Época:
Inicio: Año 1 A. C.
Fin: Año 1 D.C.

Antecedente:
VIAJE A LA AMÉRICA MERIDIONAL I



Comentario

CAPITULO II


Del trabajo con que se hicieron las operaciones y

observaciones de la meridiana y del methodo de vida

á que estuvimos reducidos hasta que se

concluyeron



533 Todo lo que se havia conseguido en el termino de un año que tardamos en llegar á Quito solo fue vencer las dificultades del viage y ponernos en aquel país donde se havia de plantificar la obra principal que llevabamos encargada, no pequeño logro donde mediaba una distancia tan grande y tanta variedad de climas. Passaronse aquellos primeros dias despues de llegados en la correspondencia á los cortejos que su vecindario nos havia hecho; y sin mas intermission, se empezó á tratar de dar principio el trabajo porque corto tiempo despues de nuestro arribo llegaron tambien M. M. Bouguer y de la Condamine, el primero en el 10 de junio por el mismo camino de Guaranda y el segundo en el 4 del propio mes, haviendo hecho su viage por el rio de las Esmeraldas, en el govierno de Atacames.



534 La primera operacion que se debia practicar era la medida de un pedazo de terreno que sirviesse de base á toda la obra, la qual quedó terminada en lo que faltaba de este año, como se relaciona en el libro de las Observaciones Astronomicas y Physicas. La impertinencia del trabajo que en ella se empleó no fue poca, pues ni los soles y vientos ni las aguas dexaron de sernos incomodos. El llano que se eligió para esto se halla mas baxo que el suelo de Quito 249 tuessas; su situacion es al nordeste de aquella ciudad y distante de ella 4 leguas; danle el nombre de Yaruquí por hallarse á un lado del pueblo assi llamado, pues, aunque hay otros mas quantiosos que él, están en alguna mayor distancia de la direccion de nuestra base. Lo inferior de aquel terreno, su calidad y disposicion contribuyen á que no sea tan frio como el de Quito, pues por las partes del oriente lo ciñe la alta cordillera de Guamaní y Pambamarca y por la del occidente la de Pichincha. Su suelo es todo arenisco; con que, además de la impression que hacen en él los rayos del sol, reverberan estos con el auxilio de las dos cordilleras, las quales forman una espaciosa cañada y por la misma razon ocurren ó se detienen allí con gran facilidad las tempestades de truenos, rayos y aguaceros; y estando abierto por las partes del norte y sur, siempre que vienta se forman torbellinos tan grandes y frequentes que todo el llano se vé ocupado de columnas de arena, levantadas por la rapidez y giro que causan las ráfagas de vientos encontrados, con las que ha sucedido, y se experimentó en una ocasion, mientras permanecimos allí, sofocar á un indio á quien cogió y dexarlo muerto, no siendo cosa extraña que la cantidad de arena contenida en aquella columna le impida totalmente la respiracion á qualquier viviente que envuelva en sí.



535 Nuestras tareas se reducian diariamente á medir aquel llano en una linea horizontal, corrigiendo con el nivel y los aplomos los defectos del terreno. Empezabamos este exercicio con el dia, y, sin dexarlo en todo él, se daba de mano al anochecer, á menos que las tempestades subitas de aguaceros nos obligassen á suspenderlo mientras duraban y guarecernos en una tienda de campaña que se llevaba siempre, assi para este fin como para el de tomar algun descanso al medio dia quando la fuerza de los rayos del sol estaba en su mayor auge.



536 Antes que se huviesse resuelto medir la base en aquel llano, se tenia proyectado practicarlo en el de Cayambe, otro que está al norte de Quito como 12 leguas, y con este animo fue allí el primer parage adonde se transportó toda la compañia, y en el que M. Couplet, uno de sus Individuos, haviendo salido de Quito con algun quebranto en la salud para la robustez de su naturaleza despreciable y agravandosele repentinamente desde el día 17 de septiembre, terminó la carrera de su vida el 19 en lo mas florido de su edad, y con tanta aceleracion que nos dexó confusos y ignorantes en la especie de su accidente, pues solo lo reduxo á cama los dos dias en que hizo las christianas disposiciones y murió.



