Época:
Inicio: Año 1 A. C.
Fin: Año 1 D.C.

Antecedente:
LA FLORIDA DEL INCA



Comentario

CAPÍTULO VI


Del número de gente y capitanes que para la Florida se embarcaron



Novecientos y cincuenta españoles de todas calidades se juntaron en San Lúcar de Barrameda para ir a la conquista de la Florida, todos mozos, que apenas se hallaba entre ellos uno que tuviese canas (cosa muy importante para vencer los trabajos y dificultades que en las nuevas conquistas se ofrecen). A muchos de ellos dio el gobernador socorro de dineros; envió a cada uno según la calidad de su persona, conforme a la estofa de ella y según la compañía y criados que traía. Muchos, por necesidad, recibieron el socorro, y otros (con respeto y comedimiento de ver la máquina grande que el general traía sobre sus hombros), no quisieron recibirlo, pareciéndoles más justo socorrer, si pudieran, al gobernador, que ser socorridos de él.

Llegado el tiempo de las aguas vivas, se embarcaron en siete navíos grandes y tres pequeños que en diversos puertos de España se habían comprado. El adelantado, con toda su casa, mujer y familia, se embarcó en una nao llamada San Cristóbal, que era de ochocientas toneladas, la cual iba por capitana de la armada, bien apercibida de gente de guerra, artillería y munición como convenía a nao capitana de tan principal capitán.

En otra no menor, llamada la Magdalena, se embarcó Nuño Tovar, uno de los sesenta conquistadores, natural de Jerez de Badajoz. Este caballero iba por teniente general y en su compañía llevaba otro caballero, don Carlos Enríquez, natural de la misma ciudad, hijo segundo de un gran mayorazgo de ella. Luis de Moscoso de Alvarado, caballero natural de Badajoz y vecino de Zafra y uno de los sesenta conquistadores elegido y nombrado para maese de campo del ejército, iba por capitán del galeón llamado la Concepción, que era de más de quinientas toneladas.

En otro galeón igual a éste, llamado Buena Fortuna, iba el capitán Andrés de Vasconcelos, caballero fidalgo portugués, natural de Yelves, el cual llevaba una muy hermosa y lucida compañía de fidalgos portugueses, que algunos de ellos habían sido soldados en las fronteras de África. Diego García, hijo del alcaide de Villanueva de Barcarrota, iba por capitán de otro navío grueso, llamado San Juan. Arias Tinoco, nombrado por capitán de infantería, iba por capitán de otra nao grande llamada Santa Bárbara. Alonso Romo de Cardeñosa, hermano de Arias Tinoco, que también era nombrado capitán de infantería, iba por capitán de un galeoncillo llamado San Antón. Con ese capitán iba otro hermano suyo llamado Diego Arias Tinoco, nombrado para alférez general del ejército. Estos tres hermanos eran deudos del general.

Por capitán de una carabela muy hermosa iba Pedro Calderón, caballero natural de Badajoz, y en su compañía iba el capitán micer Espíndola, caballero genovés, el cual era capitán de sesenta alabarderos de la guardia del gobernador. Sin estos ocho navíos, llevaban dos bergantines para servicio de la armada, que, por ser más ligeros y más fáciles de gobernar que las naos gruesas, sirviesen como espías de descubrir por todas partes lo que hubiese por la mar.

En estos siete navíos, carabela y bergantines se embarcaron los novecientos y cincuenta hombres de guerra, sin los marineros y gente necesaria para el gobierno y servicio de cada nao. Sin la gente que hemos dicho, iban en la armada doce sacerdotes, ocho clérigos y cuatro frailes. Los nombres de los clérigos que la memoria ha retenido son: Rodrigo de Gallegos, natural de Sevilla, deudo de Baltasar de Gallegos, y Diego de Bañuelos y Francisco del Pozo, naturales de Córdoba; Dionisio de París, natural de Francia, de la misma ciudad de París. Los nombres de los otros cuatro clérigos se han olvidado. Los frailes se llamaban: fray Luis de Soto, natural de Villanueva de Barcarrota, deudo del gobernador Hernando de Soto; fray Juan de Gallegos, natural de Sevilla, hermano del capitán Baltasar de Gallegos, ambos frailes de la orden de Santo Domingo; fray Juan de Torres, natural de Sevilla, de la religión de San Francisco, y fray Francisco de la Rocha, natural de Badajoz, de la advocación e insignia de la Santísima Trinidad. Todos ellos hombres de mucho ejemplo y doctrina.

Con esta armada de la Florida iba la de México, que era de veinte naos gruesas, de la cual iba también por general Hernando de Soto hasta el paraje de la isla de Santiago de Cuba, de donde se había de apartar para la Veracruz. Y para de allí adelante iba nombrado por general de ella un caballero principal llamado Gonzalo de Salazar, el primer cristiano que nació en Granada después que la quitaron a los moros, por lo cual, aunque él era caballero hijodalgo, los Reyes Católicos de gloriosa memoria que ganaron aquella ciudad le dieron grandes privilegios e hicieron mercedes de que se fundó un mayorazgo para sus descendientes. El cual había sido conquistador de México. Este caballero volvió por fator de la Hacienda Imperial de la ciudad de México.

Con esta orden, salieron por la barra de San Lúcar las treinta naos de las dos armadas y se hicieron a la vela a los seis de abril del año de mil y quinientos y treinta y ocho, y navegaron aquel día, y otros muchos, con toda la prosperidad y bonanza de tiempo que se podía desear. La armada de la Florida iba tan abastecida de todo matalotaje que a cuantos iban en ella se daba ración doblada, cosa bien impertinente porque se desperdiciaba todo lo que sobraba, que era mucho. Mas la magnificencia del general era tanta, y tan grande el contento que llevaba de llevar en su compañía gente tan lucida y noble, que todo se le hacía poco para el deseo que tenía de regalarlos.