tierra." Díjoles Guzmán: "Ir tenéis, ¿cómo, no os conocéis unos a otros?" Y fueron veinte prencipales, y llegaron a un pueblo donde se había huído la gente del pueblo de Cuinao y habíanlos sacrificado allí [a] todos los de Cuinao, en aquel pueblo donde huyeron, y volviéronse los prencipales y hiciéronlo saber a Guzmán y partióse para allá con su ejército y vieron allí los cuerpos de los sacrificados, y destruyó aquel pueblo y allí creyó quel cazonci no había puesto gente de guerra, ni hallaron los hoyos que le habían dicho. Fue más adelante con su ejército a otro pueblo llamado Acuyzeo y ansí iban conquistando. Y como halló adelante un nauatlato de la lengua de Mechuacán, recelóse y pensó que había gente de Michuacán allí de guerra. Y venía don Pedro atrás preso, y hizo que le llevasen donde él estaba preso, y no halló nadie llegando al pueblo.
Y llevóle hasta Xalisco, conquistando, donde le tuvo allá y a don Alonso y a otros prencipales, hasta que fueron allá unos religiosos San Francisco a ver aquella tierra de Xalisco, fray Jacobo de Testera y fray Francisco de Bolonia, y ellos le rogaron a Guzmán que dejase venir aquellos señores a Mechuacán, y así volvieron donde están agora, y don Pedro por gobernador de la cibdad.