537 A la medida de la base se siguieron las observaciones de los angulos, assi horizontales como verticales, de aquellos primeros triangulos, que muchos no sirvieron porque despues se mudó la disposicion de ellos, y se ordenaron de otra forma mejor que la que se havia ideado en los principios, á cuyo fin passó Mr. Verguin con otros subalternos á reconocer el terreno y hacer el mapa geographico de él por la parte del sur de Quito, practicandolo Mr. Bouguer por la del norte, diligencia totalmente necessaria para reconocer los puntos donde se situarían las señales, de modo que formassen triangulos mas regulares y no se cortasen las direcciones de sus lados con el embarazo de la interposicion de otros cerros.



538 Interin se finalizaba este reconocimiento del terreno, passó Mr. de la Condamine á Lima á solicitar algunas cantidades sobre letras de credito y recomendacion que havia llevado de Francia á fin de sostener los gastos de su compañía hasta tanto que les llegaban de Francia otros socorros, y Don Jorge Juan le siguió con el motivo de ocurrir al virrey para terminar algunas diferencias que se havian suscitado con el nuevo presidente.



539 Haviendose concluido en Lima favorablemente uno y otro assunto, se restituyeron á Quito, á mediados de junio de 1737, en ocasion que M. Bouguer havia terminado su encargo, y los que fueron por la vanda del sur se volvian dexandolo tambien finalizado; deliberóse seguir los triangulos por esta ultima, dividida la compañia en dos, assi de franceses como de españoles. Empezamos, pues, á salir cada una á los parages que le correspondia, y con este fin passaron Don Jorge Juan y Mr. Godin, que componian una, y los demás que les acompañaban al cerro de Pambamarca, al tiempo que M. M. Bouguer, de la Condamine y yo, que formabamos la otra, haviamos subido á lo mas alto del de Pichincha. En uno y otro fue mucho lo que tuvimos que padecer, tanto con la rigidez del temperamento quanto con la fuerza de los vientos, que eran continuos en aquellos sitios, haciendose mas sensibles en nosotros estas penosas incomodidades con la novedad de no estar las naturalezas endurecidas hasta entonces en su sufrimiento; y en la zona torrida debaxo del equinocial, donde parecia segun lo natural que nos havia de mortificar el calor, era por el contrario el excesso del frio quien mas nos incomodaba, cuyo grado se podrá congeturar del que marcaba el thermometro, pues en Pichincha se hicieron las siguientes experiencias, teniendolo puesto al abrigo del viento.



El dia 15 de agosto de 1737, á las 12 del dia, estaba el licor en la altura de 1003, á las 4 de la tarde, 1001 y medio, á las 6 de la tarde, 998 y medio.



El dia 16 de agosto, á las 6 de la mañana, 997, á las 10 del dia, 1005, á las 12 del dia 1008, á las 5 de la tarde, 1001 y medio, á las 6 de la tarde, 999 y medio.



El dia 17, á las 6 menos quarto de la mañana, 996, á las 9 del dia, 1001, á la una menos quarto, 1010, á las 3 menos quarto de la tarde, 1012 y tres quartos, á las 6 de la tarde, 999, á las 10 de la noche, 998.



Siendo, como queda dicho, en este thermometro el termino de la congelacion 1000.



540 La primera idea que se havia formado para alojarnos en aquellos parages y la que subsistió en todos ellos fue la de montar una tienda de campaña que sirviesse á cada compañía, pero no tuvo cabimiento esto en Pichincha porque lo estrecho del sitio no daba lugar para tanto y se havia hecho construir para que supliera por la tienda una choza proporcionada á él, la qual era tan pequeña que apenas cabiamos los que estabamos, y esto no se hará estraño quando se considere la poca capacidad y mala disposicion del parage, el qual era lo mas encumbrado de un cerro de peña que se levantaba casi 200 tuessas sobre lo mas alto del páramo de Pichincha, que, formando en su eminencia diferentes puntas ó picachos, era el de mayor elevacion el que entonces teniamos por morada, todo él cubierto continuamente de yelo y nieve y no menos vestida de uno y otro nuestra choza.



541 La áspera subida hasta aquel sitio desde la base del formidable peñasco, adonde podian llegar las cavalgaduras, era tan molesta é incomoda para hacerla á pie, unico modo de conseguirlo, que con el cansancio natural, por la forzada agitacion de subir quatro horas continuas y con la mucha sutileza del ayre, hacía desfallecer totalmente las fuerzas y, faltando la respiracion, era insoportable la fatiga, llegando esto á tal extremo que, haviendo subido yo algo mas de la mitad, caí en el suelo, donde estuve por largo rato sin poder tomar aliento, destituido de sentido, perdido el color y casi sofocado, accidente que me precisó, quando me recuperé, á deshacer el camino y volverme al pie del cañon, donde se havian quedado por entonces los instrumentos y criados, y á emprender la subida en el siguiente dia, lo que tampoco huviera podido vencer sin el auxilio de algunos indios que me ayudaban en lo mas fragoso y recio de la aspereza.



542 El extraño methodo de vida á que fue preciso reducirnos, mientras duró nuestro empleo en la medida geometrica de la meridiana, se hace digno de que no se omitan sus noticias; y podrá descifrarlas la abreviada relacion del que tuvimos en Pichincha porque, siendo modelo aquel páramo de todos los demás en que estuvimos, será facil formar juicio de lo que trabajó el sufrimiento y la constancia en toda la obra, á vista de las incomodidades que combatieron el animo y tuvo que resistir la resolucion en este y los otros páramos, con la diferencia solo de estar en unos mas remotas las providencias y ser la intemperie mas ó menos rigorosa segun la altura de los cerros y la casualidad de los tiempos en que subiamos á ellos.



543 Nuestra comun residencia era dentro de la choza, assi porque el excesso del frio y la violencia de los vientos no permitian otra cosa quanto porque de continuo estabamos envueltos en una nube tan espesa que no dexaba libertad á la vista para percibir ningun objeto á distancia de seis ú ocho passos, y, quando se despejaba aquel parage y quedaba el cielo claro, descendian las nubes por su natural peso y, rodeando la garganta del cerro, algunas veces á larga distancia en su circunferencia, parecian un mar dilatado ó pielago, y nuestro cerro, isla en medio de él. Entonces, percibimos en la furia de las tormentas, que descargaban no menos sobre Quito que sobre los otros parages de aquel estendido país, con el oido el efecto de las nubes que rompian por la parte inferior y con la vista la intrepida claridad que arrojaban las que por la superior; y mientas que en aquellos inferiores climas se experimentaban los estragos de los rayos y las inundaciones de los aguaceros, estabamos en lo superior gozando de la mas tranquila serenidad pues en estas ocasiones aplacaba el viento su furia, se manifestaba el cielo despejado, y se moderaba el frio con el calor de los rayos del sol. Pero, bien por el contrario, quando se elevaban las nubes, todo era respirar su mayor densidad, experimentar una continua lluvia de gruessos copos de nieve ó granizo, sufrir la violencia de los vientos, y con esta vivir en el continuo sobresalto ó de que arrancaran nuestra habitacion y dieran con ella y con nosotros en el tan immediato precipicio ó de que la carga del yelo y nieve que se amontonaba en corto rato sobre ella la venciesse y nos dexasse sepultados.



544 Era tal la fuerza de los vientos en aquel parage que deslumbraba la vista la ligereza con que hacía correr las nubes, y se aterrorizaba el animo con el estrepito causado por los peñascos que se desquiciaban y hacian con su precipicacion y caida no solo estremecer todo aquel picacho sí tambien llevar consigo quantos tocaba en el discurso de la carrera, y tenían yá raxados los yelos introducidos en sus mas menudas vetas. En todas ocasiones, era espantoso este estruendo pues ni de dia havia en tanta soledad otro ruido que lo dissimulasse ni de noche sueño que lo divirtiesse.



545 Quando el tiempo nos ofrecia alguna apacibilidad y que por estar embueltas en nubes las otras montañas que debian servir para las observaciones no se podia aprovechar en ellas la bonanza, saliamos de la choza y haciamos exercicio, ó bien baxando de aquel sitio alguna pequeña distancia ó haciendo rodar de las mismas peñas que sobresalian, y para ello era muchas veces necessario unir la fuerza de todos, siendo assi que el viento lo executaba con gran facilidad, pero siempre procurabamos no apartarnos mucho de nuestro picacho para poder volver á él con prontitud, luego que las nubes lo empezaban á cubrir, como sucedia muy continuo y repentinamente.



546 La puerta de nuestra choza se cerraba con cueros de baca, y despues por la parte de adentro se tapaban todas las mas pequeñas cavidades para evitar de esta suerte la correspondencia del viento, pues, aunque toda ella estaba bien cubierta de paja, nunca dexaba de entrar alguno, no bastando á embarazarlo todas las defensas. Los dias eran continua noche, y toda nuestra claridad la de una ó dos luces que manteníamos encendidas para vernos unos á otros y divertir el tiempo con algunos libros; y ni la mucha estrechez y encierro ni el natural calor de las luces evitaban que tuviesse cada uno un brasero para mitigar el frio. Mas soportable huviera sido la rigidez de aquel clima si la necessidad y el inmediato peligro en que estabamos de perecer no nos obligaran, siempre que nevaba, á atropellar todas las incomodidades y salir de aquel pequeño abrigo con palas para desvalijar la que se amontonaba sobre la choza, sin cuya prevencion la huviera vencido el mucho peso, pues, aunque teniamos criados y indios para ello, los entumecía el frio tanto que no era facil hacerlos salir de una pequeña cañonera donde se albergaban y mantenian al fuego continuamente, siendo el unico modo para conseguirlo el alternar con ellos en esta faena, á cuyo exemplar, aunque perezosamente, se alentaban al trabajo.



547 Yá se dexa entender de qué conformidad estarian los cuerpos de los que por necessidad haviamos de sufrir la aspereza de tal clima. Por una parte, los pies tan hinchados y doloridos que ni el calor era soportable en ellos ni possible el pisar sin una gran penalidad; las manos, por lo consiguiente, casi heladas; y los labios, hinchados, encogidos y rajados, que, al movimiento de hablar ú otro semejante, empezaban á verter sangre por donde se abrian, y de aqui se nos seguia la precision de escusar del todo la risa porque, siendole propio la extension de los labios, no podia practicarse sino á costa de la mortificacion en las aberturas que con ella se hacían y duraban sin permitir descanso en uno ó dos dias despues.



548 El alimento mas comun de que allí usabamos era un poco de arroz cocido con alguna carne ó ave que se hacía llevar de Quito; en lugar de agua, para cozerlo, se llenaba la olla en que se hacia de yelo porque no havia ninguna que corriera ó estuviese líquida, y lo mismo se practicaba para beber; pero el tiempo de comer, era forzoso conservar cada uno la comida sobre el brasero porque, en apartandola, se coagulaba; lo mismo sucedia con el agua. En los principios, bebimos licores fuertes, persuadidos á que con ellos sería mas facil dar algun calor al cuerpo, pero estaban tan endebles que ni se sentía su fortaleza al beberlos ni causaban mas efecto favorable contra el frio que la misma agua, y recelando el que no nos fuessen provechosos, se les dió de mano y solo se usaban tal ó qual vez; lo regular era distribuirlos en los indios, á quienes, además de la paga que diariamente se les tenia assignada, quatro veces mayor que su jornal ordinario, repartiamos los mantenimientos que de continuo se nos embiaba de Quito.



549 Con toda la mejora que se les hacía á los indios de paga y manutencion, no havia forma de que subsistiessen; luego que tanteaban lo molesto de aquel clima, se huían y nos abandonaban. La primera vez que lo hicieron fue tan impensadamente que, á no haver quedado uno de mejor razon y dadonos aviso, pudiera havernos sido la burla muy costosa. Como en lo alto de aquel picacho no havia capacidad para que se pudiessen alojar, baxaban á dormir todos al pie del cerro, en la concavidad que formaba un peñasco, donde, siendo mucho menor el frio y teniendo comodidad de poder mantener fuego continuamente, era para ellos menos penosa la molestia del clima; antes, pues, de retirarse, dexaban cerrada por defuera la puerta de nuestra choza, tan baxa á correspondencia de toda ella, que era menester agoviarse para entrar ó salir; y como con el yelo y nieve que se juntaba en el discurso de la noche casi se tapiaba ó una gran parte, era preciso que subiessen todas las mañanas á apartar el embarazo para poder abrir quando se ofrecia porque, aunque los criados negros permanecian en la cañonera, estaban tan empedernidos con el frio y doloridos de los pies que mas facil les sería el dejarse morir que el moverse. Subian los indios á hacer esta faena regularmente á las 9 ó 10 del dia; pero en el quarto ó quinto de nuestra residencia allí eran passadas las 12 y no parecian hasta que, algun rato despues, subió el que havia quedado y nos participó la fuga hecha por los otros quatro aquella noche, abriónos lugar para poder salir, y, ayudandole nosotros, desembarazamos nuestra habitacion y inmediatamente lo despachamos al corregidor de Quito dandole noticia del extremo en que haviamos quedado, quien con toda puntualidad embió otros, amenazados de que serian castigados si nos faltaban á la assistencia, pero el temor del castigo no fue bastante para reducirlos al sufrimiento de aquel sitio, y á los dos dias siguieron á los primeros. Con este segundo exemplar, tomó el corregidor la providencia de embiar un alcalde cuidando de cada quatro indios y que se remudaran todos de quatro en quatro dias, con cuyo arbitrio estuvimos mejor assistidos en adelante.



550 Veinte y tres dias permanecimos en aquel parage, que fue hasta el 6 de septiembre; y no haviendo podido concluir en este intermedio las observaciones de los angulos porque, quando en aquel cerro gozabamos de claridad y bonanza, los otros distantes de él, en cuyos copetes estaban situados los señales que formaban los triangulos para la medida geometrica de nuestra meridiana, se mantenian envueltos en las nubes, y los instantes que aquellos, por congetura nuestra, pues nunca llegamos á verlos claros, se hallaban libres de este embarazo, lo padecia el de Pichincha; assi, fue preciso resolvernos á poner señal en otro sitio mas baxo, adonde el clima no eran tan contrario, pero esto no nos exceptuó de continuar en él la habitacion hasta principios de diciembre, que, quedando concluida la observacion correspondiente á él, fuimos continuando en los otros, no sin menos demora ni con menos incomodidades, frios y trabajos, pues, como todos ellos estaban por necesidad en lo mas alto de los páramos, les era esto comun, y el unico descanso que teniamos se reducía á aquel tiempo que tardabamos en transitar de uno á otro.



551 En todas las estaciones que se siguieron durante el trabajo de la meridiana, se alejaba cada compañia en una tienda de campaña, y la corta capacidad que esta podia prometer era la suficiente para no estar tan incomodos como en la primera choza, pero al mismo tiempo se aumentaba el cuidado quando nevaba, con el que era preciso tener para aligerarla del peso porque no llegara á rasgarse con él; y aunque a los principios se procuró situarla en los parages mas abrigados, no pudo en esto haver permanencia luego que se determinó que reciprocamente sirviessen de señales las mismas tiendas á fin de evitar los inconvenientes que se ofrecian con los que se construían de madera, y, como los vientos eran tan desaforados en aquellos parages, nos sucedió en algunos que la arrancó y á los piquetes que la tenian sujeta en el suelo, no haviendo sido poco triunfo el poder montar otra de las que se llevaban de resguardo, precaucion que de omitirse era correspondiente el peligro de perecer. En el páramo de Asuay experimentamos la utilidad de esta prevencion pues tres tiendas que teniamos en mi compañía fue preciso montarlas unas despues de otras varias veces hasta que, mal tratadas todas rotas dos cumbreras de madera bien fornidas y sin tener recurso, nos conformamos con el de abandonar el puesto, que estaba inmediato al señal de Sinaseguán, y retirarnos al abrigo de una quebrada hallabanse las dos compañias en aquel páramo, y no fue menos lo que experimentó la una que la que padeció la otra. Los indios de entrambos hicieron fuga luego que empezaron á ver los destrozos que havia hecho el viento, la incomodidad del frio y las faenas repetidas de quitar la nieve; con que, en el extremo de no tener ni aun quien nos pudiese ayudar, fue forzoso hacerlo todo hasta que de un hacienda, que distaba de allí poco mas de tres leguas en la caida del cerro, nos embiaron socorro de otros indios que nos acompañaron despues en aquel parage.



552 Mientras que padeciamos esto con el temporal de viento, nieve, yelos y el frio que en aquel fue uno, donde mas se dexó sentir abandonados de los indios, faltos de viveres, escasos de leña con que hacer fuego para calentarnos y casi sin alojamiento, estaba el cura de Cañar, pueblo que cae al pie de aquellas cordilleras acia la parte del sudoeste del señal de Sinasasuán y como cinco leguas de camino bien penoso distante de él, haciendo plegarias por nosotros porque, á vista del temporal que anunciaban en su negrura las nubes, él y todos los españoles del pueblo creyeron que pereciessemos en aquel sitio, y, assi, al vernos con espasmo y quando, concluidas las observaciones, nos retiramos de él, nos llenaron de parabienes como que, atropellando un gran peligro, haviamos conseguido un famoso triunfo, siendolo con realidad para aquel país respeto á él horror con que miran tales parages.



553 En los principios de la obra, se havia determinado formar los señales de madera en figura de pyramide pero fue preciso abandonar este methodo para no hacer mas dilatada la demora en la aspereza de cada uno de aquellos sitios porque experimentabamos que, despues de haver estado sufriendo en ellos varios dias, la constancia de las nubes y que se lograba alguno claro, libre de estos embarazos, ó se proyectaban las señales en otros cerros, esto es, se confundian y no podian percibirse ó los derribaba el viento ó los indios que cuidaban los ganados en las faldas de los montes subian á ellos y los quitaban para aprovecharse de la madera y de las cuerdas con que se sujetaban, de modo que estos inconvenientes no se pudieron salvar de otra manera que haciendo sirviessen de señal las mismas tiendas donde habitabamos porque las ordenes de las justicias y las amenazas de los curas no fueron suficientes para embarazarlo, siendo inaveriguable en aquellos poblados quien era el que lo executaba.



554 Los páramos de Pambamarca y Pichincha sirvieron de noviciado á la vida que despues tuvimos desde principios de agosto del año de 1707, como queda notado, hasta fines de julio de 1739, en cuyo tiempo hizo su habitacion cada compañia, la mia en 35 páramos y la de Don Jorge Juan en 32, cuyas noticias se darán en el capitulo siguiente, con los nombres de los que cada una habitó, que eran los puntos donde se formaban los triangulos, y en ellos solo huvo la diferencia de que las penalidades se hacian mas llevaderas, despues que los cuerpos se havian endurecido con la fatiga y estaban connaturalizados en la destemplanza de los climas, no extrañando ni la continua soledad ni la rusticidad de los alimentos, ni su escasez cuando distaban los pueblos ni la variedad de temples que se experimentaban quando, baxando de la rigidez de uno de aquellos páramos, se atravesaba por los llanos y cañadas donde, siendo el natural de un moderado calor, para los que baxaban de los otros tan frios se hacía excessivo y, por ultimo, ni los peligros que eran inevitables en las subidas como ninguno otro de los accidentes á que estabamos expuestos. Las reducidas chozas de los indios ó las baquerías que estaban esparcidas en las faldas de aquellos páramos, donde soliamos alojarnos quando transitabamos, nos eran espaciosos palacios, la rusticidad de aquellos pueblos se transformaban á nuestra vista ciudades opulentas; la comunicacion con un cura y dos ó tres personas que le hacian compañia, el comercio mas racional del mundo; los pequeños mercados de aquellas poblaciones, quando lograbamos passar por ellas en dias de domingo, el mayor concurso de mercaderías y tratos que podiamos apetecer; y, por este tenor, lo mas pequeño se nos hacía grande quando dexabamos por uno ó dos dias nuestro continuo destierro, que llegó á ser en algunos parages de 50, bastante para que en ocasiones huviera faltado la paciencia si el honor y la fidelidad de no dexar imperfecta ó interminada una obra, que tan deseada havia sido entre todas las naciones politicas y protegido de nuestros soberanos, no huviera continuamente alentado la constancia de nuestros animos y encendido la emulacion de entrambas partes para señalarse igualmente una y otra en atropellarlo todo hasta salir con la empresa.



555 Ahora es justo que se considere quanta diversidad de juicios formarian en aquellos pueblos sus habitadores. Por una parte, los admiraba nuestra resolucion; por otra, los sorprendia nuestra contancia; y, finalmente, todo era confusion aun en las personas mas cultas. Preguntabanles á los indios qual era la vida que teniamos en aquellos sitios y quedaban espantados del informe que les hacian; veían que se negaban todos á asistirnos, aun siendo por naturaleza robustos, sufridos y acostumbrados á las fatigas; experimentaban la tranquilidad de animo con que sin tiempo determinado viviamos en aquellos sitios y la conformidad con que, despues de haver concluido en uno la quarentena de trabajos y soledad, passabamos á los otros; y, en tanta admiracion y novedad, no sabian á qué atribuirlo. Unos tenian á locura nuestras resoluciones; otros los encaminaban á codicia, persuadiendose que andabamos buscando minerales preciosos por medio de algun methodo particular que haviamos inventado; otros nos discurrian magicos; y todos quedaban embebidos en una confusion interminable porque en ninguna de las cosas que sus pensamientos les dictaban hallaban que huviesse correspondencia en su logro á la fatiga y penalidades de tal vida, assunto que aun todavia mantiene la duda en mucha parte de aquellas gentes sin poder persuadirse á qual fuesse el cierto fin de nuestro viage, como ignorantes de su importancia.



556 Entre otros muchos, nos passaron dos chistes, que son los que ahora tengo mas presentes, y referiré para que se conozca la novedad que causaba á aquella gente nuestra ocupacion. Nos hallábamos en el señal de Vengotasín, cuyo páramo no dista mucho del assiento de Latacunga; y cosa de una legua distante del parage donde estaba la tienda de campaña havia una baquería en que haciamos diariamente la noche porque, no siendo la subida de las mas ásperas, podiamos muy bien todas las mañanas, quando el tiempo estaba bueno, passar á la tienda y volver al anochecer á la baquería; una de las mañanas que hicimos este viage descubrimos á distancia en la mitad de aquel páramo á tres ó quatro indios al parecer hincados de rodillas; siguiendo nuestro camino, passamos inmediatos á ellos y efectivamente los vimos en esta positura, las manos puestas y como haciendo exclamacion en su idioma, que no pudimos comprender, pero fixa la vista indicaba ser nosotros con quienes hablaban; en valde les hicimos señas para que se levantaran porque assi permanecieron, casi hasta havernos alexado; llegamos á nuestra tienda y empezamos á preparar dentro de ella los instrumentos y, en el interin, volvimos á oir repetidos los clamores á la puerta; salimos á ver lo que era y hallamos los mismos indios en la propia forma que los haviamos encontrado en el camino, sin haver sido possible conseguir que se levantaran; llamamos á un criado para que nos interpretara lo que decian y por él supimos que al mas anciano de aquellos, padre de los otros, se le havia perdido ó hurtadole un asno, y iba á rogarnos que, pues sabiamos todo lo que passaba, le dixessemos quien se lo havia quitado ó adonde estaba, assunto que nos dió bastante que celebrar; y aunque por medio del mismo criado procuramos desempressionarlos de aquel error, no fue possible sacarlos de él hasta que, cansados de sus exclamaciones y de ver que no haciamos caso de ellas, se volvieron á levantar y irse desconsolados de que no les huviessemos querido revelar lo que nos preguntaban, persuadidos que era por negarles este bien y no porque lo ignorábamos.



557 Si este caso sucedió con gente tan rustica y posseida de ignorancia como los indios, el otro que passó conmigo no fue sino con otra de las cultas y de la principal gerarquia de Cuenca, y consistió en que, estando en el cerro de Buerán, no muy distante del pueblo de Cañar, toda la compañia, con el motivo de haver llegado á este dos padres jesuitas amigos mios, que iban de transito; me passó aviso el cura para que baxara del cerro un dia si queria verlos; executélo assi y en el camino encontré con una cavallero de Cuenca que passaba á visitar sus haciendas á aquella jurisdiccion, el qual desde que pudo distinguir la tienda me havia percebido baxando de ella; conocidos este tal por el nombre pero nunca me havia visto y, llegando á igualar conmigo, notándome en trage tan rustico como el que los mestizos y gente mas ordinaria usa allí, y el unico que podiamos traer aquel exercicio, y congeturado por él fuese yo alguno de los criados, empezó á examinarme, y yo á no descifrar el engaño hasta ver el paradero, que se reduxó á darme á entender que él y todos estaban persuadidos no ser bastante assunto el que deciamos de averiguar la figura y magnitud de la tierra para reducirnos á aquella vida y que no podiamos dexar de haver descubierto muchos minerales en los páramos, aunque lo negassemos y quisiessemos dissimular sin fruto; ponia yo toda mi eficacia en desvanecerle esta idea, pero inutilmente porque aun creo que quedó mas firme en la suya concibiendo, como tengo dicho, que por algun arte magico podiamos descubrir mas que otros. A estos juicios tan vanos se les agregaban varios no menos vulgares que no era factible de dissuadirselos.



558 Concluida por la parte del sur toda la serie de los triangulos y medida una segunda base para su comprobacion por cada compañia, se empezó á hacer la observacion astronomica en aquel extremo pero, no siendo del todo aptos los instrumentos que se havian fabricado, fue forzoso restituirnos á Quito por el mes de diciembre del mismo año para construir otro con mas perfeccion y confianza, lo que nos detuvo hasta principios de agosto del siguiente de 1740, que, teniendolo finalizado, passamos por segunda vez á Cuenca; y desde que llegamos, se empezaron las observaciones. Estas se retardaron y no quedaron concluidas hasta fin de septiembre porque, siendo la atmosphera de aquel país poco propicio para los astronomos, si en los páramos nos servian de estorvo las nubes en que estabamos envueltos para ver los otros señales, en aquella ciudad las que continuamente la formaban pavellón no nos concedian la libertad de que pudiessemos percibir las estrellas quando hacian su transito por el meridiano. Pero, al fin, haviendo concluido á fuerza de paciencia todo lo que teniamos que hacer en aquel lado, se estaba disponiendo viage para passar al norte del equador á hacer la observacion astronomica correspondiente á el otro extremo de la meridiana y finalizar con ella nuestra obra poniendo termino á su trabajo, pero este se dilató algun tiempo porque otro assunto, que instaba mas entonces, nos precisó á dexarla suspensa y ocurrir á Lima, como diré en la segunda parte.



559 Por el mes de diciembre del año de 1743 cessaron los assuntos que nos havian tenido empleados en Lima,Guayaquil y Chile, y, restituidos á Quito por enero del de 1744, prolongamos la meridiana por la parte del norte del equador entre Don Jorge Juan y yo con quatro triangulos que la llevaron hasta el parage donde Mr. Godin havia hecho en el año de 1740 la segunda observacion astronomica y en aquel sitio la repetimos nosotros, dexandola terminada en el mes de mayo del mismo año de 44, como se verá por el tomo que llevo citado de las Observaciones Astronomicas y Physicas, donde están comprehendidas todas las demás, y las experiencias que se hicieron.



560 M. M. Bouguer y de la Condamine, teniendo concluidas por su parte las que le correspondian, havian yá á este tiempo salido de Quito, con el fin de restituirse á Francia, el primero por la via de Cartagena y el segundo por la del rio Marañón ó de las Amazonas. Pero todo el resto de la compañia se mantenia allí, unos por el recelo de la guera que los tenia suspensos, sin atreverse á deliberar temiendo el peligro de ser apresados, otros por falta de medios para costearse y otros porque, contraidos algunos empeños, no querian salir del país hasta satisfacerlos. Con que, solamente los dos eran los que havian tomado la determinacion con el deseo de llegar á su patria á descansar de tantas fatigas y trabajos, que no dexaron de ser sensibles para todos y quebrantar la salud á proporcion en unos mas que en otros.